Ficha Historia de Fantasmas de Yotsuya

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Críticas de Historia de Fantasmas de Yotsuya (5)




Mad Warrior

  • 6 Aug 2022

8



Engañada, maltratada, traicionada y sentenciada a muerte, Oiwa se arrastra en la habitación, cubierta por la penumbra, mientras le arde la cara, el pelo se le cae y se le debilitan las extremidades...
Su rostro en el espejo no es el de una bella mujer, sino el de un monstruo, y por ello clamará venganza.

El culpable es Iemon Tamiya y todo ello se trata en la historia de fantasmas ¨Tokaido Yotsuya Kaidan¨, la más famosa de su género desde que se estrenó como obra kabuki en 1.825 del puño y letra del autor Katsujiro, cuarto miembro de la generación Nanboku; la historia sobre un hombre infame, cruel hasta las últimas consecuencias, que termina en un complot con la vida de su mujer para más tarde ser perseguido por su espíritu vengador, causó un furor tremendo en la época no sólo por su violencia y uso del horror fantástico, sino por la reversión del papel de la esposa sumisa, estándar de la tradición japonesa, transformada en asesina.
La que nos ocupa sólo es otra más de una extensa lista de versiones cinematográficas, pero ha llegado a ser la más conocida e influyente; en competencia con la que deseaba estrenar Daiei el mismo Julio de 1.959, Shintoho le ofrece el encargo a Nobuo Nakagawa, su maestro del horror sobrenatural y hábil en cuanto a profesionalidad y rapidez para trabajar se refiere. El guión, sin embargo, pasa por algunas reescrituras y, como ya era costumbre en el cine, el texto original vuelve a cambiarse para una adaptación mucho más simplificada (teniendo en cuenta el tiempo de rodaje y el bajo presupuesto...).

Pero tanto el guión como el cineasta respetan el origen kabuki y así comienza todo, con una escena directamente teatral rica en movimientos y detalles que parece estar narrada por el penetrante lamento de la misma Oiwa; el segundo sigue haciendo gala de su destreza tras la cámara en un largo plano-secuencia exterior donde el ronin Iemon confronta a Samon, padre de aquélla y en contra de su matrimonio. Los colores de la fotografía de Tadashi Nishimoto (en tonos terrosos por un error en el proceso de montaje) y la labor del genio Haruyasu Kurosawa para con los escenarios y la composición formal dota premeditadamente del aspecto irreal del kabuki al film, al estilo de lo que hizo Kinoshita en ¨La Balada de Narayama¨.
Entrará así en escena Naosuke, otro personaje que sirve para subrayar la corrosiva inmoralidad omnipresente que perfila este Japón feudal (tal vez de la era Kanei) muy del gusto del director, quien como veremos apelará a unos altos niveles de violencia, tanto física como psicológica, un tanto inusuales para la época. Se eliminan nombres, la trama reduce sus complicadas intrigas secundarias y el montaje adquiere cierta velocidad; Sode deja de ser prostituta para convertirse en hermana casta e inocente de Oiwa, por ejemplo, dejando que Naosuke la siga deseando.

Cual ¨jidai-geki¨, gran parte del metraje reposa sobre las raíces del melodrama, el más doloroso que pueda existir; mientras los hombres son dibujados desde la pura fealdad por Yoshihiro Ishikawa, haciendo de ellos viles asesinos y conspiradores, las mujeres, como las de Mizoguchi, son objetos de deseo que sucumben al maltrato, la forzada servidumbre y el silencio sacrificial y tortuoso, un tétrico escenario de corrupción moral bastante insoportable que desde un lejano plano de realidad es frecuentado por la presencia de las serpientes, signo de mal presagio, muerte y castigo.
En la nómina de actores que han dado vida al ronin nadie se sobrepone a Tatsuya Nakadai en la posterior versión de Shiro Toyoda, pero no desmerece el interpretado por Shigeru Amachi, un Iemon terrible, detestable y, todo hay que decirlo, bastante idiota (obsérvese la facilidad con la que le maneja Naosuke), sin dificultad para ganarse nuestro desprecio en la maraña conspiradora preparada a la pobre Oiwa (encarnada por la heroína de Shintoho, Katsuko Wakasugi, quien puso en riesgo su integridad física y mental en el papel debido a las exigencias del obseso del detalle y el realismo que era Nakagawa).

Quitando todo rastro de importancia a Ume y la familia Ito y su participación en la traición, este último convierte a su musa, quien estaba siempre en un plano secundario, en estrella de la función cuando la tragedia haga de las suyas. De aquí en adelante la inventiva visual también se hace con el protagonismo y la lógica del mundo de los vivos será arañada por formas aberrantes que irrumpen para desfigurarla; con el asesinato de su propia esposa, Iemon ya ha perdido sin remedio su condición humana y ha sido lanzado al Infierno, donde le espera la anterior para torturarle sin piedad.
Se desata un espectáculo delicioso para todo fan del terror sobrenatural: miembros cercenados en brutales actos de violencia, lagos que tornan sus aguas en termas de sangre en ebullición, sombras que emergen desde mohosos rincones para traer el lamento de espectros de piel blanquecina y rostros desencajados, el grito desesperado de un Iemon arrojado al infierno de los pecadores y perversos, una experiencia macabra de pura abstracción que el director a veces filma sin evidenciar la disociación entre mundos (esto es, pasando sin cortes entre escenas desde la realidad tangible a la fantasmagórica en un único plano, dejando que aquí ¨lo invisible¨ se infiltre de manera fluida y casi sin alteraciones del espacio).

Y es que antes de su joya ¨Jigoku¨, el de Kyoto ya brindó al cine una de las muestras de horror más sólidas, entretenidas y bellamente formales, todo un éxito en su momento que logró hacer sombra a la más cara adaptación de Kenji Misumi y poco después sería elogiada a nivel internacional (para Francis F. Coppola es una obra maestra incontestable del género).
La esforzada Wakasugi, por su parte, queda como una de las mejores encarnaciones de Oiwa...desgraciadamente solapada por Mariko Okada en el film de Toyoda.



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mahotsukai

  • 7 Feb 2022

9



Icónica versión de la famosa leyenda japonesa de fantasmas, a cargo del legendario Nobuo Nakagawa (“Jigoku” o “Infierno”, 1960).

Molesto por la desaprobación del padre de Oiwa, su novia, el ronin Iemon decide darle muerte culpando del crimen a un bandido desconocido. Luego de desposar a Oiwa, a quien dará una vida miserable, conocerá a Ume, una mujer de una familia adinerada que le ofrece la posibilidad de acabar con su miseria económica.

El pionero y talentoso director japonés Nobuo Nakagawa, considerado padre del cine de horror japonés, había incursionado hacía años en el subgénero 怪談 o Kaidan, traducible como Historias de Fantasmas o Cuentos de Misterio, con interesantes propuestas cinematográficas como “怪談累が渕” o “Kaidan Kasane-ga-fuchi” (“El fantasma del pantano de Kasane”, 1957) y “亡霊怪猫屋敷” o “Borei Kaibyo Yashiki” (“La mansión del gato fantasma”, 1958), cuando se decidió a realizar su propia adaptación de “四谷怪談”o “Yotsuya Kaidan” (“Historia Fantasma de Yotsuya”, 1959). La clásica obra teatral para Kabuki escrita por Tsuruya Nanboku IV en 1825 había sido inicialmente adaptada al cine en 1912 por Shôzô Makino y a partir de entonces había tenido más de 18 versiones entre 1913 y 1937, siendo las más recordadas la silente “新版四谷怪談o “Shinpan Yotsuya Kaidan” (1928) de Itoi Daisuke y el libre díptico “四谷怪談” o “Yotsuya Kaidan I & II” (1949) de Kinoshita Keisuke. En este contexto, la versión de Nakagawa se alzaría como la versión más influyente y, por tanto, definitiva de este clásico relato de fantasmas, que tendría otras versiones posteriores destacables, pero algo inferiores, como la de 1965 de Shirō Toyoda.

El guión firmado por Masayoshi Ônuki (“Shachô yarôdomo” o “El Señor y la Carterista”, 1960) y Yoshihiro Ishikawa (“Dogô suru kyodan” o “El Rugido de las Balas”, 1960), aún con algunas licencias, constituye la adaptación más fiel al relato original de Nanboku IV, cuyo principal eje narrativo es la venganza de ultratumba, una de las constantes más emblemáticas del cine de horror japonés y podríamos decir oriental durante los años 50 y 60, que Nakagawa ayudaría a cimentar. De esta forma, la trama inicia con el sangriento y fatal encuentro entre Iemon y el padre de Oiwa, en el que el ronin asesina al anciano por oponerse a su compromiso matrimonial. Este planteamiento difiere de la narración original en el que la pareja ya está casada, sin embargo, el argumento no pierde ningún ápice de fuerza ya que este cambio potencia las motivaciones del rechazo por parte del anciano, que igualmente está informado de la viciosa y deshonrosa vida del ronin, además de alimentar la obsesión amorosa de Iemon con la bella Oiwa.

El prólogo, en consecuencia, expone dos elementos narrativos esenciales del relato dramático en la previa a su transformación en narración sobrenatural, los cuales se relacionan con el respeto y el honor como claves del código social nipón. En la época en que se ambienta la historia, la época Edo (1603-1868) la clase samurái había comenzado paulatinamente a perder influencia y poder tras un periodo relativamente breve de ascenso y ostentación del poder durante la turbulenta época Sengoku (entre los períodos Muromachi y Azuchi-Momoyama, 1467-1568), cuyo fin había dejado a varios samuráis sin señor por la ruina de éste última o la pérdida de su favor por deshonra, conocidos como ronin. Iemon pertenece a esta nueva clase de guerrero, infame y caído en desgracia, cuya vida libertina le ha llevado a perder su condición de samurái, lo que por supuesto no inspira confianza ni respeto en el futuro suegro. No es de extrañar que la despreciativa forma en que el anciano le espeta su rechazo también encuentre el irrespeto del prometido de su hija, quien sucumbirá a su ira y frustración de la peor forma.

Todo este sentimiento miserable de fracaso no se acabará con la muerte del anciano, porque ello está poderosamente adosado a la frialdad y deslealtad del personaje de Iemon y no a su suerte a lo largo de la trama. Sin embargo, a diferencia de otros villanos clásicos del cine de horror japonés que llegan al paroxismo de la perfidia como los señores feudales Samanosuke de “大魔神” o “Daimajin” (1966) o Tajimaya de “妖怪百物語” o “Yokai Monsters: 100 Monsters” (1968), el principal villano de “四谷怪談” o “Yotsuya Kaidan” (“Historia Fantasma de Yotsuya”, 1959) resaltará esencialmente por ser un personaje más bien consumido por el vicio y la desidia, el cual se dejará fácilmente seducir por la ejecución de actos criminales para alcanzar sus propósitos mundanos, la posición social y el dinero. De esta forma, inducido en esta versión por su sirviente Naosuke y con la ayuda del regente del burdel al que asiste regularmente, Takuetsu, Iemon no tendrá escrúpulos en urdir un plan que le permita eliminar a su esposa y su hijo, para casarse con una mujer más joven y adinerada, Ume, hija de un hacendado vecino suyo.

La contraparte de Iemon es la bella e ingenua Oiwa, fatal víctima de las desmedidas ambiciones de su esposo Iemon. Además de cruelmente engañada respecto al verdadero asesino de su padre, sufrirá el desprecio y el odio de su marido, quien la sindica como responsable de su ruina económica. El guión del film introduce un elemento adicional para intentar justificar el asesinato de Oiwa, el de una supuesta infidelidad de la esposa con Takuetsu, quien había les visita para realizarle un masaje descontracturante. Este elemento refuerza la perfidia de Iemon al tratar de acusarla de adulterio, ya que en la obra sólo intenta envenenarla sin más. Como sea, la mujer deformada horriblemente por el veneno y consciente de la traición se convertirá en un 怨霊o onryō, un fantasma vengativo, cuya búsqueda de revancha le permitirá atravesar el puente de regreso al mundo de los vivos para cumplir su objetivo.

Desde un punto de vista plástico, “四谷怪談” o “Yotsuya Kaidan” (“Historia Fantasma de Yotsuya”, 1959) se alzará como uno de los ejemplos primigenios del cine japonés de fantasmas por su sobria y efectiva estética sobrenatural a cargo de Haruyasu Kurosawa (“Jigoku” o “Infierno”, 1960), con par de secuencias realmente inquietantes y acojonantes como aquellas en la que Oiwa, aún con vida, se desgarra el cabello y la cara deforme al intentar peinarse y en las variadas apariciones ya sea acosando detrás de las sombras a Iemon o con su cadáver clavado en una puerta de madera, en un desesperado intento del asesino de deshacerse del cuerpo. Las representaciones fantasmales de Oiwa resultarían antológicas y siguen el paradigma de la tradición antigua sobre estos onryōs incluyendo el kimono blanco que habría vestido en el funeral, el cabello largo y desaliñado y la cara blanca/violácea del fantasma en el teatro Kabuki.

Con todo, es preciso señalar que el gran fuerte del film está en ser lo suficientemente inquietante y conmovedor no tanto por estas secuencias sobrenaturales, sino por la forma natural, explícita y fluida en que Nakagawa da cuenta de interesantes rasgos de horror psicológico en el protagonista masculino y el ascenso a nuevas posiciones de poder en la protagonista femenina. De esta forma, por una parte, tenemos el consecuente viaje a la locura de Iemon producto de la omnipresencia fantasmal de Oiwa y, por supuesto, el brutal sentimiento de culpa que lo llevarán a cometer otros crímenes involuntarios en su afán por deshacerse del acoso de Oiwa, entre ellos los de su nueva familia. Por otra parte, Nakagawa aborda el empoderamiento del femenino protagónico que comienza como víctima y termina como poderosa vengadora, ciertamente violenta, mientras paradójicamente el victimario se convierte en víctima, que aborda ciertos cambios respecto a la ultra reprimida posición de las mujeres en la sociedad nipona, que en siglos pasados estaba incluso más marcada.

El film tiene un efectivo reparto encabezado por Shigeru Amachi (“Jigoku” o “Infierno”, 1960) como Iemon y Katsuko Wakasugi (“Dokufu Takahashi Oden” o “La Mujer Embrujada”, 1958) como Oiwa, la pareja protagónica. Les acompaña un destacable Shuntarō Emi (“Gunshû no naka no satsujin” o “Asesinato en la multitud”, 1958) como el insidioso Naosuke, personaje clave en las andanzas criminales de Iemon, Jun Ōtomo (“Yojimbo” o “Guardaespaldas”, 1961)como el masajista y regente del burdel Takuetsu, Noriko Kitazawa (“Kaidan Kasane-ga-fuchi” o “El fantasma del pantano de Kasane”, 1957) y Ryūzaburō Nakamura (“El pueblo de Satán”, 1956) Osode y su pretendiente Yomoshichi.

La banda sonora estuvo a cargo de Chumei Watanabe, quien aporta con una interesante y lograda partitura minimalista con instrumentos locales como el koto (cítara japonesa), wadaiko (tambor japonés) y shakuhachi (flauta japonesa) cuyas notas el músico alterna con cánticos de lamentos japoneses que se confunden con el viento, en especial para las secuencias fantasmales.

El film se estrenó el 11 de julio de 1959 en Tokio y se convertiría en todo un clásico del género de fantasmas japoneses que serviría de paradigma para posteriores y destacables ejemplos como “怪談雪女郎” o “Kaidan yukijorô” (“La Mujer de Nieve”, 1968) de Tokuzô Tanaka, “Kaidan hebi-onna” (“La Maldición de la Mujer Serpiente”, 1968) del propio Nobuo Nakagawa,“幽霊屋敷の恐怖 血を吸う人形” o “Yûrei yashiki no kyôfu: Chi wo sû ningyô” (“La Muñeca que bebe sangre”, 1970) de Michio Yamamoto y “怪談累が淵” o “Kaidan Kasane-ga-fuchi” (“El fantasma del pantano de Kasane”, 1970) de Kimiyoshi Yasuda.

En resumen, un clásico, icónico y entretenido film de fantasmas vengadores, con un gran guión, interpretaciones muy correctas y una estética que a pesar del tiempo mantiene intacta su belleza y eficacia visual.



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ragman

  • 1 Apr 2016

5


buen filme japones del maestro nobuo nakagawa, director a tener en cuenta si te gustan los filmes de terror de la vieja escuela japonesa, en esta oportunidad pese a que estamos ante un filme angustiosamente lento, logra levantar rumbo en su final, dentro del cine de este director, a mi gusto es una de las mas flojitas pero no por eso es mala, simplemente que le falto un poco para estar a la altura de otras.
estamos ante un filme de venganzas sobrenaturales, donde el villano es acosado por su esposa asesinada, las escenas de las apariciones estan muy bien para su tiempo y su final me resulto quizas un poco predecible pero de todas formas la recomiendo.



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TANO

  • 17 Aug 2014

7


Una buena historia de fantasmas japonesa que tiene lugar en el Japón feudal. Está bastante currada y los efectos especiales (que son más juegos de luces que otra cosa, y no necesita más) están realmente currados. La historia avanza lenta al principio, pero cuando llegamos al meollo se vuelve realmente tensa, y bastante acojonante, mucho más que producciones modernas.



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bigladiesman

  • 22 Feb 2013

8


Una de las dos versiones cinematográficas de la obra kabuki de 1825 ¨Tokaido Yotsuka Kaidan¨ - basada a su vez en unos asesinatos reales que al parecer acontecieron en 1636 en Edo y que devinieron legendarios hasta el punto de ser la historia de fantasmas (yurei) más conocida de Japón - que se realizaron en 1959, esta, de los estudios Shintoho es quizá la mejor recordada (hasta el punto de que se venden lámparas tradicionales que representan al fantasma de la layenda e incluso se practica un exorcismo especial en un templo de Yotsuya, que es actualmente un barrio de Tokyo). Hecha con más recursos de lo habitual en esa pequeña gran productora (en color, con abundantes escenas en bellos exteriores, maquillaje y FX más elaborados, ominosa música de tipo tradicional y formato panorámico, entre otros detalles), constituye una de las mejores versiones cinematográficas de las varias que ha tenido esta popular historia de espíritus vengativos (onryo: esta gente tiene un nombre para todo tipo de subgéneros, oiga).

En primer lugar destacaría la actuación de los dos intérpretes principales, Shigeru Amachi y Shuntarô Emi (ambos actores de la casa, que no destacaron en exceso), que clavan sus papeles como un par de desalmados - un ronin acomplejado, atontado y venido a menos y su listo y baboso ayudante, aún peor que él - que solo piensan en su beneficio personal, desgraciando la vida de todo el que les rodea. Noriko Kitazawa también está estupenda como víctima/verdugo, y su maquillaje está muy logrado. Para esa época, los FX debían ser lo más parecido a Cronenberg que yo haya visto.

Bien interpretada, violenta, a ratos repugnante y con mucho pathos, es un excelente producto de terror directo y sin muchas concesiones al pacatismo de esa época: va tan al límite que avanza mejor que ningún otro producto de la casa el tono explotation que pronto sería la tónica habitual en la Shintoho.

Oh, y tanto la leyenda original como la peli tienen moraleja: antes de conspirar, comprueba que al menos empiezas bien. Tambien los samurais deben tener presente que el Guardián de la Cripta te... Vigila... [Risa histérica].



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