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Mad Warrior

Críticas de Mad Warrior

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El Regreso de la Pantera Rosa El Regreso de la Pantera Rosa 14-10-2022
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Mucho tiempo ha pasado desde que el famoso diamante ¨La Pantera Rosa¨ fuera robado. El inepto agente Jacques Clouseau ha sido trasladado a un destino más acorde a sus habilidades y el sr. Charles Lytton parece haberse retirado de su profesión...
hasta que un accidente los va a volver a unir, y en la más grande de las aventuras.

En 1.964 se estrena ¨A Shot in the Dark¨ (prefiero ignorar su título traducido) y es todo un éxito; Blake Edwards captura definitivamente el espíritu del alocado e inútil inspector Clouseau que Peter Sellers había encarnado un año antes en ¨La Pantera Rosa¨ (y con el cual robó todo el protagonismo a David Niven, por ello no volvería a interpretar su personaje después). Destaca la arrogancia y la torpeza del francés como medio para los delirantes ¨gags¨, además de ser introducidos secundarios de lujo como el sirviente Cato o el desquiciado jefe Charles Dreyfus.
Tras este clásico del humor nunca más se supo. Aparece una tontería realizada por Bud Yorkin con Alan Arkin que nadie relaciona con la saga iniciada por Edwards, quien empieza a meterse en líos por culpa de su inmensamente costosa ¨La Carrera del Siglo¨, y los productores no se fían mucho de él; por otra parte Sellers demuestra ser alguien intratable en lo privado además de tener problemas con las drogas. La carrera de ambos, pese a una gran colaboración como ¨El Guateque¨, no discurrirá bien en años venideros; el director desea hacer reflotar la saga pero no obtiene el beneplácito de la escéptica United Artist, así que se encargará el productor inglés Lew Grade, quien promete financiarle dos películas.

La primera es el drama ¨La Semilla del Tamarindo¨, con Julie Andrews (esposa de Edwards); en la siguiente éste decide hacer las paces con Sellers y unir sus fuerzas para traer de vuelta la fórmula que les diera el éxito casi una década antes (aunque previamente se barajase no un largometraje sino una serie de televisión). Como en ¨A Shot in the Dark¨ un suceso impactante en plena noche es el resorte de los acontecimientos, aquí el robo del célebre diamante, cuya firma pertenece sin duda al ya retirado ¨Fantasma¨ Lytton, una secuencia de apertura muy bien filmada en la que Edwards marca la diferencia con todas las demás entregas de la saga.
De la ficticia Lugash nos vamos directamente al lado de Clouseau, y el humor empieza a fluir gracias al talento innato de Sellers (y es que pocas escenas de presentación son tan divertidas como la charla con el falso mendigo ciego y el mono). El realizador recupera no la atmósfera sutil de ¨La Pantera Rosa¨, sino la más salvaje y disparatada de ¨A Shot in the Dark¨ (siendo las peleas entre Cato y el inspector el mejor ejemplo); pero cuando al inepto protagonista le encomiendan recuperar el diamante robado la trama se bifurca centrándose tanto en sus desastrosas hazañas como en la intriga más ¨seria¨ que concierne a Lytton.

Así vamos a tener tiempo de todo, de reírnos a carcajadas con el humor puramente visual y físico heredado de Keaton, Chaplin, Lloyd y Laurel y Hardy que nos ofrece Sellers y su álter-ego, y de introducirnos en una especie de aventuresco ¨thriller¨ con el ¨Fantasma¨ de implacable protagonista, un poco en la línea de James Bond, o de otra película de Edwards, ¨Gunn¨ (sobre el agente de mismo nombre creado por él muchos años antes para la televisión); dos tramas divididas, comedia absurda y suspense y acción, que sin embargo no se necesitan para sobrevivir por sí mismas.
Por otra parte, restos de humor, romances y ladrones de guante blanco se heredan del clásico de Hitchcock ¨Atrapa a un Ladrón¨, al tiempo que una pequeña subtrama nace entre todo este entretenido desaguisado: la cada vez más acusada locura del jefe Dreyfus (y que incluso dará para una película al año siguiente). Seguro que para muchos la historia que atañe a Lytton es sólo un mero paréntesis que interrumpe los sucesivos e hilarantes ¨gags¨ de Clouseau, pero Edwards la dota de buen ritmo, absorbente intriga y algunos giros como para resultar medianamente interesante, sin olvidar sus propias dosis de humor (el constante sufrimiento de Pepi).

En lo que respecta a Sellers, un escenario y su arte para la improvisación le bastan para construir toda una historia donde no la hay en ningún sitio (la vigilancia de Claudine Lytton en Suiza, un pretexto nada disimulado...), al igual que sucedía en ¨El Guateque¨; Edwards le deja expresarse y actuar a su aire, incluso adoptar en esta ocasión un acento francés de lo más horrible, origen de todas esas bromas sobre la incomprensión del habla del inspector. Esto dará algunos de los momentos más divertidos no sólo de la saga y de las carreras de ambos, sino de todo el cine de humor de los 70.
Como por ejemplo la manipulación del teléfono en casa de los Lytton, los desastres que organizan Cato y Clouseau en sus peleas, la escena de la bombilla o los avergonzantes intentos de seducción de Claudine, dando pie a que no dejemos de ver la preciosa sonrisa de Catherine Schell, quien no podía dejar de carcajearse con las ocurrencias del actor (y como él, yo también sigo admirando su belleza); con su imponente presencia y forma física, Christopher Plummer sustituye a Niven en su encarnación del ladrón, una versión mucho más refinada de su Eddie Chapman de ¨Triple Cross¨. Además tenemos a los impagables Burt Kwouk, Graham Stark, Mike Grady, André Maranne y Herbert Lom (qué tremendo actor cómico).

Con sus ciertas irregularidades argumentales (todo hay que decirlo) y algunas crueles críticas, ¨El Regreso...¨ no sólo arrasa en taquilla, sino que relanza las carreras de Edwards y Sellers; tal fue el éxito que otra entrega llegaría poco después, aunque ésta será siempre mi favorita.
Como colofón, aunque parecía imposible, las tres tramas confluyen en uno de esos finales delirantes y surrealistas que tanto le gustan al director, acabando en un epílogo sencillamente magistral (esa zapatiesta en el restaurante japonés).


The Land of Hope The Land of Hope 14-10-2022
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Si mantener una linea constante de trabajo y estilo es la base del éxito para muchos directores, otros prefieren probar sus habilidades navegando en los más dispares géneros, siempre evolucionando, siempre abordando su particular punto de vista sobre la vida desde un enfoque distinto.

Y si alguien logra destacar entre esta clase de directores hoy en día es sin duda Sion Sono, para quien la experimentación y el riesgo han formado parte de su carrera desde sus comienzos. Tras impactar a todos con sus demoledoras ¨Guilty of Romance¨ y ¨Himizu¨, el nipón volvería a cambiar de mentalidad para centrarse nuevamente en la que fue una de las mayores catástrofes acontecidas en Japón: el terremoto que el 11 de Marzo de 2.011 azotó la costa de Honshu, en la región de Tohoku, provocando el posterior tsunami cuyas olas de más de 40 m. barrieron todo a su paso afectando además a la central nuclear de Fukushima; más de 15.000 muertos, 6.000 heridos y 2.000 desaparecidos dieron como resultado la crisis más dura a la que se enfrentó el país desde la 2.ª Guerra Mundial.
Una crisis con la que muchos se solidarizaron y concienciaron, como el propio Sono, quien se propuso recrear la tragedia con la mayor honestidad, respeto y compromiso posible. Y lo haría de tal modo que su historia poco, o más bien nada, se aleja de los hechos reales, situando esta vez la acción dramática en la prefectura de Nagashima, donde un fuerte terremoto va a trastocar las humildes, felices y apacibles vidas de dos familias de granjeros residentes en un pequeño pueblo cerca de una central, la de Ken Suzuki y la de Yasuhiko Ono (a quien asaltará, como un mal presagio, una pesadilla sobre la catástrofe).

A diferencia de su tratamiento del tema en la antes mencionada ¨Himizu¨, más como telón de fondo y metáfora de la desolación, en ¨The Land of Hope¨ el cineasta habla del incidente en sí, pero centrándose en las consecuencias. Nunca veremos una explosión ni el tsunami, sino en qué grado va afectando a todos los habitantes, que, invadidos por el pánico y la confusión, no sólo han de lidiar con el desastre propiamente dicho, sino con sus propios compatriotas, de quienes únicamente reciben rechazo, burla y desprecio, y con un Gobierno y una autoridad ignorantes que prefieren ocultar el suceso bajo una hipócrita mascarada y manipular la información, más empeñados en implantar medidas absurdas (¨No puedes hacerlo, el país te gritará¨, dice Yasuhiko a Chieko cuando ésta se dispone a cruzar la valla) que en proteger a la población; un Gobierno y una nación de los cuales es preciso desconfiar.
Tras el terremoto y la intervención de las autoridades, la trama se bifurcará mostrando cómo la difícil situación impacta en las tres parejas principales del film: Yoichi e Izumi, Yasuhiko y Chieko y Mitsuru y Yoko; de este modo les seguiremos a través de una tierra dominada por la incertidumbre, la inseguridad, la paranoia y el recelo. El director, con un marcado y crudo realismo, logra hacernos sentir como ellos, indefensos ante las consecuencias y secuelas derivadas del desastre, a menudo interpenetrando en la psique de los personajes para ponernos directamente en su piel (así veremos la radiación exterior y las estacas de la opresión a través de los ojos de Izumi y Yoichi o escucharemos la música del festival a través de los oídos de Chieko).

Yoko es incapaz de encontrar a sus padres entre las ruinas de la ciudad, Yoichi asiste a la degradación mental de su esposa por culpa del miedo a la radiación y Yasuhiko se ve acosado por un Gobierno que quiere arrebatarle su vida y su trabajo...pareciera que no hay salida posible a la pesadilla. Aun así, aunque la felicidad y la prosperidad vayan ligadas a la desgracia (el estar embarazada acrecienta la locura en Izumi), aunque el pesimismo y la amargura estén muy presentes, se aboga por la supervivencia y la unidad, pese a todas las dificultades que surgen en el seno de la familia y la pareja (esas estacas que sólo sirven para dividir) y los inclementes giros del destino. En definitiva, se aboga por la esperanza (de ahí el nombre del film).
Sin hacer alarde de artificios ni de efectos innecesarios, Sono abandona muchos de los elementos de su particular universo y se limita a narrar los hechos de manera sobria, más sosegada que de costumbre, reparando en los más ínfimos detalles para transmitir las más grandes emociones y radiografiando con total naturalidad (aunque a veces proponga ingeniosas metáforas y símbolos) los sentimientos de los personajes, a quienes filma casi sin despegar la cámara del suelo; registro sin duda heredado del clásico cine de Ozu, Naruse y Shimizu y que se acerca al de sus contemporáneos Koreeda y Yuya Ishii, o al del Kitano más sentimental.

Envuelto por una melancólica y casi imperceptible banda sonora y la fotografía de Shigenori Miki, la cual capta a la perfección la suavidad y profundidad del espacio, tenemos a un elenco de maravillosos actores que brindan interpretaciones harto conmovedoras y realistas, desde Jun Murakami y Megumi Kagurazaka hasta Yutaka Shimizu, Hikari Kajiwara e incluso Yoshihiro ¨Denden¨ Ogata, cuya aparición es más bien breve; aunque en especial cabe destacar a esos inmensos Isao Natsuyagi y Naoko Otani (atención a aquella inolvidable secuencia donde bailan en el paraje nevado).
Como ya hiciera en ¨Be Sure to Share¨, Sono, sin recurrir a excesos, vuelve a dejar patente su destreza para impactar al espectador simplemente plasmando la cotidianidad y las relaciones de los seres humanos, haciendo hincapié en la adversidad y la felicidad. Una fábula tan brutal, sobrecogedora y desgarradora como abrumadoramente lírica y sensible que vapulea al espectador hasta en las mismísimas entrañas y le encoge el corazón...

pero que ante todo rinde un sincero tributo a las víctimas de la catástrofe, a su lucha, al dolor, a los recuerdos, a la esperanza. Un tributo a la vida.
Me sorprende y me decepciona que no acabara en el Festival de los Oscars de aquel año.


Sospechosos Habituales Sospechosos Habituales 14-10-2022
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El engaño, uno de los recursos de mayor importancia para la Humanidad; el engaño logra confundir hasta la extenuación, desquicia a los hombres, produce gran dolor y corrupción, es una perdición y una perversidad cuyo arte no muchos pueden dominar.
Únicamente el Diablo puede, pues es su truco favorito...

Y también, por si hay alguien que no todavía no lo sepa, es el tema fundamental de una de las películas de suspense más elegantes, literalmente retorcidas e impactantes de las últimas décadas, cuyo estatus y fuerza aún se mantienen firmes contra el paso de los años. Desde hace algún tiempo el nombre del neoyorkino Bryan Singer está muy relacionado con la mediocridad, las cosas como son; ¨Jack, ¨el Cazagigantes¨ ¨, esas nuevas entregas de la saga ¨X-Men¨ y para finiquitar su caída al abismo el ¨biopic¨ ¨Bohemian Rhapsody¨. Pero hubo una época en la que era sinónimo de genialidad, frescura e innovación: los lejanos y añorados 90.
Singer pasó a estar en boca de todos, como muchos de sus coetáneos en el momento, gracias al Festival de Sundance, donde recibió elogios por su barato pero interesantísimo debut ¨Public Access¨, coescrito con su amigo Chris McQuarrie. Su siguiente proyecto conjunto empezaba a madurarse a partir de dos ideas: cinco individuos ante una rueda de reconocimiento como posible poster y la famosa frase pronunciada por el capitán Renault en ¨Casablanca¨ (¨Round up the usual suspects!¨) como posible título. Con un presupuesto moderado, el apoyo de pequeñas productoras y un reparto que cobró menos por el respeto que tenían hacia el guión, Singer se preparó para dar el salto definitivo.

Con inusitada crudeza comienza este relato ¨neo-noir¨, en pleno astillero cuando una operación que desconocemos parece no haber terminado bien; ya empieza a distribuir el director los símbolos y escenarios esenciales para configurar el puzzle argumental que más adelante se habrá de resolver (la persistencia de la cámara en observar esas cuerdas del astillero, indicando los múltiples cabos que se deberán atar), y entre ellos un tipo misterioso, distinguido y violento, ataviado cual detective del cine negro, que pronto se configura como un enigma encarnado de existencia remota a quienes todos llamarán Keyser Soze, casi un ¨macguffin¨ en la trama.
Ya solo la secuencia inicial transcurrida en el muelle es buen indicativo del pulso tras la cámara de Singer y su gusto por expresar la esencia del misterio a través de imágenes duras pero elegantes al fin y al cabo. Todo podría haber transcurrido linealmente pero había que probar cosas nuevas y McQuarrie se apresura a dar los primeros giros; mientras en el tiempo presente los federales y policías indagan en la carnicería ocurrida en el astillero, una voz, frágil y socarrona, nos revela los sucesos que provocaron tal desastre y las personas que estuvieron implicadas en él: la de Roger ¨Verbal¨ Kint.

Este hombre, afectado de parálisis, es el narrador gracias al cual avanza la historia. Escuchar, comprender y creer o desconfiar; Singer y McQuarrie se apoyan en este concepto básico. Como en ¨Rasho-mon¨, lo más importante es prestar atención e intentar averiguar qué grado de realidad alcanza la confesión del testigo, pero si Kurosawa hacía invisibles a los jueces, para que adoptáramos su punto de vista ahora éstos se personificarán con la forma del agente de aduanas Kujan y su compañero Rabin. Una rueda de reconocimiento fue la responsable de unir a cinco criminales: McManus, Hockney, Fenster, el propio Kint y Keaton.
Muchos criticaron (y siguen criticando) el complejo guión por confeccionarse descaradamente a base de trampas, ignorando que en efecto ese es su autocomplaciente objetivo. La baza primordial de ¨Sospechosos Habituales¨ es la trampa y el enredo, desde la presentación de ese grupo de personajes donde no nos cuesta simpatizar con Keaton y creernos que él, un ex-policía corrupto que intenta dejar atrás su vida criminal, es el verdadero protagonista, el centro de los hechos...y nada más lejos de la realidad. Pero así lo quiere creer el agente Kujan y de paso el espectador.

Es entonces un ejercicio de burla dejar hablar al razonable policía que apoya sus argumentos en hechos conocidos y en sólidas teorías...no obstante hace tiempo que el cine dejó de dar la razón a los policías y se decantó más por un nihilismo recalcitrante proyectado por aquellos criminales que lograban ganarse al público antes que los agentes de la ley.
Antes del concienzudo interrogatorio Kint recorre en silencio la habitación; el escenario constituye entonces un espacio difuso, hervidero de trucos y verdades a medias. Todo formará, como en los mejores policíacos, una cortina de humo.

En este sentido en que la sensación de paranoia se adueña no pocas veces de la narrativa, el film se inscribe en la tradición de esos ¨thrillers¨ ambivalentes y cínicos que llevaron el género a una etapa más moderna y adulta; quedan los ecos de Lumet, Kazan, Pollack, Frankenheimer, Schrader o Masumura, si bien es fácil percibir las influencias clásicas de Melville, Hitchcock y Welles (en especial ¨Perdición¨ y ¨Ciudadano Kane¨).
No es tanto un entretenido film de suspense con grandes dosis de acción, filmadas por Singer de manera calculada y precisa (esa memorable secuencia del asedio y asalto al coche de policía), como un relato de sombras y asfixiante tensión psicológica.

El equilibrio entre ambos aspectos es digno de un maestro. El interrogatorio y la investigación por un lado y las previas andanzas de ese grupo salvaje de criminales cuya amistad basada en la avidez por el dinero choca con el carácter fuertemente individualista de cada uno de sus miembros; cinco hombres atrapados por las artimañas de ese ser de las sombras que de repente, como si se tratase del monolito de ¨2.001¨ o de una encarnación del maligno dr. Mabuse, se convierte en el eje de todos los acontecimientos, un maestro de ceremonias y monstruo legendario de las leyendas gangsteriles.
Ese Keyser Soze que todo lo controla y deshace a su voluntad, y sobre el cual se construirá otra perfectamente urdida cortina de humo; como afirma Kint ¨El mayor truco del Diablo fue convencer al Mundo de que no existía¨. Y así sucede, en el grupo protagonista hay un Diablo que distribuye las falsas confesiones, las evasiones y las trampas cual partida de cartas ya amañada, pero durante un primer visionado de la película resulta imposible de desenmascarar. La verdad, y eso es algo fácil de intuir, sólo se halla en un sitio clave: la sala del hospital donde se encuentra ese gángster húngaro.

Y conforme se acerca el film a su clímax, apoyado en dos situaciones igual de magníficamente bien filmadas (la operación nocturna en el astillero, con una impresionante ejecución de Singer y su equipo técnico, y las conclusiones que surgen en la oficina), más se espesa el ambiente y más bifurcaciones tiene el argumento, pues durante un pequeño tramo es Kujan el protagonista y su discurso parecerá tan certero y claro que todo parece estar resuelto. Pero ya dejó demostrado Kurosawa en el juicio de Tajomaru que todos los personajes tienen una versión, y que todas pueden ser igual de factibles...
De ahí que el revelador instante final de la película (uno de los más imitados y parodiados de la Historia del cine) resulte en un impactante desenlace donde el ingenio se eleva a las alturas o bien en una broma macabra de regusto ¨depalmaniano¨ donde el espectador y esos personajes que le servían de apoyo (los policías y sobre todo Kujan) deben quedar como idiotas. La sorpresa es deliciosamente retorcida, y gana en ese aspecto con cada visionado (aunque uno ya la conozca). Después del ritmo, intenso y fluido, cortesía de un montaje soberbio a cargo de John Ottman, también responsable de la banda sonora, disfrutamos de un reparto estelar.

Gabiel Byrne, Benicio del Toro, Pete Postlethwaite, Chazz Palminteri, Kevin Pollak, Stephen Baldwin, incluso Suzy Amis y Giancarlo Esposito, que tienen papeles menores, y sobre todo ese magnético, increíble Kevin Spacey (en su brillante prefiguración del asesino psicópata de ¨Seven¨), todos ellos exprimiendo su gran talento interpretativo bajo la mano habilidosa de Singer para la caracterización de personajes.
No es extraño que ¨Sospechosos Habituales¨ fuese un gran éxito de taquilla y el trampolín de su realizador. Apareció en el panorama cinematográfico en el momento justo: después de ¨Pulp Fiction¨ y antes de ¨Seven¨. Como esos títulos es una obra que continúa confundiendo, engañando y fascinando con una sonrisa malévola...porque ese sigue siendo el mejor truco del Diablo; Singer tuvo sin duda que hacer un pacto con él.


Halcones de la Noche Halcones de la Noche 14-10-2022
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Dos hombres a través de calles llenas de basura y oliendo a droga. Un detective a punto de agotar sus fuerzas persiguiendo a uno de los terroristas más sanguinarios.
Es la caza del buitre y el chacal, caza de sudor y sangre.

Sangre que derrama sin la menor de las preocupaciones ese asesino de masas con sus bombas, terror de Europa, la afilada navaja para terminar de cortar un tejido social ya bastante dañado; sin embargo el color rojo de la sangre está presente desde los títulos de crédito, acompañados de un ¨rock¨ de teclados y nervios ¨jazzísticos¨ que parece obra de Lalo Schifrin, y que abren en New York, la eternamente nocturna. Aquí es donde empieza ¨Halcones de la Noche¨, sin tregua, entre callejones y maleantes, para llevarnos a los recónditos lugares del policíaco más clásico y riguroso.
El origen lo deja claro. Concebido para ser la tercera entrega de ¨The French Connection¨, el guión de David Shaber no maduró como debió pues Hackman rechazó volver a encarnar al mítico Doyle, y como nadie podía hacerlo se hubo de cambiar todo; guión que les llega a Sylvester Stallone y Rutger Hauer, el primero afianzando su nivel de estrella gracias a los films de ¨Rocky¨, pese a empezar a caerle mal a algunos, y el segundo preparado para viajar a Hollywood tras ganarse una buena reputación en Europa. Pero ambas nubes coinciden en un centro tormentoso...

Gary Nelson (irregular realizador televisivo que también hizo cosas como ¨Allan Quatermain y la Ciudad Perdida del Oro¨ o ¨El Abismo Negro¨) es despedido y reemplazado por el actor y guionista Bruce Malmuth (siendo este su debut oficial), y el entusiasmo se resiente debido a retrasos, diferencias con los productores y el ego de Stallone, el cual empezaba a asomar y no le dejó en buenos términos con el de Utrecht. Esto es esencial para plantear la batalla que tiene lugar entre sus álter-egos; a un lado DaSilva, policía adusto, dentro de la ley, pateador de aceras junto a un compañero negro (presagiando las parejas multirraciales de los 80), un Billy Williams en estado de gracia.
Al otro Wulfgar, el dedo que faltaba para presionar la llaga de una América débil y un tanto desubicada tras la humilde salida de Carter y la comedia presidencial de Reagan. Puede que haya llegado una nueva década pero Malmuth, y de vez en cuando Stallone, saben capturar tras la cámara la esencia de los 70, porque ¨Halcones de la Noche¨ regresa a los más sucios, sudorosos y sangrientos ¨westerns¨ urbanos que en su día nos brindaron Fleischer, Flynn o Winner, con la peripecia de Friedkin de principal referencia y una sinfonía de colores y olores profundamente agobiantes en recuerdo de Siegel y su ¨Harry, ¨el Sucio¨ ¨.

Bien amparados bajo la granulada fotografía de James Contner y la partitura del gran Keith Emerson, que da un toque más áspero a la desbocada cacería de DaSilva, versión ingenua de Serpico, mientras Hauer demuestra por qué es uno de los villanos más indignos y retorcidos del cine, papel al que se amoldó bien. Su cara a cara sustenta una narrativa de ribetes clásicos entre carreras por el metro, redadas anti-droga y rifirrafes con los jefes, desarrollándose sus personalidades mediante sus acciones y decisiones; por detrás, el horror del terrorismo fanático, pero tan atrás que aparece desdibujado en favor de la intriga policíaca de manual.
Wulfgar es un nómada sin filiación y esto permanece oculto al espectador, algo que incomodaba a Hauer (declarando que en el film los terroristas ¨no pasaban de ser arquetipos sin fondo dramático¨). Y sin embargo se hace hincapié, de un modo feroz, en la deshumanización de los guardianes de la ley para cazar a esos asesinos que atentan contra su sociedad; siguiendo las ideas reaccionarias ¨reaganianas¨ un oficial instruye a DaSilva cual soldado y espeta que ¨la violencia con violencia se combate¨, trayéndole malos recuerdos de la era Nixon y el horror de la aún presente Guerra de Vietnam (al cual Stallone volverá más furioso en ¨Acorralado¨).

Pero es Hauer, con su carisma natural y fuerza interpretativa, el que roba toda la atención por encima del aceptable trabajo de aquél, pese a darse una profundización mayor en los miedos y dilemas morales que afectan a la policía, obligados como el protagonista a convertirse en asesinos para detener a otros asesinos, y pese a dejar en segundo plano el papel del terrorismo y de sus artífices, quedando Wulfgar como un mero chiflado que impone su violencia por el simple hecho de poder hacerlo, sin explicaciones ni justificación. Un villano de genuina maldad (en realidad así son los terroristas).
Y también pese al boicot que llevaron a cabo los censores para reducir la violencia y el simpático Stallone en posproducción, cortando metraje de los personajes de Hauer, Persis Khambatta y la ex-mujer de DaSilva, una correcta Lindsay Wagner que sale y entra de la historia sin orden ni concierto. No empaña el un tanto incoherente desarrollo narrativo a la hábil dirección del traído por sorpresa Malmuth, regalándonos grandes secuencias autónomas que dan lustre al conjunto, pudiendo destacar tres de ellas al marcar la evolución de las emociones del héroe en correspondencia con el villano, y viceversa.

Por esto son las que hacen mover la trama hacia otro nivel: la de la discoteca (el encuentro entre ambos), la del teleférico (el punto culminante de su rivalidad) y la del asalto en la cocina (el enfrentamiento final), todas servidas sin artificios baratos, siempre centrándose en el ritmo de la acción y la intensidad de un suspense fraguado con calma hasta el gran estallido de violencia que lleva la escena a un instante culminante.
Para quien quiera, ¨Halcones de la Noche¨ es objeto de culto, híbrido curioso del policíaco que arrastra el alma de los 70 hacia el umbral de los 80, donde el género mutará hacia nuevos caminos; por su parte, ambos protagonistas salen para dar el salto definitivo de sus carreras: uno a través de ¨Blade Runner¨, el otro de ¨Acorralado¨.


The Mole Song: Undercover Agent Reiji The Mole Song: Undercover Agent Reiji 14-10-2022
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Apaleado, torturado, apuñalado, envuelto y empaquetado, así se presenta Reiji Kikukawa, héroe de esta historia que cruza de nuevo los límites en cuanto a manga adaptado a la gran pantalla.
Y si de límites para cruzar hablamos nadie mejor en el desempeño de dicha tarea que el sr. Takashi Miike.

Quizás llegando a sus 53 primaveras haya bajado el ritmo de producción con respecto al mantenido unos años antes, pero lo cierto es que si algo consigue siempre es pillar desprevenidos a sus fans; tras provocar la confusión en muchos, incluso un servidor, por su nominación a la Palma de Oro para la no así notable ¨Shield of Straw¨, se descuelga con la enésima adaptación de un cómic, lo que le llevará todo un exhaustivo año de preproducción, producción y posproducción. Se trata de ¨Mogura no Uta¨, obra de culto que Noboru Takahashi comenzara en 2.005 y cuya publicación aún prosigue.
Aunque el prestigioso autor lleve trabajando desde finales de los 80, ésta es su creación más vendida y celebrada, en especial por el público joven masculino. Al director le encargan el proyecto después de afirmarse que ¨la tarea de llevarlo al cine es imposible, al menos respetando la fidelidad del estilo extremo original¨; no saben que hablan con un experto en ¨live actions¨, y para rematar le acompaña Kankuro Kudo, quien ya escribiera ¨Zebraman¨, además de su troupe habitual de actores y técnicos. Cierto es que imprimir la esencia de las páginas de un manga a imagen real es complicado...pero sólo con los primeros minutos de la película podemos asegurar que el de Osaka lo ha vuelto a conseguir.

Los que ya le conocen de sobra están de suerte, el inicio de ¨Mogura no Uta¨ es Miike en su más pura y dura forma, un largo prólogo de presentación de personajes y situaciones que deja extenuado a cualquiera por su desvergonzada concesión al frenético absurdo. Bajo los colores chillones de la fotografía de Nobuyasu Kita, que parece que nos vayan a abrasar las retinas, se configura el universo retorcido en delirio del agente Reiji, que por su tremenda ineptitud pasa a ser un infiltrado de los Sukiya-kai, la banda yakuza más temida de Tanibukuro...pero ya se empieza a apreciar el primer fallo cuando al director le apetece regodearse más de la cuenta en dicho absurdo.
Lástima porque a uno le gusta ver de vuelta al Miike sinvergüenza de antaño, el de ¨Fudoh¨, ¨Osaka Tough Guys¨ o ¨Dead or Alive¨, pero si pudiera hacerlo proporcionando las muchas locuras que aquí se desatan de un modo menos caótico sería de agradecer. No es el caso. Durante el proceso de aprendizaje e infiltración del pobre protagonista (a quien da vida el célebre actor de dramas televisivos Toma Ikuta, al máximo de su exageración interpretativa, como sucede con todos aquí), miles de situaciones rebosantes de violencia y disparatados ¨gags¨ fuera de lugar se nos echan encima y un gran número de secundarios aparecen abruptamente deseando acaparar la atención. Todo es ruido y acción sin frenos aquí.

Como la intención de la historia es que sus personajes lleguen a un fin pero de la manera menos ortodoxa, ello da pie a Miike a plantear una parodia alocada y colorida del cine de yakuzas que él mismo visitara muy seriamente en ocasiones. Reiji no es el único elemento raro pese a lo fuera de lugar que está entre tanto gángster impertérrito durante la solemne ceremonia de aceptación; la tradición del género encuentra su bizarro reflejo por la fantasía del cómic y pasa a ser un gran guiñol de seres alienígenas (los villanos Nekozawa y Kurokawa, el policía Fukuzumi...) y acontecimientos aleatorios.
Y poco a poco, ya habiendo tenido tiempo de reírnos, nos acercamos al protagonista y sus importantes dilemas morales cuando chocan su lealtad a la policía y a su protector Hiura (encarnado por el carismático Shinichi Tsutsumi, él es de lejos el mejor personaje de la historia), quien le enseña el camino recto a seguir en la yakuza lejos de las drogas y la injusticia. Kudo y Miike tropiezan así con el mismo error que en ¨Zebraman¨ una década antes, pues aun con el humor y sinsentido como sello del universo de Takahashi, la atmósfera parece volverse más oscura, cae el drama tras hacerlo Hiura y todo se atisba desde una perspectiva más pesimista.

Otro momento clave del paso de la inocencia a la madurez que experimenta Reiji, y que determina la segunda parte, es la consumación del amor entre él y la agente de tráfico Junno; vuelve esa hermosa Riisa Naka a los brazos del cineasta, mostrando tan buena química con Ikuta que esta secuencia de despertar sexual, entre divertida y tierna, queda para mí como la más memorable de la película junto a, como no podía ser menos, la del himno ¨mogura¨, cantado a coro por los compañeros policías y marcándose Mitsuru Fukikoshi, Kenichi Endo y Sarutoki Minagawa unas actuaciones descacharrantes que merecen la pena ser recordadas de por vida.
No lo merece tanto el clímax que nos prepara Miike en el puerto; una vez más desafía nuestros nervios al írsele la mano no sólo en la extensión del metraje, sino en la acumulación de diálogos, situaciones y personajes que ahogan el ritmo hasta lo insoportable, tanto más pues se suceden casi aleatoriamente y sin avisar (la reaparición de Hiura, alucinante, y con inútiles ¨flashbacks¨ explicativos sobre qué le ocurrió). Es un fallo muy común en las obras de aquél, en especial los ¨live actions¨: algo calcula mal que siempre se despista en el cuarto de hora final y no ve cuándo ni cómo puede acabar la función...

No así nos regalará el traspaso de droga más original que se haya visto nunca en el cine. Pero parece que el tedio general en el cual cae irremediable y tristemente ¨Mogura no Uta¨ no le afectó para nada, ya que arrasó en taquilla y obtuvo buenas respuestas a nivel internacional.
Se termina de tal manera que es fácil adivinar la intención de una secuela. Así es, el año pasado se estrenó ¨Hong Kong Kyoso-kyouku¨, que aún no me he atrevido a encarar; ¿mejorará o empeorará lo ya visto?


Luca el Contrabandista Luca el Contrabandista 14-10-2022
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Una ciudad y dos facciones enfrentadas en el negocio del contrabando, demasiadas para el mismo territorio.
Ahora la sangre va a correr (y de qué manera) en las calles de Nápoles y dos hombres serán los principales responsables: un traficante francés y un contrabandista italiano.

Y esto seguramente no es lo que esperan ver los fans de alguien como Lucio Fulci, ¿verdad? Hay que decir que cuando el veterano cineasta decidió así por las buenas introducirse en el horror al acabar los años 70 con ¨Zombi 2¨ (llamada así como mero reclamo para el público) no pudo obrar con mayor lucidez, pues su popularidad, que bien se mantenía en su país después de dos décadas dirigiendo, se disparó como nunca antes...de ahí que a partir de ese momento ya no pudiera separarse del género, al cual se dedicó en cuerpo y alma (junto con la fantasía y la ciencia-ficción) en el siguiente decenio.
Pero Fulci también fue un hombre muy versátil, como todo artesano cinematográfico que se precie, y cultivó multitud de estilos durante su carrera; este proyecto que nos atañe, de holgado presupuesto y escrito a ocho manos, pone de manifiesto lo bien que se movía el hombre en otros ambientes sin tener que haber ¨zombies¨, fantasmas, demonios, asesinos psicópatas y demás. Aquí a lo que se atreve es a resucitar un tipo de cine criminal un tanto extinto en Italia cuya cúspide del éxito fueron los 70 gracias a gente como Fernando di Leo, Romolo Guerrieri, Umberto Lenzi o Sergio Martino.

Bien se aprecia que hereda Fulci de ellos en esas primeras secuencias donde se desarrolla una persecución en las costas napolitanas (ni trepidante ni tampoco chapucera...) entre policías y contrabandistas, liderada por el importante Luca di Angelo; sin embargo los guionistas Gianni de Chiara, Ettore Sanzò y Giorgio Mariuzzo, y el propio Fulci, no se decantan por contar esta historia desde el punto de vista de los carabinieri, sino del protagonista y sus compañeros y enemigos que, dentro de ese círculo mafioso inquebrantable, practican la vieja táctica de morderse y despedazarse unos a otros.
La trama no entraña ninguna dificultad, como ya se esperaba. Luca, a quien le da vida el gran Fabio Testi (de esos nombres míticos que deben conocerse cuando uno se aventura a indagar en el ¨exploitation¨ italiano), se ve atrapado en una guerra entre miembros de la mafia, y el desfile de violencia recalcitrante y atroz es el que podemos esperar estando quien está tras la cámara. Son dos los resortes argumentales: la venganza y la ambición; la primera viene de parte de Luca tras ver a su hermano asesinado por los hombres de un conocido gángster y su decisión de alzarse contra todos, la segunda y más importante revela que hay un interesante discurso detrás de la simpleza del film.

La ambición la dispara una presencia extranjera, un hombre de negocios francés apodado ¨El Marsellés¨ dedicado al tráfico de cocaína y el empleo de la fuerza bruta para llevar a cabo sus propósitos; Fulci radiografía con la máxima aspereza, cual Fukasaku en sus ¨Batallas sin Honor ni Humanidad¨, los entresijos de la mafia y sus encarnizadas luchas internas, y también las que mantienen con los llegados de fuera a conquistar el territorio e imponer su corrosiva ley y sus malos hábitos. Reza la leyenda que aquél contó con mafiosos auténticos de Nápoles como actores, productores y supervisores del guión y el rodaje, y eso, claro, influyó en la visión del film desde la raíz.
La idea es convertir a esos compatriotas contrabandistas de tabaco y alcohol en hombres de ley, honestos padres de familia (como el mismo Luca) que significan el sustento de casi toda la economía de las clases bajas en la ciudad; esto es: en poco más que héroes sacrificados (sin por supuesto, dejar de observarlos desde una perspectiva cruda) y rretratar el Mal en esos traficantes de droga extranjeros que contaminan la sociedad y corrompen a los hombres. Confrontan, por tanto, la postura clásica, conservadora y patriota y la moderna e inmoral.

De ahí que el increíble tiroteo del clímax esté organizado por los gángsters más veteranos (donde aparece Fulci en un impagable cameo). Por lo demás, éste se deja llevar por la visceralidad a un nivel inenarrable y desata así, con momentos que desafían la persistencia retiniana como la violación a Adele (la esposa de Luca) o la tortura a Ingrid, un espectáculo tan atestado de hemoglobina y obsesión por el sadismo que acercan más la película al ¨splatter¨ que al ¨thriller¨ convencional (en comparación las obras de Lenzi, di Leo o el propio Fukasaku resultan hasta sensibles).
Desde luego se esfuerza en mostrar el lado más desagradable, grotesco e indigesto de la mafia italiana mientras a su alrededor se dispone una sociedad corrupta y repulsiva (la policía, que sólo observa o actúa de forma incorrecta, perjudicando más que ayudando; el médico, que sólo quiere dinero...); la estructura también se ve acusada de un cierto caos narrativo, colando ciertas secuencias que no conducen a ningún sitio y que únicamente sirven para aumentar la sensación de morbo y suciedad (que me expliquen a mí la razón de esa orgía que se organiza en casa de Luigi...con éste observando...).

Al lado de Testi la guapa Ivana Monti y los competentes Enrico Maisto, Ferdinando Murolo, Ofelia Meyer y ese Marcel Bozzuffi como ¨El Marsellés¨ (en cuyo papel yo hubiera preferido ver a Henry Silva); también destaca la presencia de grandes actores como Venantino Venantini, Romano Puppo y la célebre actriz porno transexual Ajita Wilson.
Interesante experimento de Fulci antes de sumergirse en las aguas del horror y la fantasía. Exitosa en taquilla, odiada por los críticos, ¨Luca, el Contrabandista¨ está impregnada de sexo, ¨gore¨ e intriga de novela negra de bolsillo con destellos de Peckinpah y Friedkin (además de los nombrados)...y un brutal clímax sacado sin pudor de ¨Milano odia: La Policia non Può Sparare¨ que paga su tributo a Lenzi y al clásico género.


Clerks 2 Clerks 2 14-10-2022
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En 1.994, ¨Clerks¨ irrumpió en el panorama convirtiéndose en una de las cimas del cine independiente americano, cápsula protegida contra el paso del tiempo que mantiene congelada y en perfecto estado una determinada época: los 90.

Con tan sólo 24 años, Kevin Smith supo captar al vuelo y con gran talento la esencia de la década y de la desencantada y pesimista generación que la habitó, logrando conectar rápidamente con los jóvenes que tuvieron la suerte de ver en cines su ópera prima, cuya recaudación superó con creces el presupuesto invertido. El joven de New Jersey prosiguió su carrera con buenas intenciones pero con títulos irregulares, los cuales no conseguían en despertar más interés o entusiasmo en el público que su debut; de hecho cada película que realizaba se intuía peor que la anterior (excluyendo ¨Persiguiendo a Amy¨).
Tras tocar fondo con ¨Jersey Girl¨ quiso poner en práctica una idea que le rondaba la cabeza desde 1.999 (y que podemos ver en los créditos finales de ¨Dogma¨): traer de vuelta a los personajes de ¨Clerks¨ como protagonistas (pues aparecían como secundarios en anteriores obras)...aunque no como los fans esperaban. Ya el inicio de ¨Clerks II¨ es toda una declaración de intenciones: el Quick Stop aparece en primer plano, erigiéndose triunfal e imperturbable sobre el barrio; en ese momento llega Dante como todas las mañanas y abre la persiana del local, descubriendo sorprendido que está siendo pasto de un incendio.

Las llamaradas de la modernidad (en color) irrumpen con furia en el pasado (en blanco y negro) que todos creíamos perfectamente conservado provocando que Randal y Dante se trasladen a un restaurante de comida rápida que, curiosamente, también sirve de ¨punto estratégico¨ para Jay y Bob, quienes han vuelto a New Jersey tras sus aventuras. Dante se enfrenta a su último día en la ciudad para comenzar una nueva vida como hombre casado, lo que no resulta nada fácil para Randal, que continúa su estancamiento existencial con resignado humor, junto a Emma, a la que duda realmente amar, dilema que se le plantea aún más difícil por la presencia de su jefa Becky, con quien tuvo una fugaz aventura.
Smith destruye su propio universo y el lugar donde comenzó y apuesta por el cambio, aunque no por la evolución propiamente dicha (pese a convertirse en beatos rehabilitados, Jay y Bob siguen traficando), sobre todo en cuestión de argumento, que nos vuelve a presentar a un Dante atascado entre dos mujeres (tergiversados reflejos de las anteriores Veronica y Caitlin) mientras ha de soportar las continuas conspiraciones y locuras de su compañero de fatigas. Pero algo desde luego cambia, y ahí es donde reside el atractivo, quizá amargo y dudoso, de ¨Clerks II¨: Randal afirma ¨a veces tengo la sensación de que el mundo nos dejó atrás hace ya mucho tiempo¨.

El director decide así enfrentar a los protagonistas a una realidad en la que no encajan, un mundo que ha avanzado más deprisa que ellos. En él, la tradición y la intimidad del supermercado de barrio ha sido sustituida por la despersonalizada y fría atmósfera de las cadenas de restaurantes al tiempo que dominan las nuevas tecnologías, nuevos temas que obsesionan a la sociedad (el racismo, lo políticamente correcto, la dominación de la mujer) e incluso una nueva generación de frikis, un tanto sobreprotegida por los padres, que ha tomado el relevo ensalzando sagas cinematográficas actuales olvidando las clásicas (registrado en esa hilarante conversación sobre cual mantiene la supremacía, ¨Star Wars¨ o ¨El Señor de los Anillos¨).
A este cambio de escenario y época acompaña un obvio cambio de registro. Y es que, como es lógico, Smith ha de sacrificar parte de la crudeza que impregnaba la primera, cuya cínica y desoladora atmósfera encajaba a la perfección con la década y la generación que retrataba. Al granulado blanco y negro lo reemplaza el vivo color al igual que los diálogos se vuelven menos afilados e irascibles y el tono pierde aspereza, rozando a menudo un sentimentalismo empalagoso (como demostrará el final); pese a esto se conserva un humor negro estrafalario y agradablemente ofensivo, aunque no tanto en otras ocasiones (lo del show del asno es algo imposible de soportar), más en la línea de ¨Mallrats¨ que en la de ¨Clerks¨, y el gusto por las referencias cinéfilas.

Con unos años más reflejados en sus rostros, Brian OHalloran y Jeff Anderson se reúnen volviendo a encarnar a los irritantes pero adorables (a su modo) protagonistas, los auténticos pilares centrales de ¨Clerks¨, con el apoyo de Jason Mewes y el propio Smith, cuyos icónicos Jay y Bob no podían faltar, al igual que los cameos de Jason Lee, Ethan Suplee o Ben Affleck. Por su parte, el joven Trevor Fehrman está absolutamente impagable, cosa que no puede decirse de la insulsa Rosario Dawson, mero reclamo publicitario orquestado por los Weinstein (por si os preguntabais cómo llegó aquí), y la mujer del director, Jennifer Schwalbach, que resulta empachosa y muy detestable.
Pequeños fallos de casting seguidos de una banda sonora dudosa y algunas escenas de lo más innecesarias (¿a qué narices viene lo del baile y por qué coño le saluda la niña a Dante?). Más simpática que divertida, más gamberra que ingeniosa, ¨Clerks II¨ es ante todo un nostálgico, sincero y cariñoso homenaje que Smith desea realizar, no sólo al pequeño universo de Randal y Dante, sino al que ha ocupado todas sus obras desde entonces, brindando una innumerable cantidad de guiños al espectador, al que realmente lo sepa apreciar. Ni que decir tiene que los resultados en taquilla fueron satisfactorios.

Al final, y para gusto de todos, el Quick Stop vuelve a estar remodelado y en funcionamiento, preparado para ser el lugar de las futuras aventuras que aguardan a unos por fin maduros Dante y Randal, las cuales seguramente tendrán lugar en una posible tercera entrega.
El tiempo lo dirá...


Mallrats Mallrats 14-10-2022
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¨¡Para pasar el día ve al centro comercial...tiene comida y moda y diversión sin igual!¨. Sí, Homer le dio muchos consejos a Bart, pero ese fue sin duda el más acertado.
¿Y es que hay algo mejor que pasar una tarde de sábado en el centro comercial en compañía de los tipos más pintorescos, frikis y raros del Mundo...¡además de Jay y Bob, ¨el Silencioso¨!? Seguramente no.

En 1.994, un muchacho llamado Kevin Patrick Smith revolucionó el panorama cinematográfico independiente con una película que estaría destinada a transformarse en un auténtico clásico del mismo (aunque haya muchos que aún lo nieguen). Rodada con algo menos de 28 mil dólares y un equipo no profesional, ¨Clerks¨ irrumpió con singular fuerza en la taquilla, logrando conectar rápidamente con el joven público, que se vio reflejado en sus ya míticos personajes, y llegando a unas cifras de recaudación que sobrepasaban los 3 millones.
El secreto del éxito estuvo desde luego en el talento del director para retratar con crudeza y mucho humor negro la época y la cínica y pesimista generación que la habitaba; obteniendo además el reconocimiento por parte la crítica y siéndole concedidos varios galardones, ¿con qué sorpresa se destaparía tras su austera e impresionante ópera prima? Sería la oferta del productor James Jacks de hacer un nuevo film para Universal Pictures contando con un jugoso presupuesto el incentivo que Smith estaba esperando con entusiasmo para volver a ponerse tras la cámara.

Y lo haría sólo un año más tarde con ¨Mallrats¨, cuyo comienzo (tras una pequeña introducción que ya nos avisa del tipo de humor que nos vamos a encontrar) es desde luego todo un guiño a aquellos espectadores que disfrutaron de ¨Clerks¨, mostrando una situación cuyas consecuencias conocimos en aquella: la muerte de Julie Dwyer; de este modo el director empezaría a extender su pequeño gran universo (el ¨viewaskewniverse¨, para los fans) sirviéndose de sucesos, lugares o personajes usados en su debut, práctica recurrente en muchas de sus obras.
Así como el color sustituye al granulado blanco y negro de ¨Clerks¨, que ayudaba a definir su atmósfera deprimente y desoladora, ahora los diálogos se vuelven menos afilados e ingeniosos y el tono pierde acidez y gana en optimismo, llegando en ciertos momentos (sobre todo al final) a unos altos niveles de empalagoso sentimentalismo; el espíritu de John Hughes y Steve Rash reemplaza al de Spike Lee, Jim Jarmusch, Richard Linklater y Quentin Tarantino. Al mismo tiempo el cineasta rellena las conversaciones y situaciones con un humor de lo más desenfadado, gamberro y la mayoría de veces hasta ofensivo, inclinándose por el chiste fácil y lo estrafalario sin más pretensión que la de hacer reír al personal.

Unos minutos para establecer la premisa y a sus protagonistas nos llevan con Brodie y T.S. (perfectos reflejos, salvando las distancias, de Randal y Dante), quienes han sido plantados por sus novias Rene y Brandi, al centro comercial donde transcurre la mayor parte de la trama, a lo largo de la cual Brodie actuará de guía para su amigo (el espectador de la película) presentándole a la extravagante fauna que por allí pulula mientras ambos hacen lo imposible por recuperar a sus ex-parejas. Un arriesgada y valerosa misión en la que participarán Jay y Bob, ¨el Silencioso¨, asumiendo por primera vez su papel de héroes (¿qué hacen aquí, tan lejos del Quick Stop?, me pregunto yo), donde irán ocurriendo una serie de disparatadas situaciones hasta llegar a un tramo final apoteósico y bastante previsible.
Pero si algo utiliza en ¨Mallrats¨ es su gusto por el cariñoso homenaje, de este modo encontramos un puñado de referencias hacia el mundo del cine (con ¨Star Wars¨ a la cabeza, cómo no), la televisión (ojo a cuando Willam confunde a Rene con Brenda, el personaje de ¨Sensación de Vivir¨ encarnado por la misma actriz), los videojuegos y, por encima de todo, los cómics, que Smith ensalzará y rendirá pleitesía constantemente de una forma muy peculiar (los alucinantes créditos iniciales son un buen ejemplo de ello), no sólo a través de Brodie, sino contando con uno de los dibujantes más grandes de todos los tiempos en su reparto, el sr. Stan Lee, que por cierto brinda una impagable actuación (no pocos fans se morirían de envidia cuando le vieron en la película).

Sin duda era la mejor manera de resarcirse tras haber vendido gran parte de su colección de tebeos para financiar ¨Clerks¨; así destapa su faceta más friki en esta obra como nunca antes había hecho ni haría en el futuro. Encabezan el elenco Jeremy London, famoso por la serie ¨Party of Five¨ pero cuyo carisma brilla por su ausencia, y un joven skater profesional llamado Jason Lee en su debut, quien formaría parte, junto con otros como Ethan Suplee, Ben Affleck o Joey Lauren Adams, de ese grupo de actores fetiche del realizador, que regresa acompañado de su inseparable Jason Mewes ofreciendo una colección de gestos y expresiones faciales muy exagerada (hay que reconocerlo, Kevin Smith actúa mejor cuando no actúa).
Decentes y poco más la guapísima Shannen Doherty y un Michael Rooker que protagoniza una de las secuencias más escatológicas del film. En breves apariciones vuelven Walt Flanagan, Bryan Johnson, Ed Hapstak, Scott Mosier, David Klein y un irreconocible Brian OHalloran (encarnando a un patético individuo cuyo apellido es el mismo que el de Dante (¡!) ). Los jóvenes fascinados con ¨Clerks¨ seguro que esperarían en ¨Mallrats¨ una obra a la altura del debut de Smith, pero desde luego estaban equivocados, pues este segundo trabajo, a pesar de apoyarse en unos patrones similares (ampliando el escenario, eso sí), juega en una liga muy distinta.

Taquilla y crítica tampoco respondieron bien; el director saborearía la hiel del fracaso antes de realizar su última obra memorable: ¨Persiguiendo a Amy¨.
Por mi parte he de admitir que, pese a sus fallos, le sigo teniendo un cariño muy especial. Tanto más cuanto que fue la primera película que descubrí del nativo de New Jersey.


Impacto Súbito Impacto Súbito 14-10-2022
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Unos atracadores siembran el pánico en una cafetería, amenazando a los clientes y trabajadores, incapaces de defenderse...
De repente aparece él, Harry Callahan, impertérrito, y con voz firme anuncia ¨Nosotros no consentiremos que os vayáis¨.

Tras desenfundar su mágnum y acabar con casi todos los criminales, se acerca al único de la banda, le clava su mirada y le espeta ¨Anda, alégrame el día¨. Momento mítico donde los haya en la Historia del cine (y aunque esas palabras ya fueran pronunciadas, aunque con sus variaciones, por Gary Swanson en ¨La Jauría del Vicio¨, realizada un año antes) que significaba una cosa muy importante: el inspector de San Francisco volvía, por fin, y más duro y expeditivo que nunca.
Habían pasado siete años desde que Eastwood se metiera en la piel del agente en ¨The Enforcer¨, que, a pesar de contar con una trama interesante y grandes dosis de acción, era la entrega más floja de la saga hasta el momento (luego llegaría ¨La Lista Negra¨ y se posicionaría la primera), donde aparecía un Callahan despojado de su identidad, cercano a la autoparodia y sucumbiendo a la corrección política que tan ansiosamente pedían los críticos de la época al actor/director. Sin embargo, y por suerte, éste tendría la oportunidad de resucitar al personaje con la dignidad y dureza que se merecía, la que fue perdiendo desde ¨Magnum Force¨, tras los sonados fracasos de ¨El Aventurero de Medianoche¨ y ¨Firefox¨.

Y lo haría tanto delante como detrás de la cámara a partir de la historia de Charles Pierce y Earl Smith, donde se narraba el brutal y justo castigo que una mujer aplicaba a los indeseables que diez años atrás habían violado a su hermana pequeña, ahora en estado vegetativo; un ¨thriller¨ al estilo del ¨Ángel de Venganza¨ que iba a realizarse con Sondra Locke, pareja de Eastwood entonces, de protagonista (ello justifica el que su personaje adquiera más importancia que Callahan), pero que el escritor Joseph Stinson terminó adaptando al universo del celebérrimo policía.
Tras un intenso y oscuro prólogo próximo a una intriga de DePalma (¨femme fatale¨ rubia incluida), cuyo estilo se mantendrá durante todo el film, volvemos a ver a un Harry entrado en años pero sin haber modificado su tren de vida (¨Callahan es la constante de un universo cambiante¨); esta vez no tiene más remedio que tomarse unas vacaciones lejos de una San Francisco donde el crimen es algo que sigue a la orden del día, pues las amenazas contra su persona van en aumento. Pero antes de su partida la película se tomará mucho tiempo con los protagonistas de manera individual para que su futuro encuentro resulte más o menos creíble.

Esta vez el plano aéreo con el que siempre finalizaban las entregas de la saga sirve para trasladarnos a otra ciudad, San Paulo (lejos de descansar, Callahan se enfrenta a un atracador nada más llegar), y las coincidencias le llevan a cruzarse con la desconocida mujer justiciera, una habilidosa artista que se está cobrando su venganza y que tiene desconcertada a la agencia de policía, sobre todo al adusto jefe Jannings, quien reniega de ese oficial de ciudad intruso (al igual que ocurría en ¨La Jungla Humana¨, solo que esta vez un policía de ciudad llega a un pueblo). Reinvención de la saga al tiempo que recuperación de su máxima, gracias a Jennifer, reflejo del propio policía, su inhibido liberado, que impregnaba todo el discurso de la primera parte: la justicia y la ley van por distintos caminos.
La ley inclinada del lado de la tolerancia y, en última instancia, de la corrupción, olvidando quiénes son los criminales y quiénes las víctimas, por lo que aplicar justicia es el único camino de hallar una paz y un equilibro que el iluso sistema judicial impide constantemente. Esa es la vía que le queda a Jennifer, desamparada, olvidada y dispuesta a cruzar al ¨otro lado¨, incluso si eso significa autodestruirse (atención a la escena en la que dispara a su reflejo en el espejo), para así ocupar su lugar entre los indeseables, los desalmados, pues en ella ya no existe ni un solo rastro de fe, la cual, por otro lado, recuperará gracias a Callahan (quien se olvida de perseguir terroristas o asesinos para introducirse en una trama de venganza personal justificada).

¨Impacto Súbito¨ deja intrigas sociopolíticas y se revela más sombría, sórdida e intimista que sus predecesoras; la oscuridad envuelve desde el principio tanto a la ¨hitchcockiana¨ trama, llena de suspense e intriga y más emparentada con el debut de Eastwood, ¨Escalofrío en la Noche¨, que con las anteriores entregas de la saga (quedando a años luz de aquella ¨The Enforcer¨), como a Callahan, a quien se le devuelve toda la fuerza, socarronería y carisma de antaño, esa que logró que le entendiéramos y admirásemos como implacable defensor de los débiles; aunque sin olvidar las correspondientes dosis de acción, violencia y humor, aquí reducido al mínimo.
Acompañando al actor/director, que maneja con nervio constante el misterio y la tensión, está una ambigua y enigmática Sondra Locke en uno sus mejores papeles (el último que realizaría junto a él) y a algunos de sus viejos colaboradores como Pat Hingle, Bradford Dillman y Albert Popwell, estos dos últimos habiendo aparecido en ¨The Enforcer¨ (aunque no les veríamos en la innecesaria 5.ª entrega). En el apartado técnico destaca la música de Lalo Schifrin y el gran trabajo de fotografía del veterano Bruce Surtees, que tiende a la oscuridad perpetua y envolvente.

Vuelta a las raíces desde un punto de vista innovador; a pesar de su algo mediocre final, ¨Impacto Súbito¨ se posiciona directamente tras la original y Eastwood coloca a su álter-ego frente al espinoso tema de la violación, demoliendo de nuevo la falsa imagen reaccionaria que todos tenían de él.
Y sobre todo queda como un pequeño gran clásico del ¨thriller¨ de los 80, de alguna manera anticipando la próxima ¨En la Cuerda Floja¨, donde por fin Harry, con otro nombre, haría frente a sus demonios interiores.


Ciudad muy Caliente Ciudad muy Caliente 13-10-2022
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En las calles de Kansas City reina la ley de la corrupción, la ambición, la violencia, en definitiva, la de los consabidos gángsters.
Sólo dos valientes como el teniente Speer y el detective Murphy pueden detenerla. Por separado son duros, pero juntos...¡qué tiemble la ciudad!

A lo largo de los años, los géneros clásicos han ido mezclándose con otros o cayendo en su demolición por medio de la más simpática autoparodia; ha ocurrido con el ¨western¨ el terror, el bélico y, cómo no, también con el cine negro. El mismo año que se estrenaron dos títulos del ¨noir¨ que todo fan debe conocer (la buena ¨Polar¨ y ¨Érase una Vez en América¨ , pieza emblemática del género), éste se mezclaría con la comedia en un proyecto de dudoso carisma: ¨Ciudad muy Caliente¨.
Su ejecución desató un hervidero de conflictos desde que un entusiasmado Blake Edwards lo pusiera en marcha años antes, pero se topó con un muro que no pudo escalar, y tenía por nombre Clint Eastwood, quien hizo un paréntesis tras ¨Impacto Súbito¨ para cumplir su deseo de trabajar con su amigo Burt Reynolds. No obstante las diferencias creativas con el veterano cineasta fueron tan grandes que acabó por despedirlo (una lucha de egos en toda regla), y es que a Eastwood, y eso todos lo saben, le gusta tener el control de la producción desde dentro y desde fuera, así que para la ocasión contrataría a alguien más manejable y menos problemático.

Ése fue Richard Benjamin, actor reciclado en realizador que estaba cosechando bastante éxito con su último trabajo, ¨Adiós a la Inocencia¨; por su parte, Edwards firmó el guión como Sam O. Brown (en referencia a su film ¨S.O.B.¨, cuyas siglas significan ¨Standard Operational Bullshit¨). La historia se inicia con una secuencia que despide esencia de auténtico ¨noir¨ por todos sus poros, cuando vemos al espigado teniente Speer atravesando un callejón envuelto en sombras bajo una fina llovizna y entrar en un bar cercano; su rostro contraído y amargo (el de Eastwood) no augura nada bueno.
Pero la intriga que se podía intuir y la oscuridad imperante que hacían de esta apertura algo muy prometedor se van al traste con la intromisión de Murphy, un detective encantador e intencionadamente gracioso que tiene varias rencillas con miembros de la mafia y comparte un pasado con Speer, pues tiempo atrás fueron compañeros en el cuerpo. El verdadero motor de esta fábula gangsteril situada en la Kansas City de los 30 arranca cuando Diehl, socio de Murphy, es asesinado por el mafioso Pitt, y el elemento de la discordia resulta ser el libro de cuentas de Leon Coll, otro poderoso señor del hampa. Sucios tratos que repercutirán sobre el pobre Murphy.

Pero en toda esta salsa de traición, muerte, chantaje y secuestro cocinada a fuego rápido hay un problema: Benjamin no posee el talento necesario para desplegar sabiamente los códigos del cine negro ni mucho menos se acerca a la destreza para el humor que tanto caracteriza a Edwards. Y es que el film no sabe muy bien por qué género decantarse durante todo su metraje, el cual pasa de la comedia más absurda donde el protagonista es Murphy a un ¨thriller¨ cargado de acción y violencia liderado por Speer, y cuando ambos personajes se unen en pantalla el resultado, lejos de ser atractivo (que algo es...), se adivina torpe y en pleno desequilibrio.
El que nunca se pretenda alcanzar el nivel dramático (segundos después de contemplar a su socio muerto, Murphy seguirá con su tonta verborrea y sus chistes baratos) convierte lo que podría haber sido un ¨noir¨ mordaz y áspero en una comedia que debe más al ¨slapstick¨ de Keaton o de los dúos clásicos en la línea de Abbott y Costello que al cine negro en sí, del cual se disfraza muy convenientemente. Y es que nada puede faltar en el imaginario dispuesto por Benjamin: los combates de boxeo, los clubs de barrio viciados con el olor del humo y el alcohol y el sonido de las dulces melodías de ¨jazz¨, las cafeterías oscuras, los intensos neones a la puerta de los cines, las Thompson, los sombreros de fieltro, las gabardinas...

Un imaginario donde no faltan los torpes matones, los malvados jefes de la mafia, las damas desvalidas y los policías rudos y expeditivos al que el fan del género siempre desea volver, tanto más cuanto que su atmósfera se perciba tan sugerente y sombría como antaño, lo cual consigue el buen diseño de producción, la cálida y envolvente fotografía de Nick McLean y la genial partitura de Lennie Niehaus (donde participa Eastwood), y es que por sus virtudes técnicas el film no desmerece en absoluto. Aquí...pero quizas sí en todo lo demás.
Las decentes secuencias de acción, de una violencia justita, y el suspense propio de la trama, conducen a los personajes a enzarzarse con los villanos en un alocado desenlace que podría haber sido sorprendente de estar firmado por Edwards. A esto se une la poca química que Burt Reynolds y Clint Eastwood muestran en pantalla, éste deudor de los duros del cine como Mitchum o Bogart y con un estilo cercano a los antihéroes que hizo para Leone y el primero con un ¨look¨ a lo Clark Gable sin dejar un momento su vis cómica, que tediosa termina resultando. No así resulta simpático ver a estos dos astros de consumadas carreras autoparodiándose sin vergüenza alguna.

Correctos Rip Torn, Jane Alexander (cuyo papel casi encarna Sondra Locke) y Tony LoBianco; el mejor, un muy poco aprovechado Richard Roundtree, y de por medio la fugaz aparición del mítico Jack Nance. Los percances durante el rodaje no presagiaron nada bueno...y así fue.
Pese a ser un discreto éxito de taquilla por la expectación de ver a Eastwood y Reynolds juntos, no logró el favor de nadie, ni siquiera el de éste, que la detestó con toda su alma; Eastwood, por su parte, siguió su carrera como si tal cosa. Una producción que mucho podría haber sido pero en nada se quedó; si he de elegir un film que combine el cine negro con la comedia yo prefiero ¨La Maldición del Escorpión de Jade¨.


U.S. Marshals U.S. Marshals 13-10-2022
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Un peligroso criminal anda suelto por los prados, colinas, ciénagas y demás paisajes del territorio americano, y pronto llegará a la ciudad...
¿Quién puede estar más cualificado para atraparle que el eficaz grupo de los marshals?, ¿y quién mejor para llevar el caso que Samuel Gerard? Posiblemente nadie.

En 1.993, el director Andrew Davis dejó patente una vez más su destreza en el cine de acción e intriga (cosa que ya había hecho, por otra parte, en títulos como ¨Alerta Máxima¨ o ¨A la Caza del Lobo Rojo¨) con la que fue su obra más exitosa, ¨El Fugitivo¨, llevando al universo cinematográfico la hazaña del dr. Richard Kimble, cuya permanente huida de la ley tenía como objetivo desenmascarar al hombre que asesinó a su mujer, y que tantos episodios ocupó en la conocida serie de televisión de mismo nombre creada por Roy Huggins en la década de los 60.
Las expectativas puestas en esta nueva versión fueron recompensadas con un sinfín de premios y el alcanzar el 3.er puesto entre las películas más lucrativas de 1.993, logrando una recaudación que superaba en cinco veces el presupuesto. No es extraño que los ejecutivos de Warner Bros. quisieran capitalizar los beneficios de aquella obra, por lo que, cinco años más tarde, se puso en marcha un curioso proyecto con guión de John Pogue (¨The Skulls¨, ¨Rollerball¨) estando esta vez tras la cámara el veterano editor reciclado en realizador Stuart Baird, quien había debutado poco antes con la también exitosa ¨Decisión Crítica¨.

La idea fue recuperar no al protagonista de ¨El Fugitivo¨, sino a los agentes encargados de su captura, al equipo de marshals compuesto por Biggs, Newman, Renfro y Savannah Cooper (Erin Poole en la anterior) y a su estoico e infatigable jefe Sam Gerard. La trama se centra en Mark Warren, un tipo al que no acompaña la suerte a raíz de que su arma fuera encontrada en su vehículo tras un grave accidente de tráfico, un tipo acusado de asesinato que debe viajar a New York encadenado a la espera de un juicio; mientras tanto, irrumpen los hombres de Gerard en una misión cualquiera que terminará con éste siendo obligado a escoltar a un preso para contentar a su jefa.
Historias paralelas que confluirán en un trágico accidente aéreo con muchas incógnitas sobre la causa aún pendientes. Dicho esto lo siguiente entraña pocas sorpresas; ¨U.S. Marshals¨ se acoge a la estructura y la forma de su predecesora desde el mismo instante en que el avión siniestrado sustituye al autobús; el fugitivo cambia de color y de nombre pero los procederes serán prácticamente los mismos, desde la huida por carreteras secundarias y accidentados paisajes hasta la llegada a la ciudad. Con gran alarde en el manejo de la intriga y la acción, y copiando sin vergüenza los patrones que guiaban a Andrew Davis, Baird nos introduce en una cacería del todo frenética.

Sin embargo nada hace sospechar, en principio, que el tal Mark Warren pueda ser atrapado, y en esto radica una de las principales diferencias entre los dos films: mientras que a Kimble, un simple doctor, el asesinato de su esposa le inspira la suficiente fuerza para continuar, casi no hay problema en el que el nuevo fugitivo no pueda desenvolverse gracias a su entrenamiento como agente del Servicio Secreto. Juegos continuos de identidades (Warren cambiará tres veces de nombre), secretos de Estado, relaciones internacionales extraoficiales y agentes dobles; ingredientes más propios de una novela de Tom Clancy.
Todo ello adornado con una feroz algarabía de persecuciones y saltos sin tregua, dosis de humor cuya presencia durante toda la película resulta excesiva y algo incómoda, y un extraño en el equipo de Gerard como novedad y como disparador de la duda, John Royce, quien desea vengarse del hombre que mató a sus amigos. Pero, desgraciadamente, ni la premisa (un agente traicionado por sus corruptos compañeros) ni la cacería poseen la misma fuerza dramática o la tensión que la concerniente a Kimble, y eso que Pogue hace lo posible por decorar el argumento con inesperados giros de guión (el que atañe a Newman me repugna...) e interesantes revelaciones de los organismos militares norteamericanos más ocultos.

Como montador experimentado en el cine de acción, Baird sabe conducir la película de manera calculada y veloz durante las dos horas que dura su metraje, sirviéndose de unas secuencias de acción bastante espectaculares y un nivel de violencia estándar (ni muy edulcorado ni muy brutal) para una producción de evidente tirón comercial como es ésta. Lo más decepcionante sin duda es el uso innecesario de esos ¨flashbacks¨ explicativos, esa solución tan precipitada, directa y masticada que nos ofrece Pogue y la presencia de un personaje tan aparentemente significativo pero irrelevante como es el de Marie, encarnado por la guapísima Irène Jacobs.
Por su parte, Tommy Lee Jones vuelve sin reparos al papel que le hiciera conseguir el Oscar destilando dureza y parquedad aunque con una considerable reducción de carisma, enfrentado esta vez a unos correctos Wesley Snipes, cuyo Mark Warren no se aparta mucho de los personajes que interpretó anteriormente (y que no dejaría de interpretar), y Robert Downey Jr., más detestable que de costumbre. Regresan los geniales Dan Roebuck, Joe Pantoliano y Tom Wood junto a Latanya Richardson, reemplazando a L. Scott Caldwell.

¨U.S. Marshals¨ se encontró con un aluvión de críticas negativas en el momento de su estreno, no así consiguiendo unos resultados nada desdeñables de cara a la taquilla (y eso que competía con ¨Titanic¨, nada menos).
Estar a la altura de la obra original de la que surge es imposible, pero nadie podrá negar que se trata de un ¨thriller¨ de acción efectivo y entretenido de principio a fin rodado por alguien con madera de artesano. Concedámosle ese beneficio al que fue el segundo y penúltimo film en la carrera de Stuart Baird.


Un Pez Llamado Wanda Un Pez Llamado Wanda 13-10-2022
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¿Qué tienen en común un viejo abogado de aburrida vida, una dicharachera ¨femme fatale¨, un asesino a sueldo pseudointelectual y un tartamudo amante de los animales?
Pues aparte de un jugoso puñado de joyas el participar en la que es una de las mejores comedias jamás realizadas.

No me cansaré de afirmarlo. Hoy no se hace cine de humor, y si se hace ha de ser zafio, escatológico, mayormente relacionado con lo sexual y cuajado de vulgaridades; como a otros esto me repugna, así que si deseo reírme de verdad echo la vista atrás y a rebuscar, y es en los 80 donde mejores comedias he encontrado. Pero es una lástima centrarse sólo en las producidas en EE.UU. (bueno, son las que más éxito han logrado); las británicas, aunque si nos remontamos a dicha década no hallamos tantas joyas como en otras anteriores, también merece la debida atención.
Estrella de la Ealing durante su época dorada y uno de los veteranos de la ¨british comedy¨ a raíz de su éxito con ¨Oro en Barras¨, aunque también demostró un gran talento como artesano al que le gusta nadar en todas las aguas (sirvan ¨El Tercer Secreto¨ o ¨Corazón Dividido¨ de ejemplo), Charles Crichton había pasado los últimos años de su extensa carrera apartado de la industria cinematográfica en el humilde mundo televisivo, hasta que el bueno de John Cleese, ya separado de sus compañeros Monty Python, lo rescató para realizar un proyecto que ambos habían estado preparando años atrás, si bien el actor ejerció de codirector en la sombra por la avanzada edad de Crichton.

El humor retorcido y los juegos de palabras, tanto implícitos como explícitos, con los que seremos bombardeados a lo largo de todo el metraje hacen acto de presencia en ¨Un Pez llamado Wanda¨ desde el inicio (más aún si uno de los protagonistas comparte su nombre y su condición con un pez que no tendrá ninguna función hasta casi llegado el final). Todo arranca con un consciente y sentido tributo a la farsa de atracos que tantos clásicos británicos ha ocupado en décadas pasadas; George, Wanda, Otto y Ken se las arreglan para robar con éxito una joyería, aunque no todo es confianza y honestidad en este pintoresco grupo.
Crichton se las arregla en este primer tramo para manejar con soltura y nervio la acción y la comedia, siempre presente, dejando paso a la intriga al desvelar los ladrones su condición de mentirosos, traicioneros y manipuladores; de hecho cada uno de los integrantes se servirá del otro para su propio beneficio (George de Ken, Otto de George y Wanda de todos). Es precisamente el enredo lo que hace del film una ingeniosa y divertida combinación, tanto más cuanto que la guapa Wanda, ya erigida en perfecta ¨femme fatale¨ tras su ingenua apariencia, ha de encandilar con sus encantos a Archie, abogado de George, pues éste acaba en prisión por las propias artimañas de la chica.

Artimañas organizadas por ella en compañía de su ignorante compinche Otto, elemento extraño que Crichton y Cleese añaden con intenciones algo perversas, pues se trata de un norteamericano ridículo, ególatra y estrafalario que no deja en muy buen lugar a su patria ante unos ciudadanos ingleses demasiado educados y acomodados. Pero si el guión sorprende es sobre todo por su capacidad de moverse de entorno y género; así, de la intriga propia del robo, asunto siempre presente aun en segundo plano, pasaremos a asistir a una farsa con todo el espíritu de las ¨screwball comedies¨.
La cárcel, los diamantes y los juzgados son reemplazados por lujosos escenarios, esposas estiradas, celos irrefrenables, amores insospechados y mentiras entre parejas. La intromisión de Archie, cuya vida no es más que una tediosa sucesión de acontecimientos sin importancia en el seno de un momificado hogar que desprecia, en tan alocado argumento no entraña un cambio abrupto pues no resulta forzada ni poco creíble, sino de lo más conveniente para continuar ofreciendo grandes dosis de humor, el cual, y a sabiendas de que el guión está firmado por John Cleese, tampoco será tan ligero como la modificación del ambiente nos sugiere a primera vista.

Sí, lejos de refinarse, la comedia sigue tan negra e irreverente como cabría esperar, y no sólo porque en los tejemanejes de Wanda para con Archie tomen partido los esperpénticos arrebatos de un Otto cada vez más desquiciado y celoso, sino porque entre medias de todo esto, veremos a Ken fracasando una vez tras otra en su misión de quitar la vida a una anciana que podría significar un problema para declarar a George inocente; son en estos intentos de asesinato por ese amante confeso de los animales donde más afilado se destapa el humor de Crichton.
Al final, la comedia romántica se une a la intriga y la acción con la locura de poseer el botín dominando a todos como si de una revisión de ¨El Mundo está Loco, Loco, Loco¨ situada en Londres se tratase, regalándonos el film algunos de sus momentos más memorables (la persecución en el aeropuerto o la mítica y no menos agobiante tortura a Ken). Mientras Jamie Lee Curtis cumple a la perfección su rol de sexy ¨femme fatale¨ y John Cleese y Michael Palin, unidos en pantalla tras algunos años, nos brindan unas actuaciones impagables (qué decir de ellos que no se haya dicho ya...), un Kevin Kline gesticulante e inesperado sorprende de tal forma en su caricaturesco villano que bien merecido tuvo el Oscar por su actuación.

Aunque su éxito en cines se fue fraguando poco a poco (tardó varias semanas en alcanzar el n.º 1 en EE.UU.), ¨Un Pez llamado Wanda¨ acabó logrando unos altos beneficios en taquilla además del amplio reconocimiento de la crítica.
Un guión con giros e intrigas bien hilados, unos personajes bien definidos, una dirección con oficio y un reparto soberbio hacen de esta mezcla de géneros una deliciosa, alocada y muy políticamente incorrecta comedia, de las más ingeniosas que hallamos en la década de los 80. Charles Crichton no pudo tener una despedida mejor del mundo del cine.


Arma Letal 2 Arma Letal 2 13-10-2022
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Un diplomático traficante de drogas, una atractiva secretaria, un testigo federal de lo más enervante y toneladas de acción entre disparos, persecuciones y explosiones.
Sí, la pareja de policías más letal y poco ortodoxa del cine de acción (¿es que hay otra?) regresa para seguir subiéndonos la adrenalina con sus emocionantes peripecias.

Nolte y Murphy darían el pistoletazo de salida en la genial ¨Límite: 48 Horas¨, y este dúo sería seguido (con más o menos éxito) por otros como Eastwood y Reynolds, Dreyfuss y Estévez o Schwarzenegger y Belushi; quizá Richard Donner sabía de antemano, o no, el éxito que iba a generar ¨Arma Letal¨ cuando se estrenó en 1.987...y no habría fallado, pues el film no sólo arrasó en taquilla superando en cuatro veces su presupuesto, sino que terminó alzándose como uno de los más eficaces exponentes de ese subgénero policíaco conocido como ¨buddy movie¨.
Dos años habían pasado. Donner cambió de registro radicalmente con ¨Scrooged¨ pero no tardaría en volver junto a Joel Silver para recuperar a la pareja Riggs/Murtaugh en una segunda aventura. Por desgracia las complicaciones invadirían este proyecto, empezando con el rechazo de Shane Black a participar en él tras la negativa de los productores hacia el borrador que había escrito junto al autor Warren Murphy; la razón era, una vez más, su tono excesivamente sombrío y violento, resuelto por el guionista de encargo Jeffrey Boam, quien lo puliría a gusto de Donner y Silver. Un guión que no dejaría de sufrir multitud de cambios a lo largo del rodaje...

El objetivo de aquellos con esta secuela queda bien patente desde el mismo comienzo. Los títulos de crédito dan paso al grito de un Riggs histérico que inicia la película en algo de lo que carecía la primera parte: una buena persecución de coches por toda la ciudad; secuencia de apertura donde Donner nos demuestra que es el frenesí, la emoción más física y visceral, la que cuenta, y esta tónica se seguirá hasta el final. El espectador ávido de acción desenfrenada puede estar contento con este inicio que lleva a la pareja a una guerra abierta contra unos traficantes y blanqueadores de dinero llegados de Sudáfrica y camuflados de diplomáticos.
Paso importante en cuanto a desastre de la Historia como implícito resorte de las intrigas así como del de toda la violencia que se va a desatar: de las sombras de la Guerra de Vietnam a la actualidad de las injusticias del Apartheid (algo que ya se insinúa en la anterior entrega), que Boam condena aunque no con toda la dureza que se merece. Esta suavización de guión también ramifica en una característica que es la principal desemejanza entre ambas obras: la atmósfera oscura de la original se reduce y la comedia gana terreno (mucho, hay que decir), por lo que el ácido humor negro cortesía de Black ahora es más descafeinado, con diálogos plagados de chistes.

Será el mismo film, y sus algo irregulares movimientos de argumento, el que nos lleve a esas conclusiones con la introducción de Leo Getz; ya conocemos a Martin y Roger, así que es un personaje nuevo lo que necesitamos, algo con lo que no estoy en absoluto de acuerdo, tanto más cuanto que su participación no sólo resta importancia a la familia Murtaugh (casi no les vemos aparecer), sino que resulta absurda hasta la extenuación: ¡Leo no hace gracia, irrita! Rika será otra nueva incorporación mal aprovechada, más decorativa que emocional a pesar de convertirse, gracias a un ingenioso efecto de proyección (el de Vicky), en el aliciente de Riggs para tomar las riendas de la situación.
Mientras maneja el suspense con oficio, Donner vuelve a intensificar el grado de violencia para desembocar en un último tramo donde la ira y la brutalidad serán los maestros de ceremonias (no alcanzando, por supuesto, el sadismo de la primera parte) y la transgresión de la autoridad y la moral el único camino para cumplir la venganza (Martin y Roger dejan sus placas de policías y actúan por su cuenta). Es entonces cuando ¨Arma Letal 2¨ hace honor a su predecesora, dejando la comedia fuera de combate por un tiempo y ofreciendo al espectador un festín de acción intensa y salvaje en una sucesión de escenas realmente espectaculares.

No obstante, las decisiones sobre el guión acaban estropeando lo que podría haber sido uno de los finales más sorprendentes del género policíaco: Black quería acabar con Riggs, los demás no; casi era un sacrilegio pensar en matar al héroe, por tanto (como sucedió en ¨Conexión Tequila¨) el personaje de Gibson continuaría respirando. Poco importa. Stuart Baird vuelve a demostrar su buen hacer en el montaje y Donner parece disfrutar con cada secuencia, enfocándose en la emoción de cada momento para llevar la película al límite del mismo modo que a la pareja protagonista.
Mel Gibson, más histérico y, sí, tonto que antes, sigue formando un equipo perfecto con el siempre soberbio Danny Glover, menos comedido en esta ocasión, ambos tocados por el sobrepasado humor de Boam, el cual les hace perder algo de esa profundidad dramática que les caracterizaba; un bocazas y energúmeno Joe Pesci a más no poder, que será recurrente en la saga, remata esto (a su Leo le sobran intervenciones por todas partes). Correcta y poco más esa guapa Patsy Kensit, detestable Derrick OConnor e inquietante Joss Ackland, excelente como villano. Stephen Goldblatt, Michael Kamen y Baird siguen haciendo un gran trabajo en el equipo técnico.

El resultado no pudo ser más satisfactorio. Convertida en la tercera producción más lucrativa de 1.989, ¨Arma Letal 2¨ recaudó la friolera de casi 150 millones de dólares (sólo en territorio estadounidense), más del doble que su predecesora.
El doble de espectacular, de divertida y, en general, de físicamente (que no psicológicamente) vibrante. La pareja Riggs/Murtaugh ya son un referente obligatorio en el cine de acción...sin embargo, su segunda incursión resulta menos efectiva y poderosa que la primera.


El Cadillac Rosa El Cadillac Rosa 13-10-2022
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Combinación que podría resultar ganadora: una chica preciosa, un duro y alegre cazador de fugitivos interpretado por Clint Eastwood, muchos dólares en juego y un precioso Cadillac rosa de 1.959.
¿Qué podría salir mal en esta aventura? Pues muchas cosas, por desgracia...

Puede costar creer por tratarse de un maestro de su talla, pero el sr. Eastwood no estaba atravesando una buena racha a finales de los 80, aunque todas sus películas (o por lo menos la gran mayoría), independientemente de la década que sean, guardan un encanto especial para nosotros. ¨El Sargento de Hierro¨ inicia este oscuro sendero, y no hallará la luz al final hasta la aparición de ¨Sin Perdón¨; antes de rodar su particular visión de ¨La Reina de África¨ transmutándose en una figura nada disimulada de John Huston, Eastwood pasa por su ruptura oficial con Sondra Locke y por la muerte de uno de sus grandes mentores, Sergio Leone.
Quizás para huir de su lista de fracasos y estas turbulencias personales, se lanza a intentar un éxito en una comedia emulando el conseguido por ¨Duro de Pelar¨ y su secuela un decenio antes...y será la última vez que lo intente porque los resultados no fueron ni muchos los esperados. A partir de un guión de John Eskow (artífice de la posterior ¨Air America¨) el proyecto lo cubre el amigo Buddy Van Horne, quien ya le ha dirigido en la infumable última entrega de Harry Callahan, y si su pericia en la forma, la escenografía de la acción y la precisión narrativa ya demostraba ser un desastre en aquélla, en esta ocasión se supera a sí mismo, aunque al menos no se toma en serio como sí hacía ¨La Lista Negra¨.

Tampoco Eastwood. Coge a sus duros agentes de la ley y los parodia muy desenfadado en la piel del sarcástico y caradura Tom Nowak, que caza a los fugitivos cual forajido del salvaje Oeste; y este retorno a sus orígenes le permitirá volver a plantear una aventura que enlaza, en espíritu, con la citada ¨Duro de Pelar¨, ¨Un Botín de 500.000¨ o ¨El Aventurero de Medianoche¨. Esto es: el regreso a ese escenario tan nostálgico como es la Norteamérica profunda de las largas carreteras solitarias, los bares de suelos viscosos, los coches de época, los frondosos bosques, el ¨country¨ y las bandas peligrosas. Pero el gusto por recorrer esta tradición iconográfica se halla entre los ribetes de una especie de ¨thriller¨ difícil de catalogar.
En él, Lou Anne, la mujer de un descerebrado (Roy) que pertenece a una banda de locos pistoleros neo-nazis (o vaya usted a saber qué), roba su Cadillac (un precioso coche volverá a ser ¨macguffin¨, más significativo, en ¨Gran Torino¨) y con él 200.000 dólares que se suponen falsos. Teniendo en cuenta cómo el guión desarrolla los hechos (dejando que la casualidad actúe en lugar de la sagacidad de los personajes), más que a las películas con las que comparte sus elementos, ¨El Cadillac Rosa¨ remite al desenfreno de ¨Huida a Medianoche¨ (también con un cazador de fugitivos) y ¨Cobra¨ (grupo de tarados asesinos que se cree un ejército peligroso incluido) mientras suaviza la cínica aspereza y la extrema violencia de las otras ¨road movies¨ de parejas.

Como ¨La Huida¨ y ¨Ruta Suicida¨, pero sin llegar a la vena dramática de ¨The Sugarland Express¨, si bien tenemos a otra madre desesperada y acorralada en busca de su criatura. La fuga, la cacería continua, el engaño y la farsa mueven esta trama donde Tom y Lou Ann, a la que ¨da vida¨ la buena cantante y pésima actriz Bernadette Peters (Eastwood no quiso a Barbra Streisand en ¨Ruta Suicida¨, ¿por qué pasaría por el aro esta vez?), deben colaborar si quieren sobrevivir. Pero no existe verdadera tensión en todo esto pues los enemigos no son feroces como quieren parecer ni los escollos a superar son tan difíciles, sobre todo si el guión va introduciendo a personajes auxiliares con los que ir avanzando (clama al Cielo el que encarna Geoffrey Lewis...).
Tampoco existe una verdadera química entre los dos supuestamente derrotados y acorralados protagonistas (ni de casualidad se acerca a la que compartían Shockley y Gus), y el mejor ejemplo para apreciar los kilómetros de distancia que separan al Tom de Eastwood y a la Lou Ann de Peters está en esos instantes en los que improvisan como pareja cazafugitivos, una de esas tantas secuencias de relleno sobrantes en ese metraje que casi llega a las dos horas. Metraje que se alarga por la extraña manera de querer combinar humor alocado, violencia, algo de drama social y acción palomitera.

No juega en su favor el que la historia, conducida hacia ese obligatorio enfrentamiento final que no resuelve nada, sea completamente previsible aun apoyándose en la necesidad de improvisación de Tom, quien sin querer se convertirá en un héroe transparente al rechazar la tentativa de Alex a convertirse en un asesino igual que ellos (y aunque parezca mentira Eastwood nunca ha dado vida a héroes, ni en sus ¨westerns¨ ni en sus policíacos, y mucho menos transparentes). Como una versión luminosa y amable de Shockley y el cowboy de ¨La Muerte tenía un Precio¨, Eastwood vuelve a revelar ese lado suyo tontorrón, entrañable y divertido que no encontramos mucho en su obra y que a menudo resulta un placer hacerlo.
Pese a sus buenas intenciones y contar con algunas presencias reconocibles como la de Bill Moseley, Timothy Carhart, Michael des Barres, Bryan Adams y ese joven Jim Carrey haciendo de sí mismo (y que ya había aparecido en ¨La Lista Negra¨), ¨El Cadillac Rosa¨ se estampó como su coche, pero sin poder arrancar de nuevo. Tal castaña se dio que sigue invicta como la obra menos exitosa a todos los niveles (de taquilla y de crítica) en la carrera del actor/director, cuyo resultado se apreció al estrenarse compitiendo con la tercera entrega de las aventuras de Indiana Jones.

Un irregular y confuso ¨finale¨ para aquellos convulsos 80 convertido en pieza de museo (que no de culto) para los fans de aquél que daría paso a una década redentora y de mayor importancia...


Siete Psicópatas Siete Psicópatas 13-10-2022
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¿Están hartos de esas películas estereotipadas de Hollywood con una panda de psicópatas asesinos o tíos con armas en las manos y sangre salpicando la pantalla?
No se preocupen, el sorprendente film que nos disponemos a ver no sólo trata sobre la violencia, sino sobre otras muchas cosas...como amor y paz...

Hay algo que se está perdiendo en el cine actual, y es el talento para narrar historias que atrapen desde el principio y además contengan situaciones y personajes interesantes, a quienes siempre quieras escuchar y seguir; algo como esto no tiene cabida en una industria en la que cada vez con más asiduidad se reemplazan las historias y el tratamiento de personajes por la acción, los movimientos rápidos de cámara y el uso de efectos visuales. Pero al igual que otros realizadores de su generación, a Martin McDonagh poco o nada importa este decadente panorama.
En 2.008, y tras el cortometraje ganador de un Oscar ¨Six Shooter¨, el natural de Londres (de descendencia irlandesa) se estrenaría en el mundo del cine tras demostrar su habilidad como dramaturgo durante más de diez años con el sensacional ¨thriller¨ ¨Escondidos en Brujas¨, laureado por la crítica y logrando un moderado éxito en taquilla. Deberían pasar tres años hasta que decidiera volver a filmar una película, en la que no sólo iba a imprimir (nuevamente) su gusto por el humor negro y la dinamitación de géneros, sino su conocimiento del cine, así como sus recursos formales, arte y lenguaje.

Dicha práctica de metaficción llega incluso a establecer un reflejo torcido del director, cuya imagen especular será el protagonista, con el que compartirá su nombre y nacionalidad, Martin Faranan, escritor en pleno proceso creativo de un guión (llamado, para más inri, ¨Siete Psicópatas¨) que no ve el momento de despegar, y cuyo bloqueo mental se ve condicionado por tres factores: su alcoholismo, su novia Kaya, a la que no ama, y su chiflado amigo Billy, quien maneja junto al misterioso Hans el lucrativo negocio de secuestrar perros...hasta que raptan al equivocado.
Sin desviarse demasiado del tono de su obra anterior, McDonagh emplea unas certeras dosis de humor negro que recorren desde el mismísimo principio (con una impagable secuencia de apertura) hasta el final los diferentes vaivenes de una trama en apariencia sencilla y en el fondo enrevesada, dividida, como el propio Marty nos anuncia más tarde (revelando su auténtica función de inconsciente maestro de ceremonias) en dos partes, sirviendo la primera de presentación de los múltiples personajes que cruzarán sus vidas, pasados y destinos, y en cuya psicología y emociones se inmiscuye sabiamente el director.

Pero esta trama sufre además una curiosa bifurcación que la escora del lado de la extrañeza; por una parte tenemos una divertida intriga criminal deudora de Tarantino en la que se ven envueltos los protagonistas y un mafioso sin escrúpulos, y por la otra McDonagh no sólo plantea una seria reflexión sobre la soledad, la imposibilidad de hallar la redención y la brutalidad inherente al ser humano, sino que lo hará combinando ficción (la del guión que escribe Marty) y realidad. Realidad en la cual la violencia de la historia de la nación se descubre llevándose a cabo una radiografía de América a través de sus anomalías, en una línea similar a la ofrecida por los Coen.
Para ello el director irá atrás en el tiempo y lo trastocará permitiéndose brindar una identidad (pero privar del privilegio de la absolución), a algunos de los criminales más famosos, desde el Asesino del Zodíaco hasta el de Kingsbury Run. Aunque esta obsesión por el origen de la violencia llevará a profundizar en la de la historia en sí con el personaje del vietnamita, disfraz (pronto descubierto) del monje Thích Quang Duc (cuya muerte por autoinmolación pasaría a ocupar una página negra en la Historia de Vietnam); hábil mezcla de desmitificación histórica y fantasía metaficticia que alcanza su cenit hacia la segunda mitad tras una mordaz reflexión sobre Ghandi.

Y lo hará por medio de las rocambolescas invenciones de Billy mientras el film queda en suspenso siguiendo las indicaciones de Marty (¨los protagonistas deberían largarse hacia el desierto y limitarse a hablar...¨) hasta ese final para el que se nos ha ido preparando donde se desata un espectáculo lleno de artificio e ilógica en la tradición de Rodríguez que sustituirá a la calma precedente y que hacía de ¨Siete Psicópatas¨ un extraño y lírico ¨western¨ sin conflictos con la omnipresencia elegíaca del paisaje americano. Alucinatoria irrupción antes de la descarga de acción frenética que coronará el gran monólogo de Hans.
McDonagh combina elementos, juega con los más trillados códigos cinematográficos y los desmitifica, recogiendo por el camino influencias de Guy Ritchie, Tony Scott, Peckinpah, Malick, los nombrados Tarantino y Coen o el film ¨Adaptation¨ además de hacer alusiones directas a Scorsese y Kitano (Marty y Billy ven en un cine ¨Violent Cop¨). Destacar la fotografía de Ben Davis, la música de Carter Burwell y un elenco de enormes actores brindando impagables interpretaciones, a menudo autoparódicas, como Christopher Walken, Colin Farrell, Woody Harrelson, Tom Waits o Harry Dean Stanton...aunque quizás ninguno consiga eclipsar a ese hipnótico Sam Rockwell, que se come la pantalla cada vez que aparece.

Por desgracia, el director no aprovecha a dos buenas actrices como Abbie Cornish y Olga Kurylenko (Marty expresa esta idea de la mejor manera: ¨es un mundo difícil para las tías¨). Pese a lo políticamente incorrecta que sea, esta fascinante rareza del cine alternativo, posmoderno si se prefiere, cuyo paso por la taquilla fue bastante lucrativo para McDonagh, también posee un ingenio y fuerza atrapantes, con la capacidad de conmover, divertir y hacer reflexionar por igual.
¿Logran eso muchas películas actualmente? Creo que la respuesta es ¨no¨.


Sin Control Sin Control 13-10-2022
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Un tren que marcha sin control, con un puñado de terroristas/mercenarios a bordo y un virus letal que de extenderse podría provocar una gran catástrofe.
¿Quién mejor a bordo para detener esta amenaza? Van Damme, ¿verdad?

No es que pueda ser motivo de discusión, es que es una realidad incuestionable: el belga, como a la inmensa mayoría de los astros del cine de acción de los 80/90, no iba a vivir una buena etapa tras la llegada del nuevo milenio; es más, su última película medianamente potable fue ¨Muerte Súbita¨, ya tenía su tiempo (tal vez podamos nombrar ¨The Quest¨, pero por nostalgia más que por valor auténtico), y ni siquiera sus colaboraciones con cineastas orientales le servían. El brillo y la estrella de este hombre se apagaban a velocidades supersónicas.
A esas velocidades decidió subirse en el tren que sería escenario fundamental de ¨Sin Control¨, producto de baja calidad, bajísima, resuelto a base de filmar en localizaciones de Europa del Este con actores nativos para ahorrar costes (una de las maniobras habituales, luego convertida en cliché, de las producciones de bajo presupuesto a partir del 2.000). Se inicia no con nuestro querido héroe, sino con una Laura Harring que parece estar en una parodia de la escena de apertura de ¨Mulholland Drive¨; por supuesto está a millones de años luz de Rita esta Galina, que viene a ser una ladrona experta de guante blanco henchida de chulería y mala uva (parece que quisiera ser ella la protagonista).

Van Damme se conforma (porque al hombre, cual ejército vencido, sólo le quedaba resignarse y conformarse con los golpes que le vinieran) con hacer otra vez de padre irresponsable y demasiado ocupado con su trabajo de agente de la O.T.A.N., que a regañadientes acepta sus misiones, dejando a su familia tirada en pleno cumpleaños. Bajo el nombre de Jacques ha de escoltar a aquella mujer hasta Munich, y ya solo su encuentro y las situaciones que se desarrollan a partir de él es la muestra perfecta de la calidad de esta obra y de las cosas que podemos esperar de ella...si decidimos quedarnos a verla.
¿Qué es lo que provoca este rechazo? La dirección a cargo de Bob Misiorowski, nada menos, guionista y productor veterano que creyó que tenía talento para el cine y sólo facturó un cúmulo de títulos directos para tirar a la basura (decir que ¨Air Panic¨ y ¨Shark Attack¨ son suyas...); todo falla en su exposición de la acción, manejo de la cámara y atención a los actores, y cree que ofrece un estilo ¨cool¨ cuando lo único que hace es marearnos (lo peor es cómo el terrible montaje, lleno de cortes sin sentido, se cruza con una banda sonora escogida por un sordo, pues nada cuadra debidamente). ¿Qué nos queda después de asimilar este atentado técnico?

Ver al belga y a la mexicana, que básicamente se dedica a explotar su atractivo físico (tampoco tanto, no la veremos desnuda para no dañar la corrección política) mientras expone una abismal falta de carisma, a bordo de un tren donde va a sucederse un argumento que mezcla cual batidora oxidada los de obras recientes de aquel momento como ¨Atomic Train¨ y ¨Operación ¨Wolverine¨ ¨ y nos recordará sobre todo al clásico ¨El Puente de Cassandra¨, ya que las intrigas terroristas sobre raíles con pedigrí catastrófico es algo que se lleva haciendo desde hace tiempo...y casi siempre con una amenaza biológica, vírica o nuclear de por medio.
Pero Van Damme, tan resolutivo como en el estadio de Pittsburgh en ¨Muerte Súbita¨ (aunque menos de lo que fue Seagal en el tren de la secuela de ¨Alerta Máxima¨), nos viene a dejar claro que, estando él a bordo para detener a los villanos, la amenaza reduce su peligro; lo lógico es que hubieran salido corriendo después de ver el catálogo de personajes secundarios aquí distribuido, algunos arquetipos repetidísimos que ya parecen clichés obligatorios (el muchacho que ha perdido a su novia, el revisor que se alía con el héroe o el ranchero texano, siempre con el mismo ridículo atuendo y la actitud odiosa).

Qué giro más original da el guión cuando decide meter de por medio a la familia de Jacques; no, no es original, sino confuso, pues el papel de fémina protagonista pasa de Harring a la menos atractiva Susan Gibney y la otra queda en segundo plano, y se apela aún más a las situaciones dramáticas estereotipadas (la esposa y los hijos sólo están ahí para servir de chantaje y moneda de cambio a los terroristas). El mal hacer del director redondea los vergonzosos diálogos y la incongruencia narrativa que, junto a escenas de acción penosas a base de cromas, farragoso CGI y miniaturas mal disimuladas, supone un desafío para los nervios del espectador.
El delirio se desata al mismo tiempo que el virus, ya que la película juega a atraparnos en la tensión claustrofóbica y el drama, pero esto es imposible de discernir por la inclinación de Misiorowski a lo absurdo, sobre todo en lo que se refiere al enfrentamiento entre el héroe y los malos, malos en el sentido más literal del término, porque así son los actores que les ¨dan vida¨, malos hasta las últimas consecuencias y autoparódicos sin proponérselo, como si dijeran sus líneas para hacernos reír involuntariamente. Y todo, como reza el título, se precipita al vacío de lo horriblemente previsible...de hecho el virus incluso resulta ser beneficioso para los personajes.

Así, Jacques se reconciliará con su familia y su jefe será arrestado, Galina tendrá la oportunidad de hacer una noble acción, igual que el ranchero texano, incluso el chico sentimental se reunirá con su enamorada perdida (¡!)...
El instante clave en que al espectador le pueden reventar las sienes es cuando el hijo del protagonista (en realidad el hijo de Van Damme, Kristopher, que sin duda ha heredado del padre el talento para la interpretación) se revuelve de una patada contra los terroristas cual Vanessa Chester en la secuela de ¨Jurassic Park¨. Por mi parte le doy dos puntos...cada uno por los pechos de Harring, que merecían más atención.


Glimmer Man Glimmer Man 13-10-2022
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Conjunción de situaciones y personajes, todos accidentados. Unas quieren contarnos algo, pero aparecen otras con su propia problemática, y todos ellos se arremolinan sin orden ni concierto.
¿Dónde nos hemos acabado metiendo al final del viaje?

El viaje, hacia las profundidades abisales, lo había iniciado el propio Steven Seagal cuando su megalomanía había alcanzado tal dimensión que solapaba su problema de tiroides; ¨En Tierra Peligrosa¨ se puede considerar la última de su etapa dorada, siendo un buen broche de oro al dirigirla él mismo. Pero a mitad de los 90, además de ganarse el desprecio de casi todo Hollywood, sus películas caen en la tediosa repetición; intenta desviarse ligeramente de las típicas propuestas en una cara producción que realiza junto a su aún socio Julius Nasso, si bien esto será otro espejismo.
Sin contar al cómico y cineasta Keenen Wayans, que como sus hermanos merece un mínimo de respeto, el resto de los aquí aglutinados forman desde luego un ¨cúmulo de talento¨. Seagal a la cabeza, productor y líder absoluto; Kevin Brodbin, más tarde guionista de ¨Cazadores de Mentes¨ y ¨Constantine¨; y John Gray, director televisivo que vino de hacer una tontería llamada ¨Nacida Salvaje¨ para después ser el creador de ¨Entre Fantasmas¨...sí, señor, puro talento. Y la verdad es que el inicio de ¨The Glimmer Man¨ resulta atrapante, con sus imágenes sucias y oscuras y un nivel de violencia considerable.

Una Los Angeles desprovista de brillo y glamour, de hecho el escenario podría pasar por Detroit, y entre sus calles campa a sus anchas un despiadado asesino en serie; punto de partida interesante, pese a que hemos de superar dos grandes escollos: la irritante afición de Wayans por las frases cómicas y ¨punch-lines¨ antes de dejar la escena y la seriedad de un Seagal que se ha convertido definitivamente al budismo, así que los dos actores se interpretan a sí mismos y sin necesidad de esconderlo. Fuerte contraste de estilos y personalidades que ni por asomo congenian (al contrario por ejemplo que las de Bruce Willis y el hermano de Keenen, Damon, en ¨El Último Boy Scout¨).
Con el advenimiento de ¨Seven¨ llega la explotación del cine sobre asesinos psicópatas, y aquí se ejemplifica dicho fenómeno. Crímenes rituales, imaginería siniestra, fotografía apagada; sin embargo a la propia película esto no le interesa y nos lo hace saber desde el primer momento, en boca del propio Seagal: ¨Esto no es igual [...]. Es más que eso¨. Ya se produce el distanciamiento avisándonos de que todo lo referente al supuesto argumento no es más que humo y engaño; la verdadera historia llega con un accidente del guión, donde los protagonistas tienen que impedir que un chiflado produzca una matanza en un instituto católico.

A la dirección rutinaria de Gray, cuyas ocasionales florituras visuales tan de videoclip de los 90 no impresionan a nadie, se suman las incoherencias del cine de acción del momento, más aún el que hace Seagal, y el que se haya abierto esta trama, que envuelve a una especie de señor del crimen (Deverell) con el punto de mira puesto en el recién llegado detective neoyorkino. Lo demás son estereotipos conocidos, como ese protagonista a quien rodea el misterio (otro sucedáneo del Ryback de ¨Alerta Máxima¨) o la relación, muy típicamente jovial de la ¨buddy movie¨, entre los compañeros, caricaturas en las que no se profundiza nada de nada.
Sorpresa necesaria. A poco de la mitad, la película, muy centrada en las peleas de éstos y los secuaces de Deverell, se deshace, y muy patéticamente, de la única conexión con la historia de los asesinatos: su mismo artífice. Por fin deja de estorbar el único elemento interesante para centrarnos al 100% en el típico ¨thriller¨ de malos contra buenos de Seagal, si bien de todas formas no se tomaba en serio desde mucho antes (Cole y Campbell bromean mientras analizan el ¨modus operandi¨ del psicópata...de no creérselo); en realidad el guión se preocupa más por la identidad de Cole que por la del asesino serial.

Esto entronca con la lógica de Seagal: ¨¿Una película mía donde se le concede más importancia al villano que a mí?, habráse visto¨. Dicho esto no queda nada, a lo mejor violencia gratuita de cómic (me encanta ver a un hombre atravesando una ventana desde un edificio, aterrizar en un coche y comprobar que sólo se ha magullado un poco la mejilla), secundarios que aparecen de manera penosa (Stephen Tobolowsky y Brian Cox, que no saben qué pintan aquí; Michelle Johnson, a quien cortaron todas sus intervenciones en la sala de montaje) o simplemente para morir...
No falta añadir leña al fuego sobre el pasado del protagonista (siempre le tratan como un ser inmortal, al actor le gusta sentirse así) ni situar al clásico matón un poco desobediente que tendrá su gran duelo final con éste. Una de las cosas más destacadas es que, debido a la conversión budista de Seagal, su álter-ego admite su negativa a la violencia y a matar, de ahí que ésta sea una de las pocas veces en las que acaba herido en pantalla; el batiburrillo narrativo y de géneros y la falta de conexión con los personajes y la historia deja al descubierto un guión que es un agujero en sí mismo, rellenado con tópicos.

Quiere ser ¨Seven¨, ¨Arma Letal¨ y ¨Buscando Justicia¨ y no puede ni ser ni una cosa ni otra; no sorprende que, a pesar de entretener con sus carencias (sí, a pesar de todas las que tiene), fuese un desastre en taquilla, ni que a partir de entonces las actuaciones de Seagal sólo fueran registradas en producciones directas para el mercado del vídeo.
Para animar la situación, las demandas contra él por acoso, agresión sexual y maltrato laboral seguían aumentando y siendo carne de noticia pública...


En Tierra Peligrosa En Tierra Peligrosa 13-10-2022
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Le habíamos visto enfrentarse a mercenarios y mafiosos, asesinos y políticos corruptos, incluso a psicópatas con poderes para el vudú y la magia negra...
Ahora, el guerrero del aikido ha decidido emprender una cruzada de proporciones colosales en defensa de la madre Tierra y de toda la Humanidad.

En la Historia del cine hemos visto a actores elevándose de categoría y convertirse en auténticos mandamases de proyectos realizados en favor de su propio ego. Casos como los de Kirk Douglas, Allen o Eastwood pueden ser satisfactorios, pero también encontramos otros de resultados muy opuestos, casos de narcisismo que desde el principio eran la crónica de una muerte anunciada; Kevin Costner, endiosado gracias a ¨Bailando con Lobos¨ (conectada con el film que nos ocupa gracias a una referencia en clave de burla) se hundió en el fracaso más absoluto por culpa de las mastodónticas ¨Waterworld¨ y ¨Mensajero del Futuro¨...
Pues Steven Seagal, cuya arrogancia batalla con el diámetro de los anillos de Saturno, se disponía a seguir pasos similares. El gran éxito de ¨Alerta Máxima¨ confirmó definitivamente su categoría de estrella de primera fila, y en ese momento el actor decidió iniciar un trabajo más personal en el que desde hacía tiempo deseaba embarcarse; para ello los ejecutivos de Warner le concedieron un abultado presupuesto y una libertad casi total, poniéndose por primera y última vez tras las cámaras.

Le respalda Julius Nasso, con quien el actor había formado una sociedad (de no muy buen final); si Steven Seagal deseaba poder controlarlo todo, como siempre creía que podía hacer, esta era la oportunidad de demostrar tales aspiraciones. Su intención queda bien reflejada al comienzo del film, donde la cámara le presentará de forma épica, desde los pies a la cabeza; esta vez el gran hombre encarna a Forrest Taft, especialista en la lucha contra las catástrofes en los pozos de petróleo a las órdenes de Jennings, un empresario cínico y desalmado al que poco importa el daño que sus vertidos puedan ocasionar en el medioambiente.
Tras librar la clásica pelea en el bar, Taft se compadece de uno de los matones que hostigaban a pobre un nativo esquimal, quien predice su destino (¨Estás a punto de emprender un viaje sagrado. Ese viaje será por el bien de todo el pueblo...pero ten cuidado¨). De esta forma clara y concisa la historia queda en esencia expuesta, conducida por una interesante intriga, una violencia extrema marca de la casa y una crítica furibunda contra los peligros del petróleo para el medio ambiente y la corrupción de las grandes empresas que lo manejan a su antojo.

Seagal abandona así la simpleza de sus anteriores trabajos en favor de un estilo más comprometido y en cierto modo espiritual, lo que se expresará en su plenitud tras la primera media hora de película, al ser Taft rescatado y acogido por los esquimales, quienes le consideran la viva reencarnación de un espíritu guerrero protector; esta parte se escora enteramente del lado de la extrañeza, abriéndose una brecha entre realidad y surrealidad en la que el protagonista interpenetra a través de un místico viaje donde conocerá la verdadera esencia de su alma al encomendársele la misión de proteger La Tierra contra los seres malvados que insisten en su destrucción.
Pero estos meandros por los que se encamina la trama, decididamente experimentales, regresan a su cauce cuando los esbirros de Jennings hacen cundir el caos en el campamento, por lo que Taft deberá enfrentarse contra ellos, cuya previsible conclusión última será Aegis 1. Volvemos, entonces, a la acción más desenfrenada olvidando todo lo anterior (basten las directas palabras del protagonista: ¨¡¿Realmente crees que esas tonterías de espíritus [...] pueden ayudarnos ahora?!¨), donde Seagal nos brinda unas emocionantes secuencias bien filmadas, dejando patente sus años de experiencia y aprendizaje en el género; sin embargo, aun marcando la diferencia con sus otros títulos, el actor/director no se separa tanto de ellos.

Además de volver a asistir al proceder típico de sus personajes (la pérdida de alguien importante y la posterior venganza), Taft no es sino la progresión en clave espiritual y ecológica de Casey Ryback, sobre todo cuando se le confiera nuevamente un pasado oculto (detalle que formará parte de sus films para la posteridad) y sea ensalzado por sus enemigos en no pocas ocasiones (ojo al discurso que da el jefe de los mercenarios), actitud que raya en la megalomanía más insultante. Según Taft, para salvar al Planeta es necesaria la violencia, y así quedará demostrado, rematando su misión con un emotivo discurso sobre el mal causado en el medioambiente (que tuvo que ser acortado por exigencia de los productores). Seagal pudo al fin difundir su comprometido mensaje, aunque sólo fuera una estratagema para limpiar su penosa imagen pública.
A éste le acompañan un irreconocible Michael Caine, que aceptó el papel de repulsivo villano (tras haberlo rechazado Jeremy Irons) por su deseo de visitar Alaska, unos molestos R. Lee Ermey y John C. McGinley, los correctos Irvin Brink y Richard Hamilton y la guapa Joan Chen (a años luz de su Josie de ¨Twin Peaks¨). Irvin Kershner, director de la (entonces) segunda parte de ¨Star Wars¨, aparece en un curioso cameo...haciendo de director (¡reflejando con la situación que se da entre su personaje y Jennings la también vivida con George Lucas!).

Seagal obtuvo el proyecto personal que siempre soñó, además de ir más allá de lo que fue ninguna otra estrella del cine de acción: autoproclamándose salvador de toda la Humanidad. No obstante, los resultados de taquilla y crítica, para su desgracia y la de Warner, fueron poco menos que desastrosos, quedando la película nominada a un buen puñado de Razzies (demasiados, todo hay que decirlo).
Pese a lograr un interesante y emocionante trabajo, y es que como film de acción es realmente trepidante, la carrera del actor quedaría señalada y ya nunca se recuperaría. Señalada por la muerte.


Señalado por la Muerte Señalado por la Muerte 13-10-2022
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¨Has jugado con mi familia y vas a morir¨. Promesa que sin duda John Hatcher tiene la intención de cumplir, pues, a pesar de haber sido marcado por la maldición del vudú, su ¨magia¨ con las armas y los puños será mucho más terrorífica y destructiva que la utilizada por sus enemigos.

En una ocasión mi abuela, una mujer con mucho mundo y bastante conocimiento del universo cinematográfico, afirmó que si había un actor (dentro del género de la acción) que le gustaba era Steven Seagal; su porte, su frialdad, su mala leche y su facilidad para cargarse a los malos era única. Ver para creer, señores. Yo diría que estoy muy de acuerdo con esas palabras; sí, desde los 80 y principios de los 90 también estaban Willis, Stallone, Van Damme, Schwarzenegger o el chino Chow Yun-Fat...pero Seagal tenía algo especial, tenía carisma, y no precisamente por ser buen actor (en realidad es uno de los más grandes anti-actores).
Quizá en eso mismo radicaba su carisma, quizá esa fuese la razón de que cada una de sus primeras películas arrasaran en taquilla alcanzando el primer puesto de la noche a la mañana. Tras lograrlo con ¨Difícil de Matar¨, el hombre del aikido llevó su coleta al seno de la 20th Century Fox para rodar ¨Señalado por la Muerte¨, cuyo guión fue vendido a la Warner Bros. cuando ¨Por Encima de la Ley¨ llegaba a unas buenas cifras en taquilla, aunque no todo lo buenas que esperaban sus ejecutivos, por lo que el proyecto fue rechazado; al finalizar su segunda película, Seagal decidió entonces cambiar de productora.

De la mano de Dwight H. Little, artesano conocido por sus incursiones en el cine de acción (¨Asesinato en la Casa Blanca¨ y ¨Tekken¨) y de terror (la cuarta entrega de ¨La Noche de Halloween¨ y ¨El Fantasma de la Ópera¨, con Robert Englund), el actor, antes Nico Toscani y Mason Storm, cambia de nombre, pero ni de procederes ni de humor; esta vez se mete en la piel John Hatcher, un rebelde agente de la DEA de métodos poco ortodoxos que después de un trabajo fallido en México decide marcharse a vivir a la pequeña zona de Lincoln Heights...pero éste no hallará la paz que busca por culpa de un grupo de traficantes jamaicanos que con sus drogas y violencia amenazan las calles de la ciudad.
Es comenzar el film y Little ya nos lleva al corazón de la acción, salvaje y desenfrenada, por los polvorientos poblados de México, donde se desarrolla un magnífico prólogo de poco más de siete minutos; hay que decir que una historia con Seagal haciendo de traficante y enfrentando a la mafia mejicana resultaría muy jugosa para los fans del actor, no obstante Mark Victor y Michael Grais cambian por completo la dirección del argumento presentándonos uno mucho más convencional con escenario en Chicago: el agente retirado que se encuentra con problemas nada más llegar a su nuevo hogar y que tendrá que tomarse la justicia por su mano.

De pasar a luchar con mejicanos a hacerlo con jamaicanos, liderados por ¨Screwface¨ (nombre que viene, curiosamente, de la famosa canción de Bob Marley), un sádico psicópata con aires de grandeza y supuestos poderes maléficos; para dotar de cierto aire de terror y misterio al film, los guionistas y Seagal añadieron el tema del vudú y los rituales de magia negra, que sin embargo y por desgracia se convierten en un mero pretexto para hacer más atractiva la vieja historia de venganzas y enfrentamientos entre traficantes y policías (influenciada, en parte, por títulos clásicos como ¨El Justiciero de la Noche¨, ¨Pisando Fuerte¨ o ¨Impacto Súbito¨).
Una historia con momentos de lo más típicos y previsibles (aquel en el que Hatcher ha de escapar del coche antes de que explote) y personajes poco aprovechados o simplemente innecesarios (el teniente Roselli o la experta en magia negra Leslie, que pide a gritos iniciar un romance con el protagonista) desarrollada con velocidad y violencia, dejando patente el director su talento para la acción en algunas secuencias tremendamente bien filmadas (como la persecución y la posterior pelea en la joyería) mientras hace hincapié en los peligros de las mafias de los invasores jamaicanos, aunque luego se nos presente la otra cara de la moneda...

Y será a partir de aquí cuando la historia se vuelva más increíble que nunca: en el colmo de los disparates, Hatcher, Max y Charles se forman en una especie de escuadrón militar, toman un puñado de armas y explosivos y se dirigen en avión hacia Jamaica (lo que le hace dudar a uno de la seguridad que había en las compañías aéreas de EE.UU.), a la mansión de ¨Screwface¨, para liquidarle de una vez por todas (chifladuras como esta sólo las ves en una película de acción de las de antes). El personaje de Seagal se convierte así en el que más agallas tiene de todos los que éste haya interpretado.
Además se revela como el más salvaje, implacable y pasota (hasta la llegada de Gino Felino), pronunciando aquí el actor la frase más mítica de su repertorio (¨uno pensó que era invencible y el otro creyó que podía volar...¨) y librando su duelo final más espectacular, como es el combate a espadazos contra un siniestro Basil Wallace, convertido por obra y gracia en el villano más carismático al que el héroe se haya enfrentado. Les siguen unos correctos Keith David, Joanna Pacula, Elizabeth Gracen, Tom Wright, la pequeña Danielle Harris (que también veríamos en ¨El Último Boy Scout¨) y Danny Trejo en un sufrido cameo (quien se encontraría las caras con Seagal en el futuro...); todos arropados por una genial banda sonora compuesta en su totalidad de temas ¨reggae¨.

Pese a su trama políticamente incorrecta y llena de agujeros y una violencia cercana al ¨gore¨, el film fue, para suerte de Seagal y los productores de Fox, un rotundo éxito de taquilla aún mayor que ¨Difícil de Matar¨, lo que puso en guardia a los de Warner, dispuestos a preparar la siguiente aventura (una de las mejores) del hombre de la coleta: ¨Buscando Justicia¨.


Buscando Justicia Buscando Justicia 13-10-2022
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¨...Dios no quiera que lo encuentre antes que usted, porque ya sabe lo que haré¨.
En la calle la ley se impone a base de sangre y plomo, y no hay lugar para la ética, la piedad o el perdón.

Es la ley de Brooklyn o, lo que es lo mismo, la de un hombre ciego de ira y en busca de venganza. Puedo jurar que esas palabras se me quedaron incrustadas en los oídos y ya no las pude olvidar, palabras pronunciadas por el protagonista de manera sosegada pero residiendo en cada una de ellas un sentimiento irrefrenable de muerte, y conociendo la clase de métodos que se gastaba en cada película el actor que lo interpreta sabía que todo aquello no iba a llevar más que a un camino.
Hubo un tiempo en que para algunos de nosotros las estrellas de la acción eran dioses en nuestra preadolescencia y juventud. Cuando hablaban de venganza sentíamos que temblaba el suelo y sus miradas de odio hacia los villanos se clavaban como cuchillos; aquello sólo lo podían conseguir tipos que hoy en día ya no existen ni por asomo en el cine, y Steven Seagal era uno de ellos, consagrado gracias a pequeños clásicos como ¨Por Encima de la Ley¨ o ¨Señalado por la Muerte¨; tras este exitoso trabajo, realizado en el seno de la 20th Century Fox, volvería a los brazos de la Warner para rodar ¨Buscando Justicia¨.

El guión de David L. Henry encontraría a John Flynn para llevarlo a la gran pantalla, conocido por su estilo directo, seco y violento (lo cual dejó patente en títulos como ¨La Organización Criminal¨, ¨Rolling Thunder¨ o ¨Encerrado¨), sin duda el director perfecto para la ocasión. La escena de apertura, iniciada con una cita del dramaturgo Arthur Miller, nos pone en situación de la forma más cruda: un chulo pega una paliza sin compasión a una de sus chicas; al otro lado de la calle, el detective Gino Felino observa el espectáculo y no puede contenerse, por lo que interviene, estampando finalmente a ese negro indeseable en el parabrisas de un coche.
No han pasado ni cuatro minutos y ya se nos advierte de lo que está por venir; un psicópata adicto al crack con grandilocuentes aires de gángster llamado Richie Madano asesina a Bobby, el mejor amigo de Gino, declarando una guerra abierta en la ciudad, que le enfrentará con la policía y la mafia. Al haberse criado junto a los dos anteriores el asunto es aún más personal; a Gino no le importa ni un bando ni otro, él no se detendrá hasta haber atrapado a Richie, usando todos los métodos que sean necesarios. La historia, que sigue de cerca los principios de ¨McQ¨, es una de las más viejas que existen: el duro policía que toma venganza por la muerte de un amigo que no resulta tan inocente como creía.

Mil veces lo hemos visto y no obstante la fórmula sigue resultando efectiva, sobre todo cuando está bien presentada, y el director lo logra con creces. ¨Buscando Justicia¨ exuda el mejor ¨thriller¨ callejero, sucio y violento, engarzado en una producción ochentera (pese a datar de comienzos de los 90) que hereda y degenera al mismo tiempo (ojo a cómo aparece representada la mafia) el espíritu de las novelas ¨pulp¨ y los policíacos de acción y suspense de antaño (las herencias de Siegel, Yates o Winner están ahí).
Así se nos sumerge en un mundo desencantado y oscuro, sujeto a normas dictadas por los más fuertes, que dominan como animales su territorio, un submundo de lacras sociales, drogas, prostitución, violencia y corrupción siempre en movimiento, con el que conviven los personajes, personajes de trazo grueso, abyectos, sádicos, violentos a placer, hechos a su perdición como Bobby o Richie, o resignados a la desgracia, como el sr. Madano, Pattie, Rica o Gino, quien a lo largo de la noche removerá cielo y tierra para encontrar a Richie mientras éste provoca el caos por toda la ciudad, llegando al enfrentamiento definitivo cuando sus hombres penetren en su hogar.

Flynn demuestra una vez más su pericia como director de acción, haciendo ciertas concesiones al videoclip y un especial hincapié en la extrema violencia (seguramente estemos ante la película más brutal de Seagal, y la pelea final lo atestigua), manteniéndose un ritmo emocionante de principio a fin, apoyado en una banda sonora memorable. William Forsythe encarna a uno de los villanos más repulsivos y chiflados del cine, acompañado de los buenos Jerry Orbach, Jo Champa, Ronald Maccone y la guapísima Gina Gershon, mientras que vemos a John Leguizamo en un breve cameo.
Steven Seagal, por su parte, se muestra aquí algo distinto, pese a que su Gino Felino no es sino una extensión del Toscani de ¨Por Encima de la Ley¨; sin embargo le vemos más desatado e implacable que nunca (para recordar el momento de la taberna, donde se va cargando uno tras otro a los hombres de Vinnie con una bola de billar), al tiempo que prueba su versatilidad como actor dramático sirviéndose de algunos grandes diálogos por parte de Henry, los cuales refuerzan el tono melancólico y desmitificador del film.

Pese a los problemas de rodaje (la relación entre el actor y el director era pésima por la incompetencia del primero, del que se aseguraba que siempre retrasaba la producción) y los muchos cortes que se impusieron al metraje, de dos horas de duración (reducidas para su estreno comercial y a menudo por mandato de Seagal, quien aseguraba que el personaje de Forsythe restaba importancia al suyo), ¨Buscando Justicia¨ fue todo un éxito, ganándose el favor de la taquilla aunque no de los críticos, que se ensañaron con ella, sobre todo por su explícita violencia.
Una suerte de ¨western¨ urbano, sucio y visceral, convertido en un clásico del género de los 90, rematado con un cachondo final repleto de secuencias del protagonista en acción que viene a indicarnos que la película es suya y de nadie más, al ritmo de esa mítica ¨Dont Stand in my Way¨ cantada por Gregg Allman.


El rey de Nueva York El rey de Nueva York 13-10-2022
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Quizás estar en la cumbre no sea lo más importante, quizás todo el dinero del mundo no dé la felicidad, quizás tener poder e infundir temor en los demás no es suficiente ni tampoco necesario. Hay que pensar en hacer algo más para ser verdaderamente respetado, querido y recordado.
Frank White es el paradigma de esta máxima.

El 19 de Septiembre de 1.990 se estrena en EE.UU. la nueva y muy esperada obra de Martin Scorsese ¨Uno de los Nuestros¨, con unos envidiables resultados de taquilla a los que acompañan las muchas alabanzas por parte de la crítica; dicha obra, lejos de no aportar nada nuevo al cine de gángsters, es sin lugar a dudas un retrato en profundidad de todas las leyes y códigos imperantes en el mundo de la mafia, y la fuerza de la violencia que los dirige e impulsa. Tan sólo tres días después llega a las carteleras otro título de mismo género con señor mafioso de personaje principal.
Es un fracaso en su momento pero demuestra valor y temple para resultar, si no mucho, por lo menos mínimamente fresco y revitalizador dentro de su estilo. La película se llama ¨El Rey de New York¨ y se trata de un nuevo proyecto que el guionista Nicholas St. John realiza en colaboración de Abel Ferrara, quien había dejado la década anterior con la más que decente adaptación de la novela ¨Cat Chaser¨ de Elmore Leonard; el director no se desmarca del ¨thriller¨ criminal al que se ha estado dedicando durante toda su carrera para ponerse al frente de una historia que vuelve a inmiscuirse en los entresijos y maquinaciones de la mafia de Manhattan.

El protagonista de dicha historia es Frank White, un individuo al que muchos podrían categorizar, sólo con verle salir de la prisión en la secuencia de apertura, como ese prototipo de señor de los gángsters adusto, peligroso, ambicioso y únicamente preocupado de su pequeño reino del crimen. Nada más lejos de la realidad. Un paseo nocturno en limusina por los más negros y sucios suburbios vuelve a colocar a ese otrora rey mafioso en su hábitat natural, la misma donde seguramente nació, se crió y fue adquiriendo experiencia, sabiduría y un nombre frente a la adversidad: la calle.
Así, Ferrara rueda un relato situado a ras de acera, cuyo único y esencial escenario será la calle (por mucho que el protagonista se pase la mitad del tiempo en una habitación del lujoso hotel Plaza), pues de ella, de sus recovecos, sus esquinas y su asfalto, irán surgiendo todos los problemas y situaciones que conduzcan la trama, y en ella se irán resolviendo. Al llegar, Frank, como todo buen gángster, anhela el control del territorio, y será algo por lo que luchará a muerte contra aquellos que se opongan; sin embargo su ambición no se limitará a lo personal ni será la codicia lo que guíe sus pulsiones, de ahí que el personaje desmitifique la figura del mafioso tradicional.

Frank es como un anti-Tony Montana, un filántropo de los barrios bajos, un hombre que hace para los demás y no para sí mismo, alguien que no deposita toda la importancia sobre lo material (atención a cuando ordena a sus hombres enterrar a Joey con el dinero), alguien que le presta más atención a los conceptos de lealtad, honor, honestidad y, sobre todo, justicia; de ahí que sus actos criminales, repugnantes a ojos de la policía, estén claramente justificados, pues su fin es el de ayudar a otros que lo necesitan (nunca tomó tanta fuerza aquel concepto que afirma que ¨el fin justifica los medios¨).
Ferrara y St. John abren una brecha en el género para observar también la situación desde el lado de la policía, cuyos expeditivos y brutales métodos chocan directamente contra los de los ¨villanos¨; en este caso la duda se dispara: ¿quién actúa de forma incorrecta, quién infringe más la ley? Una salvaje guerra queda declarada entonces entre los supuestos defensores de la justicia y un Frank White cada vez más abiertamente en rebelión en las calles de la ciudad; el director nos arrastra desde los ambientes más pomposos hasta los más sucios y sombríos, impregnándonos con sus olores: el olor de la droga, del alcohol, del sexo, del sudor, de la pólvora y, en última instancia, de la sangre.

No obstante un viaje a las cloacas de la Manhattan nocturna con clase, con estilo, heredado a partes iguales del áspero cine de Don Siegel, John Flynn o Peckinpah (su influencia es bastante visible) aderezado con salpicaduras ¨neo-noir¨ más propias de Ridley Scott en el interior de una atmósfera implacable y amarga poblada de personajes de trazo grueso digna de las novelas negras de Donald Westlake o Elmore Leonard. En medio, la figura alrededor de la cual pivotan los hechos y demás personajes, un gángster de la vieja escuela con la fatalidad tras sus pies y convertido, por obra y gracia del guión, en auténtico benefactor de la comunidad.
A éste tiene la suerte de encarnarlo un imponente Christopher Walken que tanto agrada como da escalofríos a base de una interpretación al mismo tiempo elegante, melancólica y visceral; suyo es el protagonismo y suya es la película desde el mismo instante en que aparece (el cineasta sabe captar muy bien su dureza). Tras su alargada sombra, un plantel cuajado de futuras estrellas como Laurence Fishburne, David Caruso (¿en el papel más aborrecible de su carrera?), Steve Buscemi y un histriónico Wesley Snipes previo a su éxito como héroe del cine de acción; nada desdeñables Paul Calderón y el veterano Victor Argo.

Atravesada por brutales estallidos de violencia, escenas de trepidante acción, afilada crítica social y un humor negro de lo más agrio y rematada con una secuencia final emblemática, ¨El Rey de New York¨, pese a la controversia y el rechazo inicial del público y la crítica, ha ido elevando su estatus de película de culto para convertirse en una rareza fascinante dentro del cine de gángsters.
Ferrara y su guionista, junto a Walken, volverían a demoler los cimientos del género seis años después con la superior ¨El Funeral¨.


Sólo Dios Perdona Sólo Dios Perdona 13-10-2022
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La violencia fluye como un río de sangre por las nocturnas calles de Bangkok, saturadas con las luces de neón y el fuerte olor a muerte y sexo creando un cóctel de sensaciones que tanto hipnotiza como repugna.
Para entrar en este mundo perverso hay que tener un lógico desapego hacia la vida o la muerte, ya que la visita puede no ser de tu gusto...

Resulta curioso cómo a veces, cuando un artista de fuerte personalidad y estilo más o menos innovador logra conquistar al público y la crítica con una obra que, pese a sus influencias, resulta original e impactante, se refugia en una especie de admiración autoconsciente para fabricar otro proyecto que acumule los mismos parámetros pero alimentado por una tácita megalomanía interior; lo hemos visto en la pintura, la literatura y, cómo no, en esa otra magna forma de arte que es el cine, siendo Nicolas Winding Refn buen ejemplo de ello.
En 2.011, y tras una carrera con la que fue aumentando cada vez más su prestigio, el danés se destapó con la que parecía ser su obra maestra, ¨Drive¨, aclamada en todo el Mundo por su inventiva a la hora de combinar un lirismo cargado de brutalidad y una estética que rendía tributo al ¨neo-noir¨ más puro y ¨kitsch¨ de los 80. La labor de Refn se saldó con un sinfín de premios y dinero en los bolsillos; ahora tocaba ir un poco más allá, y lo haría repitiendo con la estrella de su anterior film cumpliendo su sueño: ¨hacer un ¨thriller” con aires de ¨western¨ en tierras asiáticas¨. Dicho esto, el inquieto cineasta trasladaría la zona del rodaje a la exótica Bangkok.

¨Sólo Dios Perdona¨ establece las pautas de su estilo desde el mismísimo comienzo metiéndonos de cabeza en la sordidez y corrupción de los bajos fondos de la ciudad a través de Julian y Billy, dos hermanos dedicados a las peleas clandestinas de muay thai y a otras empresas del mundo del crimen; el asesinato de una joven prostituta a manos de Billy es el detonante para una espiral de violencia salvaje que llenará las sucias calles de sangre y cadáveres. La premisa en esencia es sencilla, tanto que podría caber sin problemas en cualquier novela negra de bolsillo publicada cincuenta años atrás.
Lo importante para el danés es que la violencia y la ignorancia de la moral domina hasta el último segundo de las vidas de los personajes, seres que más que existir y sentir habitan el espacio como objetos y deambulan entre los recovecos de un universo enfermizo y demente guiados por sus sombras y no por su propia voluntad. Somos arrastrados a un mundo de espectros sigilosos cuya única interacción se realiza a través y sólo por medio de la violencia y el odio, y sin la opción de escabullirnos. Los hombres son bestias sin sentido de la piedad y las mujeres meras muñecas de porcelana.

El Bangkok nocturno se transforma a ojos de Refn en un plano de existencia al margen del mundo real en permanente tensión, pues el siguiente estallido de violencia es imprevisible, devorado por el silencio de las tinieblas y ahogado con la intensidad de los fumígenos, cuyos vivos colores, casi siempre rojos, se confunden con la sangre chorreante y la carne en descomposición, creando así un espectáculo que al mismo tiempo asquea y fascina, donde un amargo policía cuya afilada espada es el paradigma de la justicia mantiene una guerra abierta con una repugnante madre sedienta de venganza por la muerte de su hijo.
Miedo, depravación, juegos de masacre, gusto por el sadismo y un amor incestuoso demencial; de por medio, un protagonista hecho de violencia y con tendencia al mutismo destinado, por los abruptos y no así previsibles movimientos del argumento, a convertirse en el clásico anti-héroe. Sin embargo, pese a la calidez que aportan las luces y el sórdido ambiente, la forma y la técnica tan calculadas de Refn no podrían ser más frías y distantes; y es que, cuanto más cerca están los personajes (con los que es imposible empatizar) de la cámara, más alejados nos sentimos de ellos.

Nos hallamos ante el reverso de ¨Drive¨: todo lo que la hacía vibrante y dinámica aquí se inmoviliza, se congela en un hermético universo sobrecargado hasta la extenuación de esa estética ¨noir¨ que tanto le gusta al danés, chillona y abrumadoramente ¨kitsch¨. Imaginen la estimulante atmósfera de Wong Kar-Wai privada de alma y dramatismo, las sugerentes y misteriosas esferas de Lynch sin su mórbida sensualidad o las viscerales y estilizadas tragedias entre neones de Chan-wook Park y Takashi Ishii despojadas de su pasión autodestructiva...así queda la obra de Refn, en pretencioso efectismo y estética fría y hueca (o cuyo contenido no cala en lo profundo de nuestras sensaciones prefiriendo quedarse en la superficie).
Por supuesto se rinde tributo a la ilógica experimental, y es que ¨Sólo Dios Perdona¨ bebe mucho de este cine. Ryan Gosling, pese a su demasiado estoica y silente actuación (20 líneas de diálogo en todo el film), se revela imponente ante la cámara como producto del mundo tan sádico y despiadado en el que se haya atrapado, así como el tailandés Vithaya Pansringarm, cuya amenazante presencia eriza el vello con sólo aparecer en pantalla; tras ellos, la preciosa Rhatha Phongam y una Kristin Scott Thomas odiosa y repulsiva sin contemplaciones.

La detallista y abisal fotografía de Larry Smith, la apabullante música de Cliff Martínez, el diseño de producción, el montaje, la súpercalculada forma de filmar de Refn (que tanto recuerda a la de Kubrick), llena de planos largos y movimientos lentos y precisos...seguro que nadie puede reprochar al film sus virtudes técnicas y brillante ejecución, porque esa es su gran baza.
Su paso por la taquilla se saldó con buenas cifras pero las opiniones se dividieron entre aquellos que consideraron infalible al director; para muchos fue un fracaso, para otros un raro, aberrante y atractivo experimento. Refn alcanzaría el cenit de la autoadmiración por su estilo en la siguiente ¨The Neon Demon¨.


Difícil de Matar Difícil de Matar 13-10-2022
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¨Era el hijo de perra más imparable que he visto en mi vida...¨. Lo era y lo seguirá siendo, porque tiene buenos motivos para ello. Un implacable policía que vio como unos indeseables mataron a su familia y le dejaron en coma siete largos años...
Ahora el dragón ha despertado de su letargo, sediento de venganza, preparándose para aniquilar sin compasión a todos los culpables.

Más de una vez he comentado mi predilección por el cine de acción de los 80 y comienzos de los 90, un cine divertido, disparatado, para evadirse del hastío de la vida real, que no hacía caso a lo políticamente correcto, un cine de violencia, testosterona, palomitas, tipos duros, mujeres explosivas, diálogos descacharrantes e historias de las que se podía predecir el final con sólo visionar 15 minutos de metraje. Y qué héroes había, ¿eh?, de los que ya no existen o de los que muchos no dejarían que existieran: Willis, Stallone, Schwarzenegger, Van Damme y, cómo no, Steven Seagal.
Estrenada en 1.988, el debut del natural de Michigan ¨Por Encima de la Ley¨ fue un notable éxito de taquilla que demostró a todos su valía para figurar en la lista de estrellas del cine de acción en la década siguiente, logrando además ganarse la confianza de la Warner Bros.; con un argumento que no dejó de sufrir cambios firmado por Steven McKay (guionista de la posterior ¨El Golpe Perfecto¨), el maestro del aikido se preparó para un segundo asalto cinematográfico a las ordenes del irregular pero correcto Bruce Malmuth, quien ocho años antes había realizado el conocido ¨thriller¨ ¨Halcones de la Noche¨.

Ahora Seagal es Mason Storm, un detective de Los Ángeles que descubre una trama de corrupción política mientras tiene lugar la ceremonia de los Oscar, en 1.983, cuyas pesquisas tendrán consecuencias terribles; en este tramo, ¨Difícil de Matar¨ nos presenta de forma concisa pero clara tanto el personaje como la situación a seguir en sus próximos 70 minutos, manteniéndose un nivel decente de intriga y acción pese a la cantidad de clichés que se acumulan. Clásico policía duro y honrado, decidido a enfrentarse a la corrupción política y que, una vez terminado su día de trabajo, regresa a casa con su querida esposa e hijo.
No sin antes pasar por algún local o tienda de barrio donde tenga que vérselas con unos atracadores (que parecen haber estado esperando el momento oportuno para entrar y encontrárselo). Tras la típica escena de amor (algo patética), empieza verdaderamente la historia: unos tipos entran en casa de Storm asesinando a éste y a su familia, y dejando droga por todas partes para hacer creer a sus compañeros que se trata de un agente corrupto, lo que es rebatido por el teniente Kevin OMalley. Pero resulta que tres disparos no han sido suficientes y Storm sigue vivo, aunque en estado de coma, en el cual se mantendrá por siete años.

Esta interesante primera parte tomará unos derroteros lógicamente convencionales teniendo en cuenta la sencillez de la historia (clásica fórmula de búsqueda y venganza): Mason se ve asediado nada más despertar del coma por los mismos asesinos que hicieron trizas su vida, de quienes tendrá que huir ayudado por Andrea, una atractiva enfermera que le cuidaba en el hospital y que dispondrá, así como quien no quiere la cosa, de un caserón en mitad del campo con todas las comodidades para refugiarse, y que el protagonista aprovecha para pasar su recuperación y ponerse de nuevo en forma, pues debe llevar a cabo una cruzada de venganza que nadie podrá parar.
Las intrigas dramáticas y políticas se resuelven rápidamente para dar paso al humor negro, la violencia más gratuita, las secuencias más absurdas (el intercambio de coches que Storm hace con unos delincuentes callejeros, por ejemplo) y las emocionantes secuencias de acción, bien rodadas por Malmuth (pese a no poseer el talento de Andrew Davis), desarrolladas entre tiros y persecuciones por doquier durante una media hora final de ritmo frenético, tras haber irrumpido el inevitable romance entre Mason y Andrea (que inicia otra escena de amor al más puro estilo de la época, con ese empalagoso saxofón preparado para el momento).

Correcto Frederick Coffin, genial William Sadler como villano (que volvería a encarnar el mismo año en la segunda entrega de ¨Jungla de Cristal¨) y no está de más esa suculenta presencia de Kelly LeBrock, esposa real del protagonista en aquel entonces y que todos recordarán por sus míticos papeles en ¨La Mujer de Rojo¨ y ¨La Mujer Explosiva¨, aunque si algo hace atractiva a la película es Steven Seagal, quien recoge el testigo de Charles Bronson (las semejanzas entre ¨Yo soy la Justicia¨ y ¨Difícil de Matar¨ saltan a la vista) revelándose aún más brutal y versátil que en ¨Por Encima de la Ley¨ (todo lo versátil que este hombre pueda ser...).
Seagal, que no se aleja un ápice del papel interpretado en su debut, parece que desea probarse como actor dramático (que sin duda dejó patente, y de mejor manera, en su debut), inmiscuyéndose en una trama más personal y en cierto modo ¨profunda¨, cosa que logra a medias (destacar su colección de expresiones cuando despierta del coma, que no tienen desperdicio); esta vez, además, aparecería el gusto del actor por esas irreverentes notas de humor para pretenderse más carismático (ojo a las perlas de frases que en algunos momentos suelta a los villanos), aspecto que convertiría en su seña de identidad.

Realmente, a lo largo de su carrera, nunca hemos dejado de ver a Nico Toscani maquillado con algunos detalles para disimular las diferencias (ya podía tener el nombre de Gino Felino, Orin Boyd o John Hatcher...). ¨Difícil de Matar¨, pese a sus estereotipados personajes, extrema y gratuita violencia y sencilla (pero efectiva) historia fue otro exitazo de taquilla para la Warner, aún mayor que ¨Por Encima de la Ley¨.
Para entonces, Seagal ya era el máximo heredero del cine de acción, y se preparaba para su siguiente trabajo en el seno de la 20th Century Fox: ¨Señalado por la Muerte¨.


Yo, Yo Mismo e Irene Yo, Yo Mismo e Irene 13-10-2022
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Callarse, asentir con la cabeza, querer hablar pero sólo mirar con ojos de candor y tragarse toda la cólera que tus entrañas quieren dejar salir. ¿Por qué no podemos enfadarnos?, ¿gritar, escupir y patalear? ¿Por qué esa maldita vocecilla interior nos insta a calmarnos, a aceptar lo que en el fondo sabemos que es inaceptable?

La voz que queremos mandar a hacer puñetas. Esa parte de nosotros es Hank; todos lo tenemos en nuestro interior y es estúpido negarlo. A veces sentimos la necesidad de dejarle salir, pero rara vez podemos ya que sería echar por tierra los buenos modales, la educación y provocar algún malestar en ese reducto de apariencias e hipocresías al que llamamos sociedad...pero aún peor es engullir esa bilis de sentimientos que sabemos nos taladrará el hígado tarde o temprano. En otro orden de cosas, se puede decir que la pareja de irreverentes cineastas Bobby y Peter Farrelly y el genial Jim Carrey despegaron juntos gracias a ¨Dos Tontos muy Tontos¨.
Luego siguieron caminos separados acumulando un éxito tras otro hasta que llegaron a la cumbre, los primeros al frente de ¨Algo Pasa con Mary¨, 3.er film más taquillero en EE.UU. en 1.998 (con una recaudación que superaba los 170 millones de dólares), y el segundo demostrando a todos sus fans, y de paso a sus detractores, que su capacidad interpretativa no conocía límites encarnando a los anti-héroes de las maravillosas ¨El Show de Truman¨ y ¨Man on The Moon¨. Seis años después los tres se volverían a juntar en otra epopeya que de algún modo seguiría la misma línea de humor del cine de los directores pero elevándolo a la sexta potencia.

Esta historia, relatada por un narrador omnisciente que de minucioso pasa a ser muy cansino, se inicia (como la mayoría de film de los Farrelly) en la soleada Rhode Island, pequeño paraíso de calles seguras y gente amable...pero no por bonito un pueblo deja de tener oscuras entrañas. Ese es el verdadero agujero en el que se halla Charlie, quizás el policía más confiado, inocente y poco respetado de todo el país; su mundo es una plancha de acero que día a día aplasta cada vez más su frágil espíritu. Abandonado por un ¨demonio con cara de muñeca¨ que le dejó tres hijos fantásticos, Charlie se refugia en su miedo para afrontar la realidad...
Desde ahora lo peor es más que probable y la violencia una bomba humana imposible de desactivar. El resultado de esta implosión mental y espiritual es Hank, la otra cara de la moneda, un doble perverso y socarrón que pasa como una apisonadora por encima de todo lo cortés y moral, un doble que sin embargo sólo sirve para figurar y desenmascarar al único; el asunto, que da para un profundo drama con tintes de terror psicológico se convierte, gracias a los Farrelly, en una comedia tan ingeniosa como zafia y negra.

Es entonces cuando el bueno de Charlie conoce a la dulce (pero con carácter) Irene, a la que debe acompañar en lo que parece un caso sin importancia hasta que las cosas se tuerzan involucrándose ambos en una intriga de novela negra de bolsillo donde no faltan el asesinato, el encubrimiento, la corrupción policial y unos mafiosos de tercera que quieren liquidar a la chica antes de que hable con los federales sobre un misterioso crimen (que ni se aclara muy bien ni tampoco hace falta). Así nos embarcamos con ellos (y un curioso acompañante llamado ¨Blanquito¨) en una aparatosa y larga huida a través de la carretera.
Los cineastas se sirven de una tradición tan americana como es esa de la pareja en fuga (que tantas grandes ¨road movies¨ ha alimentado) dando a ésta una agradable vuelta de tuerca. Reverso luminoso y ¨familiar¨ (bueno, no tanto...) de ¨Ruta Suicida¨ que a veces recuerda a la ¨Loca Evasión¨ de Spielberg o a ¨El Cadillac Rosa¨ en el que una especie de simpática versión de provincias del Dr. Jekyll/Mr. Hyde debe controlar su destructiva y estrafalaria personalidad si quiere salvar a la mujer de la que se acaba enamorando (¿lo dudaba alguien?) y su propia vida, que peligra cada vez que su álter-ego emerge desde las profundidades de su mente para darle la vuelta a todo...

La investigación se desarrolla paralela a un viaje lleno de locuras y barrabasadas en el que Charlie/Hank descubrirán sus sentimientos ante Irene y ante sí mismos, sin duda un viaje de descubrimiento y redescubrimiento, de amistad y recuperación de la esperanza, y lo más importante: de hacer todo lo que sea por amor...pero observado desde la óptica gamberra de los Farrelly, quienes hasta deslizan trazos del humor más grosero en situaciones por fuerza dramáticas. Viaje que desembocará en una antológica confrontación de personalidades (como si de una parodia de ¨El Club de la Lucha¨ se tratase) en los estertores de la investigación policial.
Tras demostrar su valía en densos y dramáticos papeles, Jim Carrey vuelve a la comedia al servicio de un desfile imposible de muecas y movimientos y de unos diálogos descacharrantes, nuevamente encarnando a un personaje de doble personalidad (similar al de ¨La Máscara¨ o ¨Mentiroso Compulsivo¨) y revelando su lado más desquiciado, visceral y salvaje, que no por ello menos entrañable o tierno; a su lado, una guapísima y efectiva (mucho más que en posteriores películas) Renée Zellweger, el veterano Robert Forster y el impagable trío Mongo Brownlee, Jerod Mixon y Anthony Anderson (en la única película en la que le soporto). ¡Y un montón de curiosos personajes secundarios!

Mucha acción, romance de andar por casa, suspense asimilable al que uno no presta atención y muchas concesiones al disparate y al humor negro y pocas a lo políticamente correcto, en un metraje de, eso sí, muy excesiva duración...
Los Farrelly, pese al aluvión de malas críticas que recibieron, lograron otro enorme éxito de taquilla (pero menor que el de ¨Algo Pasa con Mary¨) y Carrey regaló a los fans una de sus actuaciones más inolvidables.


El Erótico Enmascarado El Erótico Enmascarado 13-10-2022
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¨Hay cosas muy gordas que caen por su propio peso y no hay manera de sujetarla¨. Con este primer chascarrillo memorable que pronuncia Fernando Esteso, Ozores hace gala de su humor negro lanzándonos un aviso implícito sobre el tema clave de la trama mientras en pantalla lo que vemos son los generosos atributos de una chica cuya camisa está abierta...

Es el humor del director español, el que ha guiado su cine en menor o mayor medida desde que comenzara a dirigir hacía tres décadas antes de llegar a ¨El Erótico Enmascarado¨. En aquel momento la carrera del sr. Mariano había pegado un vuelco; sus bolsillos no dejaban de llenarse y a sus oídos no dejaban de llegar las buenas respuestas por parte del público (que no de la crítica) gracias a las dos aventuras cinematográficas que había llevado a cabo con sus nuevos ahijados, Andrés Pajares y Fernando Esteso: ¨Los Bingueros¨ (récord de taquilla española en 1.979 y primera piedra de una larga colaboración), y la menor aunque no menos divertida ¨Los Energéticos¨.
En ese momento el director se separa por un instante de Ízaro Films, la compañía de José María Reyzábal, y de Pajares (instante muy pequeño, pues a los pocos meses se dispondrá a realizar con ellos una de sus mejores obras: ¨Yo Hice a Roque III¨) y decide hacer una película sólo con la mitad del dúo cómico (Esteso) para el productor José Frade, con quien seguirá colaborando. En la historia, que sin vergüenza plagia la de ¨A mí las Mujeres ni Fu ni Fa¨, Ozores se permite hablar con libertad sobre la industria de la pornografía ¨underground¨ en España durante la censura, nos sitúa en la vida de Manolo Quintanar.

Se trata de un hombre de andares, acciones y expresiones timoratas, apocadas, dedicado a la enseñanza, a las ciencias políticas, que poco o nada hace sospechar al mirarle que otrora fue una auténtica leyenda del cine porno, pasado turbio el cual prefiere mantener oculto frente a sus compañeros y sobre todo frente a Julia, su joven y libidinosa novia e hija de un estricto senador de derechas; el caso es que este castizo y campechano trasunto de Ron Jeremy (al que se le hace indudablemente referencia debido a las similitudes de su vida profesional con la del protagonista) ha perdido la fuerza viril que le caracterizaba debido a un terrible e increíble accidente (sacado directamente del ¨Up!¨ de Russ Meyer).
Su suerte cambiará cuando su psiquiatra Ramón le recomiende una terapia milagrosa con la que se recuperará; pero lo que no sabe es que éste es en realidad un caradura que engaña a su esposa con una furcia de tres al cuarto (jamás entenderé por qué en estas películas los maridos, maduros, tienen esposas jóvenes, y además las engañan...) que únicamente desea que Ramón se divorcie para casarse con ella, lo que intentarán por todos los medios. Ozores nos irá presentando así a estos personajes de trazo grueso, carisma dudoso y actitud sinvergüenza que manejará con hilos hasta convertirlos en los protagonistas de una alocada farsa y bastante mordaz respecto a temas de diversa índole.

Temas como la hipocresía del matrimonio, el patetismo reinante en la política (la de derechas, sobre todo) o ese empeño por destruir completamente la clásica figura del macho español, como ya se hiciera en ¨Manolo, ¨la Nuit¨ ¨ (este Manolo incluso se lamentará por las actitudes amaneradas que están naciendo en él, cuando antes era todo un hombre); la farsa que construye Mariano, alrededor de un universo negro de mentiras, artimañas e impúdicos amoríos, no deja de agarrarse a las claves del vodevil teatral, de la comedia de enredo más clásica, que en eso se transformará el film una vez estén todos reunidos en la casa de campo del psiquiatra.
Mientras tanto el director decora los ácidos diálogos y los absurdos ¨gags¨ con desnudos integrales por aquí y por allá, como manda la tradición del ¨destape¨ (las mujeres aparecerán desnudas, los hombres sin embargo tendrán relaciones sexuales en camisa y calcetines...); no hay duda de que lo mejor de ¨El Erótico Enmascarado¨ lo hallamos en ese alocado tramo en el chalet donde cundirá un desconcierto absoluto, casi de película de Berlanga, tétrica criada corriendo por el lugar con un hacha y fotógrafo homosexual incluidos.

Fernando Esteso se divierte interpretando a un pobre tocado por la desgracia, rol al que está acostumbrado (y creyéndose a conciencia el papel que le da Ozores de tremendo actor porno), mientras el hermano de éste, Antonio, regresa de caradura liante, sin dejar de sorprendernos con su ininteligible verborrea y quitándole el protagonismo al bueno de Esteso cada vez que aparece en pantalla. Acompañando a estos dos genios, Chus Lampreave, Adrián Ortega, Juan José Otegui, Luis Lorenzo en uno de sus muchos papeles de marica y un Juanito Navarro simplemente impagable de político derechista, tanto como esa gran María Isbert encarnando a la criada.
Tres jóvenes mujeres, como en ¨Los Bingueros¨ y futuras películas, se encargan de embelesar al espectador con su belleza; en esta ocasión serán Azucena Hernández, África Pratt y la preciosa María Salerno (a la que también veríamos junto a Esteso en ¨Caray con el Divorcio¨). Entre todas las obras que le ocuparon a Mariano Ozores en el año 1.980 (que no fueron pocas), ¨El Erótico Enmascarado¨ se encuentra obviamente eclipsada por otras de mayor envergadura (¨El Liguero Mágico¨, ¨Es Peligroso Casarse a los 60¨ o la mencionada ¨Yo Hice a Roque III¨), pero logra su sano cometido, que es el de divertir.

El director repetiría la experiencia de rodar con Esteso en solitario, siendo algunos de los títulos estrenados ligeras variaciones del que nos atañe (¨Queremos un Hijo Tuyo¨, ¨Cuatro Mujeres y un Lío¨, ¨El Recomendado¨...).
Un momento para el recuerdo: Juanito Navarro golpeado por la puerta del armario tras el flash de la cámara para acabar estampándose contra la mesa del salón. Y aquí todavía se podía decir la palabra ¨violación¨ en razón de una situación cómica, impensable hoy día...


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