Ficha Dos Duros sobre Ruedas

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Críticas de Dos Duros sobre Ruedas (1)


Mad Warrior

  • 30 Sep 2022

5



Si el público creía que no podían llegar más parejas de tipos duros en el cine estaban muy equivocados.
Aún no habían aparecido...¡Harley Davidson y ¨Marlboro Man¨! (explosión de fondo y ovaciones).

Eran los 90, señores, así que por supuesto, aun había tiempo para los tipos duros, y cuantos más duros mejor. Mel Gibson y Danny Glover habían dejado el banquillo caliente, preparado para ser ocupado por unos no muy compatibles Clint Eastwood y Charlie Sheen, si bien se le habían roto las patas tras sentarse Sylvester Stallone y Kurt Russell en él; heredan el hueco dos astros que ya entonces andaban de capa caída, por un lado un Don Johnson un tanto desubicado después de ¨Miami Vice¨, aunque protagonizó la interesante ¨Labios Ardientes¨, A Mickey Rourke, sin embargo, le seguían afectando las lesiones en la cabeza por culpa del boxeo...
Y casi nada agradaban a crítica y público sus últimas actuaciones en ¨Orquídea Salvaje¨ y el innecesario ¨remake¨ de ¨Horas Desesperadas¨. Don M. Paul, actor venido a menos y mediocre guionista con el ego un poco disparado, une a los dos colosos en lo que podría haber sido un digno ¨ejercicio de retorno¨...pero ni pensarlo. Influyó bastante su mala relación con Simon Wincer, quizás uno de los directores salidos de la Nueva Ola australiana que peor suerte tuvo (al menos hasta encargarse de ¨Liberad a Willy¨). El inicio puede dar lugar a engaño, pese a ser muy apropiado para Rourke.

Éste, solitario, tras haberse acostado con una zorra anónima en un motel de mala muerte, sale de allí a lomos de su moto. Pareciera que vayamos a ver una película de Walter Hill o Michael Winner, pero de fondo, en la radio, se anuncia el nuevo año: 1.996, un futuro cercano y distópico, extrañísimo puesto que pocos detalles hay de ello y a nadie le importan. Seguimos perfectamente en una película de Hill o Winner cuando el héroe, que detiene el atraco a una gasolinera con sus manitas, llega a un bar de muy mal ambiente. Allí está su mitad: Johnson a lo cowboy andrajoso, no así cuesta creer el contraste con Rourke.
Mientras éste, con su manera ininteligible de mascullar, interpreta a un tipo reflexivo y en busca de su dignidad (o eso da entender), el otro, evidenciando su fuerte acento de Missouri, destaca en su más diametralmente opuesta versión de Sonny Crockett, una loca y arrogante combinación de Martin Riggs, Martin Penwald y el Billy de ¨Easy Rider¨ cuya única meta es seguir adelante, aunque eso signifique hundirse en el fango de la decadencia. Asoma entonces una posibilidad de redimirse: a través de un atraco, y hasta el momento aún seguimos en una película de Hill o Winner...

Con su clásico sabor a asfalto, polvo del desierto, sudor de bailarina de striptease y alcohol de bar de carretera; incluso hay un asalto a un furgón que trae recuerdos de ¨Johnny, ¨el Guapo¨ ¨. Y entonces...una droga revolucionaria, una corporativa ultramoderna, una letal banda de asesinos, páramos desérticos; de súbito, por obra y gracia de la alucinada mente de M. Paul, estamos inmersos en un cómic que podrían haber creado Gerry Conway o John Arcudi; a este punto, el antes ¨western¨ urbano/¨buddy movie¨ de acción simple y sucia atraviesa lugares de bizarra incoherencia y disparate generalizado, pero es autoconsciente de ello y se ríe con ello, al estilo Rodríguez.
Al margen de la ultraviolencia gratuita, la misoginia que afecta a esa increíble colección de chicas-objeto (a la cabeza Chelsea Field, Tia Carrere y Vanessa Williams, nada menos, quienes pasan por la pantalla como maletas esperando a que alguien las abra) y la locura desplegada en tiroteos, persecuciones, explosiones y ¨rock¨ a todo volumen, no queda absolutamente nada. Podría simbolizarse este desbarajuste de la siguiente manera: el argumento es una carretera, y las piedras alrededor figuran los aspectos mínimamente interesantes; lo que hacen el director y el guionista es cogerlas y tirarlas a ver si hay suerte y caen sobre dicha carretera...

Mientras tanto, la imbatible pareja, versión moderna y esperpéntica de Butch Cassidy y ¨Sundance Kid¨ más cercana a Tango y Cash (aunque Stallone y Russell poseían una química más sólida), circula arriba y abajo sin parar, con Daniel Baldwin (el más estomagante de la jauría de hermanos) y un aborrecible Tom Sizemore pegados a sus talones. La historia se basa así en su cacería, sin descanso; y en el transcurso debaten algunas cuestiones existenciales sin mucha trascendencia, pero se abandonan subtramas y personajes que habrían aportado algo de fundamento.
Tenemos esa droga nueva, de tan atractivo diseño, y no se habla de ella más que de soslayo; tenemos romances trágicos con Field y Williams de potenciales protagonistas, y sólo asoman del modo más superficial; tenemos a un villano del crimen tipo Wilson ¨Kingpin¨ y no nos detenemos ni un segundo a conocerle; tenemos secundarios entrañables como Giancarlo Esposito, Julius Harris y el luchador John Minton que sólo aparecen para morir...tantas cosas que los héroes, debido a su recalcitrante megalomanía, dejan tiradas por el camino para no molestar en la aventura frenética y comiquera (de pura línea Dark Horse) en la cual se embarcan.

Que Wincer filma, por cierto, con mucho ruido y poco carácter, habiendo sido más adecuados para la tarea Tony Scott, John Irving, Mark Lester o los mencionados Hill y Rodríguez.
Como era de esperar, a Johnson, Rourke y todos los demás les aguardaba un castañazo de los buenos en taquilla. Nostálgicamente hablando, en recuerdo de los añorados 90, este producto puede resultar entrañable, pero sólo quedan fallos y mediocridad más allá de eso...



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