Ficha Tres Samurais Fuera de la Ley


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Críticas de Tres Samurais Fuera de la Ley (2)




TANO

  • 15 Aug 2021

8


Una prueba de que existe buen cine de samuráis fuera de Kurosawa.
La historia de un ronin que se une a una buena causa, porque considera que es lo honorable y correcto, y poco a poco va ganando adeptos a su causa, en forma de otros 2 grandes samuráis.
Una historia de revolución, de intrigas, de honor, de justicia, de traiciones, de cambios de bandos, de cobardía, de hambre, de miseria, de amor. En definitiva, un drama de esta época tan interesante como es el Japón feudal, tan dura y tan llena de héroes al mismo tiempo.
La película cuenta con muy buena fotografía, actuaciones más que aceptables, y un alto grado de acción, con combates donde podemos ver sangre, cosa algo rara en este estilo y época, y que yo agradezco.
Me ha resultado interesante y digna de verse.



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Mad Warrior

  • 9 Jun 2020

9



Tres samuráis sin señor, tres hombres cínicos que no obstante poseen un espíritu fuerte y una habilidad única con la espada, se alzarán contra el despotismo y la crueldad de los poderosos, aquellos que someten al pueblo para su comodidad.
En una época en la que no existen los héroes, a veces es mejor confiar la vida a tres sucios perros con el alma henchida de honor.

Los personajes modelo que causan furor en un género popular son homenajeados y copiados sin mucha demora, y si el ¨Hombre sin Nombre¨ encontraría rapidamente a sus trasuntos dentro del ¨spaghetti western¨, lo mismo le ocurriría al Sanjuro de ¨Yojimbo¨ (del que el anterior también fue un plagio) en el ¨chambara¨ durante los 60, época donde se incrementó su popularidad de forma tremenda; además la fuerte atención que estaban logrando los nuevos códigos del espíritu de la Nueva Ola permitió introducir matices aún más desmitificadores, contestatarios y violentos a las fábulas samuráis.
En 1.964 muchos dieron su propio punto de vista de este tipo de cine: Seiichiro Uchikawa (¨Dojo Yaburi¨), Tadashi Imai (¨Venganza de Sangre¨), Eiichi Kudo (¨La Gran Masacre¨) o Masahiro Shinoda (¨Ansatsu¨). Sería también el año en que se estrenó como director Hideo Gosha, uno de los nombres más influyentes e infravalorados de ese grupo de talentos vanguardistas que desafió los cánones tradicionales; este hombre de familia pobre y combatiente en la 2.ª Guerra Mundial, antes de convertirse en una importante figura del cine de yakuzas y samuráis, comenzaría su carrera en el medio televisivo.

En el seno de la compañía Fuji TV creó y realizó una serie, ¨Sanbiki no Samurai¨, tan exitosa que la Shochiku deseó trasladarla a la gran pantalla a pesar de la negativa de algunos (la gente de las productoras de cine no veían con buenos ojos a los que trabajan en la televisión). Un samurái desaliñado cruza el paisaje y se detiene ante la estatua de un Buda monje, agarra la cinta que tiene alrededor del cuello, la rompe y la usa para atar una bolsita; un perro cruza la pantalla. Desde el primer momento se muestra un desinterés absoluto por el respeto a la tradición y la aceptación del cinismo.
Con el protagonista, Shiba, llegando a un molino donde tres campesinos tienen secuestrada a Aya, hija del ávaro administrador Matsushita, empieza esta aventura que se inspira en ¨Los Siete Samuráis¨, ¨Yojimbo¨ y su secuela (con alusiones literales a ellas) y además los radicaliza, resaltándose la corrupción de la nobleza en el Japón feudal, la opresión del pueblo y la opción del ronin de ponerse de su parte. Como Sanjuro, Shiba pasa de ser un mero observador del conflicto a participar en él tras conmoverle la miseria de esos pobres trabajadores.

Esta mezcla de individualismo asumido y altruismo moderado y selectivo constituye su singularidad al igual que la de los otros dos ronin que se unen a la causa: Sakura, porque es casualmente descendiente de campesinos pobres, y (más tarde) Kikyo. Entre tanto Gosha, curtido en el espectáculo televisivo, centra su cámara en el frenesí del movimiento, la acción y la escenografía de la acción, aunque lo que destaca de su estilo y el desapego irónico de su visión del género es esa gran habilidad que posee para dar forma a las atmósferas.
Su cámara desgarra la sofisticación de la puesta en escena y muestra la violencia humana tal como es de áspera y cruda, prestando atención a los detalles que le proporciona el entorno para hacérselos sentir al espectador (el olor del sudor, de la tierra y de la sangre nos obstruye las fosas nasales) y modelando ambientes asfixiantes y brutales. La historia transcurre mayormente en el pequeño molino que los protagonistas usarán como fuerte para defenderse del ataque enemigo, y profundiza en la psicología, las emociones y las decisiones de éstos mientras se preparan para el gran ataque de los soldados de Matsushita, quien les engañará constantemente con sucios y rastreros trucos.

Dos de los aspectos esenciales para Gosha son el choque de mentalidades cuando la voz de los débiles y oprimidos se empieza a escuchar (lo que hace cambiar de opinión a Aya rebelándose contra el padre) y la cuestión del inquebrantable honor del samurái, algo que sepultarán los demás hombres bajo la codicia, la corrupción y la hipocresía pero que siempre permanecerá en el corazón de los tres protagonistas, quienes ayudados por ese honor y la fuerza de espíritu son capaces de empuñar sus katanas sin rendirse ante el numeroso ataque enemigo.
Por su parte, todos los personajes femeninos serán víctimas de la tragedia, pero ninguno presentado desde la debilidad o la sumisión. La tragedia es además imprescindible para entender la visión del director, para quien el destino de la existencia no es más que una rueda infinita de desgracias y fatalidades inevitables. De este modo los sucesos se irán repitiendo y los personajes ocuparán en cuerpo y espíritu el lugar de otros (los tres samuráis por los tres campesinos en el molino, Oine por Aya al ser secuestrada y atada, Matsushita por Shiba al ser azotado por Genma...).

Pero si algo sobresale en el film es la maestría con que Gosha, no abandonando unos aires pretendidamente grotescos y cercanos al manga o al ¨exploitation¨, recalca el poder del espectáculo, el entretenimiento y la emoción. Y lo hace sirviéndose de unas imágenes salvajes, agrias, cuya violencia se sobrepone al espectro de la ficción y nos rasga las entrañas con cada golpe de katana, a cuyos movimientos se otorga un sonido robusto, ensordecedor, al tiempo que el espacio natural brinda la ruda belleza de sus elementos (el viento, el polvo, el agua, la tierra) dando a los duelos y combates un efecto más poderoso y épico de lo que ya es (como hacían Kurosawa, Inagaki, Tanaka o Kobayashi).
Repiten, claro está, los protagonistas de la serie de televisión: Mikijiro Hira, Isamu Nagato (con su ¨look¨ a lo Mifune de Sanjuro) y el asiduo del ¨chambara¨ Tetsuro Tanba, los tres implacables y carismáticos; frente a ellos, un trío femenino igual de potente: Toshie Kimura, Yoshiko Kayama y la bellísima Miyuki Kuwano. Kamatari Fujiwara ofrece su imponente presencia, al igual que los demás secundarios. La edición de Kazuo Ota resalta el frenesí y la excelente fotografía de Tadashi Sakai vuelve la atmósfera más siniestra y oscura de lo que ya es de por sí.

Gosha entra así por la puerta grande del cine, ni más ni menos que con una simple y entretenida fábula samurái de sangre, honor, cinismo, traición y pasión, desgarradora, visceral y llena de intensidades.
Su talento innato hace que su obra no envidie a las de los directores veteranos. Estamos sin duda ante una de las cumbres del género.



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