Si “¡Qué noche la de aquel día!” es la encarnación del espíritu de los Beatles primerizos, esta película ya cincuentona es la de los Beatles maduros. Y eso que no tuvieron casi nada que ver con ella, pero encontramos en ella la misma jovialidad (sentimiento que en la vida real se estaba resquebrajando dentro del grupo), espíritu renovador (en este caso en el sector de la animación) y humor surrealista que las dos películas de Richard Lester, solo que aplicado a la época de la psicodelia. He aquí un símbolo imborrable de su tiempo y, a mi juicio, una de las mejores películas de animación jamás realizadas y el único gran trabajo de su director, George Dunning, olvidado artífice del éxito del proyecto.

A nivel de personajes/actores que les dan voz, básicamente destacan cuatro: Ringo Starr, el jefe de los Blue Meanies -ambos doblados por el joven actor televisivo Paul Angelis - Jeremy el Nowhere Man (un cierto Dick Emery) y el Joven Fred (el humorista radiofónico Lance Percival).
Ringo es, como en las anteriores películas, el Beatle con más escenas, respetando el espíritu de las películas de Richard Lester, y Angelis hace una muy buena imitación de su voz, pero es con el pérfido jefe de los Blue Meanies que se lució: es una bestia grotesca totalmente desequilibrada que pasa de mariposón a chiflado histérico en décimas de segundo, y Angelis pone toda su alma en cambiar y modular su voz constantemente. Jeremy es una especie de híbrido entre un primate y un pierrot: sabihondo y simpático, si bien cargante al principio (se supone que tiene que serlo), su actor de voz hace gala de una tremenda capacidad para hablar rápido. El Joven Fred es el capitán del Submarino, que no tiene ni idea de navegar. El pobre va todo el rato estresado aunque de algún modo es el personaje más cuerdo de la película. Tiene líneas memorables como su palabrería nerviosa sin sentido que acaba con un exasperado “BLUE MEANIES!” o usar la palabra HELP como si fueran siglas (se lo engancha a Ringo).

Bien, el guion. Parecía que no iba a ser gran cosa teniendo detrás al jefe equipo de la infumable serie de dibujos de la banda: Al pobre Al Brodax aún le llaman el nombre del cerdo por lo que le hizo a Popeye (sus episodios son tan malos que son geniales). Pero se hizo acompañar muy bien: El escritor Erich Segal (“Love Story”,”Golfus de Roma”), gran conocedor de rutinas clásicas de comedia y el dibujante de cómics Jack Mendelsohn, autor de la revolucionaria e incomprendida tira cómica “Jackys Diary” y futuro adaptador a la tele de las Tortugas Ninja (alejándola de la oscuridad y violencia del cómic de Eastman y Laird y creando de facto el fenómeno global que fueron). Juntos crearon un cuento surrealista, sin sentido alguno más que cosas aleatorias que les van pasando a los personajes en función de la canción que toque, en medio de diálogos tan llenos de chispa como los de “Qué noche la de aquel día”.

La música. Una de las mejores y más influyentes bandas de la historia en su cénit creativo. Las 4 canciones originales (bueno, en realidad 3… En “curiosidades” os cuento) que de mala gana hicieron para la película son pegadizas y agradables, y aunque lejos de lo mejor de su obra en ese tiempo, muestran a las claras su evolución desde “Help!”. George Martin crea una muy adecuada música de fondo.
Pero, damas y caballeros, esta película y el culto que se le rinde no serían NADA sin la genialidad de su diseñador gráfico, el artista pop alemán Heinz Edelmann. La estética psicodélica y los diversos estilos de animación que propuso para esta película (animación tradicional, collages, rotoscopia, imagen real, efectos 3D y op-art) marcó época, es una pieza de museo, algo que poner en una cápsula del tiempo con la etiqueta “Diseño finales de los 60-mediados de los 70”. Influenció en varias generaciones de dibujantes, y se puede ver su impronta hoy en día, 5 décadas después, en productos animados, - especialmente de creadores de la escuela Cartoon Network - como Hora de aventuras (Pendleton Ward), My Little Pony: La magia de la amistad (Lauren Faust), Steven Universe (Rebecca Sugar), El asombroso mundo de Gumball (Ben Bocquelet) o Las Supernenas (y muy especialmente en su primera época, con Faust, su esposo Craig McCracken y Genndy Tartakovsky). Edelmann traspasó el mundo del cine para entrar en el del arte pictórico.

Una película que marcó el futuro de la animación con un hierro candente, que es divertidísima y encima es de los Beatles en su mejor momento creativo. Eso sí, si padecéis epilepsia fotosensible, saltaos la escena de “It’s Only a Northern Song”.

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La película es una muy buena vista a todos los ideales y la ideología de los Beatles, efectivamente, si te gustan los Beatles seguro te gustará esta película. Es psicodélica y el manejo de colores fuertes puede volverla un poco agresiva a la mirada. Sin embargo, el arte de la película se merece una muy buena crítica. Es cierto que los dibujos tienen cierto nivel de ¨deformidad¨ por así decirlo; las proporciones, por ejemplo. A pesar de la falta de proporción en el arte, la animación es de muy buen nivel y en ningún momento se impide al espectador ver las emociones que intenta transmitir el arte. No se sabe de que manera y si se debe analizar esta película y si se hace, las conclusiones y reflexiones llegan de distintas maneras a cada espectador. Recomiendo esta película a quien esté dispuesto a viajar por un mundo inimaginable.

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