Ficha Tomorrow We Live


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Críticas de Tomorrow We Live (1)




Mad Warrior

  • 5 Aug 2022

4



Llegan de ninguna parte y con el ansia de hacerse con lo que puedan, de construir imperios de oro donde antes había ceniza y arena, como el que aquí tenemos, la clase de individuo que por no haber tenido nada ahora todo lo desean.
Malos individuos que dejan en evidencia a EE.UU. en una época en la que deben reflejar la honradez y el honor ante el Mundo...

Pues estamos a mitad de una 2.ª Guerra Mundial que prosigue avanzando de forma sangrienta entre invasiones y bombardeos. En este periodo agitado, Edgar Ulmer va a dar un paso importante en su carrera, dejando atrás sus ¨producciones étnicas¨ y afincándose junto a su esposa Shirley en los estudios Producers Releasing Corporation, aunque sin dejar de encontrarse limitado por los bajos presupuestos y los rodajes rápidos. Antes de que la compañía sea adquirida por el empresario Robert Young, ésta lanza sin cesar títulos de explotación de la más diversa índole.
El recién llegado es puesto a trabajar sobre un guión del escritor, luego magnate y político de ideas comunistas, Bernard Shulman, y un reparto que incluye a dos otroras estrellas de Hollywood que han perdido el Norte: Jacob Kranze y Lois Green (o para todos Ricardo Cortez y Jean Parker, a quienes ya podemos colocar en la inmortalidad con sus respectivos papeles de Spade en el primer ¨Halcón Maltés¨ y Elizabeth en las ¨Mujercitas¨ de Cukor). Ambos en un momento perfecto de sus vidas para los personajes que van a encarnar en ¨Tomorrow We Live¨, ya desplegando Ulmer el tono de melodrama desde el mismísimo comienzo, con música dramática sin dejar de sonar y un ambiente tenso y agobiante.

El padrastro (Bronson) y la hijastra (Julie), tras un duelo de miradas silenciosas sentados a la mesa de la cafetería que él dirige, se enzarzan en una discusión que tiene como foco central las actividades delictivas del primero en colaboración con un gángster que a fuerza de violencia y esmero se ha convertido en el dueño de un club de prestigio en mitad del desierto de Nevada. Actualidad pura la que vemos aquí, la de unos U.S.A. sumergidos en el conflicto cuya economía sumergida es lo que realmente la mantiene a flote; las mafias, por lo tanto, continúan su auge.
El que interpreta Cortez es Alex Caesar Martin (nombre perfecto para el que desee ser un conquistador), claro remedo del auténtico Salvatore Lucania, uno de los reyes del crimen organizado de aquellos años, pero como la pobre Julie (y de paso el actor neoyorkino), se trata de un individuo en sus horas más bajas, en realidad uno de los personajes clásicos del director: el errante sin nada en el mundo a lo que aferrarse, si bien aquí, porque no le queda más opción, se ha transformado en un dictador del Mal que no quiere rendirse ante las fuerzas que le acorralan, un loco empeñado, cual dolmen, en resistir ante el avance del Mundo.

También acorralado por la falta de dinero y de tiempo, el cineasta, que no olvida sus raíces expresionistas, filma la progresión de la incomprensible caída de Julie en las garras del anterior entregándose al plano general, casi siempre frontal, logrando una incómoda atmósfera teatral, algo que también se aprecia en las pretendidamente melodramáticas interpretaciones, con la exageración de gestos y cambios de tono en la voz de los actores. Asoma, por supuesto, un marcado espíritu reaccionario en todo esto (curioso, viniendo de quien viene el libreto), siendo muy conveniente que el anhelado amante de Julie, cada vez más conducida al abismo, se trate de un soldado (Bob) realmente patriótico, recto, honrado y justo...
Cabe destacar su maravilloso discurso con el que podríamos ver a Roosevelt aplaudiendo por detrás, un solemne derechazo a aquellos seres que infectan a la sociedad con sus actos viles, sus decisiones arbitrarias y sus aires de fuerte superioridad cuales líderes fascistas del momento (genial cómo Cortez se atreve a dejar a Hitler como un ¨matón de tres al cuarto¨ al compararse con él; de las frases más impagables pronunciadas en una película de la época). Es el poder de los justos, encarnado en Julie y su padrastro (por mucho que éste se trate de un ex-convicto) los que han de ganar, claro.

En toda la segunda parte, Ulmer apuesta por la velocidad, la acción y la violencia, y con ello con más primeros planos, desatando la acumulada tensión previa y condenándose los actos de los malvados (Bronson lo hará, para redimir sus pecados) pero lo cierto es que los momentos climáticos se conducen por lo previsible y no la presenta con la eficacia que otro cineasta (contando con más dinero y mejor equipo, ni que decir tiene) habría conseguido, y mientras Cortez se precipita con su villano a una caricatura de sí mismo, ya desquiciado y tambaleante en sus últimos estertores, Parker se postula como heroína de pleno derecho sobresaliendo de este modo en un elenco casi por entero masculino.
Que finiquitase poco antes un divorcio con el comentarista de radio Douglas Dawson tras unirse éste a la Guardia Costera la conectaba bien a su papel (si bien Julie puede aspirar a la felicidad, dejando el film no pocos clichés de melodrama norteamericano sobre el tapete; remarcable ese instante en el que mira al cielo con el deseo de alzar el puño y jurar, voz en grito, a lo Vivien Leigh en ¨Lo que el Viento se Llevó¨, antes seguido de una secuencia de marcha de tropas militares sin ningún sentido y mucha vena patriótica).

Una de esas escenas características de este tipo de pobres productos es la del asalto de los gángsters enemigos al club de Martin, y la paliza que le propinan a éste, toda rodada frontalmente y a cámara rápida...
Sí, mal que bien, Ulmer hizo lo que podía con los recursos de los que disponía, pero él, al igual que su villano, construiría un imperio de la serie ¨B¨ (o ¨Z¨) en el seno de P.R.C., y aquí empezaría todo.



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