Mr. Mercedes
(Stephen King)

por Javier Bocadulce
Puntos: 7

Vuelve Stephen King con una novela que nos anuncian como rompedora, en el sentido de que el genio de la literatura de terror se pasa a la temática policiaca. Bueno, no creo que sea para tanto...En mi humilde opinión, King simplemente es un genio de la novela en sí. Tiene un método, y lo usa. Funciona, convence y puede arremeter con cualquier género. Dicho esto, creo que, si bien el argumento encuadra la narración en el mundo detectivesco, Steve no puede desprenderse de su mecánica "terrorífica".

Alguien- pirado - arremete de forma intencionada con un Mercedes contra una multitud de gente desempleada, a las puertas de un organismo que ofrece soluciones laborales inmediatas.

El ex-inspector Bill Hodges - ex-alcohólico, presuicida - fue curiosamente condecorado por sus servicios policiales a la comunidad; pero algo le reconcome: no haber sido, al menos, capaz de detener a Mr. Mercedes, el loco asesino.

Una carta en la que el asesino se explaya en sentido irónico, alabando las virtudes del jubilado inspector, resucita en éste las ganas de vivir.

Bebidas, pistola y revólver... Hervidero de tópicos policiacos, giros imprevistos y geniales. Pero King nos da nombre y apellido del criminal, al poco de empezar la novela: Brady Hartsfield. Ya sabemos que King no sigue las tendencias en nada. Es muy especial, incluso al abordar un género que no es el suyo. De momento, nos engaña creando una especie de "no intriga"; pero acabamos dándonos cuenta de que esto no es así, ni mucho menos. Steve logra con lo que, en otro autor sería un camino hacia el error, un entramado de aciertos que sorprende.

El heladero Brady Hartsfield, opaco, sin amigos, demente, vive en una vivienda unifamiliar con su madre, alcohólica irrefrenable, en la calle Elm Street- uno de los típicos guiños a los que es tan adicto el amigo Steve -, como en pesadilla de Elm Street. ¿Asexual?, pervertido, depravado...le "atrae" su propia madre... King parece lanzar una sentencia que resume sus preocupaciones narrativas y vitales en boca del loco Brady : "La vida es una puta barraca de feria con premios de mierda". Es un trastornado inteligente. Necesita retos, como un niño que experimenta con insectos.

Brady y Bill. Parecen las dos caras de una misma moneda. Se necesitan el uno al otro. Es un juego del gato y el ratón, aunque no se sabe quién es quién. Tal vez, ambos sean las dos figuras. El inspector necesita atrapar al asesino. Es lo que le aleja del suicidio. El asesino necesita jugar a ser atrapado, para matar o inducir a la muerte al inspector. Tenemos una carrera contrarreloj entre el hombre que busca recuperar un motivo para vivir y el hombre cuyo instinto es tan sólo matar. Bill Hodges-Brady Hartsfield. Dos caras. Coincidencia incluso en las iniciales de nombre y apellido. Un evidente guiño de King, el amo de la sencillez eficaz.

La gran aportación de King a la literatura es, sin duda, su corpus de ricas caracterizaciones. Sus personajes están vivos. Consigue que los queramos o los odiemos, los reprendamos o los admiremos; o todo a la vez, siempre que él lo desee. Somos sus marionetas. A mí, particularmente, no me importa ser su marioneta. Las criaturas malvadas de King son espléndidas. Siempre. Son muy expresivas. Desearías acabar con ellas. Hacen que te sientas un poco asesino, cruel, como ellas. Brady, en este caso, representa el empuje estilístico de King: es un personaje que se mueve a impulsos, no meditados, pero eficientes. Jamás nadie ha manipulado la improvisación aparente de manera que se sienta como tal, pero permitiendo culminar un perfecto manejo. Sólo King, que demuestra, una vez más, una poderosa planificación de ideas. Y junto a estos dos púgiles de la intriga, se mueve alrededor una constelación de personajes que calan con fuerza en el lector: la dulce Janie, la extravagante Holly, el "negrito" Jerome...todos, con una incidencia feroz en la trama. Pero, mejor, no comentar nada. Lo bueno es que lo leáis.

Tito Steve ya no nos exaspera con tochos ingobernables. Eso sí, son 500 páginas. A King no se le suelen dar bien los finales. Tal vez, porque le encantaría que sus historias no tengan fin. ¡Cómo se ha enrollado siempre este hombre!

Giros, acción, personajes bien perfilados. King se las apaña para que sus criaturas tengan empaque corporal, vida, autenticidad aunque simbolicen conceptos que son típicos de la personalidad, el carácter y la vida del propio autor. .Temas que importan al de Maine. Son los fantasmas de Steve y sus preocupaciones que, llevadas con maestría, provocan la incertidumbre necesaria en la trama para mantener viva nuestra atención como lectores.

King sabe que el ser humano se compone de pequeños y grandes defectos; ser el mejor pintor de defectos por escrito, le permite usar tres o cuatro personajes protagonistas tan sólo - es un ejemplo- haciéndonos creer que hay más, al estar todos los que componen la historia, tan bien elaborados. Una frase, tres detalles magníficos bastan para transformar a un personaje coral en una criatura que persistirá en nuestra memoria al evocar la novela en concreto. Hay personajes maravillosos alrededor de estos dos púgiles del bien y del mal. Parecen comparsas, pero no lo son. Son grandes acompañantes de acción. Pero...es mejor que lo leáis.

El de Maine no es lo que se dice un sibarita del lenguaje ni un meticuloso orfebre literario. Aunque es uno de los mejores en plasmar las emociones y en hacer que uno las sienta como propias. Ese será su legado.

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