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Los que pretendan encontrar en esta modesta cinta de acción, en la que los nazis ni los comunistas son los malos sino que los propios fantasmas que atormentan a un par de borrachines y a un comandante poseído, se pegarán el guatazo del siglo, ya que en lugar de náufragos reventados por bombas de profundidad, cuerpos mutilados, marineros reventados por la presión, alemanes hablando como huevones con voz gangosa y bombardeos a granel solo encontrarán luces rojas, algunas escenas submarinas que bien pudieron haber sido filmadas dentro de una artesa en los estudios donde se hizo la película, sonidos del sonar, el periscopio que sube y baja, torpedos en cuerpo presente, la infaltable foto de la novia, algunos tiros aislados, rayos y centellas, gas de cloro que corre por los pasillos como la niebla de un viejo cementerio, e incluso un trío de misteriosos aviones que aparecen en el horizonte para atacar al submarino. Estas austeras escenas le dan color a una acción sin gusto a nada, pero que, sin embargo, entretiene.

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