Ficha Wandering Ginza Butterfly


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Críticas de Wandering Ginza Butterfly (1)




Mad Warrior

  • 3 Jan 2022

6



Abre la historia en una prisión y una cualquiera entra en una celda atestada de mujeres, intimidando a sus compañeras con aires de mafiosa.
Sin embargo queda claro que no es la protagonista cuando se presenta ante ella y nosotros Nami Higuchi, con una serenidad solemne que pone los pelos de punta...

Y ella no podía ser otra que Meiko Kaji; con su sola presencia ha robado toda nuestra atención, y con su mirada penetrante nos atraviesa hasta el hígado. En esta etapa de su carrera la nativa de Tokyo hacía poco que abandonó Nikkatsu por la horrible decisión de sus ejecutivos de moverse hacia los terrenos de la pornografía, así que pensó en refugiarse en la televisión pero una llamada de Toei cambió su vida para siempre; ya en 1.972, cuando la veterana del cine de acción y el ¨jidai-geki¨ Sumiko Fuji iba a retirarse para siempre, pensaron en Kaji para reemplazarla sin problemas como nueva heroína de la productora.
Henchida de popularidad en el momento, demuestra suficiente coraje y audacia al tomar decisiones con respecto al proyecto-vehículo que quieren crear para ella, un violento ¨thriller¨ de época el cual encargan a Kazuhiko Yamaguchi, responsable de la exitosa saga ¨Delinquent Girl Boss¨ (la que Nikkatsu combatió con ¨Stray Cat Rock¨). En lugar de eso, y tras quedar fascinada con ¨El Buscavidas¨, convence a los productores para situar la historia en un contexto actual; la cuestión es que se sale con la suya, buen ejemplo de su firme determinación para hacer películas con las que se sintiese cómoda.

El curioso inicio de ¨Gincho Wataridori¨, que recuerda a ¨Blind Womans Curse¨ a la vez que presagia la futura saga de ¨Joshu Sasori¨ (donde Kaji daría vida a otra Nami), no debe confundirnos; seguiremos a la recién ex-convicta, tras uno de los encuentros más absurdos e increíbles de la Historia del cine (además con otro protagonista), en una especie de viaje de expiación y redención que no tardará en teñirse de tragedia y sangre, un viaje a las entrañas podridas, corruptas y viciadas con el olor del sexo y el alcohol de la luminosa y sucia Ginza, cuya esencia el director captura al vuelo.
La aparición del agradable Ryuji, para quien no hay problema que no pueda resolver a Nami, es una muestra del entrañable sinsentido al que están sujetas estas baratas producciones, donde lo visual siempre se impone sobre lo narrativo. Pues Yamaguchi e Isao Matsumoto comienzan a añadir secundarios con sus tramas y caracteres, empezando por Saeko (la razón de que Nami haya ido a parar a la ciudad, pues un asesinato tiempo atrás cometido contra un ser querido la ata a ella inevitablemente), Shin (un estafador de pasado dramático que es perseguido por la yakuza y que a veces aparece para desaparecer otra vez) y Owada, el perseguidor de éste.

Owada es el líder de la poderosa banda que controla el territorio y el principal dolor de cabeza para Nami y la jefa del pub donde se ha metido a trabajar provisionalmente, así que empezará a cobrar mayor importancia sus actos despiadados de amenaza y chantaje que toda la historia referente a la deuda de la primera con su pasado. Y mientras Yamaguchi apuesta por la aspereza y la violencia a pie de calle, sin edulcorar y con algún apunte cómico, al estilo de Kosaku Yamashita, Yasuharu Hasebe o Sadao Nakajima, Matsumoto enfrenta, con los personajes de Nami y Owada, dos posturas esenciales en las fábulas gangsteriles de la época.
Porque la primera es una heroína clásica, en busca de la redención, y pese a su dureza se guía ante todo por la bondad y el honor; asimismo sus aliados masculinos, agradables, honrados y melancólicos, carecen de las características de los yakuza, aquí presentados como absolutos antagonistas de trazo grueso y algo inframentales cuya psicología nada preocupa al guión. No es extraño el poco éxito que generó la película, pues el público estaba empezando a cansarse del espíritu de las ¨ninkyo eiga¨, que pronto eliminaría de un balazo el expeditivo Kinji Fukasaku con sus brutales y enfermizos relatos de yakuzas, más realistas y menos románticos.

Así la trama se conducirá por el enfrentamiento que libra Nami con estos repelentes mafiosos, dividido en dos duelos claves. A la vera de Kaji disfrutamos de un correcto Tatsuo Umemiya en la piel de un deliberadamente romantizado granuja, de Koji Nanbara, que encaja a la perfección en su rol de villano detestable y sin escrúpulos, y sobre todo del hermano pequeño de Tetsuya Watari (y otrora compañero de Kaji en Nikkatsu), Tsunehiko Watase, sorprendente gracias a una interpretación melodramática rica en sutilezas y detalles que hacen de su personaje el más interesante.
Poco importan las incongruencias argumentales, que las hay en cantidad, pues la presencia única de la actriz y la dirección intensa de Yamaguchi, además de esos entrañables y sórdidos aires ¨pulp¨, hacen de ¨Gincho Wataridori¨ un caramelo para los fans de la acción nipona de los 70. Aunque generó una secuela poco después, la recaudación del film fue algo pobre (y una de las mayores consecuencias por la decisión de la productora de anunciar a su actriz, a bombo y platillo, como una mera sustituta de Sumiko Fuji).



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