Ficha La Espada del Inmortal


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Críticas de La Espada del Inmortal (1)




Mad Warrior

  • 4 Oct 2023

8



Edo. Conspiraciones dentro del Shogunato, pueblos hundidos en miseria, samuráis recorriendo los senderos con su orgullo implacable, mercenarios despiadados tras los árboles, tiempo de paz, lo llamaban...
El “asesino de cien hombres“ deambula en esta era sin rumbo fijo, pero el odio de una niña le pondrá de nuevo sobre el camino.

Para los fans entendidos del manga la pareja Manji/Rin es de una importancia capital dentro de este universo: un ronin maldito con gusanos mágicos alimentando su sangre y una joven con la venganza pudriendo la suya, unidos en un periplo cuyos resultados sólo dejan cadáveres alfombrando la tierra. Las páginas de “Mugen no Junin“ desprenden un aroma a “ken-geki“ clásico y su expresión innovadora aviva los sentidos, con sus diseños a lapiz combinados con el rotulador de punta fina y el tradicional fude-pen japonés; este Edo se tuerce en formas inquietantes y de una belleza lírica incluso en sus descripciones de violencia extrema.
Hiroaki Samura, fanático de Osamu Tezuka y Katsuhiro Otomo y de las novelas de Junichiro Tanizaki, fue galardonado por engendrar una fábula donde tradición y arte moderno se mezclaban sin piedad, cuando el género histórico ya no era muy popular en el cómic nipón a principios de los “90, pero él le dio la vuelta a la situación y su trabajo aguantó la friolera de casi veinte años de publicación desde el magazine Monthly Afternoon. El éxito se afianzó cuando la versión en inglés apareció en 1.996 bajo la firma Dark Horse; en 2.008, con la saga por su 22.º volumen (en formato manga “tankobon“) y siendo un fenómeno de masas, llega la oportunidad de trasladarla al anime.

Para el veterano productor, director y fundador de Bee Train, Koichi Mashimo, quien respetaba la integridad de la obra, fue un reto condensar la compleja riqueza de una trama aún en progresión en los trece episodios que se planificaron, pero el guionista Hiroyuki Kawasaki tuvo el permiso de Samura para jugar con la cronología narrativa así como la descripción y el carácter de los personajes sin traicionar su esencia. Hay que tener en cuenta que es imposible plasmar su distintivo trazo, visualización del movimiento y forma de ejecutar la acción (a partir de una viñeta grande (plano general) en la parte superior seguida de otras más pequeñas (primeros planos o planos-detalle) en la inferior).
Sin embargo el trabajo de animacion es notable y los colores, apagados, terrosos, viscosos, sombríos, encajan de maravilla con este imaginario. Conocemos a Manji a partir del resumen sobre su sublevación contra su señor y la posterior recompensa que pesa sobre su cabeza; su hermana Machi ya es una desequilibrada cuyo marido ha muerto a manos de él, y la monja anciana del folklore Yaobikuni (su papel aquí no está del todo claro) ya le ha implantado en el cuerpo los gusanos de la inmortalidad (los “kessen-chu“). Por desgracia la presencia de la chica dura poco tiempo.

Mashimo logra trasladar el crudo lirismo y el dolor amargo del dibujo de Samura, y es cuando aparece en escena Rin, la joven de 16 años de familia samurái que vio su casa hecha pedazos por los miembros del clan independiente Itto-ryu, cuyo líder, Kagehisa, se ha propuesto gobernar sobre todos los dojos existentes. Pareciera que una nueva historia ha invadido a la de Manji debido a la forzada simplificación de Kawasaki; aun así este dueto, unidos por la Yaobikuni, posee una magnífica química, pierdan o no parte de su personalidad (en el manga él es aún más rudo y despiadado y ella se ve más sembrada por la confusión).
El pilar de la trama, influencia directa o no, sigue la del clásico “Valor de Ley“, por tomar sólo un ejemplo; el pistolero borracho Rooster Cogburn de John Wayne es ahora un ronin de la estirpe de los espadachines caídos en desgracia o presa de maldiciones al estilo de Sazen Tange, Kyoshiro Nemuri o Ryunosuke Tsukue. Da la sensación de que Manji siempre fue parte del folklore, con su carácter sádico y cínico, su cara marcada por grandes cicatrices y su kimono que con la cruz gamada en la espalda exterioriza la luz y la oscuridad de su alma, el caos y el equilibrio en perfecta cohesión; halla en Rin, físicamente similar a Machi, a una hermana sustitutiva, despertando así su humanidad.

Rin, por su parte, es la enérgica y atípica princesa de familia privilegiada que por un revés del destino acaba lanzada a un mundo real de peligro, ruindad y maldad; prima lejana de la legendaria Shizu de “Nanso Satomi Hakken-den“ o de la Yuki imaginada por Akira Kurosawa en “La Fortaleza Escondida“...
Pero en la comparativa con el “western“ de Hathaway sería la versión Edo de Mattie, embarcada en la misma misión. La trama así es muy sencilla de seguir: en cada capítulo iremos conociendo a los hombres, ahora ex-miembros, del Itto-ryu culpables del asesinato de sus padres, a los que ella (con un ataque muy singular) y Manji se enfrentan en encarnizados combates.

Sólo una parte del manga ocupa este arco, y las subtramas de los secundarios se simplifican, pero permanece algo vital para la evolución de la muchacha durante el largo viaje: sus interacciones con los villanos. Por tanto la venganza ciega adquiere unas dimensiones más complejas, tomando conciencia de lo que significa la transmisión del sufrimiento, el dolor ajeno, la culpa eterna y la errónea justificación de la violencia; a veces dos episodios se utilizan para desarrollar un individuo concreto (la asesina de triste pasado Makie, uno de los personajes más trágicamente hermosos del universo manga/anime, y merecedora de un “spin-off“) y eso ayuda a cambiar un poco más a Rin en su interior.
Kawasaki hace honor a la visión del autor sobre su terrible idea de la conciencia del ser humano, la descripción de la casta samurái, de la que se condena su orgullo hipócrita y su corrupción moral, o el rechazo de cualquier forma de redención (antiguos asesinos del Itto-ryu u otros guerreros han hallado por fin la paz pero la violencia y la muerte les siguen persiguiendo). Rin, como el lector del manga y el espectador del anime, absorbe las lecciones y la filosofía de esta tierra feudal amoral, perversa y retorcida que, por obra y gracia del ingenio de Samura, se desvía hacia una grotesca extravagancia visual, de anacrónica y fantasiosa estética en la línea de “Ninja Scroll“, preñado de ácido humor negro y un cierto toque de erotismo sórdido.

Las influencias del film de Yoshiaki Kawajiri, estrenado antes, son apreciables. No tendremos tiempo de conocer, desgraciadamente, todo lo demás; al llevarse a cabo sólo un tercio del manga, el guión trata muy de soslayo otros diferentes temas y personajes sin la importancia que requieren. Puede ser un regalo al fan, pero para el que no tenga conocimientos previos sólo resultará un sinsentido, por ejemplo la descripción del clan de mercenarios Mugai-ryu, opuestos a Itto-ryu, quienes realizan pequeños actos de asesinato y espionaje sin saber muy bien a qué bando pertenecen.
Podremos conocer a los principales Shira, Gichi y Hyakurin, pero mediante avance la serie quedarán bastante relegados debido a la trama principal de Rin, por lo que no da tiempo a descubrir sus conexiones con Kagimura, el mandatario del Shogunato cuyas conspiraciones contra Kagehisa por su visión blasfema de las técnicas de lucha y la casta samurái tampoco se desarrollan como es debido. Los espadachines del Itto-ryu gozarán de una mayor profundización en sus vidas y pasados, sin alcanzar la complejidad del cómic, pero uno querría saber más sobre su líder, precisamente, cuyas reflexiones, ambiciones y pesares casi siempre se nos muestran en “flashbacks“.

Y dudo que un personaje construido a base de “flashbacks“ capture el interés del espectador. La única ocasión que tenemos de comprender su cruzada de sangre es gracias a su fortuito y poco creíble encuentro con Rin en el bosque, donde es desvelada otra subtrama que a cuentagotas viene atravesando la serie: la referente a Torayuki Asano (abuelo de la chica) y Saburo Amatsu (abuelo de Kagehisa), vetado en los dojos y considerado un “renegado“ por el padre del primero al usar armas extranjeras.
Viejos odios familiares e injusticias que hacen a ella cuestionarse aún más la validez y determinación de su venganza.

Y hasta ahí. Esa es la gran pega del anime: que jamás siguió, que se detuvo en seco dejando decenas de personajes secundarios y geniales subtramas sin desarrollar. Sólo con 13 episodios resultaba imposible, así que el trabajo de Mashimo acaba en el saco de esas series que terminan sin terminar para continuar en el manga (un saco muy lleno ya...); pero supo captar los tonos de la atmósfera sucia, trágica y desesperanzadora de Samura, con unas técnicas más o menos atractivas (hablamos de una producción de 2.008).
Esa fue la causa de que una década después (y tras el estreno de un “live action“ algo mediocre que reducía a la nada la historia y a los personajes) se decidiera realizar una nueva versión, de mayor extensión, fidelidad y, cómo no, un aspecto visual más refinado. Siempre vale la pena seguir escudriñando en el rico, vasto y enrevesado universo “neo-feudal“ de “Mugen no Junin“.



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