Entre los inconvenientes más severos que tuvieron, los protagonistas revelaron en varias entrevistas que el que los más asustó tuvo que ver con sus ojos. Ocurrió que, para generar el contraste entre la oscuridad de los tornados y lo que ocurría dentro de los vehículos, la producción debió utilizar faros extremadamente potentes, instalados en la caja de las camionetas en las que se trasladaban, que dañaron la vista de los actores.
El pequeño pueblo de Wakita, gran protagonista en un momento clave del largometraje, mantiene hasta hoy una suerte de museo de Twister, con algunos de los objetos usados durante la filmación.
El clima tampoco ayudó: el cineasta dijo en varias entrevistas que hubo días en los que llovió torrencialmente por unas horas y pocos minutos después salió el sol con toda su potencia.
El director, además, tuvo una discusión muy dura con el equipo. Eso provocó que cerca de 20 técnicos renunciaran repentinamente en una jornada, entre ellos el director de fotografía, Don Burgess, según reveló Entertainment Weekly en noviembre de 1995. En un momento de enojo, De Bont le habría dicho “incompetente”, por lo que se desató una pelea feroz en el set.
El lugar elegido para el rodaje fue una serie de localidades rurales de Oklahoma
Se calcula que, en total, estuvieron casi 90 días, en los que no faltaron problemas. El equipo técnico montó una suerte de campamento, con los enormes camiones de filmación, en uno de los pueblos rurales de la zona. Para la escena final, de hecho, usaron una enorme granja de cría de cerdos. Según revelaron los técnicos, durante varias jornadas el olor de los desechos de los animales impregnó todo y debieron cubrirse la boca para no sentirlo.
El equipo de rodaje se trasladó a Oklahoma para las grabaciones de los pequeños pueblos rurales arrasados por los huracanes, las persecuciones y hasta la memorable escena que tiene lugar en un autocine.
Detrás de la producción ejecutiva y de otras ideas que facilitaron los efectos especiales estuvo Steven Spielberg.
En ¨Twister¨ vuelan animales, casas y personas gracias a los novedosos efectos visuales que se utilizaron con la tecnología más destacada de la época. Hoy se puede ver en Netflix y, por la gran cantidad de fans que cosechó desde su estreno, suele repetirse en los canales de cable
Según reveló la revista especializada Variety, fueron usadas combinaciones de distintos gemidos de animales, en su mayoría camellos, para recrear el sonido arrasador de las tormentas.
El director Jan De Bont señaló entonces que, antes de ponerse a trabajar, sabía que no quería de ninguna manera hacer las escenas utilizando casas en miniatura o réplicas filmadas desde ángulos que dieran el efecto visual del desastre. Tampoco estaba dispuesto a usar la técnica del “croma”, por lo que confió en la producción, que invirtió unos 75 millones de dólares, y en los efectos producidos por computadoras y algo de animación con tomas de tornados reales como base.
La película, que costó cerca de 75 millones, recaudó 495,7 millones de dólares
Para que la potencia de las ráfagas de los tornados se viera realista en pantalla se utilizaron las turbinas de un Boeing 707, además de pequeños turbos de máquinas de viento dispuestos por todos lados. El ruido, por momentos, era ensordecedor para trabajaron en el rodaje.
Lo que más impactó a los espectadores de la época fueron los efectos visuales y sonoros del largometraje.
A la vez, durante el rodaje los actores tuvieron que enfrentarse a una de las mayores dificultades: el viento persistente que se ve en la mayoría de las tomas.
Durante las numerosas entrevistas que brindaron los protagonistas y el director de Twister antes del estreno, fueron revelados algunos detalles sobre cómo lograron aquellas imágenes tan impactantes de tornados y tormentas.
En tanto, los potentes ruidos producidos por los diferentes tornados que se ven a lo largo de las casi dos horas que dura la película, provinieron de una grabación muy particular.
Para que la potencia de las ráfagas de los tornados se viera realista en pantalla se utilizaron las turbinas de un Boeing 707, además de pequeños turbos de máquinas de viento dispuestos por todos lados
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Nikita Kugatsu
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