Ficha La Ciudad Desnuda

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Críticas de La Ciudad Desnuda (3)




TANO

  • 10 Sep 2021

8


Esta película define totalmente este gran subgénero llamado ¨cine negro¨: una voz en off que acompaña a la acción perfectamente, un crimen complejo, y toda la labor policial tras de este, contada al dedillo con una eficacia como pocas veces se ha visto en cine.
Un grupo de policías muy carismáticos, a destacar por supuesto a Barry Fitzgerald, que está magnífico en todo momento, varios sospechosos que van apareciendo poco a poco, y un asesinato difícil de resolver que resulta realmente intrigante.
Una película que, por su forma de estar contada y llevada, atrae muchísimo y te deja la sensación de haber visto algo realmente bueno.



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Mad Warrior

  • 6 Dec 2020

9



Pocas veces, muy pocas veces, un relato tan escabroso y oscuro como es el perteneciente al género criminal, logre atravesar nuestros sentidos con un realismo tan salvajamente auténtico...

Tanto que en algún momento abandonamos la perspectiva del espectador y nos ubicamos al otro lado de la pantalla junto al narrador y los personajes para habitar el mismo escenario, sintiendo en nuestros pies las aceras y asfixiándonos en plena calle general con el aire viciado por los tubos de escape y el sudor de las gentes. ¨La Ciudad Desnuda¨ y su artífice responsable, el gran Jules Dassin, lo consiguen.
Emerge de entre las tinieblas de la noche una New York desnuda, calurosa, bulliciosa, y nos introduce sin concesiones su director, gran artesano de la industria cinematográfica y exiliado más tarde a Europa tras convertirse en uno de los miembros de la famosa Lista Negra de Hollywood. El trabajo del fotógrafo Arthur Fellig le inspiraría para contar su retorcida historia de muerte, mentiras, intriga y apariencias, y en ello jugaron un papel importante Malvin D. Wald y Albert Maltz (otro de los de la Lista Negra) en su visión única de cómo enfocarla; el peso del neorrealismo en el cine europeo del momento es la segunda referencia principal.

Sin títulos de crédito. La ciudad que nunca duerme aparece ante nuestros ojos desde un precioso plano aéreo; su estilo documental se afirma ya en este inicio con la insólita narración del productor Mark Hellinger, quien nos habla a nosotros sobre la misma película que estamos a punto de presenciar. Así, a lo largo de todo el metraje, habrá una implicación absoluta de esta voz, afilada y cercana, sobre los hechos y los personajes que los ocupan, además de poder escucharse incluso los pensamientos de los ciudadanos que deambulan por aquí y por allá ajenos a cualquier otra cosa salvo su propia vida.
Un asesinato en la noche desencadena el suspense; la víctima: una mujer transmutada en ¨macguffin¨ que responde, como poco a poco iremos averiguando, al canon de joven huida y descarriada (preferentemente rubia y atractiva) del género negro. Los policías de una humilde comisaría hacen de tripas corazón para resolver el misterio; nosotros ya lo sabemos, las tramas ¨hitchcockianas¨ nos han enseñado que a veces lo mejor es observar las indagaciones de otros sobre los enigmas (el ¨qué¨ es menos importante que el ¨cómo¨). El veterano teniente Muldoon, escéptico como pocos, y el novato Jim Halloran se alían para remover Cielo y Tierra con tal de hacerse con una pista fiable.

Dassin desgaja los entresijos del trabajo policial y nos hace participar hasta en esos puntos muertos y frivolidades que los ¨thrillers¨ suelen omitir, pero el cineasta sabe calibrar el ritmo y la intriga jamás decae, pues sospechas, pistas, pruebas (falsas o ciertas) e infinidad de implicados comienzan a aparecer rápidamente, a la vez que se hace un retrato veraz y profundo de los personajes, a quienes nunca tomamos como héroes o villanos de encefalograma plano, sino como seres normales hundidos en una sucesión de hechos perturbadores. Frank Niles, personaje extraño e hipócrita, es el detonante y la pieza clave para que futuros nombres caigan en las manos de los agentes, quienes patean las calles sin descanso.
Así iremos de salones de peluquería a salas de fiesta, de clubs de boxeo a estaciones de tren, de tiendas de ropa a las casas de los mismos agentes, quienes tras el duro trabajo sólo llegan para besar a su esposa y descansar para el día siguiente. El dúo Wald/Maltz zurce los pliegues de un posible ¨noir¨ neorrealista y Dassin da vida al escenario deseado, un espacio que avanza como una maquinaria bien engrasada, la de la ciudad, siempre en movimiento. Rascacielos desnudos, muchedumbre real, todo rodado a veces sin permiso por el equipo; y así como se mueve la ciudad se mueve el caso, con sus lágrimas vertidas por los familiares y sus mentiras lanzadas por los cómplices...

Llegado a cierto punto, la investigación se bifurca de manera acertada y Muldoon y Halloran trabajarán por su cuenta; un interesante puente donde convergen más nombres y pistas (tantos que puede resultar algo enrevesado si no se presta atención) hasta un excitante tercer acto que invita a una cacería sin cuartel para atrapar al culpable instigador de todos los problemas acaecidos. El guión nos atrapa entre sus recovecos con facilidad como los de las obras de Lang o las historias de Hammett, y el poder visual y la capacidad de entretimiento no envidia en absoluto a las aventuras de Hitchcock o Walsh.
En especial esa persecución sobre el puente de Williamsburg, que el director filma de un modo espectacular y con unos niveles de tensión díficiles de superar (los acabaría superando en el atraco de ¨Rififi¨...). William Daniels hace un gran trabajo captando la luz natural y dotando al blanco y negro de un brillo especial, aportando gran dramatismo como la música de Frank Skinner y Miklós Rózsa. Por su parte sobresalen los no muy conocidos House Jameson, Howard Duff, la bellísima Dorothy Hart, y sobre todo ese malévolo Ted DeCorsia y un soberbio Barry Fitzgerald en su carismático teniente Muldoon (preámbulo de futuros detectives como Colombo o Kojak).

Drama policíaco de manual, duro, áspero, a menudo sarcástico, con secuencias poderosas (la caza en mitad de la noche, los lloros de los padres con la puesta de Sol de fondo, el tramo final...) y un estilo innovador, sin poseer en realidad una historia original. Dassin firma una de sus obras maestras, de gran influencia para el género (y para cineastas como Don Siegel, Stanley Kubrick, Akira Kurosawa, Sidney Lumet, Stuart Rosenberg o William Friedkin).
Las últimas palabras de Hellinger, muerto antes del estreno del film, suenan lapidarias: ¨...Y estas son las luces por las que suspiraba una niña nacida en la miseria. [...] Hay unas ocho millones de historias en la ciudad desnuda...ésta ha sido una de ellas¨.



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  • 29 Oct 2016

7


La película me gustó pero no me encantó. Por empezar la fotografía es brillante, realmente excelente. Me pareció original el hecho de que el productor de la cinta haga la voz en off y de que el mayor protagonista sea la ciudad de Nueva York pero llegando al final se hace un poco densa y la trama se entrevera un poco llegando a confundir. Yo la entendí, pero se vuelve demasiada complicada, demasiada información para tan poco tiempo. Ese es su punto en contra. Después la historia tiene cero originalidad pero está bien, la historia está buena y bien resuelta, se parece a Hitchcock un poco. En fin, me gustó, recomendable pero mírenla sin sueño y con mucha atención, sobre todo una vez que la cinta pasa la mitad.



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