Ficha Comando

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Críticas de Comando (1)


Mad Warrior

  • 10 May 2022

5



A mitad de década proliferaban enormemente las películas de acción con tufo reaccionario gracias al sentimiento que la política de Ronald Reagan había impregnado desde la Casa Blanca en la sociedad y cada vez más centradas en la ultraviolencia y en el castigo del crimen por la vía de la fuerza bruta.

Pero pese a que era el momento de tipos tan duros como Norris, Bronson, Dudikoff o el todopoderoso Stallone (incluso había damas de hierro al estilo de Cynthia Rothrock) ninguno logró la aceptación de Schwarzenegger. El austríaco, convertido en icono gracias a sus papeles de Conan y T-800, poseía algo que los demás no: carisma, una actitud afable y total entrega en sus proyectos que le venían de maravilla para explotar su imagen; nadie más podía encarnar al protagonista del guión un tanto manido de Joseph Loeb que pasó por decenas de reescrituras y vuelto a componer por el buen Steven DeSouza, y del cual se encargó un cineasta hoy de culto para muchos, Mark Lester, en la cúspide de su carrera tras el relativo éxito de la adaptación de ¨Fire Starter¨.
El inicio de ¨Commando¨ es lo que esperaríamos de esa mezcla de elementos más la presencia de Joel Silver en la producción. No esperen ver un comienzo como éste en el cine actual, donde la violencia se sirve directa, sin justificación, sin compasión y además a plena luz del día, cuando unos tiparracos (Bill Duke a la cabeza, el gran Duke) se dedican a asesinar a otros pobres diablos por toda la ciudad, invitando ya a nuestras neuronas a ponerse en punto muerto para disfrutar de la incongruencia en su estado más riguroso; muy lejos de allí, una mole de carne y bíceps de 200 kilos carga con árboles como almohadas de plumón. Pero este Schwarzenegger nos sorprende al ejercer de padre y, por ende, de ser humano.

Lester dijo, muy acertado, que esta fue la primera película donde el actor pudo exponer su carisma sin restricciones y su facilidad para ganarse la simpatía del público; en su rol de Matrix le vemos ponerse en la piel de lo que habría de llamarse el ¨héroe de los 80¨, ese individuo defensor de su propia ley, duro e implacable, que mata y luego pregunta, pero a la vez simpático, frágil y sensible, ya que la diferencia con otros de sus coetáneos del cine de acción es que la cruzada de venganza que va a emprender no es por patriotismo, por el Gobierno de su país o de otro, sino para rescatar a su hija Jennifer (de las garras de unos mercenarios que colaboran con un terrible dictador para restaurar su corrupto gobierno).
Bueno, el sentimiento ¨reaganiano¨ está ahí, lo queramos o no, pero es un cuchillo sobre la garganta de la pequeña Alyssa Milano (a quien conocimos durante unas escenas de introducción realmente tiernas que cuestan muchísimo creer) lo que dispara las ansias del protagonista de arrasar a todo bicho viviente que se cruce en su camino hasta volver a tener a su vástaga en sus bíceps. Hay un límite de tiempo pero si el espectador conoce a Schwarzenegger sabrá que cumplirá su misión; lo importante es el cómo se desarrolla la cacería, desafiando el sentido común a cada minuto a base de secuencias de acción que van más allá de lo absurdo y una retahíla de diálogos y ¨punch lines¨ para enmarcar en barras de oro.

Tal vez la calidad de ¨Commando¨ no sea distinta del resto de films de acción del momento, pero funciona mejor que ellos por el hecho de tomarse a broma todo el tiempo, por preferir acercarse a la comedia desenfadada en lugar de a la seriedad y convertirse en comedia involuntaria, ya que nada de lo que se hace aquí (desde armar una gran pelea en mitad de un centro comercial, atracar un depósito de armas del centro de la ciudad o saltar de un avión en marcha) está sujeto a obedecer las leyes de la lógica. Aquí la lógica, la moralidad y la corrección política se echan abajo a base de testosterona, kilos de metralla y chistes lapidarios que vuelan más rápido que las balas.
Puede que hubiera tipos duros, pero no en la magnitud de Schwarzenegger, impasible al cortar extremidades, disparar sin pestañear, volar edificios enteros y quebrando los huesos de personas de las que hemos de intuir que son villanos...y se lo aceptamos encantados, pues, al fin y al cabo, es un padre desesperado en busca de su hija (quien más, quien menos, todos actuaríamos como él de estar en su situación, ¿no?). Uno hasta siente también lástima por todos los idiotas que va a desmembrar, en especial Vernon Wells cuya descacharrante pelea final con el austríaco cumple una regla de oro de estas películas: lo sucedido en una escena no afecta a la siguiente ni guarda correspondencia con la anterior.

Así podemos ver al alocado Bennett electrocutándose con bastante brutalidad y en el plano siguiente atacando a su enemigo como si nada (viva la acción surrealista). Y para no dejar en segundo plano al género femenino el guión pone al lado del héroe a una mujer (y negra, no os quejaréis) para que le vaya ayudando en lo que pueda, esa Rae Chong sin ninguna personalidad aunque ella se esfuerce y cuya intervención en la trama carece de sentido, porque, ¿para qué querría esta señorita meterse en líos de mercenarios y secuestros? Sin embargo no está de jarrón decorativo, como sucede en otros títulos.
Incluso Jennifer está armada de coraje (¿qué podemos esperar de la hija de Schwarzenegger?) y no hace de pobre niña asustada y plañidera pese a estar amenazada por esa legión de soldados mercenarios los cuales serán carne del cañón de Matrix a lo largo de uno de los más memorables clímax que nos ha ofrecido la acción palomitera en toda su Historia. Lester es competente cuando quiere, pero su intención de hacer parecer invencible a su estrella queda demostrado; redondean a este mastodonte que apisonó la taquilla de medio Mundo los efectos especiales (físicos, auténticos y sin porquería digital) y la banda sonora de James Horner.

El cine de acción entra así en su etapa más carnavalesca, por la puerta grande, tan grande como los deltoides del protagonista.



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