¡Cuán grande porquería, que de tan mala, hechiza!, tanto es así que dudo por donde empezar a lanzarla bolas de mierda, y es que todo es tan paupérrimo en aquesta adaptación de la clásica y popular novela ¨La celestina¨, cuyo autor fuera Fernando de Rojas, que viéndola, convidan a las ganas de leerla a que vayan al recreo!
Antes de echarla el par de ojos vi por encima alguna escenilla de chichinabo que espantóme al tiempo que me causara gran curiosidad a que punto de vulgaridad llegara tamaño buñuelazo que sin voluntad causaría la mayor gracia, resultando ser mucho más grotesco de lo imaginado.
Basta con echar de ver las ofensivas encarnasciones de Melibea y Calisto efectuadas por los comicastros Penélope Cruz y Juan Diego Boto respectivamente para dictaminar tal cosa, pues la una, cuya voz suena tan remilgada como colibrí degollado y el otro, con cuyo peinado parece querer emular al arcángel Gabriel entonando recitados harto repelentes e inverosímiles que no convienen con el siglo XV sino con los años 90 al tiempo que el muy ablandabrevas pone semblantes de lascivo vulgar produsciendo las mayores repulsas, no hacen sino confirmarlo, y es que además, no es de creer por parecer de choteo, que no se ven más de dos veces y se profesan amor eterno.
No queda acá la cosa, que salvo la escenografía que siendo ibérica es más fácil hallar para poder representar, ¡el remanente es peor y más feo que mierda de loro, que carne podrida, que basura infecta, que tripas pisadas y pus hediendo!, pues La celestina, interpretada por la difunta Terele Pávez, haciendo ostentación de su torpeza como cómica ya que a su personaje la representa vacía y cuya interpretación es tan sobreactuada que asusta a la muerte-¡aún hay escenas en las que ignorara magrear, recitar y mirar al tiempo!- entreviéndose su nulo compromiso para con su trabajo, ofende, ¡pesia tal!
Junto a esta aparesce Natalia Seseña(Lucrecia) que al igual que la Candela Peña(Elicia) y la Maribel Verdú(Areusa), está más caliente que el culo de la caldera del diablo, que con la nada se excita, paresciendo en todo momento la payasa caliente; mas sus acompañantes no quedan a la zaga, que la una muestrase sin presencia, vulgar y sin don para los recitados ¡que parece estar repasando la lista de la compra! ¡Dejando en la retina de los desventurados espectadores escenas por completo dantescas como en la que pide auxilio pegada en la pared!; y la otra, la inútilmente intensa, Maribel Verdú, causando verdadera grima, que si bien, por nuesa ventura, aparece poco empero parece que es un mucho, que en la primera escena no hace sino gritar como loca creyéndose buena cómica, ensordeciéndole al espectador y abriéndole los ojos de puro espanto, lo cual también ocurre en ciertos momentos donde la lujuria apoderase de los más dellos protagonizando fornicios explícitos realmente vulgares en las barbas de más gentes en medio del comedor, que con las posturas brutas, lamidas puercas de pechos y empujes bastos provocan asombro hipnotizante y es imposible despegar los ojos del pantallón; y por si fuera poco, la desprolija música que acompaña malamente y que parece tañida por auténticos bisoños colabora a que semejante obra alcance los niveles más bajos de calidad, ¡voto a Chapiro!
Es de delirar y de cuestionarse en todo momento como puede llegarse a hacerse cosa tan paupérrimo y tan baja, y es que además, si la historia fuere profunda o tuviere enjundia, algo se justificara tal chapuza, sin embargo, la historia de amor, que no es sino de pasión inmediata al estilo vacío y soporífero de Romeo y Julieta-¡aaaarrrgghzzzz!-, no es sino pura somera.
¡Mala hasta decir basta! ¡Comedia involuntaria inolvidable! ¡A buen seguro Fernando De Rojas se revolviera en su tumba viendo estas hechuras sin contundencia! ¡Y adiós!
Parnaso
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¡Cuán grande porquería, que de tan mala, hechiza!, tanto es así que dudo por donde empezar a lanzarla bolas de mierda, y es que todo es tan paupérrimo en aquesta adaptación de la clásica y popular novela ¨La celestina¨, cuyo autor fuera Fernando de Rojas, que viéndola, convidan a las ganas de leerla a que vayan al recreo!
Antes de echarla el par de ojos vi por encima alguna escenilla de chichinabo que espantóme al tiempo que me causara gran curiosidad a que punto de vulgaridad llegara tamaño buñuelazo que sin voluntad causaría la mayor gracia, resultando ser mucho más grotesco de lo imaginado.
Basta con echar de ver las ofensivas encarnasciones de Melibea y Calisto efectuadas por los comicastros Penélope Cruz y Juan Diego Boto respectivamente para dictaminar tal cosa, pues la una, cuya voz suena tan remilgada como colibrí degollado y el otro, con cuyo peinado parece querer emular al arcángel Gabriel entonando recitados harto repelentes e inverosímiles que no convienen con el siglo XV sino con los años 90 al tiempo que el muy ablandabrevas pone semblantes de lascivo vulgar produsciendo las mayores repulsas, no hacen sino confirmarlo, y es que además, no es de creer por parecer de choteo, que no se ven más de dos veces y se profesan amor eterno.
No queda acá la cosa, que salvo la escenografía que siendo ibérica es más fácil hallar para poder representar, ¡el remanente es peor y más feo que mierda de loro, que carne podrida, que basura infecta, que tripas pisadas y pus hediendo!, pues La celestina, interpretada por la difunta Terele Pávez, haciendo ostentación de su torpeza como cómica ya que a su personaje la representa vacía y cuya interpretación es tan sobreactuada que asusta a la muerte-¡aún hay escenas en las que ignorara magrear, recitar y mirar al tiempo!- entreviéndose su nulo compromiso para con su trabajo, ofende, ¡pesia tal!
Junto a esta aparesce Natalia Seseña(Lucrecia) que al igual que la Candela Peña(Elicia) y la Maribel Verdú(Areusa), está más caliente que el culo de la caldera del diablo, que con la nada se excita, paresciendo en todo momento la payasa caliente; mas sus acompañantes no quedan a la zaga, que la una muestrase sin presencia, vulgar y sin don para los recitados ¡que parece estar repasando la lista de la compra! ¡Dejando en la retina de los desventurados espectadores escenas por completo dantescas como en la que pide auxilio pegada en la pared!; y la otra, la inútilmente intensa, Maribel Verdú, causando verdadera grima, que si bien, por nuesa ventura, aparece poco empero parece que es un mucho, que en la primera escena no hace sino gritar como loca creyéndose buena cómica, ensordeciéndole al espectador y abriéndole los ojos de puro espanto, lo cual también ocurre en ciertos momentos donde la lujuria apoderase de los más dellos protagonizando fornicios explícitos realmente vulgares en las barbas de más gentes en medio del comedor, que con las posturas brutas, lamidas puercas de pechos y empujes bastos provocan asombro hipnotizante y es imposible despegar los ojos del pantallón; y por si fuera poco, la desprolija música que acompaña malamente y que parece tañida por auténticos bisoños colabora a que semejante obra alcance los niveles más bajos de calidad, ¡voto a Chapiro!
Es de delirar y de cuestionarse en todo momento como puede llegarse a hacerse cosa tan paupérrimo y tan baja, y es que además, si la historia fuere profunda o tuviere enjundia, algo se justificara tal chapuza, sin embargo, la historia de amor, que no es sino de pasión inmediata al estilo vacío y soporífero de Romeo y Julieta-¡aaaarrrgghzzzz!-, no es sino pura somera.
¡Mala hasta decir basta! ¡Comedia involuntaria inolvidable! ¡A buen seguro Fernando De Rojas se revolviera en su tumba viendo estas hechuras sin contundencia! ¡Y adiós!
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