Ficha That Night's Wife


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Críticas de That Night's Wife (1)




Mad Warrior

  • 26 May 2020

8



Un hombre corre por las calles en plena noche tras haber cometido un robo a un banco. A ojos de la ley es un ladrón común que debe pagar con severidad el precio de su delito.
Sin embargo este acto oculta una verdad desgarradora, la de la terrible enfermedad de una niña y la de una familia sumida en la más profunda de las miserias...

La carrera de un cineasta clásico tiende a dividirse en etapas por circunstancias creativas o que escapan a su control como el exilio a otro país, fuertes cambios sociales y demás; Alfred Hitchcock vivió sus etapas, y Fritz Lang, e Ingmar Bergman, y por supuesto Yasujiro Ozu, pues la filmografía del maestro nipón, en efecto, consta de dos partes bien distintas: la anterior a la 2.ª Guerra Mundial y la posterior, y entre ellas se aprecian muy bien las diferencias. Los años 30 comienzan en Japón con una grave crisis económica, revueltas de grupos que predican el pensamiento ultranacionalista y reinando la censura en los distintos medios de expresión.
El cine es uno de estos medios, donde se mantiene el interés y el gusto por el llegado del extranjero, sobre todo el americano, y se dan los primeros pasos hacia el sonoro, aunque los problemas económicos y las amenazas de los narradores benshis retrasa su generalización. Ozu ha ascendido a director en los estudios Shochiku, donde se realizan muchos melodramas centrados en la situación social y la generación del momento (algo en lo que éste destaca gracias a ¨Días de Juventud¨ y las casi hermanas ¨Daigaku wa Deta, keredo...¨ y ¨Rakudai wa Shita, keredo...¨; el presidente de la productora, Shiro Kido, se siente satisfecho con él y le ofrece un proyecto más serio y distinto de lo que hasta entonces ha hecho.

Se trata de adaptar el relato ¨From 9:00 to 9:00¨ del autor de origen ruso Oscar Schisgall, inmerso en un ambiente dramático y de suspense. Aquellos que sólo hayan conocido al Ozu de su último periodo de niguna manera lo distinguirán en los primeros minutos del film, que arranca entre calles oscuras y oficinas de policías al más puro estilo ¨noir¨ americano, y para corroborar esto un atraco a un banco mostrado por la cámara con audacia y nervio. El director se regocija en el frenesí de los travellings, en la emoción de la huida y la persecución entre las sombras y usa el plano detalle para subrayar los sentimientos y las pistas en las que se apoya la intriga.
Así, una huella en un cristal, un teléfono descolgado en una cabina, un paquete de cigarrillos tirado en mal sitio, una pistola al descubierto, todo ello contribuye a crear el suspense y la tensión propios de un ambiente de trazos ¨hitchcockiano¨; sin embargo el nipón nos ha engañado, pues este delito no forma parte de una trama criminal de inclinaciones ¨hard-boiled¨, sino que está perpetrado debido a una delicada situación, la de una familia hundida en la pobreza cuya hija está gravemente enferma. El resorte del atraco es, por tanto, la precariedad, la inevitable necesidad y el sacrificio paterno se erige como tema central de la historia.

Así, el entorno se reduce en el siguiente tramo y Ozu se concentra en desarrollar la acción en la desolada vivienda de los protagonistas, que se verá inesperadamente asaltada por una presencia extraña, la del sagaz detective que, haciéndose pasar por taxista, sigue al marido, ladrón del banco, hasta el interior del hogar. De repente, un inesperado intercambio en los roles: el marido ha sido autor del atraco, pero es la mujer la que plena de coraje obliga al policía a punta de pistola(s) a mantenerse quieto; con la niña postrada en la cama y la esposa presa del agobio la atmósfera modelada por el director entre esas cuatro paredes resulta verdaderamente asfixiante, calurosa y tensa.
Su cámara, entonces, se desliza y observa con detenimiento cada rincón de la estancia en una serie de estudiados travellings y vuelve a utilizar el plano-detalle para recalcar la opresión y la angustia. El entorno es triste, austero, reflejo de los agitados tiempos que corren en la sociedad, y adornado a la postre con varios carteles de artistas (Walter Huston) y films americanos (¨Broadway Daddies¨, de Fred Windemere), y es que a Ozu en sus primeras obras no le temblaba el pulso para mostar en pantalla sus influencias extranjeras (lo que cambiaría tras la guerra).

Poco a poco el policía retenido va tomando conciencia de la verdadera situación de los protagonistas, y es el grave dilema moral lo que se impone a su estoico deber profesional. Ya no es la fuerza de la madre, sino la propia voluntad la que le obliga a quedarse, a la espera, hora tras hora sopesando su resolución (de ahí el título de la obra original). Ozu filma ni más ni menos que a seres humanos en la máxima expresión de la humildad, sujetos y resignados a su condición, y sin perseguir grandes objetivos, tan sólo el poder sobrevivir un día más al cuidado de la familia.
Su mirada desnuda la película de toda inclinación al género popular, pues se muestra la realidad en su más honesta, melancólica, sucia, desgarradora e injusta forma, algo que el realizador siempre mantendrá en su cine, aunque decantado hacia una mayor exquisitez formal. Finalmente la bondad, la abnegación y el deber perfilan la lección moral en un gesto trágico pero comprensible. Mientras Tokihiko Okada y Togo Yamamoto (como ese duro detective al estilo americano) se muestran correctos aun con sus limitaciones artísticas, la magnífica Emiko Yagumo (que ya dejó patente sus habilidades para el drama en ¨Fue no Shiratama¨) sobresale entre ellos, no sólo por ser la única mujer del reparto, sino por esa capacidad innata que posee para transmitir todo un crisol de intensas emociones con un gesto o una expresión; junto a ellos dos actores fetiches de Ozu en breves apariciones: Chishu Ryu y Tatsuo Saito.

El director daría un paso importante en su primer periodo a través de este duro drama social adornado con pinceladas de cine negro e impregnado del espíritu de Frank Capra, Mervyn LeRoy o el Howard Hawks primerizo, fuertes referencias para él.
De algún modo su trabajo cambia, evoluciona y tiende, paulatinamente, a volverse más pesimista con el tiempo, además de seguir nutriéndose de géneros extranjeros (¨Umarete wa Mita, keredo...¨ y ¨Dragnet Girl¨ serán los mejores ejemplos).



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