Ficha Leyendas Macabras de la Colonia

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Críticas de Leyendas Macabras de la Colonia (4)




mahotsukai

  • 20 Jan 2018

2



Soporífero, aburrido y ridículo film de acción y terror, dirigido por reconocido actor Arturo Martínez (“El ladrón de cadáveres”, 1957; “La Momia Azteca”, 1957)

El luchador Tinieblas compra una vieja pintura que data de la época colonial, que lo transporta, junto con sus amigos el Mil Caras y el Fantasma Blanco, mágicamente al siglo XVI, en donde tendrán que enfrentarse a una bruja, supuesta hija de la Malinche, que planea resucitar a la momia de su madre a costa de sangre inocente.

A inicios de los 70s, y en un momento en que el subgénero de luchas libres y terror mostraba ya un evidente desgaste y falta de ideas originales, a pesar del reciente estreno de los clásicos bizarros “Las Momias de Guanajuato” (1970) de Federico Curiel y “Santo y Blue Demon contra Drácula y el Hombre Lobo” (1972) de Miguel M. Delgado, el reconocido actor y reciente debutante como director Arturo Martínez trajo este mediocre film de acción y terror, en la moda de las películas de El Santo, con los luchadores Tinieblas, Mil Caras y El Pingüino, con el trillado argumento del viaje al pasado, en concreto a la época colonial para enfrentarse a alguna bruja que planea concretar sus pérfidos planes de venganza, como en “Santo y Blue Demon en el mundo de los muertos” (1970).

Como fue una tónica en el surrealista y psicotrónico cine de luchadores y monstruos diversos, el guión de “Leyendas Macabras de la Colonia” (1973), desarrollado por el propio director, no es más que un compendio de ideas inconexas y bizarras, al que lamentablemente debemos agregar poca originalidad y muy, pero muy poca gracia. Y ello se reflejará desde los primeros minutos, con un inconcebible Tinieblas de discurso diplomático y muy adornado, comprando una pintura de la época colonial de la cual ni siquiera sabe quién es su autor ni menos su valor artístico, y que se llevará a casa simplemente porque el vendedor le dice que está embrujada.

No obstante, lo peor vendrá a continuación cuando el director introduzca sin el menor de los escrúpulos una larguísima escena (y cuando digo larguísima, es realmente larga) de prácticamente 25 minutos de lucha en parejas entre Tinieblas y Mil Caras y dos obesos oponentes. El problema no es que se incluya una escena de lucha, que en la práctica es una de las características más distintivas de este género, por ejemplo, lo vemos en todas las películas de El Santo, pero resulta a todas luces increíble que Martínez rellene descaradamente la primera hora del film con la corta escena de la compra de la pintura y la larguísima escena del combate.

De repente, de la nada y sin ninguna explicación, vemos cómo la pintura emana una neblina que comienza a inundar la casa de Tinieblas, en donde celebran una fiesta él, Mil Caras, el Fantasma Blanco y dos chicas sexys, pareciendo más un amago de incendio que otra cosa. Cuando la neblina se disipa, nuestros héroes y sus amigas se percatarán que están en otra época, deduciendo inmediatamente que están en la Colonia y tratando de esconderse del sereno que deambula por las calles, a pesar de estar vestidos con ridículas y casi fosforescentes camisas de verano.

Pero los luchadores deberán esperar un poco para entrar en “acción”, y ello ocurrirá cuando a título de nada, dos espadachines españoles se batan a duelo en sus narices, y nuestros héroes intervengan cuando acabado el combate, un grupo armado pretenda apresar a Luisa, una mujer noble acusada de brujería, que trataba de ayudar al perdedor del duelo. Ni tontos ni perezosos pretenden salvar a la damisela de las infames garras de la Inquisición, pero descubrirán más tarde haber cometido un estúpido error, porque la mujer efectivamente era una bruja.

El desarrollo de la trama se seguirá dando de manera surrealista e incoherente, pero a diferencia de varias películas del subgénero, sin la menor gracia que haga que el espectador disfrute de una involuntaria comedia de terror con luchadores y monstruos. Por ejemplo, comentar la “abducción” de las amigas de los luchadores, que a parte de tener prácticamente ningún parlamento en el film y sólo lucir minifaldas, desaparecen de la acción de forma grotesca, en los segmentos en que los luchadores deducen que deben encontrar la pintura para regresar a su época. O que éstos ni se preocupen de su ausencia y ayuden a unos desconocidos espadachínes apresados, que ni siquiera se extraña de porque sus libertadores visten tan ridículos atuendos ni de donde vienen.

O la hilarante escena en que una bruja alada, que parece más piñata de cumpleaños que fantasma volador, ataca a los recién liberados espadachines españoles. O que un grupo de raquíticos indios, que están al servicio de Luisa, con un par de lanzas sean capaces de reducir a la armada guardia inquisitorial, luego una pareja desnutrida de indios haga lo propio con los tres fornidos luchadores. Todo ello sin contar con la ridícula aparición de un supuesto monje quemado, cada cierto segmento haciendo de narrador, que toca dos teclas del órgano, pero se escucha una barroca melodía que sale supuestamente del instrumento, y su cargante risa que parece más bien producida por algún tipo de calambre estomacal.

Martínez rodó la película íntegramente en Guatemala, para aprovechar más el escuálido presupuesto, en casas coloniales de la capital, en donde ni siquiera se preocupó de contextualizar la época que supuestamente muestra el film, ya que es difícil entender que haya piso de céramica y maceteros en el siglo XVI, y la falta absoluta de una banda sonora que rememore la época colonial, en que el compositor Bernardo Serrano no ofrece más que la desesperante y repetitiva música minimalista con triángulos y tambores.

Las actuaciones son realmente malas, los luchadores no tienen ni el carisma ni la presencia escénica de El Santo o Blue Demon, y sus acciones no despiertan el más mínimo interés en el espectador e importancia en el film. Ni siquiera la presencia de Lorena Velázquez (“La nave de los monstruos”, 1960; “Fiebre de amor”, 1985), la reina del “cine fantástico mexicano” ayuda a levantar el nivel actoral, estando bien lejos de sus performances en la Época de Oro del Cine Mexicano junto a “Tintan”, “Resortes”, “Viruta” y “Capulina”.

En resumen, una película muy floja y sin gracia, incluso siendo condescendiente con los grandes “clásicos” del subgénero, que no aporta nada interesante, siendo una copia aún peor de otros films de El Santo, pero sin encanto ni nada realmente recordable.



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ragman

  • 7 Jul 2017

3


Pelicula de luchadores que viajan en el tiempo, no estamos ante lo mejor de este tipo de peliculas, de hecho es demasiado floja a pesar que los tres luchadores le ponen mucha onda, especialmente tinieblas. lo mejor a mi gusto fue lorena velazquez como la bruja y esa momia que se paseaba por ahi, pero los indios ridiculos y ese final tan absurdo le quito mucho, sin embargo no deja de ser algo curioso dentro del cine de luchadores



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rocksteady

  • 30 Oct 2012

5


Otro bodrio de supuesta pelicula de horror con luchadores,Quiza esta sea la que tolere mas de un genero que no me gusta que se dio mucho en mi pais.la historia va de un cuadro embrujado que transporta en el tiempo a un trio de luchadores y a dos mujeres que tendran que luchar contra momias,muertos y soldados todo esto en la epoca de la santa inquisicion,con todo y un monje-zombie tocando la pianola como una especie de narrador.Muy rara y mala pero divertida por lo bizarro.



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Orlak

  • 15 Dec 2011

6


Quizá no tenga mucha originalidad y las actuaciones sean un tanto burdas, pero siempre vale la pena ver al ícono de culto Mil Máscaras y a la sensual Lorena Velázquez. Añadido a eso vemos de todo un poco: momias, indios, soldados, caballeros de espada..., en fin vale la pena verse, en especial los fanáticos de este género.



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