Ficha La Rosa Púrpura del Cairo

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Críticas de La Rosa Púrpura del Cairo (6)




Mad Warrior

  • 7 May 2021

9



¿Qué amante del cine no ha deseado que ese actor o actriz saliera del cartel y pasase un día con él?, ¿o atravesar la pantalla y vivir emocionantes aventuras en la misma película?
¿Quién no ha soñado con suplantar a Devlin y besar a Alicia en ¨Encadenados¨?, ¿o con pasar una ardiente noche con Matty en ¨Fuego en el Cuerpo¨?, ¿o con casarse con la bella y dulce Noriko en ¨Primavera Tardía¨?

Esa es una de las virtudes del cine, que se puede soñar con lo sucedido en pantalla sin límites de ningún tipo; Tornatore lo planteaba muy bien en ¨Cinema Paradiso¨, pero nadie iría tan lejos como Woody Allen, quien devoraba películas en los cines durante su infancia, de vez en cuando acompañado de su prima Rita, ¨a veces yendo cinco o seis veces por semana, ¡o incluso a diario!¨ (en sus propias palabras). Y es que el cine americano de los 40 tenía muchas maravillas que ofrecerle, desde ¨thrillers¨ vertiginosos hasta comedias irresistibles y, cómo no, estrellas fascinantes, venerando en particular a los actores más viriles (Cooper, Ladd, Cagney, Bogart...).
Años más tarde, convirtiéndose en director, el neoyorkino hizo realidad su sueño de permanecer para siempre en el reino de la infancia, como él mismo admitiría: ¨Mis películas nacen de una relación con el mundo fundada en el cine más que en lo real […]. De niño pasé muchas horas en las salas intentando huir de la realidad, hasta resultarme imposible trazar la diferencia entre lo uno y lo otro¨; reflexiones y recuerdos que plasmaría de la manera más honesta en ¨La Rosa Púrpura del Cairo¨, considerada por la gran mayoría como una de sus mejores obras en los 80, y rodada, para más inri, en el Kent Theatre de Brooklyn, uno de los cines frecuentados en su niñez.

Para ello volvería a poner a sus órdenes a su musa del momento, Mia Farrow, en su cuarta colaboración conjunta, quien interpreta a Cecilia, cuya vida en el Brooklyn de la Gran Depresión no puede vislumbrarse más triste y melancólica, trabajando de camarera por una miserable paga mientras ha de soportar a su marido Monk, un desgraciado que abusa de ella como quiere; por suerte, esta inocente, retraída y ensoñadora joven ha encontrado una vía de escape: el cine. Allen se detiene fugazmente a observar la dura realidad del momento pero sin desear construir un drama de época.
De este modo decide, sin mucha demora, decantarse por la fantasía que le ofrece esta historia de fascinación completa por el universo dorado, emocionante y misterioso del cine de época; asistiendo por quinta vez a la proyección de ¨La Rosa Púrpura del Cairo¨, Cecilia protagoniza un imposible y desgarrador encuentro entre ficción y realidad cuando el seductor aventurero de la película, Tom Baxter, sale de la pantalla para reunirse con ella. Si este mágico acontecimiento sucediese sólo en la mente de la chica estaríamos ante una historia más convencional, pero Allen transforma esta ¨fuga fílmica¨ en algo real, por lo que el público estalla conmocionado en la sala.

Mientras Cecilia mantiene un romance de ensueño con Tom éste se preguntará por su condición de ser humano imaginario y por el mundo real que desea habitar libre de las ataduras que le imponen los guionistas (Dios), el argumento (la vida) y el escenario (eterno hogar); por su parte, los personajes de la película se hallan desamparados ante el abandono de su compañero e invadidos por la tremenda amenaza del corte de proyección (¨¡no apaguen el proyector, si se va la luz desapareceremos todos!¨). Así, influenciándose de clásicos como ¨Hellzapoppin¨, ¨El Moderno Sherlock Holmes¨ o ¨Las Noches de Cabiria¨, el director eleva la idea del metacine a la más pura metafísica.
Esta estrafalaria confrontación se extiende en el encuentro entre Tom y su álter-ego en la vida real, Gil Shepherd, con los que Cecilia experimentará un romance dividido entre la realidad y la ficción, y cuando los productores anuncien la muerte de la industria cinematográfica a raíz de la ¨huida¨ de Baxter y del olvido de frases del guión en otros tantos (pues mediante avanza el metraje el original fugado será menos ficticio y más real). Pero este impasse alcanza su cenit en una secuencia realmente memorable: Cecilia deja de ser para siempre una espectadora al introducirse, llevada de la mano de Tom, en la propia película.

Sirviéndose de la sátira y el ingenio, Allen nos ha presentado las dos caras de una descorazonadora verdad, la imposibilidad de hallar una salida ante el hastío de la existencia: Baxter se considera esclavo de su hermético mundo cinematográfico, tal como Cecilia se siente en el mundo real, pero para ambos cada mundo contrario significa la liberación total. Haciendo un doble esfuerzo, Jeff Daniels brinda una genial actuación como Gil y su álter-ego (cuyo papel era de Michael Keaton hasta que se marchó de la película), apoyado por los notables Edward Herrmann, Danny Aiello, Dianne Wiest y Van Johnson. Por otra parte, Farrow no abandona su carácter tímido y vulnerable, resultando tan empalagosa como de costumbre.
Mientras, la cuidada ambientación y la sensacional fotografía del maestro Gordon Willis se ve regada con el mejor ¨jazz¨ clásico. Pese a contener un argumento desconcertante en ocasiones, escenas innecesarias que alargan el metraje (como la del prostíbulo) y esa idea de la interacción física entre la vida real y el celuloide tomada de los títulos antes citados, ¨La Rosa Púrpura del Cairo¨ se perfila como un delicioso delirio colmado de tierna melancolía y rematado con un significativo final (que comentaré más abajo).

Allen la llegaría a considerar su película favorita, aunque su paso por la taquilla americana no fuese muy exitoso...situación contraria, por suerte, a la vivida en Europa.
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Día tras día visitando el cine para ver ¨La Rosa Púrpura del Cairo¨ dejan a la dulce y desgraciada Cecilia absolutamente inmersa en la pantalla y desconectándose de la realidad.
Ya desde siempre su huida es definitiva y no existirá para ella más mundo que el lanzado desde el proyector.

El universo real y el ficticio siempre se verán enfrentados durante todo el film, materializándose a la perfección dicho enfrentamiento en el personaje de Baxter, pero Allen vuelve a quebrar las posibilidades de la narrativa imaginando a su heroína saltar desde la sala al otro lado de la pantalla. Al suceder esto ambos universos colapsan, desequilibrándose por completo el dispuesto al ¨otro lado¨ (la cantante a la que Tom rechaza, el camarero que de repente se pone a bailar), pues ya no existe un argumento que seguir ni la interacción entre los personajes programada por el guión.
Cecilia conoce el placer del mundo del celuloide desde dentro: el lujo de los decorados, la sofisticación de los personajes, la intensidad de los neones, la bonita ciudad bañada por las luces del amanecer al fondo mientras pone la guinda a su noche un romántico beso con el galán. ¨Toda la vida me he preguntado cómo se viviría en este lado de la pantalla¨, afirma ella, aún desconcertada por la excitación.

En este momento de la película, y más que nunca, se nos presenta la vida como un sueño, en donde las ilusiones y las esperanzas son capaces de acabar con el hastío y la tristeza que nos brinda el mundo real de ahí fuera. Sin embargo, el sueño no dura eternamente; Shepherd vuelve a declarar su amor a la chica y ésta sale del film para regresar al mundo al que debe pertenecer, para ella el único donde sería capaz de decidir su destino sin darse contra una pantalla (las barreras y dificultades del día a día).
Desencanto final que vuelve al tono melancólico del principio. Cecilia es engañada por Shepherd, quien, una vez arreglado el asunto con su álter-ego, regresa a Hollywood para continuar con su carrera (no sin una gran sensación de culpa); la joven se ha dado de bruces con una injusticia propia del abyecto mundo real, la ha traicionado uno de los mayores pecados que puede cometer el espectador: idealizar a un actor hasta el punto de confundirle con su personaje (pues nos solemos enamorar, sí, de los personajes, no de aquellos que los interpretan, aunque a veces se nos antoje lo mismo).

¨La Rosa Púrpura del Cairo¨ ha terminado su exhibición, el sueño se ha ido y tanto Baxter como Shepherd se van para no regresar jamás. Con el corazón hecho pedazos, Cecilia vuelve a entrar a la sala del cine, donde se proyecta ¨Sombrero de Copa¨, protagonizada por un alegre y danzarín Fred Astaire; de repente, las lágrimas de la joven comienzan a frenarse, la algarabía de la película despierta en ella esa sensación tan familiar de calma, alivio y alegría.
Vuelve a abandonar la realidad ¨real¨ para habitar la ¨imaginada¨, la única donde siempre fue, ha sido y será feliz, la del celuloide. Woody Allen no podría haber propuesto un final más acertado: dejemos que el mundo real siga girando, con su violencia, sus desgracias, sus muertes, sus ambiciones y sus mentiras, mientras nos podamos refugiar en el mundo del cine, al amparo de su magia y fantasía sin límites.

Con suerte, el personaje saldrá de la pantalla e invitará a Cecilia a bailar, nunca se sabe...



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[email protected]

  • 27 Jun 2016

8


Muy buena película de uno de mis directores preferidos. Una de sus películas mas conocidas en toda su filmografía. Completamente entretenida, delirante y extraordinaria. Con una idea más que original y llamativa. Excelentes actuaciones, excelentes diálogos, buenos efectos para la época (tiene pocos pero los pocos que tiene están bien realizados), lo único que no me gustó fue que hayan elegido a Jeff Daniels para el protagonista masculino ya que, sin ser mal actor, tiene demasiada cara de estúpido. La idea me resultó muy innovadora y la duración de la película es justa, mas larga hubiera empezado a aburrir. En fin, muy buena, una de las mejores películas de este excelente director, más que recomendable.



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DE NIRO

  • 4 Jun 2016

10


me considero fan de este director asi que no es una critica del todo imparcial, pero debo considerar que tiene todo lo que nos gusta en esta peli, un guion disparatado, actores que lo realizan a la perfeccion, destacando a la siempre solida y bella mia farrow, muy buenos escenarios de new york en la epoca de la depresion en estados unidos, es una entretenida comedia dramatica y la considero para todo publico.



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alejandropadula

  • 3 Apr 2012

6


quiero decir que a mi este director no me gusta ni ahi,es mas lo detesto.pero esta es una aceptable peli que por momentos salta de la realidad a la fantasia.quizas es un poco rebuscada el film pero tardio en llegar las emociones.bien sus personajes y la historia esta para ver un rato.mi punuacion es un 6.mas de eso no le puedo dar.



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zamenhof

  • 28 Nov 2009

10


Magnifico y divertido film de Allen, con ritmo y un guion mas que original donde sobresale la siempre efectiva Mia Farrow. Allen construyo una gran historia donde te mantienes todo el rato con interes. De las mejores peliculas de este director, tipicas de el con buenos dialogos y argumentos sugerentes.



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Poyolomo

  • 16 Nov 2009

10


Partiendo de que es obligatoria como quien dice la filmografia de este señor, en este caso que nos ocupa tenemos un plus y es que se trata, no de la mejor ni mucho menos, pero si probablemente de una de las mas magicas y oniricas peliculas del genio woody allen, hay que verla.



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Críticas: 6


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