Ficha Fanny y Alexander

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Críticas de Fanny y Alexander (3)




Mad Warrior

  • 11 May 2021

10



¨Todo puede ser, todo es posible e inusitado. El tiempo y el espacio no existen; sobre una débil trama de realidades la imaginación teje y modela nuevas formas¨.
Con estas palabras de August Strindberg finaliza una cumbre de la cinematografía universal en general y de Ingmar Bergman en particular; el último y verdadero adiós a su cine...

Desde que fuera acusado de evasión fiscal en beneficio de su productora y haber sido recluido en un hospital por grave depresión para luego mudarse a Alemania, el maestro sueco no había pisado su país natal desde 1.977; su último trabajo, destinado a la televisión (¨De la Vida de las Marionetas¨), es uno de las más rabiosamente oscuros de su carrera, pero queda muy lejos de los antes realizdos. Da forma en este exilio a una historia que lleva madurando algún tiempo; de carácter autobiográfico será no sólo su obra más desnuda y sincera, sino la más ambiciosa, extensa, costosa y complicada.
Será también, en sus propias palabras, la última que hará, pues ni posee la fuerza física ni psicológica para continuar el oficio; esta coproducción de millones de coronas cuyo principal socio capitalista es el Instituto Sueco de Cinematografía supone el tan esperado retorno a su tierra, y en ella vierte todos sus recuerdos y emociones a través de un relato situado a inicios del siglo XX en el seno de una vasta, pintoresca y truculenta familia burguesa, los Ekdahl, dominada por una cariñosa matriarca (Helena), en el cual se evoca el descubrimiento del mundo real de dos hermanos, Alex y Fanny, por medio de una gran tragedia que sacude los cimientos de dicha familia: la muerte del padre.

Pero la historia, que se verá dividida en unos tres actos (a mí juicio) con su prólogo y epílogo, tiene a bien empezar no en un frío, violento y desencantado mundo, sino en plenas fiestas navideñas a partir de otro mundo muy personal para Bergman: el del teatro. Amor, pasión, diversión y calidez; desde los tiempos de sus comedias costumbristas nunca se mostró tan abiertamente feliz. En lugar de observar este microcosmos exclusivamente a través de los ojos de Alex, decide detenerse y analizar largo y tendido a cada uno de los miembros de los Ekdahl; así este acto remite a la construcción humana y dramática de una conocida tipología ¨bergmaniana¨.
El tío idiota, la criada joven y sensual, el otro tío seductor, los niños rebeldes e inocentes, el padre sensible; la mayoría de las mujeres están modeladas a partir de Karin, la madre del cineasta: chismosas, estrictas, permisivas, gritonas, divertidas, melancólicas. Si bien debajo de este universo pomposo y colorido no tardarán en surgir los primeros signos de cobardía, sordidez, insatisfacción, tristeza, odio, avaricia y dolor, por ahora en él rebosa la felicidad y el film se concede tiempo para celebrar la vida a cara descubierta. Los bonitos recuerdos de la infancia se proyectan a través de la linterna mágica, primer signo de la importancia de la imaginación.

Llegan la presencia palpable e inevitable de la muerte cuando el padre de Alex (Oscar) cae presa de un ataque cardíaco; adiós a la tranquilidad, al júbilo, se infiltra la oscuridad, los gritos, los temores. Como otras veces en el cine del sueco, los fantasmas penetran al mundo de los vivos y acechan desde los rinconces silenciosos, no aterradores, sino tristes. En un alarde del poder visual que subyace a la sencillez compositiva de Bergman, los dos niños protagonistas ven a su progenitor sentado al piano; el espectro errante y aún cargado de pesares que no vimos en ¨Gritos y Susurros¨ aparece en escena con una paciencia y frialdad que hiela los huesos.
El segundo acto lo inicia la introducción de un personaje que arrancará los peores pensamientos y emociones a Alex y Fanny y así al espectador: el obispo Vergérus. Creyendo hallar en el severo hogar de éste un remanso de paz y el camino de la verdad, la madre (Emelie) se enfrenta junto a sus hijos al abandono del cálido nido familiar y a la perversidad y crueldad de otra familia que sirve, en la mortificación y contrición, a un culto perverso, depravado. Bergman y su fiel operador Nykvist nos atrapan en una atmósfera gélida, estéril y tenebrosa, desasosegante hasta la indigestión; y el primero se transmuta, ahora más que nunca, en su pequeño protagonista, porque este hogar no es sino el reflejo del suyo propio hace décadas antes. Vergérus encarna a su padre Eric, ferviente pastor luterano y padre autoritario y brutal; en este rígido ambiente, la madre insatisfecha oculta su odio con una máscara de complacencia y la hermana es despreciada mientras el niño obtiene refugio en la imaginación, el arte empedernido y redentor de la mentira, la eliminación más o menos deliberada del límite entre fantasía y realidad y la elección de la incendiaria rebeldía.

Todo ello en contra de una educación intransigente, una terca propensión a la laceración, a la humillación y a la negación de la alegría. El espíritu del arte ¨bergmaniano¨ y de su propia lógica toma imagen en el enfrentamiento de Alex y Vergérus: la lucha infatigable contra toda pretensión de pureza, la afirmación de la imperfección como signo selectivo de la humanidad y si la ausencia de Dios se recibía con amarga resignación en ¨Los Comulgantes¨ aquí se celebra furiosa. Todo consiste en unas apuestas (el Bien contra el Mal, opulencia contra austeridad, obediencia contra sublevación, veneración contra blasfemia) deliberadamente simplificadas mediante un proceso de decantación que las revela en toda su complejidad (del mismo modo que la construcción psicológica de los personajes).
Una criada traidora (Justina) ofrece la perfecta imagen de esta atmósfera (ella misma aparece como una apática eccematosa), tan invadida por horribles recuerdos, sombras asfixiantes y una vomitiva disciplina religiosa. Éstas harán por disiparse en un tercer acto, más excitante y donde el nivel de abstracción, se eleva hasta lo inenarrable, que empieza con una maravillosa secuencia propia de la farsa burlesca: la huida de Alex y Fanny de la casa del obispo gracias a la ayuda de Isak (los niños son salvados, ha tenido lugar un milagro, pero de una impureza tan discreta y profunda que el director desafía a cualquiera a ver en ello algo más que ese simple fundido a blanco...).

El aberrante misterio de la tenebrosidad divina en Bergman se adscribe a las poderosas y oníricas secuencias finales, donde al malvado dios del sacrificio responde primero la marioneta de un dios grotesco y palpitante (de las más extrañas y aterradoras escenas de su cine) que el sobrino de Isak usa para asustar al niño, y luego la simbólica presencia de Ismael, quien cumple su venganza al matar a distancia al pastor. Así asistimos al momento de mayor libertad y desnudez del cineasta. Con el incendio en casa de Vergérus éste ha matado a su padre Eric, se ha librado de su imagen para siempre aunque ya lleve muerto doce años (si bien el fantasma permanecerá cerca...).
Más allá de reunir a algunos de sus venerados de la literatura (de Shakespeare a Ibsen pasando por Dickens, Strindberg y Hoffmann) con los recuerdos infantiles y las reminiscencias de su propia obra, el sueco combina en un inquietante juego de espejos y máscaras el teatro y el cine, confronta arte y religión, se abre camino entre las aguas del clasicismo y la modernidad; esto es: administra, ganando en todos los terrenos, una extraordinaria lección de virtuosismo, intensidad y libertad, magnificada, más si cabe, por la bella fotografía de Nykvist, la música de Daniel Bell y la dirección artística de Anna Asp.

Encabezado por los pequeños Bertil Guve y Pernilla Allwin, entre todos los que componen el inmenso plantel del film, Allan Edwall, Ewa Fröling (en un papel que pudo haber hecho Liv Ullmann pero se negó...), Gunn Wallgren, un odioso Jan Malmsjö y la preciosa Pernilla August nos brindan grandes interpretaciones, sin olvidar a los ¨obligatorios¨ del universo ¨bergmaniano¨: Erland Josephson (impagable en su papel de Jakobi), Harriet Andersson (irreconocible como la repulsiva Justina) y la breve pero no menos memorable aparición de Gunnar Björnstrand (porque dos minutos bastan para quedar prendado con este hombre).
Como ¨Secretos de un Matrimonio¨, ¨Fanny y Alexander¨ ve la luz en una versión que sacrifica cruelmente dos horas de metraje; no así es aplaudida por crítica y público y se lleva con todos los honores el Oscar a Mejor Película Extranjera. Ese mismo año Bergman anuncia que abandona, oficialmente, el mundo del cine; aun así, si lleva buscando infatigable su perfección en el mismo, por fin la ha logrado.
El adiós con un maravilloso milagro: la victoria del amor sobre el odio. En otros títulos no sería posible, pero sí en esta ocasión: los niños pueden reunirse de nuevo con su madre en la gran casa familiar, sede de una humanidad que desafía la presencia del Mal y la propia finitud de su existencia mediante la renovada celebración de la ilusión, la fantasía, el cariño y la generosidad.

Y así se apagaron los gritos y susurros...



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Parnaso

  • 14 Nov 2020

4


Siempre que la han dado en la tele la he visto hasta la mitad y después me he quedado dormido, el otro día me propuse verla entera y la experiencia fue poco agradable pues se me hizo pesada y nada trascendental. La película que gira en torno a una familia con varios problemas se desarrolla con sigilo y poca energía lo que hizo que me adormilase demasiado. Como siempre en las películas de Bergman en cristianismo aparece de fondo sin mucho misterio. Lo mejor de todo fue el trabajo de los actores y la puesta en escena. El resto... no me pareció tan bueno como lo pintan muchos.



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[email protected]

  • 3 May 2020

10


Excelente! La mejor película de Ingmar Bergman de todas las que vi hasta ahora (anteriormente había visto ¨El Séptimo Sello¨, ¨Gritos y Susurros¨ y ¨Persona¨ que, si bien se dejaban ver, no me habían parecido extraordinarias).
Está cinta me sorprendió muy gratamente. No es lenta para nada, algo raro siendo de este director. Las 3 horas y 9 minutos que dura se pasan sumamente rápido.
Está excelentemente actuada por parte de todos los actores y todos los personajes, los cuales no son pocos, están perfectamente delineados.
Me llamó la atención que tenga cierta cuota de fantasía, algo raro en el género y, como dije anteriormente, proveniente de este director.
Sumamente recomendable!



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Críticas: 3


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