Basada en la novela de Hervé Bazin, este producto de la nouvelle vague es una combinación de “noir”, drama familiar y thriller psicológico que empieza como todo un precedente del cine quinqui, tan de moda en la España de finales de los 70: el hijo de un abogado multimillonario se dedica al crimen por pura vocación; es un encuerado “rebelde con causa [psiquiátrica]”, porque tiene una actitud que bordea la sociopatía. Su padre actúa en consecuencia y lo ingresa en un manicomio en lugar de meterlo en prisión por enésima vez. Entre los muros del psiquiátrico descubre la amistad, el amor, la y la verdadera maldad, con lo que va evolucionando gradualmente de villano a antihéroe. Está interpretado con convicción por Jean-Pierre Mocky, que ha destacado más en su faceta como director, sobretodo en comedias, pero que también ha destacado en el thriller y el terror. Esta película es también un debate entre los distintos modus operandi de la psiquiatría, enfrentando a dos doctores, en principio bondadosos, pero demasiado egocéntricos, con ideas muy distintas entre ellos y que prefieren la rivalidad a la cooperación: Uno es duro, metódico (investiga un supuesto crimen en relación con la trama) y prefiere aislar a los locos. Él parece estarlo un poco, también. El otro es de maneras suaves, muy sensiblón y buenazo, optando por el tratamiento humanitario aunque para ello tenga que soltar a verdaderos criminales en un vano intento de que reconstruyan su vida
Varios miembros del reparto son muy famosos en Europa, como la co-protagonista Anouk Aimée, Pierre Brasseur y, sobretodo, Charles Aznavour. Las interpretaciones en general son un tanto tremendistas, como era habitual en Francia en ese tiempo: o son exageradas o son de un soso subido. Teniendo en cuenta que todo ello era todo un estilo de interpretación con sus virtudes y defectos, las actuaciones son estupendas.
El aspecto técnico es acorde con el cine de género de la época: oscura fotografía en “negro y blanco”, ambientación angustiosa y opresiva, ritmos jazzísticos en la banda sonora, aunque en este caso son más bien acompañantes de una banda sonora ecléctica y un tanto macabra - de Maurice Jarre, nada menos - que logra el propósito de aumentar la tensión dramática y un ritmo pausado pero regular (la evolución del protagonista es lenta pero segura: pasa de ser un tío odioso a un individuo casi heroico). Eso sí, el final es muy precipitado.
Cine del bueno, muy recomendable, aunque no para todo el mundo.
bigladiesman
8
Basada en la novela de Hervé Bazin, este producto de la nouvelle vague es una combinación de “noir”, drama familiar y thriller psicológico que empieza como todo un precedente del cine quinqui, tan de moda en la España de finales de los 70: el hijo de un abogado multimillonario se dedica al crimen por pura vocación; es un encuerado “rebelde con causa [psiquiátrica]”, porque tiene una actitud que bordea la sociopatía. Su padre actúa en consecuencia y lo ingresa en un manicomio en lugar de meterlo en prisión por enésima vez. Entre los muros del psiquiátrico descubre la amistad, el amor, la y la verdadera maldad, con lo que va evolucionando gradualmente de villano a antihéroe. Está interpretado con convicción por Jean-Pierre Mocky, que ha destacado más en su faceta como director, sobretodo en comedias, pero que también ha destacado en el thriller y el terror. Esta película es también un debate entre los distintos modus operandi de la psiquiatría, enfrentando a dos doctores, en principio bondadosos, pero demasiado egocéntricos, con ideas muy distintas entre ellos y que prefieren la rivalidad a la cooperación: Uno es duro, metódico (investiga un supuesto crimen en relación con la trama) y prefiere aislar a los locos. Él parece estarlo un poco, también. El otro es de maneras suaves, muy sensiblón y buenazo, optando por el tratamiento humanitario aunque para ello tenga que soltar a verdaderos criminales en un vano intento de que reconstruyan su vida
Varios miembros del reparto son muy famosos en Europa, como la co-protagonista Anouk Aimée, Pierre Brasseur y, sobretodo, Charles Aznavour. Las interpretaciones en general son un tanto tremendistas, como era habitual en Francia en ese tiempo: o son exageradas o son de un soso subido. Teniendo en cuenta que todo ello era todo un estilo de interpretación con sus virtudes y defectos, las actuaciones son estupendas.
El aspecto técnico es acorde con el cine de género de la época: oscura fotografía en “negro y blanco”, ambientación angustiosa y opresiva, ritmos jazzísticos en la banda sonora, aunque en este caso son más bien acompañantes de una banda sonora ecléctica y un tanto macabra - de Maurice Jarre, nada menos - que logra el propósito de aumentar la tensión dramática y un ritmo pausado pero regular (la evolución del protagonista es lenta pero segura: pasa de ser un tío odioso a un individuo casi heroico). Eso sí, el final es muy precipitado.
Cine del bueno, muy recomendable, aunque no para todo el mundo.
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