Los Coen, una vez más, y no sería la última, se burlan de la sociedad norteamericana y de su sueño de la familia feliz con la aventura de esta pareja caricaturesca de la clase baja (desternillantes Nicholas Cage y Holly Hunter) que quieren ser como pueden ser los demás: una familia típica con críos, sobre todo con críos. No lo consiguen en un principio por no poder tener a los deseados niños, pero también por la condición del padre de ex preso al que se le niega la apertura de las puertas de la reinserción social. El humor, como vendría siendo en su filmografía posterior, es paródico (sobre todo con los mitos de los USA), absurdo y canalla, muy canalla (Arizona Baby se emparienta muchísimo con la loca El Gran Lebowski, la obra más canalla de los hermanos), y la acción, frenética a lomos de una cámara no menos frenética y de un montaje de inteligente ritmo, no deja parar un momento al espectador, gracias también a un guión agilísimo y plagado de gags memorables entre los que destaca la lucha final del protagonista contra el motero del infierno (¿una parodia desmitificadora de los viajes interiores y exteriores hacia la redención?). Lo pasarán muy bien con Arizona Baby. Y no crean: también se emocionarán.
thirstyforblood
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Los Coen, una vez más, y no sería la última, se burlan de la sociedad norteamericana y de su sueño de la familia feliz con la aventura de esta pareja caricaturesca de la clase baja (desternillantes Nicholas Cage y Holly Hunter) que quieren ser como pueden ser los demás: una familia típica con críos, sobre todo con críos. No lo consiguen en un principio por no poder tener a los deseados niños, pero también por la condición del padre de ex preso al que se le niega la apertura de las puertas de la reinserción social. El humor, como vendría siendo en su filmografía posterior, es paródico (sobre todo con los mitos de los USA), absurdo y canalla, muy canalla (Arizona Baby se emparienta muchísimo con la loca El Gran Lebowski, la obra más canalla de los hermanos), y la acción, frenética a lomos de una cámara no menos frenética y de un montaje de inteligente ritmo, no deja parar un momento al espectador, gracias también a un guión agilísimo y plagado de gags memorables entre los que destaca la lucha final del protagonista contra el motero del infierno (¿una parodia desmitificadora de los viajes interiores y exteriores hacia la redención?). Lo pasarán muy bien con Arizona Baby. Y no crean: también se emocionarán.
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