Ficha Afraid to Die


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Críticas de Afraid to Die (1)




Mad Warrior

  • 24 Apr 2019

8



¨Él está esperando para matarte...porque en nuestro mundo lo único que cuenta es quien muere primero¨.
Con estas duras y sinceras palabras, que tan bien representan la esencia de este film, Hirayama describe a la perfección el código de vida de un yakuza: una vida fácil, condenada a la violencia, al cinismo, a la corrupción, a la traición...pero sobre todo a la muerte.

Estando estas navidades en Japón, junto a mi prometida y su familia, tuve la oportunidad de ver en televisión algunas películas, y más concretamente de yakuzas, ya que mi suegro es un auténtico fan del género; ésta que nos ocupa fue una de las muchas. Pero no una de tantas, pues está realizada por Yasuzo Masumura, uno de los genios nipones del cine moderno de posguerra, un verdadero pionero de la ¨Nueva Ola¨, quien se mostraba la mar de activo en 1.960, iniciando así la etapa más brillante de su carrera y facturando la friolera de cinco obras aquel mismo año.
En ¨Salvaje como un Ciclón¨, cuyo mejor título original es ¨Karakkaze Yaro¨ (despectivo término que significa algo así como ¨maldito desgraciado¨), el director contaría con un guión escrito por Hideo Ando y Ryuzo Kikushima, colaborador habitual de Kurosawa para el que había firmado las míticas ¨Trono de Sangre¨ y ¨La Fortaleza Escondida¨, apostando por el cine de gangsters, donde siempre se ha desenvuelto de maravilla, justo cuando en el mismo despuntaban maestros como Seijun Suzuki, Kihachi Okamoto o Teruo Ishii, y anticipándose de este modo a las apocalípticas tragedias de Kinji Fukasaku.

Como la gran mayoría de films sobre yakuzas, éste se centra en la historia de un hombre, Takeo Asahina, líder de un pequeño clan condenado a dos años por apuñalar a Sagara, un jefe más poderoso que gobierna en el mismo territorio; tras haber sido enviado un asesino a sueldo a prisión para acabar con él, la sensación de ser perseguido y acechado le nvadirá constantemente, sobre todo cuando regrese a los pobres barrios de Tokyo donde vive junto a su tío Gohei y su fiel compañero Aikawa, y en los que se esconderá del peligro.
¨¿Es que estás asustado, Asahina?¨, se burla uno de los guardias de la cárcel; ciertamente, Takeo es más un cobarde y arrogante niñato que ha decidido seguir la tradición familiar del crimen para así no esforzarse en la vida que un auténtico criminal. Mientras Sagara no ceja en su intento de encontrarle para cumplir su venganza, Takeo se enamorará de Yoshie, una joven limpiadora de gran carácter que trabaja en el cine donde éste se esconde, y al que ella no teme en absoluto. La batalla entre ambos jefes alcanzará su cénit cuando Takeo secuestre a la hija pequeña del otro...

Masumura, influenciado a partes iguales por el cine negro americano (la escena en el club es un buen ejemplo) y el neorrealismo italiano, demuestra gran talento a la hora de retratar el submundo de los yakuza en una Tokyo reconstruida con los pedazos que ha dejado la 2.ª Guerra Mundial; gracias a la puesta en escena, seca y filmada con nervio, y a la colorista fotografía de Hiroshi Murai, nos sumergimos en un ambiente sórdido, despiadado y corrupto hasta la médula, conociendo de primera mano las pulsiones que dominan a esos gangsters hechos al cinismo, la crueldad y la codicia (¨el dinero lo es todo, es más importante que la vida¨), sin más camino que seguir que el marcado por la decadencia o la muerte.
Reveladoras resultan las palabras de Yoshie: ¨Los yakuza nunca podrán ser humanos¨. Pero Ando y Kikushima dan una vuelta de tuerca al género demoliendo la figura del asesino a sueldo con Masa, transformado en un asmático perezoso, y la del yakuza con Takeo, descerebrado considerado un cobarde por sus compañeros y enemigos que no deja de ser un niño (atentos a la escena de la feria) perdido en las calles de un mundo violento incapaz de abadonar, a pesar de los consejos; ¨Deja esta vida y busca un trabajo digno¨, le repiten constantemente.

Asimismo el director, siempre comprometido, hace hincpaié en la pésima situación social del momento, en el descontento general, bien representado en esa huelga de trabajadores de final tan poco esperanzador. Pero si en algo sobresale la huella de Masumura es, primero en el personaje de Yoshie, figura femenina fuerte, decidida y valiente (¨a mí no me vas a engañar...no soy un yakuza¨), que repitiría en su filmografía, y luego en esa relación, turbulenta y sádica, nacida de una violación, que mantiene con Takeo, al que no abandonará a pesar de su carácter retorcido y desalmado, ya que porta a su hijo.
Refuerza el tono contestatario y moderno la presencia de Yukio Mishima, uno de los más importantes dramaturgos y activistas de su época (curiosamente siempre inclinado hacia el conservadurismo), autor de la celebérrima ¨Confesiones de una Máscara¨ (lo cual levantó sospechas de posible homosexualidad), y muerto por suicidio ritual tras asediar las oficinas centrales de la Base Militar de Defensa de Japón, situada en Tokyo (el llamado ¨Incidente Mishima¨). Girando a su alrededor tenemos a los buenos Eiji Funakoshi, Jun Negami, la maravillosa Ayako Wakao, actriz fectiche del cineasta, un impagable Shigeru Koyama en la piel de Masa (¿antecedente del Joe ¨Resuello¨ de ¨Crueldad Intolerable¨?) y el siempre imponente Takashi Shimura.

Aunque ningún personaje se lleve la simpatía del espectador y la película se precipite a un anticlímax un tanto decepcionante (el duelo final entre Takeo y Sagara nunca sucederá), Masumura construye una impecable historia de perdedores y condenados, cruda, descarnada, descorazonadora en última instancia.
Jamás se representó mejor el inevitable descenso al Infierno al que la vida del yakuza está abocada: Takeo, herido mortalmente, caerá en las escaleras mecánicas, que le llevarán hacia arriba (al Cielo) mientras éste resiste andando hacia abajo (al Infierno), rechazando así la salvación, que no conseguirá...¿o tal vez sí? Demoledor.



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