Ficha Los Siete Samuráis

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Críticas de Los Siete Samuráis (1)


bigladiesman

  • 23 Aug 2014

10


La era Tenshō fue una de tantas marcadas por las Guerras Civiles entre distintos clanes de daimyos por lograr más territorio que trincar del campesinado mientras el Emperador de turno no pasaba de ser un hombre de paja. En esas circunstancias, el camino quedaba allando para que bandas de saqueadores atacaran a los campesinos para llevarse lo que les quedaba. En 1587, una aldea decidió resistir, y contrató a 7 ronin para ayudarles.

Este es el argumento de la peli que nos ocupa, el jidaigeki (peli de samuráis) por excelencia y la obra más conocida de Akira Kurosawa, que es además de una peli de aventuras - dicen algunos estudiosos que la primera peli de acción moderna - todo un retablo de la miseria que se vivía en ese tiempo, y que recuerda no poco a algunas escenas actuales que nos muestran a diario en los informativos.

Si habeís visto su estupendo remake ¨Los siete magníficos¨, el argumento de esta peli no tiene secretos: los campesinos y dos ronin, uno talentoso pero atolondrado, indisciplinado y muy trepa que lleva un espadón - una tachi, si no me equivoco - de más de un metro, Kikuchiyo (Toshiro Mifune, en una enloquecida interpretación con tranfondo cómico-patético. Hay un monólogo mirando a la cámara que hace que se me pongan por corbata: qué miedo daba el tío), el cual guarda un pequeño secretillo, y otro joven y romántico, Katsushiro Okamoto (el malogrado Isao Kimura, uno de los asíduos al cine de Kurosawa) asisten a una auténtica heroicidad hecha a cambio de nada por otro ronin, un hombre próximo a la ancianidad, Kanbei Shimada (Takashi Shimura, que venía de protagonizar la muy reivindicada ¨Vivir¨ a las órdenes de Kurosawa y fue su verdadero actor-fetiche. Su intepretación está llena de matices: es un guerrero, pero no le molesta mostrar miedo, pena o empatía hacia los desfavorecidos). Kanbei y Katsushiro son contratados por los campesinos y se lanzan a buscar otros ronin valientes dispuestos a jugarse la vida por honor y nada más: el astuto, alegre, bondadoso y amigo de los niños Gorobei Katayama (Yoshio Inaba, especialista en jidaigekis), el bravo ex-compañero de armas del viejo Kanpei, Sichiroji (Daisuke Katō); el modesto, cachondo y sediento de sangre Heihachi Hayashida (Minoru Chiaki) , el serio y perfeccionista Kyuzo (Seiji Miyaguchi), y, finalmente, el cabeza chota de Kikuchiyo. La parte femenina la compone la hermosa, neumática y sensual Keiko Tsuchima como la ingénua hija del campesino Manzo (Kamatari Fujiwara, de ¨La fortaleza escondida¨). Es tan sexy que su desequilibrado padre no quiere que los samurais intenten deflorarla, por lo que la disfraza de hombre, pero Katsushiro la descubre e inician un romance. Su personaje es mucho más activo que su equivalente mexicano en ¨Los siete mangíficos¨, y aporta candor.
Los aldeanos tienen un enorme protagonismo y están interpretados por actores de carácter de la confianza de Kurosawa: casi todos salen en dos o tres pelis suyas, mínimo. Apuntar que siendo George Lucas un gran fan de Kurosawa - el uso de transiciones de barrido, míticas por la saga Star Wars cuando estaban en desuso en EE.UU. desde los años 40, está presente aquí - veo en la interpretación del viejo patriarca de la aldea (Kuninori Kôdô), un avance de la manera de ser y de gestualizar del Maestro Yoda (da la impresión de que Frank Oz vio varias veces esta peli).
Los villanos están deliberadamente poco caracterizados. Su jefe es un anónimo tipo tuerto interpretado por Shinpei Takagi, actor y, ocasionalmente, técnico de FX.

El guion del propio Kurosawa y sus ayudantes Shinobu Hashimoto (era un hombre pese al femenino nombre) y Hideo Oguni, suma un argumento puramente de aventuras (7 camaradas que luchan contra la delincuencia) con un ambiente social realista (las cuitas de los desdichados campesinos). Pasan tantas cosas que las más de 3 horas de drama y acción (la parte tras el cartel de ¨intermission¨ es un toma y daca constante) son realmente paladeables.


En 1954, Kurosawa ya estilizaba la violencia, mostrando unas pocas muertes en cámara lenta con gran efecto dramático. Su estilo de montaje resulta rápido y ayuda a agilizar la larguísima narración. Pese a la violencia en pantalla, raramente vemos una sola gota de sangre.
Los decorados son parcos, lo que sumado a la fotografía en blanco y negro dan a la película un ambiente sobrio y feísta, resaltado por sets exteriores (que merecieron una nominación al Oscar) que retratan las duras condiciones de vida de ese Japón. El variado vestuario fue también nominado a un Oscar. La música tiene un aire tradicional, pero se usa orquestación eminentemente occidental (hay incluso un solo de saxo).

Fue un exitazo nominado a dos Oscars (Mejor Vestuario y Mejor Diseño de Producción) y ganadora del León de Plata en Venecia, entre otras nominaciones y reconocimientos. Yul Brynner se fijó en ella... Y otro clásico del cine nació.

Una absoluta obra maestra del cine de aventuras. Es larguísima pero pasa rápido, y está muy bien rodada e interpretada. Solo puede no gustar a los detractores del cine asiático y sus exagerados modos interpretativos de entonces (era su manera de hacer cine). Excelente.



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