Ficha The Yakuza Papers, Vol. 5: Final Episode


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Críticas de The Yakuza Papers, Vol. 5: Final Episode (1)




Mad Warrior

  • 3 Jan 2022

7



Se aproxima otra década, nuevos vientos de cambio invaden la sociedad, pero en el submundo las cosas siempre serán igual.
Los perros se seguirán despedazando y sus dueños sólo se preocuparán de los beneficios. Las batallas de Hiroshima, en realidad, nunca terminarán...

Aunque la saga como tal estaba a punto de dar carpetazo y tentetieso. Tras un año y medio absolutamente frenético, Kinji Fukasaku siguió ocupando con orgullo el asiento del director, pero el guionista Kazuo Kasahara, viendo su rumbo un tanto perdido y habiendo escrito sin parar durante un espacio tan corto de tiempo, abandonó el gran proyecto de Toei, que ya había lanzado una 4.ª entrega, y le cedió toda la información y los textos del periodista Koichi Iboshi a Koji Takada, otro asiduo de las temáticas gangsteriles (y muy ligado a la saga de Sonny Chiba ¨Street Fighter¨).
Lo más interesante de este cambio de miras es que en su visita a Kozo Mino, yakuza real autor de todos los textos publicados por Iboshi y en el cual se basa el Shozo de Bunta Sugawara, éste confesó a Takada su descontento con los títulos previos, por lo que contribuiría a esa última parte con guiones de su propia cosecha; una de las maniobras del nuevo guionista fue centrarse en Tamotsu Matsumura, quien se alza con el poder como presidente de la familia Takeda, y basado en el criminal Hisashi Yamada. Y quizás hubiera sido mejor no hacer esto debido a las represalias que algunos yakuzas acabaron tomando con el estudio...

Pero el mayor cambio que se propone en este ¨Episodio Final¨ corresponde a la remodelación decidida por el mismo Takeda sobre el clan de cara a una sociedad cada vez más desarrollada y cansada de la violencia que reina en las calles (tema central de la anterior ¨Tácticas Policiales¨), un clan reconvertido en la coalición política Tensei (basada en la poderosa Kyosei-kai); nada mejor que un lavado de cara para ser aceptados como ciudadanos de a pie mientras a espaldas de la sociedad se practican los mismos negocios sucios y se producen los mismos graves enfrentamientos. Como dice Matsumura ¨Los yakuzas seguiremos siendo yakuzas¨.
Fukasaku nos traslada así, a través de una gran elipsis temporal, a unos años 60 próximos a acabar, donde, mientras los que eran soldados de 2.º y 1.er rango han subido de categoría y muchas familias quieren aparentar ser ciudadanos respetables, un melancólico Shozo Hirono, quien no gozará por desgracia de muchas intervenciones, cumple sus siete años de prisión en Abashiri (llegándose a un genial juego metalingüístico al escribir éste unas memorias como hizo en aquel lugar Mino, su álter-ego en la vida real, las que se usaron para crear esta saga).

El carácter mustio y amargo de este recto gángster enlaza con otro de los puntos clave que explota esta 5.ª quinta entrega, y es el de los conflictos entre una generación yakuza y otra: una nacida de las cenizas que dejó la 2.ª Guerra Mundial, la otra criada en una sociedad capitalista donde las ambiciones y el prestigio social son las principales vicisitudes. Matsumura refleja a la perfección ésta última, si bien no rechaza sus raíces, mientras que el agresivo e incauto (y chifladísimo) Katsutoshi (ya interpretado por Sonny Chiba en ¨Lucha a Muerte en Hiroshima¨) proviene de la mísera y precaria era post-bombas atómicas.
Su presidencia en reemplazo de Takeda y la toma de poder en Hiroshima es seguida de cerca por un Fukasaku que ya se olvida de las viejas rencillas de los Yamamori y los Uchimoto, completamente relegados, si bien la presencia de Hirono y su familia sigue muy presente para los oyabun; pero una familia completamente resquebrajada, dañada por el carácter tóxico y el comportamiento inadecuado de los matones que se unen a ella y que nada tienen que ver con los yakuza de antaño. El director empieza a tratar así el fin de una era para la tradición yakuza, con los más veteranos deseando retirarse y los descerebrados jóvenes asesinándose en las calles sin cuenta ni razón.

Como en la 2.ª entrega, una de las tramas se enfoca en los esfuerzos de Katsutoshi por derrocar al líder más poderoso, en este caso el ¨diplomático¨ Matsumura, con la ayuda de Ichioka, aliado de Shozo; la unión de éste y el primero es otro síntoma de la nueva visión de Takada: el tradicional sake es reemplazado por simple whiskey. Entre tanto, las acciones policiales no interesan demasiado al guión y se quedan en un par de secuencias ruidosas en las cuales se plasma bien la relación entre yakuzas y agentes de la ley (aun discutiendo unos al lado de los otros billones de años luz les separan...).
Sugawara, quien en sus primeras apariciones fuera de la cárcel lo hará con su ¨look¨ más amenazante (mucho tiempo después homenajeado por Takeshi Kitano en ¨Gonin¨), pasa por esta historia dignamente sin destacar demasiado, como sucedía en ¨Lucha a Muerte en Hiroshima¨; Akira Kobayashi, Kinya Kitaoji y Kunie Tanaka lo vuelven a secundar de maravilla. Pero Takada comete el error de no profundizar en dos personajes con gran potencial trágico y narrativo: el del joven Akio y el de Kaoru, interpretada por Yumiko Nogawa (la eterna Harumi de ¨Historia de una Prostituta¨); por desgracia habremos de aguantar a Nobuo Kaneko sin darnos Fukasaku la satisfacción de ver morir a su inaguantable Yamamori. Y para mi sorpresa, un demacrado y piradísimo Jo Shishido esforzándose al máximo por resultar tremendamente irritante.

Poco después la saga se reanudaría como ¨Shin Jingi Naki Tatakai¨, pero con Hirono decidido a reconducir su existencia hacia cauces más apacibles, las sangrientas ¨Batallas¨ de Hiroshima capitulan para siempre, y de forma soberbia y amarga.
Es el fin de las crónicas sobre el submundo del Japón en tres décadas de su Historia más violento y turbio que el público jamás pudo contemplar. Fukasaku finiquita su obra cumbre y se convierte en máximo poeta de la decadencia, la suciedad y la quiebra de la moral, y en maestro del canibalismo a pie de calle.



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