Otra joya del maestro Kurosawa.
¨Vivir¨ nos narra una historia real como la vida misma: un hombre que vive sumergido en el mundo de la monotonía y apenas se da cuenta. Es como un muerto viviente, no es feliz y solo piensa en ir a trabajar para tener algo en qué perder el tiempo. ¨Ikiru¨ nos muestra que a veces nuestra propia sentencia de muerte -en este caso, el cáncer- es la mejor ayuda que nos pueden otorgar ya que nos quita la venda de los ojos, a pesar de que también nos quita la vida. El protagonista, además, nos enseña que la vida es muy corta como para no saber disfrutarla bien, y que ni las fiestas, ni el dinero nos da realmente esa ansiada y buscada felicidad, sino estar, compartir momentos y pasar tiempo con gente aprecias y tienes cariño. Además, también muestra que la vida de toda persona puede llegar a tener sentido con solo hacer un pequeño acto maravilloso, y que nuestros actos pueden repercutir y marcar la vida de los demás para bien, si las cosas se hacen bien, claro.
Un film con un guión brillante y narrado con maestría; con unas buenas actuaciones; una banda sonora más que apropiada; y una dirección sensacional.
Kurosawa es un genio, y me encanta.
Notable alto, tocando el excelente.
Es una de esas películas que marca un antes y un después tras su visualización. La filosofía de vida que proclama es admirable. Visionado obligatorio!
Críticas: 3
Parnaso
1
A bajado mucho de puntuación respecto a la primera vez que la vi, y es que la película es tan monótona, redundante y lenta, que no terminó de encantarme. La historia versa sobre un hombre que no ha faltado nunca al trabajo en nada menos que 30 años(inverosímil cuando menos) que no ha vivido la vida, y al diagnóstico de un cáncer comienza a darse una segunda vez con la misma actitud con la que ha vivido toda su vida, pues como puede observarse, el hombre que acude a clubs de mujeres bailonas y demás, no cambia de semblante en toda el maldito metraje, hasta que decide volver a trabajar erigiendo un puente(muy lógico todo). Lo dicho, redundante y vacía, con un final de lo más soporífero que podamos contemplar. Tengo a bien no la veáis.
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