Hace pocos días murió Andrés García, así que en plan de homenaje he comenzado un visionado de su filmografía dentro del género fantástico. Comencé con “Encuentro en el Abismo” (1979) y ahora le tocó el turno a “Asesino Nocturno” (1987), un slasher “a la mexicana”, dirigida por Fernando Durán Rojas, que extrañamente contradice los cánones del género y nos brinda una película que se muestra prudente en mostrar sangre, gore y desnudez femenina.
Andrés García, con su camisa siempre abierta mostrando el pecho y con actitud de macho latino, interpreta al comandante de policía Alfredo Reyna, encargado de investigar el caso de un psicópata asesino de prostitutas. Su coprotagonista femenina e interés romántico es Edna Bolkan como la Dra. Edna Montez, que no tiene casi nada que hacer durante el desarrollo de la trama, salvo regañar a su empleada doméstica.
Los mejores momentos son cuando el psicópata despacha a sus víctimas o cuando descubrimos el origen de sus traumas; y García, pese a sus conocidas limitaciones histriónicas, tiene su indiscutible carisma canchero.
Miguel Arkangel
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Hace pocos días murió Andrés García, así que en plan de homenaje he comenzado un visionado de su filmografía dentro del género fantástico. Comencé con “Encuentro en el Abismo” (1979) y ahora le tocó el turno a “Asesino Nocturno” (1987), un slasher “a la mexicana”, dirigida por Fernando Durán Rojas, que extrañamente contradice los cánones del género y nos brinda una película que se muestra prudente en mostrar sangre, gore y desnudez femenina.
Andrés García, con su camisa siempre abierta mostrando el pecho y con actitud de macho latino, interpreta al comandante de policía Alfredo Reyna, encargado de investigar el caso de un psicópata asesino de prostitutas. Su coprotagonista femenina e interés romántico es Edna Bolkan como la Dra. Edna Montez, que no tiene casi nada que hacer durante el desarrollo de la trama, salvo regañar a su empleada doméstica.
Los mejores momentos son cuando el psicópata despacha a sus víctimas o cuando descubrimos el origen de sus traumas; y García, pese a sus conocidas limitaciones histriónicas, tiene su indiscutible carisma canchero.
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