Ficha Tange Sazen: El Secreto de la Urna


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Críticas de Tange Sazen: El Secreto de la Urna (2)




TANO

  • 8 Sep 2022

6


Una película de samuráis en el Japón feudal que tiene prácticamente todos los elementos para ser buena, pero que tiene un problema principal bastante grande: que el protagonista es odioso. Cae mal, es un vacilón, un chulo, y mala gente. A mí, al menos, no me ha parecido nada carismático.
La película va de conspiraciones entre familias, una de ellas se tiene que encargar de reformar un templo o algo así, y se le manda a una familia cuya reforma acabaría arruinándolos, pero dicha familia tiene una vasija con 1 millón de ryo (la monea de la época) dentro... y claro, unos y otros quieren hacerse con la vasija, y ahí entra nuestro ¨héroe¨, que se dedica a provocar el caos en medio de todo esto.
Claramente no tiene el cuidado y la profundidad de las obras de Kurosawa y otros grandes del género y las luchas son bastante difusas.
Aún así, es una peli de samuráis bastante aceptable, con buenos momentos y otros memorables, y a los amantes del género va a gustar, claramente.



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Mad Warrior

  • 15 Jun 2020

8



Ha vuelto para deleitarnos, a los que somos amantes del “chambara”, con otra gran aventura. Conocida, de todos modos, pero cualquiera protagonizada por él merece la pena: una prostituta, un ladrón de poca monta, un niño cabezota, una troupe de delincuentes de buen corazón, un puñado de oficiales corruptos y en medio una vasija con un millón de ryo dentro.

Ha habido muchos samuráis sin señor famosos en la ficción japonesa, tanto en la literaria como en la cinematográfica; tenemos a Zatoichi, Sanjuro, Ogami Itto, Kyoshiro Nemuri, etc., pero todos ellos seguro que surgieron de la costilla de Sazen Tange (incluso aquel luchador manco que da nombre al film taiwanés de Wang Yu). Tange fue creado en 1.927 por el prolífico autor Kaitaro Hasegawa como un personaje que secundaba a Oka Echizen, el protagonista de una serie de novelas, sin embargo éste acumuló gran popularidad por su descripción única (un ronin nihilista ciego y manco) y pasó a liderar sus propias aventuras en la gran pantalla.
Daisuke Ito fue el encargado de elevar la fama del samurái marcado con Denjiro Okochi poniéndose en su piel por primera vez; este éxito animó a Hasegawa a iniciar una serie de relatos ya totalmente protagonizados por Tange. Tras varias obras mudas llegó un cambio esencial en la saga: la entrada del poco conocido maestro Sadao Yamanaka, quien, contando de nuevo con Okochi, daría una vuelta de tuerca a la historia y al antihéroe al añadirles un sentido del humor de lo más mordaz; aquella primera peripecia hablada de Tange destaca en la cinematografía clásica japonesa por las técnicas innovadoras de Yamanaka, aunque no fuese de todas formas de las mejores obras de su filmografía.

Ya en los 60, en plena (nueva) eclosión del cine de samuráis, una versión de “100-man Ryo no Tsubo” surgiría cuando Toei se aproximó a Hideo Gosha, quien había ganado popularidad gracias a su debut en el cine “Tres Samuráis fuera de la Ley”, para dirigirlo, tras haber hecho con “Gohiki no Shinshi” un paréntesis en sus adorados “ken-geki”. El planteamiento de esta revisión es completamente distinto de la historia original de Shintaro Mimura, al igual que el cometido y el papel de muchos personajes, además de agregarse un magnífico prólogo sobre los orígenes del protagonista.
Obligado a matar a su amigo Kojuro y traicionado por su clan, Sazen vuelve a ocupar la lista de esos samuráis alejados de la sociedad y convertidos en auténticos cínicos oportunistas cuyas ansias de matar son irrefrenables, guardando aun así algo de bondad y honor dentro de sus cada vez más degenerados espíritus; sin duda la clase de antihéroes que fascinan a Gosha, quien prepara la trama para volver a situar en el punto de mira la corrupción, maldad, falta de ética y honor dentro del gobierno y la nobleza feudal japonesa. Ahora, según el shogun, es preciso restaurar el santuario de Toshogu, y ello debe correr a cargo de un clan; Guraku, mano derecha de éste, se decide por los Yagyu, bastante empobrecidos.

La idea de arruinar definitivamente al clan cobra aún más importancia cuando ellos, para afrontar la restauración, recurren a la existencia de una misteriosa vasija que contiene en su interior un millón de ryo; la aventura (con mapa incluido) de la obra de Yamanaka pasa a ser una carrera frenética y encarnizada por poseer tal suma, mostrándose en todo su esplendor la codicia y vileza de los poderosos. Sazen es un intermediario en esta lucha, como lo fue Sanjuro, y su papel en el enfrentamiento está subyugado a su condición de ronin impasible y escéptico.
Poco a poco otros personajes se le van uniendo: una sibilina prostituta (Fuji), un torpe ladrón (Yokichi) y un niño huérfano. Todos, con el ronin a la cabeza, formarán sin saberlo una pequeña comunidad que tendrá a bien luchar contra el dominio y las mezquindades de la clase alta, una comunidad de parias, desarraigados y delincuentes, codiciosos y cínicos como los que más, pero fieles y honestos en última instancia, y este honor, que nace de los instintos más bajos y los sentimientos más corruptos del ser humano, toma un valor grandioso tal y como lo desea expresar Gosha. El tono cómico y la falta de energía del original son sustituidos por brutalidad y amargura y el director vuelve a demostrar su talento para la acción.

Acción descarnada y feroz que se intensifica con el uso del “slow motion” y la técnica única del cineasta para la escenografía de la acción y las coreografías de los combates, donde pareciera que los filos de las katanas fuesen a cortar en dos la cámara. Mientras hace por despreciar su vida anterior y a todos lo que moraron en ella (tal es el caso de Hagino) y rechazar con ahínco los sagrados códigos del bushido, Sazen se prepara para robar frente al shogun la vasija, que ha estado todo el tiempo cambiando de manos, en lo que será un último tramo cargado de emoción inscrito en la mejor tradición del cine de aventuras.
Reemplazando a Okochi en la piel del ronin, un inspirado Kinnosuke Nakamura que lo interpreta con marcada acidez; a su vera un plantel genial con Isao Kimura, el gracioso Takuya Fujioka, Bin Amatsu, Keiko Awaji (dando una nueva y fresca dimensión al personaje que antes ocupó Kiyozo Shinbashi) y el bueno de Tetsuro Tanba, quien también encarnaría a Sazen alguna vez que otra. Por su parte, el director usa por primera vez el color en su cine y ello da nuevos matices a sus salvajes secuencias, logrando hacer de la violencia un espectáculo casi cautivador, a lo que ayuda el montaje de Kozo Horiike y la banda sonora de Toshiaki Tsushima.

Otra nueva muestra de la habilidad del cineasta para las películas de samuráis, donde con cada título iba afirmando su maestría en el género (y que acabaría rematando “Goyokin”).
Una entretenida y brutal aventura coronada con un épico duelo que traía de vuelta, satisfactoriamente, a uno de los ronin más famosos de la Historia, quien poco después sería protagonista de una serie de televisión. Gosha volvería con los samuráis en un díptico en blanco y negro y de menor calidad: “Kiba Okaminosuke”.



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