Hace un tiempo ví ¨Vampiros del Espacio¨, remake de los 80 de esta película, y al ponerme con esta (sin darme cuenta que era la versión original) me estaba diciendo ¨si yo ya he visto esto!¨ hasta tal punto que he tenido que parar la peli y comprobarlo, y no, era el remake la que había visto, pero joder, es que es clavada,
Una película con una idea muy buena, una historia interesante y bien dirigida, que empieza tranquila, casi con toques de humor negro, y acaba siendo realmente tensa, sobre todo en la magnífica parte final.
Vale la pena verla.
Una de las mejores películas de Corman para entender que con una buena idea y un buen guión se puede llegar a contar un buen relato mas serio de lo habitual, perfecto (tuvo que ser!) para una sesión doble en un drive in Californiano de los 50. De hecho se estreno como un 2x1 con ¨El ataque de los cangrejos gigantes¨, todo un delirio. Con elegancia y sin perder el suspense de ciencia ficción, un casting pequeño y acertado. El extraterrestre vampiro es realmente siniestro y se podría decir que es el auténtico protagonista donde la narración no pierde tiempo en contar todas las intenciones del plan en el susodicho argumento. Aun así y pese al relleno de los secundarios, es uno de los mejores escritos por el habitual Charles B. Griffith y co escrita con Mark Hanna para adaptarlo a la pantalla. Montada con escenas de exteriores y algunos interiores clásicos, esta vez no hizo falta una cueva cartón piedra o el típico platillo volante de chapa. Tiene algún efecto especial retro futurista y sus momentos de Slasher son sorprendentes, incluyendo la cámara rápida hasta para subir escaleras. Además tiene algo sangre y es que es todo un ejemplo de serie b para que los futuros directores, tanto directos como indirectos de la productora de Corman, mamasen de aquí porque con esto si que tuvieron que aprender. Esta vez los números de taquilla fueron increíbles.
Decepcionante film de ciencia ficción a cargo del legendario Roger Corman, conocido por ser uno de los emperadores del Cine B, caspa pura, monstruos de goma y argumentos fantásticos.
Un extraterrestre que proviene de un planeta cuyos habitantes tienen problemas sanguíneos, es enviado a la Tierra con la misión de estudiar la sangre humana y ver la forma de que ésta pueda sustituir la de ellos y eventualmente curar su enfermedad. Para ello, utilizará a un médico y su enfermera para recibir transfusiones de sangre mientras asesina gente con su mirada vacía.
El incombustible Roger Corman filmó este típico producto de ciencia ficción de a fines de los 50s, que refleja ya en su momento el evidente desgaste de las temáticas alienígenas que habían pululado en los 50s, corriente fílmica de grandes clásicos del género como “The day the Earth stood still” (1951), “War of the Worlds” (1953) y “Forbidden Planet” (1956) y productos de dudosa reputación como el film que analizamos hoy. Compitiendo aún con el cine de gigantismo (“Tarantula”, 1955, “The Black Scorpion”, 1957) y la creciente influencia de la TV, cuya advenimiento en los hogares estadounidenses era innegable con las series, era evidente que el cine de ciencia ficción estaba terminando su década dorada y cualquier trabajo cinematográfico actual en ese tiempo o medianamente debía dirigirse hacia temáticas novedosas e innovadoras, y Corman claramente no aportó con ello al filmar este film.
Corman, que a la sazón era el rey indiscutido de la clase B de los 50s, con un promedio de 9 películas anuales, encarga a los guionistas Charles B. Griffith y Mark Hana un guión que en honor a la verdad peca de bastante ingenuidad, incluso para su época, y que apela a un intento malogrado de ejercicio psicológico a un alienígena vampiro, cuyo móvil es prácticamente la necesidad de superviviencia, lo que aunado a la falta de emociones, lo convierten en un “desalmado” asesino, como si se tratara de una máquina de destrucción desatada en la Tierra. El problema es que “su universo” es muy limitado y como amenaza deja bastante que desear, por más que los guionistas pretende incluir una referencia a los hombres de negro, esos legendarios ya personajes que se dedican a acallar y borrar a quienes hayan visto evidencia alienígena.
Una historia que no deja de ser interesante, en lo más básico, pero que no es bien llevada a la pantalla, ya que se pierde en momentos realmente soporíferos como es ese intento terco de meter el romance de la enfermera con el policía, y esa rivalidad realmente detestable con el empleado de Johnson, el “emisario de otro planeta”. Perdiendo el tiempo en esas cosas, Corman no logra otorgarle ritmo a la película, ya que no se preocupa mucho de la acción. Ciertamente, los efectos especiales son ridículos, pero a buenas y primeras nos hacemos el ánimo y creemos que Johnson tiene el poder de matar a quienes mira a los ojos, aunque no salga ni un puto rayo de sus ojos... Ni el alien que hacen colgar de manera grotesca de una caña de pescar, y que admito pudo haber sido el prototipo de las larvas de “Alien, el octavo pasajero” (1979) de Ridley Scott.
La película es breve, lo que se le agradece al director, pero ello responde al hecho de que el guión no da para más, ya que carece del ritmo y escenas de acción mínimas. Realmente predecible el lento tranco de la enfermera corriendo por los bosques, con Johnson, que se da tiempo y maña de hasta estacionar su vehículo. El desenlace, debo decir, no me lo esperaba, aunque no por ello logra salvar al film de su mediocridad.
Las actuaciones son entre básicas y malas, comenzando por el recurrente actor de bajo presupuesto de los 50s, Paul Birch (“The beast with a million eyes”, 1955, “Day the World ended”, 1955) como Johnson, el alienígena; William Roerick (“The wasp woman”, 1959) como el Dr. F.W. Rochelle; y la bella Beverly Garland (“It conquered the World”, 1956; “The swamp women”; 1956) como Nadine Storey, enfermera de Rochelle, utilizada por el alienígena para cumplir con sus “malévolos” planes.
En resumen, una película mediocre y poco original e interesante, en donde la acción brilla por su ausencia, siendo su peor pecado. Corman, incluso más estrafalarios que éste, ofrecería films más entretenidos. Éste no es el caso.
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Película de extraterrestres bastante original para su momento, con una trama bastante peculiar, no estamos ante algo complejo ni mucho menos una pieza de influencias, pero tiene ese toque clásico que recomiendo especialmente a quienes gusten de filmes sobre extraterrestres. Su duración es corta pero puede volverse algo extensa por su ritmo pausado.
Y aquí tenemos otra baratija de la factoría Corman, para gozo de sus seguidores, bajo la égida de la Allied Artists. Corman demuestra estar cada vez más maduro y tener más confianza: la película no está mal hecha para su ínfimo presupuesto (mención especial a los créditos de inicio. Me gustan estos intentos de imitar a Saul Bass con cuatro duros), y la idea de unos vampiros que usan alta tecnología médica en lugar del tradicional muerdo’l cogote es buena (aunque no muy original, que digamos).
Debido a que está protagonizada por varios de los habituales de Corman (Paul Birch, Beverley Garland, William Roerick, Jonathan Haze y el inolvidable secundario Dick Miller, fetiche de Corman y Joe Dante, y que ha trabajado con Scorcese, Cameron o Tarantino, por citar unos pocos nombres; entre otros), sabemos de entrada que las interpretaciones serán competentes, pero nada del otro mundo (oh, güeit, XDDDD).
También el equipo técnico es el habitual: el guionista y director de la segunda unidad Charles B. Griffith, el músico Donald Stein, Paul Blaisdell y Bob Burns a cargo de los FX, el animador de la Warner Paul Julian (la voz del Correcaminos, ni más ni menos) al diseño de los créditos, etc. Así pues, los fans de Corman y su gente nos podemos congratular constatando como han ido evolucionando a mejor.
Y es que si nos podemos a comparar con obras anteriores de Corman (excepción hecha de la excelente película de gangsters Machine Gun Kelly), esta fue la mejor hasta el momento: es entretenida, tiene ciertos elementos de humor negro, se desarrolla con agilidad, los FX pasan desapercibidos dentro de la acción, sin provocar la risa histérica. Sin embargo, Corman y sus chicos aún están lejos de su mejor momento.
Críticas: 6
Mad Warrior
6
El hombre con rayos X en los ojos, así podría haberse llamado esta pequeña obra de no ser porque el mismo director ya realizaría unos seis años más tarde una con este título.
Aquí volvemos a un tema muy conocido por él y muy propio de la época en que tuvo lugar: la ciencia-ficción con amenaza alienígena.
Propio de la época, porque el tema de las invasiones en este tipo de cine de serie ¨B¨ estaba a la orden del día, y todo ello alimentado por una crisis: la de la Guerra Fría, cuyo conflicto entre la U.R.S.S. y EE.UU. se recrudecía bajo el mando del expeditivo Eisenhower, entrando en un punto de reajuste de los territorios soviéticos, y avanzando la competencia armamentística de ambas potencias presagiando la crisis de los misiles de Cuba. Es un momento marcado por el miedo soviético aunque quizás éste no fuera la principal preocupación del director, actor y guionista Charles Griffith cuando instó a su gran amigo Roger Corman para regresar a las historias de ficción.
El cineasta también se encuentra en otra fase; habiendo obtenido el éxito con su barata ¨Conquistaron el Mundo¨, se encuentra trabajando sobre todo para A.I.P. y Allied Artists y realiza un extraño ¨thriller¨ criminal muy destinado al público juvenil, ¨Naked Paradise¨. 1.957 será uno de sus años más frenéticos, y llega pronto el proyecto de ¨Emisario de otro Mundo¨, escrita por él y Griffith y con un presupuesto de no más de 100.000 dólares; su condición de ¨teen movie¨ (porque se realizó para los autocines) aparece desde el primer momento, con esa joven y ardiente pareja que tras despedirse no sabe la chica el fatídico destino que le aguarda...
Un comienzo en el que conviven varios factores: lo cutre, lo entrañable y la destreza para generar suspense a la manera de Corman, empleando los recursos mínimos. Un hombre maduro y de aspecto sospechoso al que el buen Paul Birch presta su lacónico carácter asalta a la chica y la pantalla; y es en una serie de planos sencillos cómo contemplamos a este personaje maquinando algo terrible con el cuerpo de ella...jamás lo sabremos, pero basta hacernos sentir algún que otro repelús. Más tarde, y tras unos alucinantes créditos iniciales de pura vanguardia expresionista, este hombre visitará a un doctor (Rochelle) para una transfusión, y quedará impresionado por la composición de su sangre.
Son estos pequeños elementos y detalles de los personajes los que van construyendo una intriga, que pronto se traslada a la casa de dicho paciente, llamado ¨Johnson¨, siempre ataviado con su traje negro de vendedor de seguros y tras unas inquietantes y grandes gafas de sol; pero una característica de esta historia y lo que la diferencia de otras de su mismo género y época es que no tiene héroe. La protagonista no es esa preciosa enfermera rubia (Nadine, luciendo el atractivo físico de Beverly Garland) ni su jefe Rochelle, ni mucho menos el policía novio de la anterior que simplemente merodea por ahí...
La historia está contada desde la perspectiva del supuesto villano y los secundarios que hay a su alrededor son meros vehículos para armar las incógnitas que el espectador ya conoce (digamos que como en un ¨whodunit¨ a la inversa); Corman y Griffith, quienes tratan de manera muy seria temas como la telepatía o las enfermedades sanguíneas, se dedican a humanizar a un personaje llegado de otra galaxia, exiliado pues su país se muere, y precisa habitar una civilización extranjera aun empleando la violencia para lograr su fin. El invasor no es un enemigo impersonal, sino que puede justificar sus actos (aunque éstos sean terribles y escabrosos).
Un concepto peliagudo a tratar en un momento en que América teme la llegada de visitantes del exterior (los soviéticos) capaces de mimetizarse en su sociedad; y a pesar de que es el responsable de las muertes de otros personajes, este ¨Johnson¨, un espía espacial, logra despertar (y es lo más extraño de todo) nuestra compasión. Se refuerza esta idea con la llegada de una ¨paisana¨ suya obligada al mismo exilio tras sobrevivir a guerras, sublevaciones políticas, asaltos, y la pobreza extrema de su tierra (alusiones y similitudes que se pueden expresar más alto, pero no más claro...).
Esto, las interacciones entre los personajes (llenas de diálogos afilados, no poco audaces para entonces y en su mayoría improvisados) y el permanente clima de tensión creciente, de puro desasosiego, que logra Corman entre las paredes ese hogar-fortaleza, digno de Hitchcock y muy deudor de la paranoica ¨La Invasión de los Ladrones de Cuerpos¨, son lo que dan verdadero interés a esta obra, y no algunos efectos especiales desfasadísimos (pero siempre con el típico encanto naif de los 50, por supuesto).
El carácter de Birch durante el rodaje, que no cesaba en sus peleas con el director y que incluso acabó marchándose a mitad de producción, ayuda a modelar la escalofriante sensación que transmite su visitante. Trepidante y veloz último tramo de persecución y con un pequeño giro argumental que uno no se espera, puede haber reticencia al acercarse a esta película de tan bajo presupuesto, muy hija de su tiempo, pero no carente de inventiva e interesantes ideas que está entre lo más potable dirigido por Corman en su etapa de los 50, y que de seguro influyó mucho en futuros directores.
Contiene también la breve aparición de un jovencísimo Dick Miller con ademanes y aspecto de James Dean que los más fans no pueden perderse.
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