Ficha La Hora Final

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Críticas de La Hora Final (6)




Miguel Arkangel

  • 18 Oct 2023

7


Tras la II Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría, el mundo conoció el horror del peligro de una hecatombe nuclear. El cine tomó nota, y aparecieron flmes que incursionaban en la posibilidad del fin de la civilización por causa de una guerra atómica. Una de las muestras más curiosas e interesantes es “La hora final” (On the beach, 1959), dirigida por Stanley Kramer, a quien Steven Spielberg lo llamó “uno de nuestros grandes cineastas, no sólo por el arte y la pasión que puso en pantalla, sino por el impacto que ha tenido en la conciencia del mundo”.

“La hora final” es una película post-apocalíptica, con ciertos elementos de ciencia ficción, en la que Australia es el último refugio de la civilización luego de la apocaliptica III Guerra Mundial. A los sobrevivientes sólo les quedan meses de vida porque la lluvia nuclear está llegando cada vez más rápidamente a ellos. La muerte de todos es inminente. ¿Cómo encaran esa terrible situación las personas? Kramer evita las paranoias estridentes, las secuencias bélicas o los debates filosóficos y prefiere concentrarse con un tono intimista y melancólico, en la manera en la que los personajes encaran el posible fin del mundo, recurriendo a los diálogos y a la interacción, especialmente entre dos parejas, una conformada por Gregory Peck y una maravillosa Ava Gardner y la otra conformada por Antony Perkins y Diana Anderson.

Está un poco olvidada, pero es una visión emotiva sobre la forma de encarar la muerte, con un intenso espíritu antibelicista que hoy sigue siendo una advertencia tristemente vigente.



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Mad Warrior

  • 30 Sep 2022

9



En la hora final algunos se acurrucan envueltos en los mejores recuerdos de sus vidas que aún atesoran con fuerza, otros brindan resignados por un mundo que ha quedado ciego, y otros sólo pueden observar desde la playa cómo el presente se les escapa a espera de un futuro que nunca llegará...

Durante la década de los 50 se estaba gestando una atmósfera de intranquilidad y agitación en todos los rincones del Globo; no sólo el rastro de esa 2.ª Guerra Mundial que había dejado impregnado sus aromas atómicos sobre cadáveres en descomposición. El nuevo terror proviene de un derivado directo: la concentración de las principales potencias en el desarrollo de armamento nuclear, Eisenhower y Jruschov a la cabeza; propaganda, guerra psicológica, defensa de la democracia estadounidense contra la fe fanática soviética, lo cual da pie a unas enfermizas carreras armamentística y espacial y a una sensación de miedo colectivo, que refuerzan la Guerra de Corea y la futura crisis en Berlín.
Este miedo queda reflejado en la ficción, y si bien, por norma general, se llevó a cabo a través de los más fantásticos y metafóricos elementos (monstruos radiactivos, invasiones extraterrestres, terribles catástrofes mundiales, etc....), también destacan un puñado de obras que versan sobre el tema desde un punto de vista realmente impactante por su dureza, su tratamiento serio y reflexivo, listas para remover conciencias en lugar de plantear disparatadas evasivas. En aquellas fechas nacen algunos de los mejores exponentes de esta nueva visión del apocalipsis del mundo civilizado.

Por culpa de un virus iniciado en Asia en el caso de ¨The Death of Grass¨ o una fantasía espacial en ¨The Day of the Triffids¨, pero es ¨Alas, Babylon¨ la que se acerca más a ese clima de disgusto directamente conectado con la entonces actual Guerra Fría; sin embargo, antes de la estremecedora novela de Harry H. Frank, se publica ¨On the Beach¨, de la mano del ingeniero aeronáutico y militar que pasó casi toda su vida escribiendo, Nevil Shute, e imaginando el efecto de una 3.ª Guerra cuyo resultado, en un alternativo pero posible 1.963, ha dejado diezmada al 70% de la vida en La Tierra.
Trato descarnado y lúcido acerca de una catástrofe nacida del efecto del polvo y la lluvia radioactivos que se extiende por todas partes, imposible de evitar; el escenario primordial: Melbourne, cuya población aún sana se prepara para encarar el día fatídico, cuando la radiación les alcance. Uno de los libros más deprimentes que se han escrito es convertido en guión por el hábil ¨adaptador¨ John Paxton (¨Encrucijada de Odios¨, ¨Murder, my Sweet¨, ¨La Tela de Araña¨) para terminar en las manos de Stanley Kramer, comprometido hasta la médula y siempre alejado de los cánones de la industria de Hollywood, al ejercer de productor.

Estableciéndose el argumento en dos largos actos, bien diferenciados, y con el segundo dividido a su vez en dos partes que constan una ida y un regreso, el neoyorkino nos traslada a ese escenario donde el conflicto bélico ya ha sucedido; a través del blanco y negro con inclinación por las sombras que modela el genio operador Giuseppe Rotunno (quien ya se ha puesto al servicio de Monicelli, Gallone o De Sica), Shute podría saborear el ambiente claustrófobico y opresivo de su obra. Por desgracia Paxton simplifica lo sucedido en ella (como siempre suele ocurrir...), reorganiza personajes y no respeta el devastador final original.
Contra un planeta donde han sobrevivido varias poblaciones, una Australia como último reducto de civilización; contra una guerra de conocidos culpables (el Sudeste Europeo y Asia occidental principalmente), una guerra de culpabilidad anónima y universal (siguiendo las ideas del autor, el film ¨habría sido tachado de propagandístico¨): el ser humano es el responsable, la tecnología, el error desconocido, el armamento, pero nadie es señalado directamente. Por otro lado Kramer, de innata destreza en la dirección de actores y en el tratamiento psicológico/emocional de sus personajes, se aproxima a un pequeño grupo de ellos cuya vida analizará desde la cotidianidad.

Este mosaico se compone de dos parejas (el teniente Peter y su esposa Mary y el comandante Dwight y la solitaria Moira) y un mediador entre las partes masculinas (el científico Osborne; aquí antiguo enamorado de ésta última con el rostro de un envejecido Fred Astaire en lugar de su joven primo lejano de la novela).
Pese a iniciarse la acción desde el espacio claustrofóbico de un submarino (el Sawfish, y no el Scorpion, debido a la negativa de participación del ejército estadounidense por el mensaje anti-nuclear de la película...) y bajo el súbito anuncio del efecto radioactivo que ha dejado la guerra, bajamos a tierra y lo que acontece bien encajaría en algún melodrama temprano de Daniel Mann o Sidney Lumet.

Kramer presenta con minuciosidad y esmero la descripción de los protagonistas, en un estilo vanguardista y moderno; durante un travieso instante en la playa entre Dwight y Moira, Osborne bromea ¨Es como ver una película francesa¨. Sí, las influencias europeas están en cada plano y secuencia, y más aún al tener a un italiano de operador; este retrato de intimidades parece sobre todo enfocado en la relación de aquéllos (unos Gregory Peck y Ava Gardner reunidos de nuevo en pantalla y de química blindada), lo cual disgustó bastante al autor, por relegar de la trama otros aspectos más importantes.
Sin embargo, frente al aplastado pasado que intenta hallar un leve atisbo de amor contra el triste presente y que figura esta pareja (donde la muerte de la familia de Dwight es menos ambigua y Moira pasa de ser una muchacha rubia delicada a una mujer voluptuosa solitaria y casi entrada en la madurez), uno prefiere mantenerse al lado del más interesante núcleo familiar de Peter y Mary (impactantes Anthony Perkins y Donna Anderson), quienes simbolizan la supervivencia presente y el miedo ante un futuro sin futuro. Se dan de bruces la esperanza y la cruda realidad, la fe ciega y la amarga evidencia científica, las ansias de vivir y el constante miedo a la muerte, el recuerdo y la soledad...

La segunda parte está definida por una abrupta escisión narrativa. Abandonando la civilización y al resto de personajes, embarcamos en el submarino junto a los tres hombres y un grupo de jóvenes militares que, como sus homólogos de la 2.ª Guerra Mundial, son incapaces de entender las razones por las que la raza humana se ha conducido a su propia destrucción. Kramer se recrea entonces y como nunca en los climas sofocantes; esos escenarios abiertos revelan un mundo estéril y vacío, hundido en el silencio, y la opresión reforzada por encuadres inclinados y planos cada vez más cerrados sobre los actores no deja vías al oxígeno.
Este futuro es tanto más escalofriante ya que parece creíble acorde a las tensiones y temores vividos por el Mundo en aquel final de los 50; contra eso no queda nada, salvo la resignación. En una de las escenas más dolorosas, un tripulante del submarino sale a la superficie para pasar sus escasas horas de vida en el lugar donde nació, aceptando la muerte que en forma de radiación pronto le asaltará; resignación que impulsa un pesimismo determinista el cual brota de todas partes y a todos contagia. Por desgracia, no se profundiza en este fascinante y terrible tramo todo lo que se debiera, del mismo modo que el análisis global realizado por Shute en las páginas, aquí observado de soslayo.

La segunda parte de este segundo acto consta del retorno del submarino y de un último vistazo a la civilización antes de su hora final; vuelve el melodrama desde una perspectiva aún más negra, subrayándose el valor de eternidad que los protagonistas conceden a esos instantes de efímera felicidad.
Y evitando la migración en masa como en otras historias, el sentimiento australiano del autor se aferra a la aceptación, al refugio en el pasado evitando el oscuro presente y a la fe como último recurso. En congregación como comunidad superviviente, algunos ciudadanos comparten un apocalipsis pastoral ante el lema ¨Aún hay tiempo...hermano¨.

Concienciador y aplastante, y pese a la negativa de salvación (recalcada de manera más triste en la novela), pleno de esperanza este mensaje que se lanza a un público al cual, viendo su existencia amenazada desde ambos bandos (el nacional y el extranjero), no le cuesta comprender su significado.
Un retrato del mañana vigoroso, arriesgado, intenso, no pocas veces satírico (la presencia de un famoso refresco, símbolo del capitalismo/consumismo y a su vez de la destrucción de toda ilusión humana), y magnificado por unas secuencias de gran poder visual y un apartado artístico y técnico de primer orden (además de lo mencionado, la banda sonora conmovedoramente épica de Ernest Gold), que fracasó en taquilla pero fue elogiado por la crítica y diversos expertos. Fuese como fuese, de influencia seminal para infinitas obras del género.



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[email protected]

  • 2 Sep 2018

9


Me encantó!!! Me pareció un peliculón que además de entretener es sociológico y profundo.
Es una cinta bastante extraña (cuando la vean me imagino que se darán cuenta porque digo esto).
A pesar de su extensa duración entretiene manteniéndote en suspenso desde que empieza hasta que termina.
Tiene excelentes actuaciones y muy buenos climas.
Sin duda un peliculón! Más que recomendable!



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bigladiesman

  • 16 Oct 2012

8


Una de las películas ci-fi más ambiciosas realizadas en la época, dirigida por el gran Stanley Donen y con un reparto de campanillas, esta adaptación de la novela del británico Nevil Shute (“Una ciudad como Alice”) logró dos nominaciones a los Oscar y es considerada no por pocos como la mejor peli ci-fi de la década de los 50.

Protagonizada por un dúo de lujo formado por los siempre maravillosos Gregory Peck y Ava Gardner, secundados por nada menos que por Fred Astaire, que demostró en esta película que era más que un bailarín (aquí empezó la carrera del Astaire-actor, que se prolongó hasta los años 80) y por un Anthony Perkins pre-Psicosis pero que ya estaba llamado a hacer grandes cosas, más montones de actores y actrices de reparto poco conocidos pero con carreras bastante decentes, esencialmente americanos y de Oceanía, es, como dicen en los países anglosajones , “a winner” en cada uno de sus fotogramas.

Pero ojo, que no es una película para todo el mundo: a parte de ser bastante larga y lenta, la ci-fi pre y post-apocalíptica no es más que una excusa para mostrarnos las relaciones de unos personajes en la desesperación de enfrentarse a “la hora final”, el apocalípsis, la destrucción de las civilizaciones, el fin del mundo, la letra de “99 Luft Balloons” o el cuesco de la Bernarda, que ayer comió callos (imito a Pedro Piqueras). El buen guion y el trabajo de todo el reparto nos entrega escenas emocionantes, que quizá incluso nos dejen al punto de la lágrima (Peck y Gardner por encima de todos. Transmiten auténtica tristeza; Astaire desprende amargura y cinismo y Anthony Perkins resulta tierno. Debió ser todo un impacto para los espectadores verlo como Norman Bates al cabo de un año).

La música de Ernest Gold es maravillosa, convirtiendo el tradicional y pegadizo “Waltzing Matilda” australiano en una marcha épica y un “leit-motiv” impresionante. Hay otras piezas destacadas (especialmente una ominosa pieza de misterio que imita el código Morse). Muy destacables son la fotografía del premiadísimo realizador italiano Giusseppe Rotunno, el trabajo del oscarizado director de producción Clem Beauchamp en las localizaciones y, especialmente, si dejamos de lado la música, el espectacular trabajo de edición de Frederic Knudson, otros colaborador habitual de Kramer.

Como pasa con “El mundo, el demonio y la carne”, no es una película entretenida si descartamos la última media hora, con búsqueda de supervivientes en San Francisco y una apasionante carrera de coches, en el aún muy famoso circuito de Philip’s Island donde el personaje de Astaire conduce un Ferrari, pero está remarcablemente bien realizada, excelentemente interpretada, es seria y sesuda y tiene una serie de mensajes subyacentes importantísimos y casi subversivos para los EE.UU. de entonces: la defensa de la paz, la fuerza del amor y la oposición abierta por la era atómica. Debe verse al menos una vez.



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atretyu

  • 13 Dec 2009

9


gran pelicula post-apocalipsis nuclear, trata en tema con seriedad y rigor, sorprendente manera de ver como serian los ultimos pasos de la civilizacion, ante su inexorable extincion causa de la gigantesca nube radiactiva generada por la brutalidad de megatones intercambiados por las dos potencias. llena de detalles y guiños al capitalismo y la soberbia tanto de unos como de otros. todo un drama cruel adelantado a su tiempo. digna de ver y tener no solo por la pelicula en si, sino tambien por el reparto de actores.



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mundoantiguo

  • 27 Jan 2008

8


Aun cuando hay momentos en que el guión muestra lagunas que no somos capaces de entender, la película va tejiendo una historia cuyo final es de auténtica obra maestra y uno de los alegatos antibelicistas más emotivos de la época. Imprescindible.



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Críticas: 6


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