Ficha Rebelion

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Críticas de Rebelion (3)




Mad Warrior

  • 5 Aug 2022

9



Inmersos en esta cruzada de humanidad y coraje iniciada por Isaburo, patriarca de la familia, en cuyas líneas de expresión faciales podemos sentir toda su desolación, toda su indignación y todo su odio hervir y brotar desde lo más profundo de sus entrañas al ver a los amantes, largo tiempo separados, crucificados por las lanzas enemigas, inmisericordes a sus sentimientos; arrastrados nos vemos por su rabia, ya imposible de mitigar, y desde que sostiene por última vez la mano ensangrentada del hijo y la nuera, su corazón se vacía de toda compasión y sus ojos se ven invadidos por el negro deseo de la venganza.
La afilada hoja de su katana es la guadaña que va a cortar las raíces mugrientas que están envenenando el Gobierno, la voz de las víctimas que gritará contra esta injusticia feudal que todo lo arrasa a su paso. El rostro, casi siempre contraído, de este Isaburo, es el de un Toshiro Mifune inmenso, en una de las más apasionantes interpretaciones de su carrera (que ya es decir...), cuando ya tuvo la suficiente confianza para desligarse de los estudios y producir sus propias películas; mientras, tras su exitosa ¨Kwaidan¨, aplaudida en el extranjero, Masaki Kobayashi pasará a ser un director independiente.

Confluyen ambos talentos por primera vez al sopesarse adaptar el relato corto de base histórica ¨Hairyo Tsuma Shimatsu¨ de Yasuhiko Haraguchi, maestro de la novela feudal que ya vio su ¨Ibun Ronin-ki¨ llevada a la gran pantalla por el mismo director, y rebautizada como ¨Hara-kiri¨. Ahora, de la mitad de la era Kanei de aquella nos desplazamos hacia delante, a una Kyoho dominada por el poder del Shogunato donde supuestamente hay paz y los samuráis han pasado a ser vasallos y burócratas, pero bajo la toma de decisiones de sus superiores, los daimyos.
Muy acertadas las tomas iniciales en CinemaScope, revestidas del blanco y negro elegante que provee el genio Kazuo Yamada, donde, a través de los simétricos tejados de los castillos y fincas, se nos muestra una estructura bien organizada susceptible de ver quebrado su orden; es la estructura de la jerarquía. Al principio Isaburo es uno de esos acomodados vasallos, de familia noble, y, como le sucedía al Washizu que Mifune encarnó en ¨Trono de Sangre¨, su casa también está subyugada a las estrictas reglas de una esposa (Suga, desagradable Michiko Otsuka); como nos va mostrando el cineasta por medio de sus cuidados travellings, esta es una sociedad simétrica de jerarquías, obediencia y sumisión.

Pero pronto estos preceptos se ven amenazados por decisiones que desencadenarán hechos terribles; el argumento de la historia podría, en efecto, estar dividido en arcos según estos acontecimientos y sus consecuentes decisiones cambian el curso del destino de todos. El primero es la aceptación de una concubina del señor Matsudaira (Ichi) como esposa del hijo del patriarca (Yogoro); se inicia ya la rebelión, algo silenciosa y resignada, de tener que imponer al hijo un matrimonio concertado por orden y conveniencia sin tener en cuenta sus sentimientos.
La cruel historia de Ichi (donde Kobayashi hace uso de su destreza narrativa al contarla en un ¨flashback¨ dentro de un ¨flashback¨) supone otra rebelión, radical e impactante teniendo en cuenta el contexto de la época; resulta igual de radical en el momento en que se rueda el film: una mujer que desata su violencia contra el repugnante vicio de su patrón. El segundo acto lo inicia, tiempo después, otro acontecimiento incomprensible: unidos por los actos crueles del anterior, Yogoro e Ichi disfrutan de un amor sincero y puro, cuyo fruto es la pequeña Tomi, pero la muerte del primer hijo de Matsudaira transfiere el poder al que tuvo con ella, de modo que debe volver a palacio como madre del actual heredero...

No extrañan estos comportamientos burocráticos tan propios del Japón feudal, pero Kobayashi sólo puede observarlos con una agresiva indignación, lo que establece claras semejanzas con ¨Hara-kiri¨. La decisión que sigue a este acontecimiento es la más importante de la trama: rechazar la nueva orden del señor; decisión que se bifurca en dos rebeliones haciendo temblar la casa Sasahara, así la atmósfera se irá volviendo más angustiante, reflejándolo las escenas compartidas en escenarios interiores, donde los personajes serán filmados cada vez con menos planos generales y con más primeros planos (privándoles de espacio y oxígeno) y cámaras de violentos movimientos.
A esa primera rebelión sigue la segunda, la de Ichi (Yoko Tsukasa como fuerza femenina imparable) contra la matriarca y los miembros del clan, dispuesta incluso a arruinarles en defensa de su amor por Yogoro y Tomi; un director de la generación anterior a Kobayashi (Inagaki, Mizoguchi o Naruse) presentaría a Ichi de manera sacrificial, marchando en silencio y aceptándose el deseo del daimyo sin excepciones, pero éste grita y se revuelve. Lo hace por medio de Isaburo, quien se ve reflejado en el calvario del hijo al haber sufrido también las órdenes de un matrimonio sin amor contra su voluntad.

Aquí, como en la tragedia de Tsugumo Hanshiro, el amor todo lo puede, es la fuerza impulsora y la que se erige contra los poderes y la autoridad; éstos no, son sólo la defensa de los malvados que maniobran sin un gramo de empatía y compasión en su interior, las columnas inamovibles de un sistema político...y ahora los sentimientos prueban su resistencia contra ellas. Traición. Deshonor. Deslealtad. Arrogancia. Conceptos que repetirán de forma constante los súbditos del daimyo; pero Isaburo se mueve por justicia y amor en un tiempo de la Historia donde lo importante es obedecer ciegamente la ley.

Ley ininteligible y despiadada. El tercer arco estaría marcado por el rastrero secuestro que organizan esos súbditos en conspiración con la matriarca y el hijo menor (Bunzo), sólo preocupados del prestigio del clan; sigue la rebelión de no permitir a Ichi mudarse a los opresores muros del palacio, y el conflicto es ya total. En un gesto extraño, Isaburo desmantela la finca, quedando al desnudo sus paredes y suelos, presagiando así el desastre familiar; en realidad la ausencia de paredes y puertas refleja el espíritu, más liberado y claro que nunca, de este patriarca siempre subyugado a los caprichos de sus superiores.
Es la antesala de una destrucción, pero en ella tomará parte el espíritu libre aunque las decisiones sigan marcando los giros del destino y el argumento; la de Takahashi (repelente Shigeru Koyama) de presentar a Ichi ante el padre y el hijo trae consigo otras dos rebeliones: la de la mujer, que pone fin a la vida de los amantes (instante desgarrador y uno de los más intensos, emocional y psicológicamente, del cine universal), y una última que se va extendiendo a lo largo de un clímax brutal donde Kobayashi rompe las cadenas de la opresión, pero en su poética de la violencia el amor es la fuerza impulsora, por lo que siempre filmará su progresión de manera bella y elegante.

Todo desarrollado de un modo muy distinto a la novela original, donde Ichi sí era devuelta al castillo, en el cual permanecía hasta su muerte, y el padre y el hijo terminaban recluidos en un monasterio; aquí, sin embargo, tiene lugar la lucha de Isaburo, que se equipara en magnitud a la del Kaji de ¨La Condición Humana¨: un mundo contra un sólo hombre, un mundo de crueldad y corrupción y un hombre avanzando en su desesperación, y al igual que el soldado podía llevar a cabo esta tarea inspirado por Michiko, el patriarca se verá guiado por las almas de Yogoro e Ichi, con su nieta a cuestas, único símbolo de vida y esperanza.
Tatsuya Nakadai vuelve a los brazos del director en un secundario poderoso, Tatewaki, amigo del protagonista cuya función será la de una conciencia lúcida y juiciosa para él antes de transformarse en su oponente. En el último tramo de la rebelión incluso entran en dilema la amistad, el respeto mutuo y el deber, desafiando los dos personajes su sólido lazo por los mandatos de sus superiores, lazo que cortan con sus katanas; es devastadora la visión de Kobayashi (como todos los cineastas de sus generación) en su denuncia contra el sistema jerárquico de la política (da igual si es feudal o contemporáneo), que todo lo manipula y que todo lo barre con sus leyes absurdas, sin sentido, haciendo pedazos la existencia de los individuos.

Kaji no recibía ayuda, pero aquí el guión de Shinobu Hashimoto introduce un atisbo de humanidad encarnada en la nodriza (inexistente en el relato de Haraguchi), quien toma a la pequeña como su propia hija.
Queda en suspenso si algún día Tomi conocerá la historia trágica de su familia biológica así como el hecho de que se haga realidad el deseo que su abuelo profiere antes de expirar, el mismo que Katsunosuke (interpretado por Mifune quince años antes) insta a Oharu a cumplir antes de ser condenado a muerte: vivir con y por amor sin doblegarse ante los abusos políticos.

Ese deseo arde con fuerza en el corazón del espectador, tras haber sido arrastrado por la pasión ciega de Isaburo, la cual ha desmenuzado todo un sistema político.
Exhaustos como él llegamos a esta ambigua conclusión (se podría fantasear con una más optimista, pero no resultaría creíble), sin saber si el mundo y el destino tendrá piedad ahora con la única heredera de los Sasahara; pero el deseo persiste...



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TANO

  • 22 Apr 2022

9


No solo de Kurosawa vive el cine clásico de samuráis, y películas como esta son la muestra de ello. Dirigida por otro conocido del género, como es Masaki Kobayashi, más conocido por obras como ¨Kwaidan¨ o ¨Seppuku¨.
Una película sobre la familia, el honor, el amor, las castas sociales, el respeto... toda una muestra de como hacer cine de verdad, con un gran cuidado a la hora de mostrar el Japón feudal, con montones de detalles tanto visuales como culturales.
Una película pausada, tranquila, que promete acción pero se hace esperar, para enseñarnos primero una historia sobre lo que tienen que hacer las personas para mantener cierta posición social, como los que mandan, en este caso los líderes de un clan, manejan a su antojo a los que están por debajo de ellos, sin tener en cuenta sus sentimientos o como afectan sus acciones a los que les rodean.
Con un tremendisimo papel de Toshiro Mifune, una historia dramática que pese a durar algo más de 2 horas, no se te hace pesada en ningún momento por lo interesante que se hace, y con una tremenda parte final que te pone el corazón en un puño. Grande, muy grande.



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billy_lum

  • 22 Jan 2015

10


Hay dos tipos de rebelión: las que se hacen con la cabeza y las que se hacen con el corazón. Las primeras casi nunca ganan. Las segundas no ganan nunca pero luego, con el paso de los siglos, son las que se recuerdan.

Kobayashi sólo sabe rodar con el corazón y sus luchas son generalmente, impulsivas. Cuando alguien me dice que los zooms del director son demasiado abruptos yo le suelo responder que Kobayashi no usa zooms, lo que percibe como zooms, no son más que violentos golpes de rabia que expresan sus personajes.

Por todo ello en “Samurai Rebellion” sobran las palabras. Las rebeliones, si son sinceras, no se tienen que explicar porque se sienten muy adentro.

No voy a revelar nada de la película, hay que verla, porque cada escena transmite fuerza, nada sobra, toda ella bien hilada, llegando a hacernos sentir participe de la tragedia que se esta viviendo, como nuestra, a pesar de la distancia tanto física como en el tiempo respecto a los hechos.

La lucha interior de los protagonistas, la impotencia y consiguiente firme decisión de ir en contra de los mandatos de un clan cruel que olvida o simplemente prefiere ignorar los sentimientos de una mujer que es tratada como objeto, trayendo consigo la posterior tragedia, junto con la presencia de Toshiro Mifune, son un reclamo mas que suficiente para hacer de “Rebelión Samurai” una cinta casi obligada.



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