Llevaba años (no tantos como el propio Terry Gilliam, pero casi) esperando con ansia “su Quijote”. Cuando finalmente se estrenó, leí varias críticas, no excesivamente buenas en general. Por fin llegó el momento y pude visionarla.
Puedo comprender, en cierta medida a los críticos, aunque no comparto en absoluto su decepción. Seguramente, esperaban una “adaptación del Quijote”, y esto no lo es en absoluto.
Yo mismo tardé un rato en entrar en la historia. El problema es que tenemos el Quijote demasiado grabado a fuego, y no entendemos que, en este caso, no nos están contando la historia del Hidalgo don Alonso Quijano, sino otra muy diferente.
Gilliam hace aquí metacine 100%. La idea de fondo es que don Quijote es un arquetipo, y un arquetipo necesario. Por tanto, lo que estamos viendo debería responder a esta afirmación, y lo asumimos de inmediato. Tanto, que en pocos minutos nos olvidamos que este “Don Quijote” no es sino un zapatero al que se le ha ido la cabeza, en pleno siglo XXI. Algo en lo que no volvemos a caer hasta el final del filme.
La película toma un aspecto esencial del libro, que viene a convertirse en el leitmotiv de la misma: La realidad se va adaptando a la imaginación de Don Quijote, y esto incluye a las personas. En este caso, esto se ajusta a la perfección a la idea de la historia, puesto que de lo que se trata en realidad (aunque lo olvidemos durante el filme) es que todo es el rodaje de una película. Esta doblez es en sí mismo una genialidad.
Siguiendo con el enfoque, encontramos una clara inspiración en el también “maldito” Quijote de Orson Welles, montado por Jesús Franco y editado años ha. En concreto, esa fusión de fiestas españolas nos remite directamente a la fascinación de Welles por el folklore hispano.
Respecto a la parte técnica, encontramos el ya clásico barroquismo de Terry Gilliam, que aquí, más que nunca, viene como anillo al dedo. Tal vez, y eso es ya endémico (ya le ocurrió a Woody Allen), cuando un foráneo realiza una película “sobre España”, se abusa de los sones flamencos. Puede ser entendible desde fuera, pero a estas alturas debería estar claro que cada región de España tiene una cultura propia, y que el flamenco no cabe siempre y en todas partes.
En cuanto al casting, reconozco que no me ha gustado el actor que representa al personaje principal, el director (Adam Driver). Uno hubiera esperado alguien más “anglosajón”, tal vez de más edad, y no un jovenzuelo de aspecto latinoamericano. No es que actúe mal, simplemente su apariencia no encaja mucho ni como un director de cine ni como Sancho Panza.
Quien sí se sale –absolutamente- es Jonathan Pryce. No podemos sino acordarnos de su también gran actuación en Brazil (1985), en un papel también de “quijote”. Pareciera que los 33 años transcurridos han convertido en realidad el sueño de aquel joven aspirante a caballero andante que escapaba de la realidad en ese mundo distópico.
El gran final acaba por rellenar todos los agujeros que pudiéramos tener, y le da sentido a todo lo que hemos visto durante la película.
Resumiendo, una gran obra del gran Gilliam. Recomendable verla más de una vez, porque una vez que se conocen las claves, se disfruta el doble.

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Pues me ha resultado una peli un tanto extraña al pincipio, pero según pasaban los minutos me ha ido gustando más, me han encantado los personajes sobre todo el del Quijote, pero sobre todo me ha divertido mucho.

Así que si te gusta el libro, deberías verla, creo que merece la pena aunque no sea la mejor peli de la historia.

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Como indica en los créditos de inicio de esta película, tras 25 años de tener el proyecto hecho pero incapaz de ser plasmado, Terry Gilliam ha conseguido acabar su obra maldita: El Hombre que mató a Don Quijote.
Y... ¿la espera ha valido la pena?
En mi opinión: HA VALIDO.
Esta película no es ¨Don Quijote¨ con las extravagancias de Terry Gilliam: Es una carta a Don Quijote, a Miguel de Cervantes y al legado de tal.
La historia (Sin spoilear mucho) es también una sátira a Terry Gilliam y su proyecto. El protagonista, Toby, es un hombre que en su juventud hizo una película de fin de carrera de ¨Don Quijote¨. 10 años después, intentando realizar el proyecto de gran producción y viéndose constantemente con problemas y su insatisfacción con el proyecto, ve como su pasado vuelve hacia el, en búsqueda de lo que es realmente el caballero de triste semblante.
Los actores Adam Driver y Jonathan Pryce (Quienes únicamente conocía por Star Wars y Juego de Tronos, respectivamente) bordan cada personaje que tocan realizar. Uno llega a sentir que Jonathan Pryce es realmente Don Quijote proyectado en este, nuestro mundo. Y con Adam Driver, uno llega a sentir lastima por su quien fuiste y quien eres, mas también realiza un viaje que, de alguna manera, conseguirá hacerle entender como es vivir una historia que cambia la mente y la percepción de cada uno.
La estética es grandiosa. No solo los decorados, que son increíbles, sino también el vestuario: La armadura de Don Quijote, las vestimentas clásicas, los trajes de los payasos y bufones medievales... Y acompañada por una fotografía espectacular.
Lo único de lo que me quejaría seria que algunos actores, aun siendo buenos, tampoco desempeñan un papel importante en la película, viéndose reflejado en el personaje de Oscar Jaenada que, después del trabajo que desempeña en una alucinación de Don Quijote, no tiene mas relevancia en la película. También destacar que unos efectos digitales que tiene la película son... feos. Te recordaran mas a La Naranja Molesta que a un trabajo profesional.
Pero fuera de esto, esta película ha cumplido con mis expectativas y las ha superado desde que vi el documental ¨Lost in La Mancha¨ y desease que esta película viese algún día la luz. Es una sátira, es un homenaje y es nuestro caballero de triste semblante, que esta dispuesto a traer a esta época la gran época de la caballería.

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