En un primer semestre 2010 anémico en cuanto a buenos estrenos, el drama romántico pasa serios aprietos. Y aquí el hábil artesano sueco L. Hallstrom acostumbrado a hacernos llorar sobriamente (Gilbert Grape, Atando cabos, Las reglas de la vida), tropieza con un film juvenil plano y estéril basado en un melodrama del exterminable N. Sparks, mercenario escritor de bestsellers como Noches de Tormenta o la amada Diarios de una pasión (símil a lo que John Grisham es al derecho)que incurre insistentemente en el giro trágico, los desencuentros familiares (más encima falta por estrenarse La última canción) y que en este caso da un golpe bajo, de forma similar como hace poco pasó con Recuerdame, diciéndonos que el atentado de las Torres gemelas interrumpió el amor de una generación joven norteamericana. La emotividad buscada nunca aparece, pese al uso cliché de una bella fotografía y secuencias esperables de la pareja en atardeceres y playas matizadas por canciones maniqueas. Y ni las actuaciones correctas de R. Jenkins o la preciosa A. Seyfried (aprovechando rápido cuanto papel le ofecen, luego la veremos en Chloe y Cartas a Julieta)rescatan al infumable C. Tatum y un tercio final francamente estúpido, ridículo, alargadamente aburrido.
thirstyforblood
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En un primer semestre 2010 anémico en cuanto a buenos estrenos, el drama romántico pasa serios aprietos. Y aquí el hábil artesano sueco L. Hallstrom acostumbrado a hacernos llorar sobriamente (Gilbert Grape, Atando cabos, Las reglas de la vida), tropieza con un film juvenil plano y estéril basado en un melodrama del exterminable N. Sparks, mercenario escritor de bestsellers como Noches de Tormenta o la amada Diarios de una pasión (símil a lo que John Grisham es al derecho)que incurre insistentemente en el giro trágico, los desencuentros familiares (más encima falta por estrenarse La última canción) y que en este caso da un golpe bajo, de forma similar como hace poco pasó con Recuerdame, diciéndonos que el atentado de las Torres gemelas interrumpió el amor de una generación joven norteamericana. La emotividad buscada nunca aparece, pese al uso cliché de una bella fotografía y secuencias esperables de la pareja en atardeceres y playas matizadas por canciones maniqueas. Y ni las actuaciones correctas de R. Jenkins o la preciosa A. Seyfried (aprovechando rápido cuanto papel le ofecen, luego la veremos en Chloe y Cartas a Julieta)rescatan al infumable C. Tatum y un tercio final francamente estúpido, ridículo, alargadamente aburrido.
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