Ficha La Condición Humana II: El Camino a la Eternidad

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Críticas de La Condición Humana II: El Camino a la Eternidad (2)




Parnaso

  • 27 Jan 2023

4


Pues tan o más insoportable que la primera, ya que el montaje de la guerra es más pésima que hecho por un bisoño, cuasi todas las escenas bélicas grabadas desde dos ángulos... Por otro lado, la historia desarrollada bajo cierta flema, cuenta una trama desustanciada que mueve al aburrimiento. Y es que salvo dos frases el resto no es más que fuego...



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Mad Warrior

  • 14 Feb 2022

10



Proseguimos en la ardua y larga experiencia vital del humanista Kaji, quien volverá a comprobar de primera mano la inhumanidad en estado puro cuando sus reflexiones, ideales y opiniones queden subyugadas bajo el estricto poder militar.
Es a todos los efectos la etapa más decisiva de su viaje...

Tal vez no podían creerse los ejecutivos de Shochiku la gran ambición que embargaba a Masaki Kobayashi cuando les propuso adaptar la serie literaria completa de Shigeru Kurita ¨Ningen no Joken¨, sin embargo no tuvieron más remedio que ceder cuando aquél amenazó con renunciar de su cargo y prestar sus servicios a otra compañía; el resultado sería una de las empresas más fastuosas que contempló la cinematografía japonesa. Estableciéndose el lugar de rodaje en Hokkaido, se acabaría extendiendo por dos años, con largos recesos entre las seis partes en las cuales se dividía la obra completa.
Además se hace algo muy original para esta secuela; teniendo en cuenta que está situada en otro escenario y con diferentes secundarios, el cineasta quiere un reparto completamente nuevo, no recurrir a la típica (y algo cutre) maniobra del estudio de tener a los mismos actores encarnando papeles distintos. Los ejecutivos, que han saboreado el éxito comercial y crítico de la primera parte, le toleran más de la cuenta y provee así de decenas de ellos además de otros miles de extras para su peripecia, que viene a iniciarse cuando el bueno de Kaji ha dejado las minas de carbón y es castigado con entrar a formar parte del ejército.

Un exterior igual de deprimente, pero esta vez la nieve sustituye al polvo del desierto; rápidamente nos asfixia una atmósfera pesada y opresiva. Kobayashi cambia de lugar pero la sensación es prácticamente la misma por su empeño en concentrar la mayor parte de las situaciones en espacios cerrados, oscuros, transmitiendo (otra vez con la inestimable ayuda del operador Yoshio Miyajima y el director artístico Kazue Hirataka) un amplio abanico de sensaciones que rezuma ese entorno gélido, carcomido, oscuro y maloliente; tampoco se demora mucho en presentarnos lo que es el ambiente militar japonés.
La violencia expuesta en pantalla daña, daña hasta rasgarle a uno los intestinos; el director recuerda sus días en el ejército y no tiene miedo a mostrar el grado de crueldad y agresividad al cual eran sometidos los soldados. Nuestro héroe Kaji es por supuesto una presencia extraña y amenazadora para los oficiales; aquí se plantea la primera gran diferencia con la entrega previa: antes el conflicto se libraba sobre todo entre prisioneros chinos y funcionarios japoneses, trazando su odio por la obvia diferencia racial, pero lo que aquélla ya evidenció se hace más patente ahora, y es que también se pueden generar enormes hostilidades entre compatriotas, gente de la misma raza y que luchan bajo la misma bandera.

En esta 2.ª parte la lucha se libra exclusivamente por la cuestión jerárquica, con esos soldados rasos siendo víctimas impotentes del comportamiento deleznable de los oficiales y otros superiores; no hay a quien dirigir las quejas pues todos ellos son japoneses y tampoco existe una presencia revolucionaria como la que encarnaba aquel prisionero chino Ko. El protagonista es ahora marioneta apaleada de la disciplina militar, como todos sus compañeros; pero Kobayashi se dispone a vociferar su rebeldía. El idealista Kaji es ahora el único que lleva sobre sus hombros todo el espíritu contestatario de la historia.
Pero en lugar de Okishima se añade a un personaje similar para apoyarle en su lucha: Shinjo, otra presencia desafiante para los oficiales al tratarse de un hombre de ideales izquierdistas, lo que incluso siembra la sospecha y el rechazo de los camaradas reclutas; el director, a través de la cámara y en boca de su héroe, profiere algunos de los más crudos ataques al ejército nipón que se habían visto en el cine (seguramente en aquellos finales de los 50 resultó algo inédito y sorprendente). Básicamente toda la película se desarrolla en el ambiente militar, describiendo de primera mano y con firme rigor el desafío del individuo a someterse a los ideales nacionalistas y a aquellos que los ejercen.

En esta ocasión la psicología de los personajes está definida desde la distancia, de una manera opaca e ininteligible y Kobayashi les priva de justificación válida: deben ser crueles porque deben serlo, porque a ello les obliga la bandera, pero la situación de guerra es simplemente el pretexto para poner en práctica su violencia descarnada y su humillación a otros.
La subtrama más memorable y a su vez atroz y muy capaz de desesperar al espectador, es la del recluta Obara (encarnado por un magistral Kunie Tanaka), objeto de tratos abyectos. Otra víctima de la injusticia, como lo fueron los chinos antes, y el resorte para el conflicto entre Kaji y sus superiores, más preocupados de su prestigio y devoción.

Por otro lado la presencia femenina es casi invisible; las dos heroínas de la 1.ª parte fueron Michiko, quien vuelve a aparecer (si bien durante un insignificante periodo de tiempo) como único símbolo de esperanza para el protagonista e incentivo para hacerle conservar su humanidad y resistencia, que se ve diezmada conforme avanza la trama (tajantes sus palabras cuando espeta a un recluta ¨prefiero sobrevivir por mi mujer que por la victoria¨), y la prostituta Yang, quien tomará la forma de la enfermera Tokunaga. Gracias a ella podemos comprobar la misma estricta jerarquía militar en el ambiente hospitalario, y lo más curioso de todo: aplicado por mujeres.
Su personaje también aparece en el paréntesis argumental que delimita premeditadamente el 1.er y el 2.º arco, desarrollado en el mismo entorno asfixiante y cerrado, otra vez haciendo Kobayashi buen uso de la presión psicológica y el daño emocional como arma de los oficiales para aplastar el espíritu individual de los reclutas y hacer de su temor un resorte para el respeto por la patria y la disciplina. Ahora Kaji retoma su papel de la primera película al ser ascendido y tener en sus manos las vidas de hombres que en un futuro darán su cuello en el campo de batalla, de nuevo siendo blanco de conspiraciones y perfidias por sus desalmados superiores, si bien se eliminan subtramas para centrarse en su lucha diaria y personal.

De fondo un marco de guerra deprimente que determina la tristeza y desasosiego de la atmósfera, reforzada por el rigor técnico del realizador, con un Japón que se ve acorralado cada vez más por el enemigo norteamericano mientras las demás naciones han caído bajo la ofensiva de los aliados; una 2.ª Guerra Mundial que va a tocar a su fin y cuyo punto culminante en esta historia viene dado por el avance ruso. Entonces es cuando la acción se mueve a áreas más abiertas, reduciendo, paradójicamente, la vía de escape y brindándonos aquél algunos de los momentos más memorables de todo el cine bélico.
Como hubieran hecho Kurosawa o Ford, Kobayashi desplaza sus cámaras por enormes extensiones, sabe aprovechar los elementos naturales y la profundidad de campo que le da el cinemascope y desarrolla la acción desde una punta del encuadre al otro, asegurando la presencia continua de movimiento; asistimos a lo que debe ser un film bélico de pleno derecho durante la última parte del largo metraje, pero es una experiencia que merece disfrutarse (o sufrirse) por la forma tan cruda, demoledora y terrorífica con la que el nipón filma el combate.

Somos arrastrados a una contienda contra un enemigo impersonal e imparable y forzados a aspirar el humo de las armas y a ahogarnos con la sangre y la metralla, pero sobre todo podemos ser testigos de la debilidad del imperio japonés, cuya resistencia ha sido glorificada durante toda la trama por personajes ignorantes de su futuro fracaso. Kaji en el centro de la carnicería también será forzado a evolucionar hacia un estado de impotente inhumanidad (llegando a ese instante, escalofriante, en que debe acabar con la vida de un compañero para salvar la suya).
La fuerza colectiva representada por los chinos en el film anterior es devorada por el individualismo y la supervivencia, lo que implica la quiebra de todo idealismo...

Más áspera y agobiante que su antecesora en el uso de la crueldad y la ausencia de salvación, Kobayashi logra desgajar la conciencia del espectador (a recalcar la subtrama de Obara) y le pone a prueba en algo tan endeble y absurdo como es la fe en el ser humano; en cierto modo él no es más que un observador demasiado clarividente ante el avance de la inhumanidad, como su protagonista, quien se lanzará a la supervivencia a través del escenario destrozado que ha dejado la guerra, lo que ocupará ya la siguiente entrega...
Sin duda uno de los más corrosivos ataques al mundo militar convertido en obra maestra antibelicista cuya existencia es, sin lugar a dudas, crucial para futuros films del género, que han bebido y se han influenciado profundamente de ella, incluso plagiándola sin piedad en esencia, conceptos y argumento (y no es preciso añadir títulos ni responsables). Nakadai, por cierto, terminó de demostrar por qué fue uno de los mejores actores de su generación.



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