Ficha El Embarcadero (El Muelle)

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Críticas de El Embarcadero (El Muelle) (3)




Mad Warrior

  • 13 Oct 2022

9



¨Nada diferencia los recuerdos de los momentos habituales...sólo se dan a conocer más tarde, cuando muestran sus cicatrices¨.
Así el doloroso presente puede ser solamente el eco de una visión de desastre proyectada desde el pasado, o un sueño que se vivió alguna vez en el futuro.

El comienzo de los 60 es una etapa revitalizadora para el cine, sobre todo el realizado en Europa, impulsado por el radical vanguardismo de la corriente ¨nouvelle vague¨ que ya se lleva gestando desde hace un tiempo en terreno francófono. Así, 1.962 es otro importante año para sus producciones, sobresaliendo las de los gigantes Truffaut (¨Jules y Jim¨) y Godard (¨Vivir su Vida¨), Varda (¨Cléo, de 5 a 7¨), Blüwal (¨El Montacargas¨) o Rozier, con su debut ¨Adieu, Philippine¨. Pero entre todos ellos se va a hacer notar, incluso de forma internacional, un hombre llamado Christian Bouche-Villeneuve, o Chris Marker.
No ha hecho nunca nada que tenga que ver con el cine, es más, si es conocido es por su maestría en el arte documental, que fue desarrollando desde esos años en los que viajaba alrededor del Mundo como periodista y fotógrafo, pero su contacto con una ferviente izquierda donde se halla Alain Resnais va a cambiar eso. Tras colaborar con él en documentales de prestigio (cabe mencionar ¨Les Statues meurent Aussi¨), decide seguir arriesgándose y prueba en la ficción, con unos pocos actores, unos recursos limitadísimos y una Pentax spotmatic; no usará cámaras para rodar porque su método será otro, revolucionario como pocos...

Puede que se hiciera con anterioridad, pero es gracias a ¨La Jetée¨ cuando se empieza a hablar de los ¨films fotografiados¨. Marker nos mete de cabeza en el estruendo de un suceso violento en mitad del aeropuerto de Orly, dejándonos con el impacto del momento como al niño protagonista que es testigo de los hechos; un recuerdo de movimiento suspendido, congelado a través de las décadas, donde emerge el precioso rostro de una mujer sin nombre, y casi desvanecido por culpa de los horrores de una 3.ª Guerra Mundial que ha devastado casi todo el planeta.
El marco de la ficción post-apocalíptica es rozado con la punta de los dedos. El fotógrafo nos sumerge en un espacio interior que rezuma humedad, locura, decadencia y tristeza, un clima de asfixiante desasosiego envuelto en las monstruosas luces y sombras del expresionismo; no hay diálogos, tan sólo un narrador frío y distante comenta los hechos, como si se tratasen de las memorias de uno de los desalmados científicos de esas catacumbas, escenario de hombres condenados a terribles experimentos, sin presencia alguna de mujeres. Y un hombre, con el rostro de Davos Hanich y el ¨look¨ de los duros del ¨noir¨ moderno, avanza a su destino.

Lo que propone el natural de Ile de France carece absolutamente de todo rigor científico; el viaje temporal está descrito como una experiencia mental donde la realidad del presente queda desfigurada. Pero acaso todo son quimeras que poco o nada importa en la historia, la cual cambia de registro al abrirse camino hacia un pasado soñado (¿literalmente?), un mundo idealizado de luz cálida, cuerpos ocupando el entorno, de sol y multitudes y habitaciones amuebladas. Serán instantes eternos en la psique del protagonista...entonces aparece ella, rubia, delicada, una Hélène Chatelain que jamás se revela ante el visitante del futuro.
Y de repente nos olvidamos de la ciencia-ficción para contemplar una historia de amor. Es una tragedia que bien puede remitir a la mayoría de las parejas de la ¨nouvelle vague¨, con el destino contra ellos, y en este caso el destino proviene de un pasado escindido con la oscura hoja del futuro; ambos espectros de un espejismo convertidos en unos homólogos metafísicos de los Joe y Ann de ¨Vacaciones en Roma¨ que también sufren el advenimiento de un amor inocente y puro para el cual no estaban preparados, mientras la línea de la vida y del tiempo figurada en el tronco de un árbol en ¨Vértigo¨ vuelve a aparecer.

Y nos fundimos en la conmovedora estampa de un idilio condenado a finalizar antes de iniciarse; del mismo modo que Bergman, Godard o Masumura, Marker también se destapa como un cineasta del instante, sirviéndose de su cámara para atrapar el segundo presente en lo que tiene de más fugaz, de más efímero, y profundizar en él para otorgarle un valor de eternidad. El uso de las imágenes fijas es por tanto idóneo para su simbología y concepto, pues en cada una de ellas todo un crisol de emociones y pensamientos se retiene, perdurando intensamente a través de las líneas del tiempo (el cual no pertenece a los horripilantes científicos, sino a los anónimos enamorados).
Al final, ¨La Jetée¨ toma caminos más oscuros cuando entran en el argumento los visitantes del futuro, mucho más gélido y distante que el pasado, llegando la película a impregnarse de atmósferas inquietantes, todo ello para optar por una conclusión descorazonadora, en pleno aeropuerto de Orly, de nuevo, originando un anillo de Moebius cuyo final se une al principio en un círculo infinito, que aniquila la lógica del espacio-tiempo, que invierte los roles protagonistas, que lo lleva todo a una conclusión abierta y nuevamente terrible. Marker hace de la muerte presente un espectro del futuro que invade nuestro pasado soñado.

No será la primera vez que se explote en el cine tal paradoja, y ¨Terminator¨, ¨12 Monos¨ (reinterpretación directa de ¨La Jetée¨) o ¨Entre Oscuros Sueños¨ son algunos ejemplos. El trabajo del francés rompe esquemas en la época, y en todos los sentidos (artísticos, técnicos o filosóficos), alzándose éste como una poderosa e influyente figura de vanguardia.
Es también infalible en el aspecto de la tragedia romántica; pocas historias de amor te rasgan las tripas con tal ferocidad. Y contada en menos de media hora...lo dicho, un logro.



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Orlak

  • 13 Feb 2012

9


Cojonudo cine experimental que proyecta de manera soberbia los temores de la guerra. Imágenes que se proyectan una tras otra de forma más que interesante. Una voz en off que resulta más que poética. Toda una joya.



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Heroe_cuervo

  • 19 Jun 2006

10


Interensantisima propuesta cinematografia con una exelente fotografia, una original historia ke es relatada solo con imagenes fijas y un narrador ke en nada molesta, la musica y el sonido muy bien ralizada, ambienta del todo las imagenes proyectadas e incluso juega un factor muy importante ya ke te acen experimentar lo ke siente la imagen fija, un ejemplo de esto es cuando al protagonista le ponen una inyeccion y mientras esto pasa se esucha como late su corazon. En fin una obra maestra del genero ke inspiro el filme de Terry Gilliam 12 MONOS en 1995 e incluso me atreveria a decir ke tmb El EFECTO MARIPOSA



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