Ficha Una Mujer Fuera de la Ley (Mujeres y Golfos)


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Críticas de Una Mujer Fuera de la Ley (Mujeres y Golfos) (1)




Mad Warrior

  • 20 Jun 2020

7



Una vez te has sumergido en las tripas del submundo, aquél que se mueve y respira gracias al dinero, la violencia y el crimen, es muy difícil salir de él.
Para un hombre ciertamente lo es si no se ve capaz de ejercer otro oficio que no sea el de gángster. ¿Podría el corazón de una mujer hacerle cambiar?

Llegado 1.933, los ideales nacionalistas se imponen y reina un incómodo fanatismo, y mientras se sitúa a los extremistas en puestos clave de la administración y muchos hombres de izquierdas son encarcelados, reina la propaganda en todos los medios de expresión, y más aún desde que el país invade el Norte de China. Los dirigentes del régimen desconfían del cine, se censuran los temas progresistas y de resonancia social, por lo que se producen muchos films de género (fantasía, policíaco, melodrama, ¨chambara¨, etc.).
Mizoguchi, Naruse, Gosho, Shimizu y Ozu, entre otros, se amoldan a la situación. Éste último goza de una popularidad cada vez mayor gracias a su reciente éxito ¨Umarete wa Mita, keredo...¨; poco después de acabar rápidamente ¨La Mujer de Tokyo¨ presionado por los ejecutivos, rueda un trabajo escrito por él bajo el pseudónimo de James Maki (que adoptaría varias veces) y algunos colaboradores más, donde recupera el gusto por el cine negro de influencias americanas que dejó tiempo atrás en ¨Caminad con Optimismo¨ y la maravillosa ¨La Mujer de esa Noche¨, cosa que se aprecia casi desde el comienzo de la historia, la cual se abre en unas oficinas escudriñadas en travelling por una cámara viva y enérgica.

En estas oficinas trabaja Tokiko, una preciosa joven muy recatada que esquiva como puede los halagos y proposiciones del hijo del jefe de la compañía, pero tal como se revelará el argumento más tarde, esto son sólo apariencias, porque en realidad ella, que tan decente se presenta en su trabajo, es la novia de Jyoji, quien tiempo atrás fue un boxeador bastante popular, aunque las circunstancias le llevaron a retirarse y reciclarse en gángster de segunda o tercera categoría. Ozu, a lo largo de una presentación concisa de personajes y escenarios, que realiza por medio de audaces movimientos de cámara y curiosos encuadres, establece a no más tardar el tono a seguir.
Una cámara que se pasea por sucios bares y salas de fiestas atestadas de olor a humo y alcohol, por clubs de boxeo sudorosos y por calles oscuras iluminadas con la tenue luz de las farolas, mientras los hombres visten gabardinas y sombreros de fieltro y las mujeres, muy adaptadas a la moda americana, lucen bonitos vestidos, joyas y tacones. Pareciera que uno ha viajado de Tokyo a los bajos fondos de Chicago, y es que las influencias están claramente ahí; a efectos técnicos DeMille y Hitchcock son muy importantes, pero la inspiración también llega de Rowland Brown, Maurice Tourneur, Hobart Henley y en especial de Sternberg (¨La Ley del Hampa¨) y Wellman (¨Ladies of the Mob¨, ¨Midnight Mary¨).

Pero ¨Hijosen no Onna¨ no comienza con la presentación de esa muchacha que da nombre al título (como tanto suele pasar en el ¨noir¨), en realidad lo hace tras aparecer un joven estudiante llamado Hiroshi que desea unirse a la banda de delincuentes de Jyoji; la situación inicia el drama, que será por donde se mueva el argumento, tanto más cuanto que la hermana mayor de éste, Kazuko, tema por su vida al enterarse de a qué clase de mundo está dispuesto él a formar parte. De hecho Ozu se centra mucho más en el conflicto entre los dos hermanos que en la pareja supuestamente protagonista.
De repente otro incidente aumenta el melodrama y el guión da señales de querer discurrir por cauces bastante previsibles; al encontrarse frente a un tipo de mujer distinta de las que suelen circular en su mundo, Jyoji no puede resistirse a la bondad de Kazuko, lo que hace saltar un problema de celos y amoríos para con Tokiko, y así la película vuelve a fijar su mirada en la chica. También se plantea un tema que aparecerá mucho más tarde en el cine del director convirtiéndose en una obsesión: el choque de comportamientos y mentalidades entre los que representan la tradición y la modernidad en la sociedad nipona. En este caso las dos mujeres.

Tokiko es sin duda la que se ha adaptado a los ideales americanos, a la forma de vestir y actuar occidentales; por tanto ella es la impulsiva, la desvergonzada, la delincuente en última instancia. Kazuko es la mujer tradicional japonesa, una esposa perfecta; viste el kimono, zurce prendas, regenta una tienda de música clásica y es sumisa y abnegada, y por lo tanto despierta el odio y los celos en la anterior, pero también admiración. El guión, en un ejercicio un tanto panfletario (los tiempos obligaban a ello), hace que la delincuente occidentalizada desee imitar a Kazuko y la reemplace en su papel de mujer decente y hogareña.
Así toma importancia el deseo de reconducir la existencia, la búsqueda de la redención y la aceptación del castigo; como en ¨La Mujer de esa Noche¨, es necesario sacrificarse para cambiar. Ozu hará un excelente uso del suspense y la tensión, y del manejo de todos los tics del ¨noir¨, en ese tramo de huida y persecución, destacando la vigorosidad de la escenografía de la acción, la ambientación, la puesta en escena y la fotografía de Hideo Shigehara. Una Kinuyo Tanaka de 24 años pretendiéndose ¨femme fatale¨ sorprende con su fuerza y vitalidad interpretativa, además de con su belleza, frente a unos correctos Joji Oka y Koji Mitsui y la buena Sumiko Mizukubo.

Quizás la última muestra de Ozu en un género popular tan influenciado por el cine extranjero (atención a los pósters de ¨Sin Novedad en el Frente¨ o ¨El Campeón¨) antes de deslizarse hacia terrenos más costumbristas, sociales y puramente dramáticos.
Su previsible trama es un hándicap, no así permanece (sobre todo por su inventiva visual) como una obra de importancia dentro del cine clásico japonés y como colofón de lo que podría llamarse la Trilogía Negra ¨ozuniana¨ (junto a ¨Caminad con Optimismo¨ y ¨La Mujer de esa Noche¨).



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