Fantasmas de Joe Hill
(Joe Hill)

por Javier Bocadulce
Puntos: 6

Cuando compré una novela que llevaba por título “El traje del muerto�, de Joe Hill, lo hice llevado por lo hipnótico de su argumento, esbozado en una breve sinopsis, ignorante de encontrarme ante la obra que empezaba a consagrar a este autor. ¿Qué significa ser un autor primerizo? ¿Nos hallamos ante uno de ellos? En lo que se refiere a su reciente despertar en el mundillo literario, no cabe duda alguna; en su buen hacer, no lo parece. Por las venas de Joe Hill corre sangre del maestro de maestros Stephen King. Se supone que de su padre habrá aprendido bastante. Y a fe que esto tiene que ser cierto.

Complacido con la lectura de tal libro, al que, como en el caso de cualquier escritor novel suele darse, le falta algún hervor dentro de su magnífica puesta en escena, me decidí a adquirir su siguiente obra, “Cuernos�, convenciéndome de que su talento va más allá de que todo el mundo empiece a hacer comparaciones con su padre.

En lo que se refiere al libro que nos ocupa, “Fantasmas del siglo XX� – su título original -, su titular podría engañar un poco, pues no son fantasmas al uso los que aparecen en esta selección de relatos, excepto algún caso aislado; sus páginas las ocupan seres desvaídos, marginales o desvalidos…Y lo que más interesa a Joe Hill, como bien se manifiesta en el texto de “El mejor relato de terror�, es que el personaje, de vuelta de todo, acabe como víctima de lo que cree controlar, simbolizando de este modo esa anhelada implicación del lector en los relatos por parte del escritor, ya que el miedo se convierte en la principal emoción humana: es el motor de la creatividad, genera la adrenalina suficiente para gozar con la parálisis del terror, y sirve como catalizador para entender el sufrimiento ajeno, lo que, llevado al terreno literario, permite la empatía “autor-obra-lector�.

En estos relatos hay que destacar una capacidad increíble para la fabulación más original, surrealista y excéntrica, y una temática que revela muy a las claras la personalidad de Joe Hill, como es su afición compartida con Stephen King por el béisbol. Sin embargo, es muy reiterativa la presencia de personajes infantiles o pre-adolescentes, enfrentados a los adultos, más concretamente, a la tiránica figura paterna. Hay quien ha querido ver en esto un supuesto enfrentamiento entre S. King y Joe Hill, aunque este último no deje de desmentirlo.

Hay veces que la escritura de Joe Hill parece simplona, pero en otras ocasiones se muestra muy certero y capacitado. Es extraño: parece como si Hill quisiera involucrarnos en un juego para que le veamos como un escritor de poco fuste, como si intentara desdibujarse bajo el yugo de su genial padre. El problema surge, pues, al compararle con su padre: no es Stephen King, ni siquiera Joe King; ha decidido ser él mismo, y hacerse conocer como Joe Hill, con su estilo personal, devorador e investigador de emociones. Hay aspectos que comparte con su padre: si fueran futbolistas, diríamos de ambos que se revuelven en el espacio de una baldosa, crean algo genial con cuatro cachivaches. Hill es tan imaginativo como su padre; tiene una voracidad literaria propia de la pujanza de su juventud y de la admiración hacia su progenitor…pero es más directo que King, no abusa de la parafernalia descriptiva, y prescinde del “pesado� localismo en Maine.

Si nos centramos en los relatos en sí, merecen un somero repaso: “El mejor cuento de terror� es uno de los relatos mejor trabajados, usando el método de “vuelta de tuerca�, muy cercano al surrealismo; “Un fantasma del siglo XX� es una brillantemente ejecutada historia con fantasma, en la que la previsibilidad no afecta a su calidad en un homenaje compartido al cine y al género de las “ghost story�; “La ley de la gravedad� se zambulle de lleno en el surrealismo con el personaje central de un niño hinchable a causa de una enfermedad. Una muestra de la ternura intimista del estilo de Hill; “Oirás cantar a la langosta�, parece en principio un homenaje a la “Metamorfosis�, de Kafka, tal vez sí en su simbolismo, pero con un resultado muy gore; “Hijos de Abraham� es una previsible historia de cazavampiros, aunque destila un buen nivel argumental; “ Mejor que en casa�, es una muy simple historia que refleja la afición que Hill tiene por el béisbol, muy prescindible en esta selección de relatos; “El teléfono negro�, es un relato con visos de madurez narrativa, sobre el secuestro de un niño por un pervertido, con una presencia fantasmal que se convierte en protagonista, sin hacer mucho ruido; “Carrera final� es uno de esos relatos con final abierto que bajan mucho el nivel de esta recopilación; “La capa� es uno de mis favoritos porque, tras la anodina historia de una capa que permite a su dueño volar, se aloja una sorpresa que mantiene mis expectativas sobre Hill.; “Ultimo aliento� es una historia con final más que esperado, pero es un relato que plantea una idea muy original, muy propia de Hill. “Madera muerta� parece un relato más bien de relleno, sobre la posibilidad fantasmal de los árboles; “El desayuno de la viuda� es una historieta poco acorde con la supuesta temática de esta agrupación de relatos;�Bobby Conroy regresa de entre los muertos� juega con el título para engañarnos: en realidad, trata relaciones recuperadas por algunos extras de una película de zombies de George A. Romero; “La máscara de mi padre� es un relato extraño cuya simbología oscura ha llevado a la crítica a creer que encierra una presunta disensión entre Hill y King; y “Reclusión voluntaria� es, quizás, el mejor y más inquietante de todos los relatos incluidos en la serie. Surrealista, evocador, terrible – sin sangre -, y tierno.

En definitiva, una escritura desconcertante, contundente a ratos, desvaída en otros momentos, parece una complicada mezcla de la fantasía mesurada de autores como José María Merino; el humor original de J.J. Millás, y la inefable presencia espiritual en Hill, del autor de sus días. Queda una sensación final de brillante atmósfera inacabada…no son relatos que nos impidan irnos tranquilos a dormir, sino más bien nos ayudan a esbozar una sonrisa enigmática. Así pues, nos encontramos ante un futurible grande, si pule algunos defectillos, pues también da la sensación de no querer hacer mucho ruido, no enfoca el terror para el que, sin embargo, se intuye sobradamente preparado. Es fundamental que no se vanaglorie de cada acierto de ingenio, sino que hunda en él el taladro de la constancia para revolcarse en todas sus vísceras, hasta dejar secas las posibilidades de cada ocurrencia.

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