Ficha The Demon of Mount Oe

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Críticas de The Demon of Mount Oe (2)




Mad Warrior

  • 6 Oct 2020

9



Toda región o territorio guarda arraigada en su tradición y su cultura leyendas cuyo origen se pierde en el tiempo y, como es propio del folklore, un espíritu o espectro al que conferir a dicha región un aura de misterio y fantasía que mantenga viva la imaginación de las gentes a través de los siglos que las habita.

Una de las más conocidas en Japón emerge de las montañas Oe, situadas en la provincia de Tanba, al sur de Kyoto (aunque la localización cambia mucho con el transcurso del tiempo), y es la del demonio Shuten-doji, del cual se habla como uno de los yokai más poderosos y temidos de los tiempos feudales. La versión más antigua se sitúa a finales de la era Shoryaku y a principios de la era Chotoku, durante el reinado del emperador Ichijo, y cuenta cómo Raiko Minamoto, junto a su grupo de guerreros, a quienes apodaban Los Cuatro Invencibles, se infiltraron en la guarida del demonio y acabaron con él.
Leyenda que iba a ser trasladada a la gran pantalla a comienzos de una década en la que el género de terror con escenario histórico iba a llegar a su máximo apogeo; Fuji Yahiro adaptaría la obra del laureado autor y guionista Matsutaro Kawaguchi, asiduo colaborador de Kenji Mizoguchi así como de la Daiei, que prepararía una superproducción poniendo al frente de ésta al hábil asistente de Akira Kurosawa y el mencionado Mizoguchi, y casi recién estrenado como cineasta, Tokuzo Tanaka. El film se inicia sin introducciones, transportándonos directamente al corazón de la aventura y el terror, y tal y como rezan las escrituras: con el asalto de Raiko y sus guerreros al Shuten-doji.

Pero este inicio bien podría ser considerado una engañosa estratagema por parte de Yahiro y Tanaka, quienes cortan la acción y nos llevan atrás en el tiempo para relatarnos los orígenes de todo, pero esta no será la única vez que caigamos en las enrevesadas artimañas de la trama. En ella asistimos a los extraños fenómenos con los que el demonio de Oe atemoriza al déspota señor Kanpaku y a Raiko y sus guerreros, quienes han de luchar contra su fuerza maligna; por otro lado nos adentraremos en el infierno personal de la princesa Nagisa, pilar central de la historia alrededor de la cual pivotarán los demás personajes.
Poco a poco, profundizando en el dolor y la melancolía de esta mujer, arrancada de los brazos de su marido Bizen-no-Suke por Kanpaku, quien la convirtió en su concubina a la fuerza, Yahiro hace hincapié en la injusticia hacia la figura femenina y en su condición de víctima de su fidelidad a las tradiciones frente a la crueldad del hombre, de juguete de la dominación sin sentimientos movido por unos hilos invisibles que deciden su destino. En ella nos centramos pues de su trágico drama parten los acontecimientos.

Nagisa es entregada a Raiko por su señor pero una maldición la acompaña, la de su antiguo esposo, a quien el odio y la pena han consumido irremisiblemente. Y es que, como averiguaremos gracias a la concienzuda introspección psicológica que se realiza de los protagonistas, los extraños fenómenos y los cruentos enfrentamientos que se desatarán sobre la región no serán sino las consecuencias de una cruzada de venganza iniciada por un hombre de sentimientos heridos que ha descendido a los abismos de su propia obsesión.
En un entorno hostil donde reinan las injusticias, la pobreza y la tiranía de las ambiciosas clases privilegiadas, una guerra se prepara entre los señores del lugar y el clan de Bizen-no-Suke, quien conspira junto al demonio de Oe, y en ella se implicarán todos y cada uno de los personajes, conectados entre sí de un modo u otro. Entre tanto Yahiro no oculta su intención de conceder peso al papel de la mujer (sin desprestigiar o restar valor, por supuesto, a las acciones y sentimientos del hombre).

De hecho tres son las féminas que sostengan el devenir del argumento además de repercutir en la vida de Bizen-no-Suke: la princesa Nagisa, símbolo de la sumisión y la impotencia frente a la palabra masculina; Kotsuma, con la que se recalca el valor y la determinación de la mujer (pues ella decide ir a espiar sola y sin ayuda de nadie al monte Oe) frente a la cobardía y la torpeza del hombre; y por último Ibaragi, el demonio, que al ser dotado de una figura femenina Yahiro y Tanaka proponen demonizar (literalmente) a la mujer y transformarla en una criatura tan sensual y misteriosa como letal y embaucadora. Mientras nos hace partícipes de una encarnizada lucha por el territorio en nombre de la justicia y del pueblo, desatando la acción de forma épica en el campo de batalla aprovechando todos los recursos naturales del entorno, cual Kurosawa, y captando la esencia más bruta y áspera de los combates entre caballos, lanzas, flechas, espadas y fuego, Tanaka nos sumerge en los mágicos pliegues de una atmósfera dominada por la ilógica de la fantasía y el terror de corte más aventuresco en cuyas aristas se preservan los misterios de una dimensión, estilizada y sombría, donde cohabitan demonios, espíritus, hechiceros y criaturas indescriptibles...donde básicamente todo es posible.
El director se sirve del abultado presupuesto de Daiei, la gran labor en el diseño artístico y la fotografía de Hiroshi Imai para abordarnos con un delicioso y atolondrante espectáculo donde juega con las formas, las luces, los efectos especiales y los colores intensos, quizás influenciado por la técnica que Mizoguchi imprimió a sus dos obras en color (¨El Héroe Sacrílego¨ y ¨La Emperatriz Yang Kwei-Fei¨) o Teinosuke Kinugasa a ¨Jigokumon¨; el film incluso goza de increíbles momentos ¨kaiju eiga¨ a lo Ishiro Honda (inolvidable la secuencia de la araña gigante).

El respaldo de Daiei también permitió a Tanaka contar con algunos de los actores más célebres de la época, como los geniales Kazuo Hasegawa, Ganjiro Nakamura y Shintaro Katsu y un Raizo Ichikawa algo sobre actuado (éstos dos últimos, con los que el cineasta colaborará regularmente, en competencia directa como de costumbre) mientras su Fujiko Yamamoto enfrenta su delicada presencia a la de la salvaje y enigmática Sachiko Hidari.
Los orígenes del mito del monte Oe y su demonio se tergiversan en un fresco épico en la tradición del más sólido cine de samuráis por un lado, en un denso y oscuro drama de trazos ¨mizoguchianos¨ por otro (así lo atestigua el personaje de Nagisa), todo ello aderezado con los elementos propios de un ancestral cuento de aventuras, horror y fantasía (que sirven de subterfugio para los dramáticos acontecimientos) y rematado con un desenlace apocalíptico y absolutamente desgarrador.

Joya por desgracia desconocida del género y la época; extraña, dura, absorbente y fascinante por igual. Es además la obra maestra de Tokuzo Tanaka, su consagración como cineasta de pleno derecho.



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bigladiesman

  • 10 Sep 2013

9


[Esta crítica está dedicada a los abandomovieros Hacha, Black Metal, Shivers, Kelley, Wilson Esbond, Linkener, Lowell Freeman, Martincho, Don-Wan Kihote y aquellos que en el futuro pasen por cierto post por sus consejos y opiniones, sin los cuales no hubiera visto esta espléndida peli]

La desgraciadamente desapareciada Daiei Films nos ofrece una adaptación de un cuento clásico del folklore japonés y les sale una peli de aventuras de época magistral, muy similar al cine de aventuras asiático de los últimos tiempos. Un producto muy cuidado en todos los aspectos, desde el reparto hasta el vestuario, pasando por unos estupendos FX.

El reparto está cuajado de intérpretes conocidos para el aficionado al cine japonés, sobretodo el de acción y los kaiju eiga. El villano, Kazuo Hasegawa, fue la mayor estrella del cine japonés hasta la entrada en acción de Toshiro Mifune, un actor y guionista veterano que ya sabía que era ganar un Oscar (en 1953 protagonizó ¨La puerta del infierno¨ que se llevó el galardón a la mejor película de habla no inglesa), y encabeza el reparto.

La peli, como el cuento, relata el enfrentamiento de 6 guerreros - el valiente y poderoso caudillo Minamoto-no-Raikô, el samurai errante Hirai-no-Yasumasa y los Cuatro Invencibles, unos guerreros con una habilidad especial cada uno. Sí, parece un tokusatsu, pero no lo es: el cuento es así con el maléfico caudillo que mora en el monte Ooe, cerca de Kyoto: Shuten-doji (que se traduce como ¨muchacho bebedor¨) y su pandilla de oni malvados y ante todo, muy feos (olvidaos de la imagen de Lamu/Lum, la chica invasora, aunque las oni que salen en la peli pueden transformarse en macizas como la ya mentada. Y estas son de verdad) y el ejército de bandidos humanos a sus órdenes.

La acción discurre con agilidad, al estilo de un Western (como buen jidaigeki) o una peli de aventuras entendida al estilo clásico, alternando acción y descanso en lugar de desplazar la acción para el final, que era lo habitual en el cine fantástico de los años precedentes, pero que empezaba a languidecer, afortunadamente. Es un filme largo pero ágil, con peleas al estilo sentai (sí, incluso se ve que no se tocan). Solo faltan los Power Rangers y los Masillas arreándose en el fondo; todo ello con una elegante fotografía en color, un ritmo trepidante, unos decorados sobrios pero efectivos, una banda sonora bastante ¨occidental¨ y unos buenos FX que incluso llegan a mostrar ligeras influencias de Wallis O¨Brien y Ray Harryhausen, mostrando a unas criaturas denoníacas basadas en los centenares de ilustraciones clásicas del cuento.

Además, el guion evita el maniqueismo del cuento original para mostrarnos un relato más complejo en el que Shuten-doji fue en el pasado un hombre a quien la vida se le giró en contra, convirtiéndolo en un jefe bandido a las órdenes de una oni que manda desde la sombra, logrando que el público se identifique más con él que con el lascivo y avaricioso Kampaku (designación medieval de la figura equivalente al actual Primer Ministro) a las ordenes de quien están los héroes. Otro punto a favor: la peli juega con el espectador que conoce la historia con un explosivo inicio cuando todo se para de golpe un narrador dice ¨sin embargo...¨, y entonces se nos cuenta una visión alternativa de ésta. Solo chirría un poco el final, un tanto anticlímax.

Teniendo en cuenta la época y que en cine japonés tenían una forma de actuar muy particular que no casa con todos los gustos, esto es de lo mejorcito que he visto. Ultrarecomendada para el público general, imprescindible para los que gusten del kaiju eiga.



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