Para celebrar el cincuentenario de Hollywood como meca del cine, Universal quiso homenajear en una lujosa producción en Cinemascope al que quizá el mayor astro que tuvo la productora de los Laemmle en la gran época de los estudios: Lon Chaney. Es por eso que un biopic de este señor no podía faltar aquí. Aunque se tome muchas, muchísimas libertades respecto a la vida de tío Lon es interesante verlo.

La película empieza en un homenaje a Chaney. El que sería prestigiosísimo productor Robert Evans, entonces muy joven, nos introduce en la figura de Chaney haciendo de Irving Thalberg, y a partir de aquí se desarrolla el drama.

El reparto es excelente: James Cagney como Chaney y Dorothy Malone y Jane Greer en los papeles de sus dos esposas como estrellas y buenos intérpretes de reparto como Marjorie Rambeau, Jim Backus, Jack Albertson o Roger Smith llevando a buen puerto un guión que sería nominado al Oscar.
Cagney es un Chaney bastante logrado. Su gestualidad y talento para el baile se usan con gran efecto, aunque en algunos momentos Dorothy Malone le roba la escena como una Cleva Chaney tan bella e independiente como maníaco-depresiva, a veces indeseable, a veces digna de la mayor compasión. Jane Greer está muy simpática como Hazel Hastings, chica de coro y abnegada esposa y madrastra. Quizá demasiado azucarada, pero lo hace muy bien.

En el aspecto técnico destaca el uso de varios de los decorados donde trabajó Chaney, el excelente maquillaje (de Bud Westmore, uno de los mejores maquilladores y uno de los tíos con más jeta de Hollywood), que imita bien las creaciones del actor, la fotografía a cargo del prestigioso Clifford Stine y la música de Frank Skinner. Todo ello elaboradísimo.

A pesar de las muchas libertades que se toma el excelente guion, la película es interesante y es un buen homenaje a uno de los grandes del cine al que tan aficionados somos.

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