Un westerm americano que nos muestra a dos clanes enfrentados por temas de campo y agua, mas una historia de amor que no puede faltar...El prota es un hombre bonachón que creé en la humildad de los hombres que pide la mano a su novia, este enseguida logra crear enojo en los malechores del lugar.
Pues bueno, tiene buena puesta en escena, el guión está bien tratado y tiene un giro final inesperado... pero el prota dice una cosa y dice otra mas el final se hace pesado de narices. Lo mas destacable es la canción original, que creo que es la que ponen en la apertura de la ceremonia de los Oscar.

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Cualquier rancho que pueda recorrerse a pie no merece la pena verse...

Una maravilla este western que habré visto por lo menos una docena de veces. Un reparto apabullante y muy bien elegido dando vida a una historia cien veces vista pero perfectamente plasmada en la pantalla bajo la dirección de un William Wyler que se movía como pez en el agua en estas superproducciones.

Horizontes de grandeza, por una vez el título español no desmerece al original, es una película como dice su título, grandiosa en todos sus aspectos. Una fotografía soberbia, una partitura musical extraordinaria, de ésas que todo el mundo se sabe y tararea, un guión impecable, una galería de personajes perfectamente estructurados y mejor interpretados todavía entre los que sobresale ese actorazo que era Burl Ives...en fin, una obra de las grandes.

Algunas escenas son realmente memorables, sobre todo las del final. Cómo superar una escena como la de Henry Terrill internándose solo en el cañón blanco y Steve Leech calándose el sombrero, montando y arrastrando a los demás tras él...O la pelea entre Rufus y Buck cuando éste intenta ultrajar a Julia Maragon...O la escena entre Terrill y Hannasey durante el baile en casa de aquél...

Y para rematar, el reparto, que hace bueno el dicho hollywoodiense de ¨más estrellas que en el firmamento¨: Gregory Peck, Charlton Heston, Jean Simmons, Burl Ives, Carroll Baker, Charles Bickford, Chuck Connors...que funciona como una máquina perfectamente engrasada a las órdenes de un Wyler en estado de gracia. ¿Se puede pedir más?

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