Llega un momento en el que la película en sí parece volverse loca: se muestra una escena que no parece tener ninguna conexión con lo que se ha mostrado anteriormente. Y entonces, viene otra que tiene aún menos sentido, y luego otra, y otra en una sucesión de imágenes incoherentes entre ellas hasta el final.
La lógica, la narrativa, la trama y los personajes parecen transformarse, envolverse y desvanecerse con cada segundo que pasa, y fue aquí donde esta obra me enamoró de verdad.
Con apariencia de thriller psicológico, Braid nos muestra lo frágil que puede llegar a ser la percepción de la realidad. Alterna visiones oníricas con alucinaciones y momentos de violencia bastante incómoda. Las tres protagonistas danzan un vals al son de un lenguaje que va más allá de una presentación, un nudo y un desenlace; no puede considerarse sólo audiovisual. La banda sonora de Michael Gatt, la fotografía de Todd Banhazi, la edición de David Gutnik y la destacable dirección de Mitzi Peirone hacen que los elementos de un drama clásico a lo Hollywood se desdoblen en una cinta punk-rock ochentera. Es increíble cómo hace sentir que el conjunto de todo lo que acontece funciona perfectamente, no por lo que se ve, más por el impacto que produce.
Es una historia muy poco o nada convencional, que rompe muchos esquemas, si no todos. Al final, Braid me dejó el melancólico y dulce sabor de haber visto una verdadera obra maestra.
Críticas: 2
SinDavidCity2
8
Breve pero necesaria información acerca de la mente tras la lente. Mitzi Peirone es la directora y guionista de este filme psicodélico. Esta italiana emigró a los USA para ser actriz, pero no encontraba su lugar en el mundo, así que se cuestionó ¨¿Qué había pasado con esa joven que tenía tantos sueños?¨ y decidió que su vida tenía que ser lo que ella quería y convertir sus sueños en realidades. Y por qué cuento esto, pues es sencillo y es que Braid tiene mucho de eso, no sólo los sueños, sino también las pesadillas, y la mansión donde transcurre gran parte de la acción es un poco ese lugar en donde tal vez te paras, pero con imaginación, puedes cambiar tu destino. O al menos hacerlo más interesante.
Braid es una experiencia visual única, que parece hecha para su disfrute sin pretender ahondar en un guión que es más bien flojo ni buscar tres pies al gato. Se entremezclan magistralmente los colores vivos con otros momentos más lúgubres e incluso en blanco y negro.
¿Quién no ha jugado alguna vez a los doctores? Yo siempre he opinado que era un coñazo, pero amigo, cuando tienes 7 años y te lo pide la chica de tu clase que te mola aunque no sepas el motivo, dices que sí a cualquier cosa (Hombres, que sencillos podemos aparentar ser a veces) Pues aquí, ese inocente juego se convierte en una forma de vida, un decálogo para tres jóvenes de mentes confusas que puede acabar en tragedia a la más mínima y es que las reglas están para cumplirlas y si te las saltas es lógico recibir un castigo ¿no?
El trío protagonista está compuesto por Madeline Brewer, Imogen Waterhouse y Sarah Hay. Este trío, que en cualquier otra circunstancia su invitación sería aceptada de muy buen grado, pero amigos, este no es el caso y prefiero quedarme al margen, como el voyeur que todos llevamos encima.
Resumiendo, que no cobro por palabras: Siéntense, abran la mente y disfruten de tres actuaciones geniales y una directora que dará que hablar largo y tendido y háganse un favor y no busquen respuestas, porque, a veces, simplemente no las hay.
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