Ficha Daimidaler the Sound Robot


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Críticas de Daimidaler the Sound Robot (1)




Mad Warrior

  • 17 Nov 2023

1



La muerte del “mecha“...
sería el modo más adecuado de definir esto, tal vez la mayor locura perpetrada en el mundo del anime de ciencia-ficción ocupado por robots, y es de ley agradecérselo a dos individuos en concreto: el popular mangaka Asaki Nakama y el diseñador, dibujante y director de anime Tetsuya Yanagisawa.

Porque hasta cosas así tienen un motivo de ser. Nakama inició una especie de reinado dentro del casi olvidado “mecha“ alzándose como todo un renovador del género gracias a su saga Penguin Empire (su fama se basa en eso exclusivamente, igual que la de Lucas con “Star Wars“); “Kenzen Robo Daimidaler“, de sólo cuatro tomos, es el tercer arco de dicha saga, conectado a los otros por el estilo y la historia de los antagonistas, y ha sido el único llevado a versión animada, dos años después de terminar su publicación. Para Yanagisawa, fanático de los robots, encargarse de tal proyecto era una oportunidad que anhelaba desde siempre (así lo expresó al productor Keisuke Kawai tras ofrecerle el proyecto).
Si uno presta atención a esta adaptación, que quita algunos detalles de la obra original e inventa otros, puede saborear el regocijo del director durante la producción, cuyo estilo encaja de maravilla con el del autor. Al ojear “Daimidaler“ de cerca la cosa cambia; el escenario es una Tokyo alternativa atacada constantemente por unos extrañísimos seres de otra realidad parecidos a “pingüinos antropomórficos“ (¿?) cuyo motivo es...no se sabe. Ya empiezan a liarse las cosas. Estos supuestos villanos que usan horribles robots gigantes para destruir la ciudad carecen de una verdadera razón; los supuestos héroes entran en juego y las cosas van a peor...

Si Nakama usaba el puro y gratuito homenaje en sus cómics, Yanagisawa también se despreocupa de todo lo que implique un argumento comprensible y se lanza a disfrutar como un niño. Koichi, fotocopia del Issei de “High School DxD“ pasadísimo de vueltas, aparece sembrando el caos con su perversión sexual; Kyoko, la versión idiotizada de la Misato de “Evangelion“, le recluta en una organización que combate a los malditos pingüinos, que resultan ser igual de depravados que el protagonista. Y ahí termina la trama. No hay introspección de personajes, ni motivaciones en los enemigos, ni explicaciones que valgan...
Y si nos dan alguna sólo serán gilipolleces sin sentido porque el nivel del humor es tan ridículo y descerebrado que no puede permitirse ser ingenioso; quedan fieros combates de destrucción masiva en escenarios urbanos (sin procesado de CGI, al estilo del anime tradicional) y el regusto a las series de los “70 y “80 (tributos directos a “Mazinger Z“, “Macross“, “Yusha Raiden“ o “Cyborg 009“). La mayor diferencia es que “Daimidaler“ no posee lo que tan especiales hacía a aquellas: encanto, y la estupidez que desprenden estos vacíos personajes no es entrañable, sino desagradable.

Además, el poder que hace mover a los robots, punto central en el que se apoya toda la serie, es el de los impulsos eróticos y deseos sexuales, repitiendo el mismo tema que ya habían popularizado “Freezing“ y “Dakara Boku wa “H“ ga Dekinai“, dando pie a desplegar altas dosis de “fan service“ para adolescentes calenturientos (cómo no, se trata de Yanagisawa, director “High School DxD“). Peor aún son los aleatorios giros de guión, incongruentes incluso dentro de la ilógica de la propia serie; yo jamás vi deshacerse de los protagonistas a mitad de una historia y aparecer otros, más carismáticos y agradables, para sustituirles. Una historia dentro de otra.
“Daimidaler“ lo hace y le da igual la opinión de los demás. Por eso resulta tan inaccesible, por su concesión a la gratuidad celebrándolo con todo el descaro, así lo hace el director, quien pretende parodiar el género; tal vez lo haga, pero no le sale nada bien. ¿Quién puede seguir con dos tortolitos empalagosos (pero más dignos, Shoma y Kiriko) y olvidar a los anteriores Koichi y Kyoko? Las reacciones de los espectadores fueron directas y furiosas, claro. Y si antes sobraban las explicaciones, ahora (del capítulo 6 en adelante), como si toda la atmósfera hubiera cambiado, hay más propensión a la cursilería, a la abundancia de diálogos y más tiempo para los personajes, provocando al ritmo ralentizarse hasta la extenuación...

Pero no por quedarnos más tiempo con ellos terminan siendo más interesantes (no hay forma de que Likantz, una subnormal depravada que aparece de la nada para unirse al ejército de pingüinos que no sabemos lo que quieren, pueda captar nuestro interés). Al menos este anime es honesto con respecto a que nunca debe tomarse en serio, por eso hasta los instantes dramáticos son bombardeados con ocurrencias incoherentes, que van aumentando durante los últimos episodios creándose tal batiburrillo de conceptos, giros imposibles, subtramas abiertas sin preguntarlo nadie, “flashbacks“ innecesarios y “fan service“ vergonzoso, que sólo resta esperar a que acabe el desaguisado cuanto antes.
Lo malo es que el ritmo es lento, la acción no avanza, todo está lleno de diálogos intrascendentes, de personajes secundarios que llegan y quieren tomar el protagonismo. ¿Qué vuelven los primeros héroes tras un montón de capítulos?, ¿que ahora los villanos no son tan malos como creíamos?, ¿que los humanos se pueden transformar en pingüinos y viceversa?, ¿que hay una organización enemiga de la organización Daimidaler? ¿A estas alturas a quién puñetas le importa ya? En un ejercicio de mordaz metaficción los personajes afirman de vez en cuando no entender nunca lo que sucede...y si ellos no lo entienden, ¿lo vamos a entender nosotros?

Increíble, pero la serie atenta contra sí misma debido a la locura que despliega en todas las direcciones. Sería difícil confirmarlo pero, de los muchos animes que he visto a lo largo de mi vida, “Daimidaler“ es, con mucho, el peor jamás realizado.
Es un inequívoco desastre narrativo de acción y situación, de tono, de humor, de concepción de personajes y de lógica interna imposible de salvar de la quema.



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