Ficha Full Tilt Boogie

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Críticas de Full Tilt Boogie (1)




Mad Warrior

  • 30 Sep 2022

6



Aparece con una mueca irreverente desde la portada, dispuesta a homenajear lo viejo sin dejar de ser consciente de que ha de gustar a un público moderno.
¨Abierto Hasta el Amanecer¨ barre al público de mitad de los 90 con una mala leche y un sentido de la parodia que para sí quisiera Joe Dante; una criatura perfecta para la época.

Para algunos una locura sin sentido y desagradable, para otros un entretenimiento filmado por un grupo cafre de amigos que no deseaban otra cosa salvo divertirse, para la gran mayoría un título de culto indispensable de aquel entonces; y es que han pasado casi 30 años y, a pesar del desfase de los efectos, sigue conservando su frescura y su toque salvajemente malévolo y festivo. Dos de los más destacados ¨film outsiders¨ del momento, de los más desviados ¨enfant¨ de la ola independiente noventera, juntan sus mentes enfermas y engendran un espectáculo que hay que ver para creer, imposible de concebirse hoy día.
Sin embargo, ¨Full-tilt Boogie¨ no es ese monstruo hecho a base de sangre, sudor, vísceras y tequila, sino el diario de a bordo fílmico sobre su creación; es curioso que no esté al cargo un documentalista profesional, sino Sarah Kelly, la simpática asistente de producción de ¨Killing Zoe¨ que, tras entablar amistad con Roger Avary, Eric Stoltz y Quentin Tarantino, tuviera la tremenda suerte de trabajar en ¨Pulp Fiction¨ y luego ser recomendada por este último para narrar todo el proceso de ¨Abierto Hasta el Amanecer¨, una ardua tarea que conllevaba enfrentarse a más de dos meses de rodaje y todo tipo de obstáculos.

Disfrutados de todas formas desde el principio. Díganme ustedes si los primeros minutos, con Tarantino y ese joven George Clooney preparándose para salir al estudio y empezar a grabar, caminando al ritmo de ¨Stayin Alive¨, no son ya un gesto de pura diversión y autoparodia, además de absoluta reverencia a los presentes; el estilo desprende por sus poros esa inconfundible ¨esencia noventera¨, y sobre todo ¨tarantiniana¨, una chulería y una mordacidad en todo lo que sucede que cada secuencia se siente como una fiesta privada a la que no hemos sido invitados pero en la que intentamos colarnos a hurtadillas.
Destaca la actitud pasada de vueltas, de chaval malo del barrio que le gusta adoptar al nativo de Tennessee, quien se pavonea cada vez que puede ante sus compañeros, jactándose de lo fácil que lo tendría para ¨follar con cualquier mujer del equipo¨ (intente usted decir eso ahora, sr. Tarantino) o buscar organizar camorra a la mínima; mientras tanto, Rodríguez va de aquí para allá con su guitarra como el mariachi de pura sangre que es, pero no lo vemos sentado en su silla de director tanto como nos gustaría. Y es que, el tipo que antes se ocupaba de toda la labor técnica y el proceso creativo, ahora que tiene un equipo tan grande a su alrededor prefiere relajarse.

Al otro lado, tras las espaldas de los realizadores, productores, ejecutivos y por supuesto estrellas, quienes no desperdician esos apreciados minutos para tomarse un descanso entre tomas o tiempos muertos del rodaje (y podemos ver qué bien se le da eso a Clooney o a la gamberra de Juliette Lewis), se arremolina un grupo de trabajadores que se dejan la piel para asegurarse de que todo está en su sitio para el día siguiente. Kelly, fan de Linklater y Kevin Smith, se acerca a todos ellos y registra sus banalidades con el fin de atrapar el instante y darle un valor más allá del tiempo presente.
Conversaciones acerca de romances pasajeros a pie de calle, llamadas a la esposa en primer plano, discusiones por la comida, bromas en el set, accidentes en mitad del rodaje; la directora novel quiere nos sintamos parte de este equipo y de su siempre volátil y sorprendente cotidianidad, mientras entrevista a cada uno con las preguntas clave ¨¿Cómo llegaste aquí?¨ o ¨¿Por qué te quieres quedar aquí?¨. A la primera casi todos responden: la suerte de contar con otra persona que les metiese dentro del negocio (el clásico método del ¨enchufismo¨ que uno jamás debe desperdiciar); a la segunda es obvio: el sueldo, nada comparable a ¨cualquier empleo de segunda clase¨.

Asistentes de cámara, electricistas, conductores, técnicos de sonido, diseñadores de producción, técnicos de efectos especiales, incluso humildes figurantes y cocineros, una gran familia dedicada a sus labores de 6 de la mañana a 9 de la noche, incluso en domingos. Esto enlaza con las partes más interesantes del documental: las trifulcas entre los miembros de la producción y los de los sindicatos del gremio cinematográfico, ya que, como solía suceder en todos los films de Rodríguez, su equipo no estaba sindicado. Eso se podría pasar por alto en una producción de bajo presupuesto, pero la presente casi llegaba a los 20 millones de dólares...
Y se convierte en la causa de una guerra de intereses narrado de forma cruda y agobiante por Kelly, quien tiene la osadía de irrumpir en asambleas de sindicatos y personarse ante el malhumorado líder del gremio; Elizabeth Avellán y Tarantino muestran sus posturas defensivas, pero no vemos a Rodríguez haciéndolo (¿está de verdad este hombre aquí o no?). Entre tanto, alguna que otra borrachera en un bar de las localizaciones, una tormenta que asalta al equipo en pleno desierto y una fiesta en una piscina comunitaria que molesta a los vecinos...

La película sale a la luz a comienzos de 1.996 y triplica en taquilla el presupuesto invertido, lanzando definitivamente al mexicano al estrellato y blindándose su dupla con Tarantino. ¨Full-tilt Boogie¨ será presentada con honores por el mismo Linklater un año después en el Festival South-by-Southwest de Austin.
Hoy en día ha quedado, con sus irregularidades y momentos insustanciales, como un referente de los documentales ¨making of¨ de los 90. Momento curioso cuando se acercan los paparazzi con sus despreciables tretas para espiar en el set...



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