Ficha Caminad con Optimismo (Walk Cheerfully)


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Críticas de Caminad con Optimismo (Walk Cheerfully) (1)




Mad Warrior

  • 2 Jan 2022

6



...Y entonces aquel hombre que quiso abandonar para siempre su anterior vida de delincuencia caminó esposado hacia la puerta, sabiendo que su pasado le perseguiría por siempre.
Pero la mujer corrió a su lado. Sabía que había cambiado, que ahora sus pasos irían dirigidos hacia el buen camino; por eso las últimas palabras que ella le dijo fueron ¨¡Camina, camina con optimismo!¨.

Ése es quizás uno de los momentos más recordados (y donde mejor emerge su espíritu panfletario) de la película que cambiaría un poco la filmografía de Yasujiro Ozu en los primeros años de su carrera; y es que antes de la 2.ª Guerra Mundial y de unirse a la Armada Imperial Japonesa, el director profesaba un amor incondicional por el cine de EE.UU., por sus excitantes historias, antihéroes impulsivos al margen de la ley, mujeres fuertes e imaginería lujosa plagada de descapotables, bares de ambiente y trajes elegantes.
El espíritu de Ozu en aquella etapa de juventud parecía estar más acorde con el de los intelectuales liberales de la era Taisho, cuando las influencias occidentales se infiltraron en el país y afloraron nuevas ideas que le afectaron a nivel cultural y sociopolítico; todo esto acabaría con el repentino alzamiento ultranacionalista llegada la era Showa, pero el cineasta aún dirigía la mirada a sus influencias estadounidenses. Lo llegó a demostrar en una producción que le desligaba de las comedias y melodramas a los cuales se había acostumbrado, con guión del director Hiroshi Shimizu y Tadao Ikeda, uno de sus habituales colaboradores en aquel entonces.

Inicia de este modo, con uno de esos largos travellings que poco o nunca veríamos ya en sus trabajos finales, la primera de su conocida como Trilogía Negra. El puerto y entre multitudes, y con una puesta en escena ágil, consistente en planos muy rápidos, un grupo de exaltados acusan a un tipo de robar una cartera; entra en escena otro individuo que se presta a registrar al anterior. La cartera no aparece, pero Ozu ya nos ha presentado a los protagonistas, Kenji y Senko, que resultan ser dos rateros apegados a la vida fácil; gabardinas, sombreros de fieltro, guantes de boxeo, pósters de películas extranjeras...
Es el imaginario a pie de calle del ¨noir¨, sofisticado y misterioso, atribuido al contexto japonés. Al otro lado una limpia oficina y una chica que viste el kimono, Yasue, que rechaza un anillo de compromiso de su jefe; Chieko, una compañera, discute con ella del incidente. Ésta última lleva un abrigo pomposo, y su ¨look¨ de Mary Pickford revela el choque entre tradición y modernidad en esa sociedad tan cambiada por las influencias del exterior; y se realza esta visión enfocándose los pies de los personajes durante todo el film, que se mueven rápido, que pegan al suelo con ritmo, que se agolpan, que tropiezan...

Los pies y el calzado pueden ser dos de las claves de cómo veía el nipón a su pueblo en aquel momento de la Historia, un pueblo que avanzaba muy deprisa, a grandes pasos. La vida fácil de Kenji es, por lo tanto, un premeditado ¨impasse¨, hasta que se cruza con Yasue; la trama de Ikeda y Shimizu se convierte rápidamente en un profundo melodrama disfrazado de cine negro donde el motor de su desarrollo será la toma de conciencia, la reflexión sobre moralidad y la guerra entre mujeres. Por ser 1.930 el sermón es bastante panfletario: Yasue refleja el Japón de la pureza, la rectitud y la salvación.
Chieko, así como Kenji, son los renegados que por querer adoptar un estilo de vida occidental están condenados al fracaso; asistimos así a los esfuerzos de éste por cambiar definitivamente sus pasos. El punto de inflexión en el film viene dado con la pelea en el hotel entre Kenji y el acosador jefe de Yasue, y además los mejores minutos de toda la película, con el director concentrando la tensión y la violencia entre cuatro paredes a base de planos cortos a objetos y personajes y un uso de la iluminación y la puesta en escena cercana al expresionismo que destila esencia de puro suspense (a la hora de la verdad, ni Hitchcock lo habría filmado mejor).

Estas influencias tan puramente occidentales son más que apreciables, de F.W. Murnau, Cecil B. DeMille, Ernst Lubitsch y William Wellman a Mervyn Leroy, John Ford o Josef Von Sternberg, y Ozu está orgulloso de haberlas heredado, sin olvidar por supuesto sus homenajes a la comedia muda de Lloyd, Keaton y Chaplin que tanto le agradaba; de hecho habrá personajes que salten, bailen, zapateen o cometan torpezas como ellos, introduciendo dosis de humor que, no así, están fuera de lugar teniendo en cuenta la historia que estamos viendo. Tampoco parece beneficiarla ese uso de las grandes elipsis.
Al final la película trata de la búsqueda incansable de un nuevo futuro, lejos del crimen, de malas influencias; la policía llega con las esposas y se lanzan acusaciones, el rastro viscoso del pasado continúa presente, pero el mensaje último de Ozu es abogar por el optimismo, aunque resulte demasiado poco convincente. Hiroko Kawasaki como la versión nipona de Joan Crawford en ¨Vírgenes Modernas¨ y Satoko Date como la de Clara Bow en ¨Rough House Rosie¨ (no crean que los pósters de dichos films están puestos como si nada) se enfrentan en un buen duelo interpretativo por el amor de un carismático Minoru Takada, uno de los actores más famosos de la época.

Y Takeshi Sakamoto, Utako Suzuki y el pequeño Hisao Yoshitani les acompañan correctamente en esta muestra de genialidad del realizador, que, sin los dilemas y conflictos de su cine posterior (nótese aquí la falta de discusiones entre la hija y la madre), empieza una etapa de experimentación entre géneros llevándole después a uno de sus mayores (tempranos) logros: ¨La Mujer de esa Noche¨, mucho más marcada por el pesimismo y la ausencia de futuro.
Aquellos que sólo conozcan su estilo clásico y sobrio a partir del punto y aparte que fue ¨Primavera Tardía¨, deben acercarse a sus primeras obras; resulta toda una agradable sorpresa.



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