Ficha Tattooed Life


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Críticas de Tattooed Life (1)




Mad Warrior

  • 15 Dec 2020

6



Cuando uno está marcado por el estigma de la violencia y el crimen es imposible ocultarlo a los demás, al igual que los tatuajes grabados en la piel, que siempre se deben mantener alejados de los ojos ajenos.
Este es el sino del yakuza.

En Nikkatsu entran, a finales de los 50, dos asistentes de dirección muy prometedores llegados de Shochiku: uno es Shohei Imamura, el otro Seijun Suzuki. Ambos demuestran unas habilidades y talento únicos, pero hay una diferencia, y es que mientras el primero no aguantó más las exigencias de los ejecutivos de la compañía y se largó para crear la suya propia, el segundo se quedó resignado a las órdenes del presidente Hori, sufriendo así numerosas represalias cuando decidió acometer sus baratos encargos de una manera más arriesgada visual y estéticamente hablando.
Las malas vibraciones comenzarían con la llegada de una de sus mejores obras, ¨La Juventud de la Bestia¨, que inaugura su etapa más ¨perfeccionista¨; en el rodaje de ¨Akutaro¨ se une al excelente diseñador Takeo Kimura y juntos facturan una serie de obras donde lo que destaca es el derroche de imaginación. Para 1.965 Suzuki estrena su (quizás) obra maestra, ¨Historia de una Prostituta¨, y ese mismo año se le encarga un relato ¨pulp¨ de yakuzas sin mucha miga, pero que él y Kimura convertirán en algo especial, pues en efecto la labor del diseño artístico destaca desde el primer momento, presentándonos el director una serie de hombres con increíbles tatuajes impresos en sus cuerpos.

Se señala así la marca tan imponente y reconocible del yakuza antes de pasar a un prólogo muy convenientemente situado a principios de una era Showa que llevará al país a una situación socioeconómica peligrosa e inestable. Vemos a Tetsu, un gángster descrito a la manera romántica, esto es: duro, honorable, bondadoso y cuyo destino está teñido de tristeza y soledad; una traición bastante rastrera por parte de sus jefes sólo le da la opción de huir junto a su hermano menor Kenji, retrato del artista japonés cuya sensibilidad artística y humana lo feminiza (creando un gran contraste con la imagen ruda y viril del protagonista).
Éste desea huir de Japón hacia Manchuria, descrita como una especie de tierra prometida ignorando aquél que pronto habrá de convertirse en un cruento campo de batalla. Tras ser engañado por un individuo repelente, vestido a la manera occidental, perfecto residuo de los tiempos de la era Meiji (Suzuki se encarga de definir bien a sus personajes a través del aspecto estético que le brinda Kimura), Tetsu y Kenji van a refugiarse en una ciudad portuaria a la espera de poder marcharse pronto de allí. Esta estructura no parece muy distinta de la mostrada en ¨Sandanju no Otoko¨, pues se recupera la idea del forastero inmiscuyéndose en los problemas de una comunidad oprimida por los poderosos.

Y también habrá un grupo de trabajadores en las montañas y dos familias enfrentadas: los Kanbe y los Yamashita. Se presenta una imagen bastante deprimente de los yakuza; en comparación con Tetsu, Ezaki y los miembros de los Kanbe no son más que sibilinos e hipócritas hombres de negocios que se valen de su poder y estatus para imponer sus reglas sobre los demás, siendo Toku, ese anciano manco otrora yakuza, con el que más o menos se identifica. Reina el deseo de expansión y la ambición capitalista, que se enfrenta con los honorables códigos de los clásicos gángsters, caídos en desgracia.
Los Kanbe desean hacerse con el control del túnel de los Yamashita y el conflicto no tarda en estallar, y lo más sencillo es culpar a los recién llegados, más aún cuando Kenji profesa un profundo amor por Masayo, esposa del jefe de la compañía (más bien una extraña admiración que revela un significativo complejo de Edipo, al buscar en la mujer la belleza de una madre perdida tiempo atrás); por su parte, Tetsu también se enamora de la joven hermana de Masayo, Midori, acosada por el repulsivo Ezaki. El efecto espejo-negativo del romance entre las parejas de hermanos ofrece un interesante contrapunto sentimental al sencillo relato de traiciones, corrupción y engaños que se dispone en primer lugar.

Relato que Suzuki llevará hacia un clímax emocionante y donde se aprecia más que nunca su ambición por elevar sus pobres trabajos a un alto nivel artístico; se ha de cumplir una venganza, la de Tetsuo, y lejos de desarrollarla por medios convencionales la convierte en un espectáculo que obedece a las modulaciones de la poesía, el teatro o la música en lugar de a leyes narrativas tradicionales. La atroz violencia se transforma así en poesía visual cautivadora, prestándose especial detalle a la escenografía de la acción, que Suzuki maneja con nervio y un gran sentido del ritmo.
Los colores vibran en pantalla acordes al movimiento de los cuerpos y las katanas, enlazándose en una hipnótica combinación de registros sensibles; este tramo, que deja extasiado por su fuerza visual, es un film independiente de al que pertenecía en principio (la secuencia influenció sobre todo a Tarantino, Woo y Sono, quienes darían cuenta de ello en sus obras, en especial el primero para ¨Kill Bill¨). Hideki Takahashi brinda su carisma a su muy tópico personaje, y los correctos Akira Yamauchi, Hiroko Ito, Seizaburo Kawazu, ese repelente Yuji Kodaka y la guapa Masako Izumi (estrella de ¨Hiko Shojo¨) se amoldan bien a los suyos; el más interesante es el joven Kotobuki Hananomoto.

Debido a la arriesgada experimentación de Suzuki, los señores de Nikkatsu tuvieron que reprenderle por, según ellos, hacer películas que el público no comprendía y que no eran rentables. Por esto mismo le encargan un proyecto más convencional y adaptación de una novela: ¨Kawachi Carmen¨.
Este sentimiento de rechazo al potencial artístico del cineasta tendría su mayor consecuencia unos años después con la llegada de ¨Marcado para Matar¨.



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