Lovecraft sorprende, asombra y deja un trazo de inspiración tan entrañable que pocos escritores pueden alcanzar. La llamada, no es, ni con mucho, mi relato favorito suyo (El lugar lo ostenta ¨La búsqueda soñada de la oculta Kadath¨), pero tiene todos los tintes que hacen qué el sea más que estudiable, memorable. Wilcox es una marioneta con tintes psicópatas, poseída telepáticamente y representante, como todo ente con conciencia superior (ora, artistas), del legado del primigenio sobre la tierra. El inspector Legrasse es de los pocos personajes que son capaces de tomar acción entre los relatos de Howard, quizá, aunque sea tan breve, más inspirador que el mismo profesor Armitage de ¨El horror de Dunwich¨. El pobre segundo comandante Johansen, quien soportó la visión del monstruo, del dios, de la encenagosa entidad suprahumana que alñora en R`lyeh, todos, los tres episodios, los varios personajes, entreconectan, juegan con la narración entre sí, y por último, nos dejan con un final emponzoñado como el mismo aire que el nieto del profesor Angell respira, con la conciencia allí, dolorosamente abierta, sabiendo que Cthulhu aún duerme, y que la muerte no podrá consumir los eones de su existencia.