Ficha Pastorela

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Críticas de Pastorela (1)




mahotsukai

  • 4 Oct 2019

7



Aceptable comedia de humor negro dirigida por Emilio Portes y protagonizada por el siempre efectivo Joaquín Cosío y Carlos Cobos.

El agente judicial Jesús “Chucho” Juárez, que ha interpretado el papel del diablo durante años en la tradicional Pastorela del barrio, iniciará una guerra mediática contra el nuevo párroco Edmundo Posadas, quien ha decidido dejarlo fuera de la tradición porque Juárez no pudo asistir a la reunión de coordinación por motivos laborales. La situación se volverá más densa cuando sepa que su compadre ha aceptado el papel de diablo, a pesar de su amistad.

Iniciadas en algún momento del siglo XIV o XV, la pastorela fue concebida como una composición poética de origen pastoral, de ritmo sencillo y alegre, en la que los trovadores narraban el encuentro de un caballero con alguna pastora, a la cual buscaba finalmente seducir. Sin embargo, en la recién descubierta y conquistada Latinoamérica, se desarrollaría como un género dramático religioso utilizado por los evangelizadores para representar el nacimiento de Jesús y hacer que los indígenas distinguieran entre el bien y el mal. Quedando fuertemente arraigada en la identidad mexicana a través de los siglos, la pastorela se ha adaptado a los nuevos tiempos, pero lo que nunca ha cambiado es la pasión que algunos ciudadanos organizan las fiestas navideñas, como las posadas y las pastorelas.

Éste es precisamente el móvil narrativo que utiliza el joven director mexicano Emilio Portes (“Conozca la cabeza de Juan Pérez”; 2008), quien regresa con su segunda incursión a la comedia negra y la ironía y decide contextualizarla en un tema bastante cotidiano y tradicional, para esas fechas, y que adquiere un cierto carácter surrealista y absurdo si se toma en cuenta la premisa de un policía obsesionado por hacerle la guerra a un sacerdote simplemente porque lo dejó fuera de la representación.

Sin embargo, Portes apelará a un perspectiva hiperbólica, es decir, extremista y exagerada, a través de personajes probablemente muy estereotipados y rebuscados, pero que ayudan a completar un cuadro absurdista y ridículo, en donde habrá espacio para la lucha ideológica generacional y gremialista, la doble moral de las figuras sacras y la siempre presente corrupción. Entre paréntesis, comentar que el espectador comprenderá y disfrutará más el film si entiende el contexto de la pastorela y su arraigada tradición en México, actitud que puede ser diferente en caso de no contar con este aspecto.

La lucha ideológica y gremialista entre Chucho y el Padre Posadas es el principal móvil narrativo del film, y en gran medida representa la compleja estructura jerárquica patriarcalista cristiana, con la figura incuestionable del párroco, del sacerdote que lidera la comunidad religiosa, cuyo pensamiento y voluntad resulta ser “verdad y justicia” para la comunidad. No sólo se observará una lucha de poderes entre un hombre adulto y un anciano, sino también entre dos hombres que representan el poder religioso vs. el poder judicial, los cuales recurrirán a sus más efectivas artimañas para imponerse sobre el otro, como la manipulación y la amenaza de excomulgación, y el secuestro y la extorsión.

Este aspecto nos lleva a la exposición de la doble moral religiosa, comenzando por el celibato de los sacerdotes y sus relaciones carnales con monjas, el supuesto carácter conciliador de los párrocos respecto a las relaciones con y entre sus feligreses, y más aún, el manejo de sus influencias para imponer caprichos y hacer favores.

Finalmente, conecta con la corrupción, que atraviesa todos los niveles sociales, cómo no el político, pero tambien el policial, el religioso y el comunitario. Un hecho que refleja que mexicano que no tiene problemas de reírse de su propia sociedad, haciendo hincapié, por un lado, que no es ciego respecto a la corrupción, pero otro lado reflejando un poco una actitud autocondescendiente con su propia y triste realidad.

Cabe mencionar la fotografía de Damian García, que trabaja de forma evidente la diferencia de colores para hacer referencia a los bandos, comenzando por blanco y negro, irónicamente simbolizando pureza y seriedad, y un fuerte rojo para el traje de diablo, que refleja pasión, obsesión y, quizás, perdición. El trabajo de García funciona especialmente en las escenas de acción, en especial aquellas de persecución en la calle.

El reparto es uno de los puntos clave del funcionamiento de este film, en el que destacan actores de la moderna comedía ácida mexicana, como Joaquín Cosío (“Matando Cabos”, 2004; “Arráncame la vida”, 2008; “El infierno”, 2010) como el agente judicial Jesús “Chucho” Juárez; Carlos Cobos (Serie “María de Todos los Ángeles”, 2007) como el padre Edmundo Posadas; Eduardo España (“Santos Peregrinos”, 2004) como Vilmaro Villafuente, compadre de Chucho; Dagoberto Gama (“Amores perros”, 2000; “El crimen del Padre Amaro”, 2002; “El Violín”, 2005) como el Comandante Judical; Ana Serradilla (“Cansada de besar sapos”, 2006; “El Brindis”; 2007) como la monja asistente del padre Posadas; y Eduardo Manzano como el cardenal.

En resumen, un film aceptable y correcto a pesar de sufrir algunos altibajos de ritmo durante el desarrollo de la trama, pero que entretiene principalmente por su surrealista historia.

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