Ficha Waru: Final


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Críticas de Waru: Final (1)




Mad Warrior

  • 4 Jun 2020

5



La historia lo ha demostrado: un clan no puede soportar la existencia de otro en su propio territorio que es enemigo por naturaleza.
Así que cuando esto se produce sólo lo peor está por llegar: sangre, ambición y venganza, en definitiva una guerra de poder.

También cuando un cineasta nace para abordar un estilo o temática concretos no lo podrá disimular por muchos proyectos a los que se quiera dedicar entre tanto; podría citarse Johnnie To, especialista en el cine de acción cuya etiqueta no se quitará aunque llene su filmografía de comedias románticas absurdas. A Takashi Miike le sucede lo mismo con el cine de yakuzas, porque llegando a la mitad del 2.000 ya había metido sus dedos (y a una velocidad punta de cinco películas por año) en todos los géneros habidos y por haber, desde el terror o el drama al suspense y la fantasía...
Pero siempre que podía dedicaba una parte del año a una o varias películas de yakuzas, las mismas a las que se llevaba dedicando desde el inicio de su carrera. La que nos ocupa, en concreto, responde a una nueva colaboración entre Miike y el mangaka y guionista Hisao Maki, de quien ya había adaptado otra de sus obras aquel 2.006: ¨Big Bang Love¨. ¨Waru¨ arranca como cualquier fan desearía ver en uno de sus trabajos, entrando el protagonista en escena rodeado de un ambiente tan poético como sombrío y preparándose para entablar un combate en plena calle.

Una secuencia de apertura como ésta lleva sin duda el inconfundible sello del director: espadas, golpes y sangre en las tinieblas de la noche, y en plena calle; este áspero inicio al que acompañan un par de momentos aún más extravagantes si cabe da paso a las palabras de un narrador omnisciente que nos explica de manera rápida y concisa de qué va el argumento y quienes son sus personajes. Pues resulta que el tipo que freía a todos esos yakuzas a golpe de bokken al principio es Yoji Himuro, quien deja atrás sus años como delincuente para formar parte de la Chiheido, una organización secreta dedicada a combatir el crimen.
Organización liderada por Juro Sarashina (con el que mantiene una gran amistad desde que le salvó la vida en prisión) y la cual opera al margen de la ley sirviéndose de unos reprochables métodos para financiar sus actos; es decir, actuando casi de igual modo que aquellos grupos mafiosos a los que dice combatir (con lo que el sentido de la ética y la moral se tambalea bastante según sus principios...). Miike nos sitúa entonces, como sucede en todos sus films de gángsters, en mitad de una guerra de familias, la Chiheido y el grupo Kyokuto, cuyos líderes no se detendrán ante nada hasta asesinar a Juro y Yoji.

Esfuerzos que parecen no cumplirse, pues como veremos los encargados de dicha misión resultan ser una pandilla de energúmenos que lo único que hacen es verse envueltos en situaciones absurdas una detrás de otra; de por medio, el agente de policía Sakuragi, que observa el conflicto entre los clanes sin hacer absolutamente nada. Lo más curioso de todo esto es que, aunque el director haga ciertas concesiones a su estilo más alocado al comienzo y en puntuales ocasiones, la algarabía se va diluyendo para dar paso a una calma generalizada que gobernará durante la mayor parte del film, cuya atmósfera se torna más sombría y dramática de lo que en un principio podríamos haber imaginado. Miike retoma temas y claves de su cine.
Los lazos reparadores y redentores de la amistad, la posibilidad de iniciar una nueva vida lejos de la brutalidad del mundo criminal y la venganza como último objetivo existencial están aquí muy presentes, sin olvidar la manera en cómo retrata ese imperio de la traición, la codicia, la perversión, la locura y la maldad que es la yakuza. Pero el guión de Maki, que a partir de la media hora ya empieza a cogear, deja al descubierto numerosos fallos, tales como una trama que pese a sus buenas ideas (una misteriosa empresa que lucha contra el crimen, la amistad entre los protagonistas) no se desarrolla de manera convincente ni posee verdadera tensión e intriga, o unos personajes bastante superficiales (salvo quizás el de Sarashina) en los que no se profundiza como se debiera.

Algo a lo que no ayuda la insistencia de Miike por dar salida a su faceta más estrafalaria en algunos momentos (como la tortura con el elástico, versión ¨light¨ de la de ¨Audition¨) o en la bizarra caracterización de ciertos personajes, como tampoco el querer mantener el estilo del manga, creado en los 70, en la época contemporánea, lo que da pie a que todo se acabe convirtiendo en una esperpéntica parodia del clásico cine de yakuzas al que se pretende rendir tributo, algo que deja bien patente ese clímax del duelo bokken contra revólver sobre las lanchas (que boquiabiertos os puede dejar).
Pero sin duda el mayor error de ¨Waru¨ es cómo se prepara el terreno para una auténtica película de venganza y sangre y deja al espectador con ganas de ello, precisamente, porque promete y promete pero no lo da...y la sensación final es de decepción. Correctos Yoshiniko Hakamada, Keiko Matsuzaka y el propio Hisao Maki; el siempre fantástico Ryo Ishibashi aquí está más desaprovechado que nunca, tanto como la enigmática y extrañamente sugerente Kimika Yoshino, pero con su presencia magnética destaca por encima de todos ese Sho Aikawa, en su enésima colaboración con el director, que sólo precisa de su penetrante mirada para llamar nuestra atención.

Cine de yakuzas de ambiente oscuro y dramático, aires melancólicos y por momentos muy sosegados, al estilo de ¨Agitator¨, que no puede ocultar su condición de obra ¨freaxploitation¨. Miike cuenta con muchos elementos pero o no los aprovecha o no los tiene verdaderamente en cuenta.
Todo ello derivando hacia un pobre desenlace (muy pobre teniendo en cuenta ese epílogo) que queda abierto para una segunda parte. Así es, el cineasta, ni corto ni perezoso, realizaría una secuela el mismo año...¿merecía la pena?



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